Por ROGELIO RÍOS HERRÁN
Los temas de lo que se ha dado en llamar la “conversación
pública”, es decir, aquello de lo que se habla predominantemente en los
discursos de gobernantes y candidatos, en los titulares de los medios de
comunicación y en las innumerables mesas de café en todo México, nos dicen
mucho de nuestra capacidad (o incapacidad, según se quiera ver) para
discriminar entre lo importante y lo irrelevante para los ciudadanos.
¿Es la construcción del nuevo aeropuerto de la CDMX de
lo que debemos estar hablando en primer término? ¿O la discusión sobre bajar el
IVA en la zona fronteriza?
Para los candidatos a la sucesión presidencial sí lo
es, pero ¿significa eso que no hay en este momento cosas más importantes sobre
las cuales discutir?
Claro, dirán algunos, en tiempos electorales son las
propuestas de los candidatos los temas a debatir, pero ¿qué sucede si esas
propuestas se sienten desconectadas de lo que los ciudadanos viven y padecen
cada día?
No cabe en esa “conversación pública”, por ejemplo, el
ambiente de violencia, asesinatos y agresividad del crimen organizado que
padecemos desde hace meses. No hay lugar para los desplazados por esa
violencia, para hablar de las víctimas, quienes son personas de carne y hueso
como nosotros que se diluyen en el anonimato de las cifras.
El silencio castiga a las víctimas, no a los
victimarios. Vuelve invisible a quienes tuvieron muertes violentas, no permite
que su rostro y su voz deje testimonio de las amenazas a nuestra
sociedad.
No se trata de hacer a un lado las propuestas de
campaña, aunque muchas de ellas suenen huecas y superfluas. Ni de detener o
forzar al proceso electoral a omitir unos temas e incluir otros. Nada de eso.
Simplemente, queremos ver que los discursos y
propuestas de campaña se conecten a la realidad, que reflejen lo que sucede a
nuestro alrededor en cualquier ciudad o población mexicana: presencia letal del
crimen organizado, asesinatos, extorsiones, privaciones de la libertad, ataques
a periodistas, etcétera.
Recientemente, la Comisión Nacional de Derechos
Humanos presentó, a través de su titular Luis Raúl González Pérez, su Informe
de Actividades 2017, en el cual señaló que el trabajo de la Comisión durante el
año pasado “se desarrolló en un contexto muy complejo en el que se observó un
repunte de la violencia y el crimen en el país”.
Continúa diciendo que “los delitos cometidos con
violencia, especialmente los asesinatos, han alcanzado niveles graves dentro de
este siglo.”
Una de sus conclusiones es que persiste aún “una
limitada coordinación entre los órdenes de gobierno para disminuir los niveles
de violencia criminal y atender a las víctimas de manera integral”.
Frente al Presidente Enrique Peña Nieto, en un evento de
presentación de su Informe el día 28 de marzo, González Pérez señaló directamente
que “México no ha experimentado un cambio significativo y objetivo hacia un
mayor respeto a los derechos humanos”.
¿Hace falta añadir algo más para que en la “conversación
pública” destaque el hecho fundamental de que el desafío de la violencia a
nuestra sociedad amenaza con sacudirla desde sus cimientos? ¿Acaso esto no es
importante? Si lo es, ¿por qué no se habla de ello?
rogelio.rios60@gmail.com
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