lunes, abril 02, 2018

2018: ¿De qué hablar?




Por ROGELIO RÍOS HERRÁN

Los temas de lo que se ha dado en llamar la “conversación pública”, es decir, aquello de lo que se habla predominantemente en los discursos de gobernantes y candidatos, en los titulares de los medios de comunicación y en las innumerables mesas de café en todo México, nos dicen mucho de nuestra capacidad (o incapacidad, según se quiera ver) para discriminar entre lo importante y lo irrelevante para los ciudadanos.

¿Es la construcción del nuevo aeropuerto de la CDMX de lo que debemos estar hablando en primer término? ¿O la discusión sobre bajar el IVA en la zona fronteriza? 

Para los candidatos a la sucesión presidencial sí lo es, pero ¿significa eso que no hay en este momento cosas más importantes sobre las cuales discutir?

Claro, dirán algunos, en tiempos electorales son las propuestas de los candidatos los temas a debatir, pero ¿qué sucede si esas propuestas se sienten desconectadas de lo que los ciudadanos viven y padecen cada día?

No cabe en esa “conversación pública”, por ejemplo, el ambiente de violencia, asesinatos y agresividad del crimen organizado que padecemos desde hace meses. No hay lugar para los desplazados por esa violencia, para hablar de las víctimas, quienes son personas de carne y hueso como nosotros que se diluyen en el anonimato de las cifras.

El silencio castiga a las víctimas, no a los victimarios. Vuelve invisible a quienes tuvieron muertes violentas, no permite que su rostro y su voz deje testimonio de las amenazas a nuestra sociedad.

No se trata de hacer a un lado las propuestas de campaña, aunque muchas de ellas suenen huecas y superfluas. Ni de detener o forzar al proceso electoral a omitir unos temas e incluir otros. Nada de eso.

Simplemente, queremos ver que los discursos y propuestas de campaña se conecten a la realidad, que reflejen lo que sucede a nuestro alrededor en cualquier ciudad o población mexicana: presencia letal del crimen organizado, asesinatos, extorsiones, privaciones de la libertad, ataques a periodistas, etcétera.

Recientemente, la Comisión Nacional de Derechos Humanos presentó, a través de su titular Luis Raúl González Pérez, su Informe de Actividades 2017, en el cual señaló que el trabajo de la Comisión durante el año pasado “se desarrolló en un contexto muy complejo en el que se observó un repunte de la violencia y el crimen en el país”.

Continúa diciendo que “los delitos cometidos con violencia, especialmente los asesinatos, han alcanzado niveles graves dentro de este siglo.”

Una de sus conclusiones es que persiste aún “una limitada coordinación entre los órdenes de gobierno para disminuir los niveles de violencia criminal y atender a las víctimas de manera integral”.

Frente al Presidente Enrique Peña Nieto, en un evento de presentación de su Informe el día 28 de marzo, González Pérez señaló directamente que “México no ha experimentado un cambio significativo y objetivo hacia un mayor respeto a los derechos humanos”.

¿Hace falta añadir algo más para que en la “conversación pública” destaque el hecho fundamental de que el desafío de la violencia a nuestra sociedad amenaza con sacudirla desde sus cimientos? ¿Acaso esto no es importante? Si lo es, ¿por qué no se habla de ello?

rogelio.rios60@gmail.com





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