domingo, agosto 30, 2020

Gracias, Alondra

 

Fuente: Google.com


Por Rogelio Ríos Herrán

“Eso es lo que hacía Mahler, tocaba las canciones populares que todo mundo conocía, que significaban algo para la comunidad, para la población y las insertaba en sus sinfonías y les metía muchas capas de sentido filosófico y te hacía preguntas increíbles a través de su música”, dijo en alguna ocasión Alondra de la Parra, durante una entrevista con el periodista mexicano Pedro Ferriz.


Así explicaba Alondra, directora de orquesta, que la música “culta”, y las composiciones de los grandes autores tienen muchas veces raíces populares y que es posible llegar al gran público, como ella lo ha hecho con los mexicanos, y demostrar que ese gran público tiene capacidad y sensibilidad para apreciar la música.


Alondra nos regaló a los mexicanos la conclusión de un proyecto que denominó La Orquesta Imposible, mediante el cual reunió a 30 músicos  de excelencia (Paquito D’Rivera, Cristina Gómez Godoy, Maxim Vengérov, Rolando Villazón, entre otros) para producir un video de su arreglo orquestal de la pieza “Danzón No. 2”, del compositor mexicano Arturo Márquez, en el cual participó la bailarina Elisa Carrillo con una coreografía de Christopher Wheeldon.


"Este proyecto es el reflejo de lo que se puede hacer, de lo bueno que nos puede traer esta situación desafortunada que nos da oportunidades de hacer cosas que no podríamos en otro momento. Por la misma pandemia, estamos todos los músicos sin trabajo y nos ha puesto en situación vulnerable, pero lo más bonito es que esa vulnerabilidad nos ha hecho pensar en los demás", afirmó De la Parra.


El video se empezó a difundir el 25 de agosto y los fondos que recaude se destinarán a las organizaciones Save the Children y Fondo Semillas (Sociedad Mexicana Pro Derechos por la Mujer) para ayudar a erradicar la violencia contra niños y mujeres. Al 26 de agosto, ya se habían recaudado 320 mil dólares para ese fin.


Fondo Semillas es una organización feminista, según nos explican en su website, que mejora la vida de las mujeres en México. A lo largo de 27 años ha beneficiado directamente a más de 685 mil mujeres y de forma indirecta a 2.5 millones de mujeres, niñas, niños y hombres.


Le recomiendo ampliamente apreciar el video, el arreglo musical y la coreografía soberbia que interpreta Elisa Carrillo. La bailarina mexicana dijo que “justo en estos momentos, cuando estás pasando por etapas difíciles, la unión es muy importante en todos los sentidos. Para nosotros como artistas, creo que fue el arma que utilizamos: el arte que tanto amamos".


Detrás de esa producción hubo un esfuerzo agotador, pero que valió la pena, expresó Alondra: "Esto refleja el esfuerzo de la cultura por hacer algo para hacer un cambio en la sociedad en temas que nos importan a todos. Queremos que los artistas también tengamos qué decir al respecto... que se aprecie nuestro arte como agente de cambio porque tenemos llave al alma de las personas".

“Mi Alma Mexicana” y “Travieso Carmesí” son dos discos (ambos de la casa Sony) que en 2010 y 2011 se lanzaron y dieron a Alondra una gran proyección a nivel masivo y le abrieron la puerta del cariño y el aprecio del pueblo mexicano.


En ese entonces, Alondra rondaba los 30 años (nació en 1980), y recogía así el fruto de su intensa dedicación desde niña a la música, al estudio del piano primero y después a su formación como directora de orquesta en Nueva York.


Tanta ha sido su aceptación por el público mexicano que hizo conciertos de música clásica en varias ciudades mexicanas, a los cuales han acudido públicos masivos: en una entrevista comentó que recordaba uno, en Ciudad Juárez, Chihuahua, al cual asistieron ¡140 mil personas!


Sus colaboraciones con Natalia Lafourcade y Ely Guerra son de antología, en particular un concierto en 2018 en Mérida, Yucatán, en donde cantó Lafourcade bajo la dirección orquestal de De la Parra, realmente impresionante, usted lo puede encontrar en YouTube.


Gracias, Alondra, por alegrarnos el corazón: México te lo agradece.





 

viernes, agosto 07, 2020

'Cálculo del dolor'

Fuente: The New York Times
Fuente: The New York Times


Por Rogelio Ríos Herrán


La pauta para escribir esta columna fue la pérdida de sensibilidad que observo en quienes manejan, desde los gobiernos mexicano y americano, cifras y más cifras sobre la pandemia de coronavirus y la recesión económica, pero no logran ver el dolor de las personas que sufren enfermedades, muerte y desempleo.


Tanto en México como en Estados Unidos, no es nada nuevo ese manejo estadístico que permite reducir rostros y voces a simples números que se acumulan y que, al no tener nombre ni apellido, se vuelven invisibles y no duelen.


Lo que  sí es nuevo, sin embargo, es el grado elevado de sofisticación al que los funcionarios públicos han llegado en este 2020 del coronavirus: las gráficas, las curvas (incomprensibles para la mayoría de las personas), se acomodan a la perfección al manejo político y electoral de los gobernantes.


He observado reportajes y relatos de testimonios de mexicanos y americanos que sobreviven a duras penas en el torbellino de enfermedad y depresión económica, inseguridad y estallidos sociales, y me han parecido de gran valor periodístico.


No ha sido suficiente hasta el momento para contrarrestar la avalancha de cifras que se nos vienen encima y, lejos de aclarar, aumentan la confusión de ciudadanos comunes. 


Cuando las personas mueren por cientos o por miles en un sólo día, ¿cómo es posible lidiar con eso? ¿Son nuestros amigos y familiares tan sólo cifras que se agrupan cada día? El paciente muerto número 45 de ayer, ¿quién era? ¿Cómo sonreía a sus hijos, a sus hermanos o padres? ¿Cuáles eran sus planes en la vida?

¿De quién estaba enamorado?


Si la curva se aplana o se doma la pandemia, como dice el Presidente de México; o si la prioridad es regresar a la actividad económica, como dice el de Estados Unidos, ¿debo sentir empatía cuando los gobernantes se alejan de la ética y toman decisiones de vida o muerte sobre el cálculo de sus intereses políticos y no del bien público?


El sociólogo y teólogo Peter L. Berger, se enfocó en una de sus obras sobre la cuestión de la ética política y el cambio social, y sus reflexiones nos ayudan a encontrar una luz en las sombras por las que transitamos. 


Para Berger, “los seres humanos tienen el derecho de vivir en un mundo con sentido. El respeto a este derecho es un imperativo moral para las políticas públicas.”


La medida de la efectividad de las decisiones de los gobernantes, de sus actos que tienen consecuencias en millones de personas, propone Berger, es el “cálculo del dolor”, es decir, el costo de sufrimiento que pagan sus gobernados para que un gobierno alcance los objetivos de sus políticas y modelos.


En la formulación de las políticas públicas, no importa qué tan sólidos parezcan sus fundamentos técnicos, “se debe evitar que se inflija dolor. En aquellos casos en donde la política involucra infligir dolor activamente o su pasiva aceptación, este hecho requiere de una justificación moral, más que técnica”.


No por nada el profesor de la Universidad de Boston llegó a afirmar que “la historia de la Humanidad es la historia del dolor”, y se refería no sólo a desastres naturales, sino al sufrimiento derivado de otros hombres.


Resumiría su propuesta ética en el derecho que tenemos todos, como seres humanos, a vivir en un mundo con sentido y sin dolor. “Debemos buscar soluciones a nuestros problemas en las cuales no se acepten ni el hambre ni el terror”.


Berger escribió su libro “Pyramids of Sacrifice”, de donde saqué estas citas, en 1976, pero su planteamiento ético me parece relevante en nuestro 2020: ¿tendrán conciencia nuestros gobernantes del “cálculo del dolor”?




 


 

sábado, agosto 01, 2020

T MEC: ¿Nueva era?

Fuente: Google.com

Por Rogelio Ríos Herrán

Los lectores más jóvenes no vivieron la gran expectativa que ocasionó en México el anuncio de que se negociaría un tratado de libre comercio con Estados Unidos y Canadá, durante la Presidencia de Carlos Salinas de Gortari y con George Bush y Brian Mulroney al frente de Estados Unidos y Canadá, respectivamente.

Era el principio de los años 90s, México venía de una crisis económica tras otra al final de cada sexenio de los presidentes anteriores, y Salinas proyectaba una imagen fuerte de reformador y modernizador de México.

Con el TLCAN se haría realidad, nos decía el discurso oficial, una plataforma comercial que daría, por fin, el impulso final a México para convertirse en un país desarrollado.

El Tratado entró en vigor el 1 de enero de 1994, al mismo tiempo que se iniciaba en Chiapas, al sur del territorio mexicano, una rebelión armada indígena del Ejército Zapatista de Liberación Nacional.

Por el lado mexicano, jamás estuvieron desligadas la política y el comercio en lo que a Estados Unidos se refería. Tradición y modernidad iban siempre de la mano para los mexicanos.

Veintiséis años después nació, el 1 de julio del 2020, el Tratado de Libre Comercio entre México, Estados Unidos y Canadá (TMEC) sobre la base del anterior tratado, pero con algunas diferencias: habrá, por ejemplo, de ahora en adelante, una revisión del acuerdo cada seis años para definir su continuidad o terminación.

Siendo Salinas de Gortari la imagen viva del proyecto modernizador y, sí, neoliberal, de México, es una gran paradoja de la historia que ahora el Presidente López Obrador, de orientación izquierdista y quien decretó nada menos que el fin del neoliberalismo al inicio de su Presidencia, haya impulsado decididamente al neoliberal TMEC (cuya negociación empezó en la anterior administración de Enrique Peña Nieto), como una puerta a la modernización de México.

Los extremos se unen, dice la sabiduría popular; la política y el comercio se acompañan, agrego de mi parte, pues me ha tocado ser testigo de lo impensable en el México contemporáneo: ver a dos enemigos políticos mortales en la política que se han convertido en compañeros de viaje en el comercio.

Ha sido el TMEC el que tejió esa magia entre López Obrador y Salinas de Gortari.

Pero también en el 2020, como en aquel lejano 1994, el México tradicional se niega a abandonar a su compañero de viaje eterno: el México moderno que apuesta al TMEC.

No son, esta vez, los zapatistas quienes ocasionan el revuelo político, sino la inseguridad, el crimen organizado, la pandemia del coronavirus y el impacto negativo en la economía que las decisiones de AMLO han traído consigo.

A menos que nos apoyemos en ilusiones y en el voluntarismo, no soslayamos que la economía mexicana tuvo un crecimiento negativo en 2019, por lo que no llega en su mejor momento al estreno del TMEC.

México es tan vulnerable en términos económicos, políticos y sociales como lo era en 1994, aunque con síntomas distintos. Como Salinas, el gobierno de AMLO mira al TMEC como un salvavidas para México.

El problema es que el TMEC, y para el caso ningún otro tratado comercial en el mundo, no es por sí mismo un salvavidas, pues depende del funcionamiento en conjunto de tres economías: ni Estados Unidos ni Canadá van a jugar cándidamente el papel de “locomotoras” que arrastren a la economía mexicana lejos de sus problemas.

Si no hay un impulso interno vigoroso desde México, a partir de la solidez de las empresas mexicanas y de la existencia de reglas claras y estado de derecho, el TMEC no va a suplir esa grave carencia mexicana.

Si no hay certidumbre, respeto a las reglas del juego económico para los inversionistas nacionales y extranjeros, el TMEC no le va a “prestar certidumbre” al Gobierno mexicano si éste persiste en cambiar a su conveniencia esas reglas.

En 2020, como en 1994, me gusta la idea de celebrar tratados de libre comercio, me parece bueno para México. Pero mantengo mis reservas, las mismas de entonces: ¿dejará el México ancestral avanzar al México moderno? ¿Llegarán los beneficios del Tratado a todos los mexicanos?

USA, la resistencia

Protestas en Portland.
Fuente: Google.com


Por Rogelio Ríos Herrán

Julio 4, 2020

No importa de qué lado de la frontera me encuentro, y tampoco me detiene el hecho de que soy mexicano, no estadounidense, para dejar de sentirme parte, cada año, de la celebración del “Independence Day” en Estados Unidos.

El de hoy, en este 2020, será recordado como uno de los impensables en la historia norteamericana. Más allá de un 9/11, creo que se compara más con Pearl Harbor: la sorpresa y la magnitud del ataque a esa nación (coronavirus, recesión económica, conflictos raciales, malos gobernantes, etc.) los ha dejado estupefactos, noqueados en la lona del ring porque no supieron de dónde vino el golpe del oponente.

Yo admiro a la sociedad estadounidense, pero crítico acremente a sus gobiernos -no sólo al actual- desde que tengo memoria. Influyen en mí su música, sus escritores, sus grandes periódicos (sigo al NYT como a una religión), revistas, CNN, y sus directores de cine y actores legendarios. Incorporo todo eso, como lo hacen muchos mexicanos, no en conflicto ni sustitución de mi propia cultura, sino acompañándola y enriqueciéndola.

Mientras más “americano” me siento, más mexicano soy. No tengo problema alguno con eso, hay espacio suficiente en mí para los vecinos del norte. Por eso veo con tristeza los “hard times” que se viven hoy en USA y no me quedo indiferente viendo tanto sufrimiento.

Nada de eso, su sufrimiento es mío también; no es cliché, es la verdad. Cuando las noticias nos dicen que en las últimas dos semanas los casos nuevos de coronavirus han aumentado hasta un 90 por ciento, pienso no en las cifras de cientos de miles, sino en los rostros de mis amigos a quienes considero familia en Texas, Washington, Nueva York y Arizona; incluso rememoro a los que no he visto en mucho tiempo. Pienso en sus hijos, padres, vecinos y novias.

Esos “gringos” tan queridos, buenos amigos, alegres y desmadrosos como mexicanos, todos ellos, viven hoy la angustia que provoca la incertidumbre. ¿Hacia dónde vamos? ¿Cuánto durará esta pesadilla?, me comentan y yo no sé contestarles, solamente les digo que me pregunto lo mismo sobre México.

“¡Happy Indepndence Day!”, les digo, pero nada más me contestan: “not so happy”, y yo entiendo bien a qué se refieren.

Se sienten indefensos ante las adversidades, frágiles como hierba recién nacida que no es capaz de ponerse en pie. Arrastrados por un viento que los lleva sin rumbo hacia el desempleo, la pobreza, a perder sus libertades, a la muerte…

No se dan por vencidos, sin embargo, sin dar una buena pelea. Así es la tradición popular estadounidense, “never surrender”, dicen, y así es como han luchado contra las adversidades que parecían insalvables.

Esa es una parte de la nación norteamericana que me parece admirable y, bien enfocada en sus objetivos, convierte en una referencia mundial positiva a Estados Unidos: sus sólidas instituciones, el estado de derecho, sus pesos y contrapesos, el idealismo de sus ciudadanos, sus causas progresivas.

Estados Unidos resiste, y lo hace desde abajo en donde reside lo más valioso de esa nación: el poder de transformación de sus ciudadanos, la imaginación suficiente y la capacidad para tomar el destino en sus propias manos, incluso si para lograrlo tienen que combatir a su propio gobierno.

Hace falta mucho más que un Presidente insensible, conflictivo e incapaz de gobernar, para extinguir ese espíritu indomable.

Por eso, este 4 de Julio celebraré desde México a mis “cuates gringos” por su Independence Day, abriré una cerveza y recordaré los buenos momentos, carnes asadas y conversaciones con ellos, será un breve descanso en la batalla.

A partir de mañana, la resistencia continuará, como al día siguiente del ataque a Pearl Harbor.

¡Feliz Día de la Independencia!

Amlo, Chávez, Trump

Fuente: Google.com


Por Rogelio Ríos Herrán


Manejar la información a conveniencia, torcer o inventar los hechos o recurrir a datos que resultan falsos: en eso se parecen López Obrador, Hugo Chávez y Donald Trump.

Hugo Chávez, presidente venezolano entre 1999 y 2013, llevó el manejo de la propaganda a niveles superiores al crear “Aló, Presidente” , un programa de televisión que le servía como conferencia de prensa, plataforma de exhibición, púlpito para sus peroratas bolivarianas, tribunal para fustigar a sus oponentes (a la “oligarquía”) y premiar a sus seguidores.

El programa salió al aire el 23 de mayo de 1999 y duró hasta el 29 de enero de 2012. Inició sus transmisiones por el sistema de la Radio Nacional de Venezuela, y a partir del 2000 en conjunción con Venezolana de Televisión (Wikipedia).

Puede usted encontrar emisiones grabadas en You Tube, elija una al azar y se dará cuenta de la dinámica del programa, el cual giraba enteramente en torno a la figura de Chávez y su discurso ideológico que repetía sin cesar, una y otra vez, frases iguales o similares, ataques e insultos a sus oponentes políticos y a los medios de comunicación.

Salía al aire cada domingo, empezaba a las 11 de la mañana y duraba hasta que Chávez lo quisiera, generalmente alrededor de las 5 de la tarde. El lenguaje coloquial, lleno de giros populares, estaba dirigido a la comprensión de la mayor parte del pueblo venezolano.

En México, Andrés Manuel López Obrador lleva ya más de 300 emisiones de sus conferencias de prensa matutinas, conocidas como “las mañaneras”, desde que asumió el poder en México en diciembre del 2018.

No eran nuevas para él estas conferencias, ya las usaba cuando fue Jefe de Gobierno en la Ciudad de México entre el 2000 y 2005. Convocaba a los medios de comunicación de lunes a viernes (a las 7 de la mañana) en sus oficinas para dar información sobre la administración de la ciudad, pero principalmente para posicionarse en la opinión pública, pues acababa hablando de los temas políticos nacionales.

El tono y la actitud de López Obrador era distinto, sin embargo, en esas conferencias si las comparamos con las actuales. En las “mañaneras” que realiza hoy como Presidente, el formato y los temas los impone a su discreción y, aunque hay reporteros presentes, López Obrador decide a su arbitrio si contesta o no las preguntas.

Las “mañaneras” le sirven al Presidente para dar la información bajo el ángulo que a él le conviene, para presentar a sus secretarios de estado y funcionarios a hablar con los reporteros, así como para hacer largos sermones sobre los personajes y la historia de México (su tema favorito), los objetivos de la Cuarta Transformación (su proyecto de gobierno) y denostar a sus oponentes políticos (los “conservadores”), como lo hace en contra de los periodistas y medios de comunicación.

Le da a López Obrador por denominar “diálogo circular” a sus conferencias de prensa, pero de “circular” no tienen nada. Hay una sola vía en ese monólogo con los medios de comunicación: la suya propia.

Se percibía, desde el principio de las “mañaneras”, que había periodistas “amigables” con el Presidente en sus preguntas y planteamientos, los cuales colaboran en medios de comunicación que prácticamente nacieron al mismo tiempo que el nuevo gobierno; en este año, ya ocupan casi todos los asientos.

El Presidente Donald Trump, por su parte, reanudó en estos días sus conferencias de prensa sobre la pandemia y volvió a la carga: echar la culpa a los demás, acusar a los medios de comunicación de difundir “fake news”, seguir el pleito con China, criticar a Biden, etcétera, todo lo que le sirva para llevar a la opinión pública a los temas que a él le interesan.

No salto yo todavía a conclusiones definitivas, pero si uno conecta los puntos se da cuenta que hay similitudes asombrosas entre AMLO, Chávez y Trump en sus conferencias de prensa, ¡quién iba a pensarlo!


¿Smithsonian latino?

Fuente: Google.com


Por Rogelio Ríos Herrán


Pueden pasar semanas sin que encontremos una nota de ángulo positivo que resalte el lado luminoso de los hispanos en Estados Unidos, los lazos con México y América Latina, en fin, información que mantenga viva la esperanza para nuestra comunidad.

El 27 de julio, sin embargo, encontramos una joya: fue aprobada, en el Congreso de Estados Unidos, la propuesta legislativa que dará lugar a la creación del Museo Nacional Smithsoniano del Americano Latino.

La propuesta HR 2420 (“National Museum of the American Latino Act”) fue presentada por los congresistas José Serrano (D-NY) y Will Hurd (R-TX) para la construcción de un museo en el área del National Mall (Washington, D.C.) que honre las contribuciones de los latinos a la historia de Estados Unidos.

Ojo con este detalle: la propuesta tuvo un consenso bipartidista, no se atoró en medio del pasillo como tantas otras propuestas legislativas y pasará al Senado para su deliberación.

José Serrano, demócrata, expresó que “hoy hemos alcanzado un hito importante para la comunidad hispana... después de casi 20 años de trabajo, finalmente fue considerada y aprobada con abrumador apoyo bipartidista la Ley del Museo Nacional del Americano Latino. Ahora, le pedimos a nuestros colegas en el Senado que terminen el trabajo”.

Por su parte, William Hurd, republicano, dijo que “casi 59 millones de latinos y americanos latinos consideran a esta nación como su hogar, y las estimaciones muestran que para el 2060 una de cada cuatro personas en Estados Unidos será de herencia latina”.

La speaker del Congreso, Nancy Pelosi, expresó que “con esta legislación largamente pendiente celebraremos las contribuciones de latinos reconociendo esta verdad: la historia latina es historia americana”.

El Smithsoniano ya cuenta con museos dedicados a otras herencias en la vida norteamericana: afroamericanos (2016), nativos americanos (2004) y está en consideración un Centro Americano Smithsoniano de Asia Pacífico. Existe un Centro Latino dedicado a la exhibición de arte latino, pero la legislación actual apunta a un objetivo más grande.

Se abre ahora un periodo de 18 meses para que Smithsonian busque un lugar adecuado el nuevo museo, suponiendo, claro está, que el Senado apruebe la ley y la firme el Presidente Trump.

Su fundador James Smithson, británico y científico, nunca puso un pie en Estados Unidos, pero en su testamento había estipulado que su patrimonio pasara a manos del Gobierno americano con el fin de crear una fundación para la difusión del conocimiento entre los hombres.

No podría reseñar aquí la importancia del Smithsonian, sus museos y centros de investigación, pero sobre todo el papel central que juega como soporte de la cultura americana, y recipiente de las manifestaciones del crisol artístico norteamericano.

¡Faltaba un lugar ahí para la herencia cultural latina! Por eso, me entusiasma la aprobación de esta ley, además de que refleja un consenso bipartidista, un punto de entendimiento entre demócratas y republicanos muy raro de encontrar hoy.

Mi entusiasmo se extiende todavía más allá: si, por definición, una buena parte de la herencia latina de Estados Unidos corresponde a México, entonces habrá en ese nuevo museo una presencia mexicana latente, una raíz que llegó desde suelo mexicano a la cultura americana, la apoya y la enriquece.

Lo expresó de clara manera la Embajadora mexicana Martha Bárcena, el mismo día de la aprobación de la ley, con un claro mensaje en cuenta de Twitter (@Martha_Barcena): “¡Gran iniciativa! Estoy convencida de que ayudará a un mejor entendimiento de la importancia de México, los mexicanos y la comunidad méxico-americana. ¡Orgullosamente parte de la comunidad extendida Americana Latina!”

El español fue el primer idioma no nativo que se habló en los Estados Unidos”, nos dice el Congresista Joaquín Castro en una carta del Caucus Hispano del Congreso. “Los latinos han peleado en cada guerra de Estados Unidos. La comida y la música de América Latina se disfrutan en cada ciudad americana. Ahora, más que nunca, los americanos latinos merecen que su historia sea contada”.

Ése es el objetivo de lo que será el nuevo Museo Nacional Smithsoniano del Americano Latino: contar la historia latina. ¡Enhorabuena!



AMLO: la fatiga del poder

  Por Rogelio Ríos Herrán  Al poco tiempo de empezar las conferencias matutinas (“las mañaneras”) en el arranque del gobierno de López Obra...