jueves, enero 27, 2011


Na Li: La jugadora china
Por Rogelio Ríos Herrán
Apenas dos días después de que en su segundo mensaje a la nación el Presidente Barack Obama anunciara que Estados Unidos enfrenta ante la India y China a dos formidables competidores en la lucha por la competitividad global, una señal que confirma el ascenso de China Popular como potencia mundial se dio inesperadamente en el terreno del tenis profesional: la jugadora china Na Li derrotó a la danesa Caroline Wozniacki (la sembrada número uno del torneo) en semifinales del Abierto de Australia 2011 para acceder de esa manera a jugar la final femenil de singles del torneo en contra de la belga Kim Clijsters, lo que representa la primera vez que una jugadora china estará presente, y con grandes posibilidades de ganarlo, en la última fase de un torneo de Grand Slam, es decir, de la élite de torneos profesionales de tenis.
Después de más de un siglo de torneos femeniles profesionales de tenis, Na Li (28 años, casada, profesional desde 1999, y clasificada entre las diez primeras jugadoras en el ranking profesional) es la primera jugadora china en llegar a una final. De movimientos habilidosos y excelente golpeo de pelota, Li presentó una batalla épica a Wozniacki y se recuperó de un match point para remontar el marcador, agotar a su rival y ganar el partido. Sus posibilidades ganadoras en la final son muy elevadas.
Según el New York Times, la Asociación Mundial de Tenis ya considera a China Popular como una de sus prioridades en el desarrollo de ese deporte al determinar, por ejemplo, que el Abierto de China que se celebra cada año en octubre, sea un torneo obligatorio para los jugadores profesionales. Para ese fin, el Gobierno chino construye un estadio de 15 mil asientos para albergarlo a a partir de este año, además de que ya cuenta con el Centro Olímpico de Tenis que se utilizó en 2008.
Na Li ha ganado seis torneos profesionales en total, cuatro títulos individuales y dos en dobles, pero nada que se compare con la hazaña que está a punto de consumar si, además de haber llegado a la final, lograra derrotar a Clijsters y llevarse el primer Grand Slam de su carrera en Australia.
Ni qué decir la gran proyección internacional que Li obtendría para sí misma y para su país justo cuando China Popular está ávida de recobrar el reconocimiento mundial que se ha visto golpeado últimamente en el terreno político por el manejo riguroso y autoritario de su gobierno hacia los disidentes, por ejemplo, en el caso del ganador del Premio Nobel de la Paz 2010, Liu Xiaobo, activista de derechos humanos y profesor de la Universidad de Beijing que hoy se encuentra en prisión en su país.
Nación de contrastes, China Popular es una potencia capaz de impulsar el deporte amateur y profesional y producir jugadoras de la talla de Na Li, a la vez que de suscitar la crítica mundial por su manejo de la oposición política y los derechos humanos. Por lo pronto, la Arena Rod Laver podrá ser testigo de una nueva hazaña deportiva china si la jugadora Na Li juega su mejor tenis en la final australiana el próximo sábado 29 de enero.
Li ya pisó tierras regiomontanas al participar en el 2009 en el Abierto de Monterrey y llegar a la final de ese torneo, en donde cayó ante la francesa Marion Bartoli, así que su participación en la final australiana, aunada a su carisma y simpatía chispeante, la hará tener muchos seguidores mexicanos.
En el siglo 21 el ascenso chino, indudablemente, se reflejará particularmente en deportes de alto rendimiento como el tenis profesional, ¡buena suerte, Na Li!

miércoles, enero 26, 2011

RUMBO AL FUTURO


Por Rogelio Ríos Herrán
The future is not a gift. It is an achievement
Robert Kennedy
El mensaje político del Presidente Barack Obama en su segundo informe a la Nación del 25 de enero (http://www.whitehouse.gov/) fue claro y preciso: “avanzamos juntos (demócratas y republicanos) o no avanzamos”, no sólo hacia la reconciliación política, sino a metas ulteriores: la recuperación del crecimiento económico a niveles previos a la crisis del 2008; y la recuperación de la competitividad estadounidense para enfrentar los nuevos desafíos globales y el surgimiento de la India y China como potencias mundiales económicas y políticas.
Los objetivos fijados por Obama en su mensaje a la Nación trascienden los límites territoriales de Estados Unidos y repercutirán seguramente en todos los continentes: si Estados Unidos está de regreso en la globalización, entonces, habrá que ajustarse el resto del mundo a ello. Su énfasis en la utilización de energías alternativas a un ritmo acelerado que equivale a una verdadera y profunda reconversión industrial es un presagio de que la lucha por la competitividad a nivel mundial entra en una fase de máxima aceleración, en la cual la ventaja que se logre en la década que inicia será decisiva para consolidar los liderazgos mundiales en el resto del siglo 21.
De ahí el insistente llamado a la unidad bipartisana entre Demócratas y Republicanos para sacar delante de manera conjunta las reformas que Estados Unidos necesita para sentar las bases de un mayor crecimiento económico, entre ellas, la urgente reparación general que su obsoleto sistema migratorio demanda para darle certidumbre a una parte importante de la fuerza laboral disponible en su territorio; y, por supuesto, la reforma educativa que les permita posicionar de nuevo a sus escuelas entre las mejores y más competitivas del mundo mediante la transformación de sus maestros en “nation-builders”, es decir, no sólo formadores de niños, sino constructores de naciones.
Al poner en manos del Congreso estadounidense –ahora de mayoría republicana- un llamado a la unidad de los contrarios tradicionales por encima de sus diferencias políticas profundas del momento, el Presidente Obama trata de instruir a los legisladores sobre el alcance de sus acciones políticas hasta más allá de sus fronteras: son, en cierto modo, legisladores del mundo, por la importancia de lo que se acuerde en su recinto legislativo y porque las consecuencias de sus actos se dejarán sentir hasta el último rincón del planeta, pero ¿tendrán la capacidad de verse a sí mismo como tales?
El Congreso de mayoría republicana y el panorama de un gobierno dividido para la Casa Blanca marcarán el escenario político de Estados Unidos en 2011 y 2012, año de la próxima elección presidencial. No hay nada definido, por supuesto, sobre qué curso tomarán finalmente la política y la economía estadounidenses cuando el norteamericano promedio se siente abrumado por los efectos persistentes en sus bolsillos de la crisis del 2008, y, por otro lado, por la insistente amenaza a su seguridad nacional que el fantasma del terrorismo le inflige sin descanso. Por no hablar, además, de su creciente desilusión y escepticismo hacia todo lo que es la política y los políticos de su país.
Barack Obama tuvo la habilidad de vislumbrar con su discurso la tierra prometida, allá en el horizonte, para dar esperanza de una vida mejor a sus compatriotas. Pero el futuro, como bien lo recordó en una cita de Robert Kennedy, no llega si no se le busca con ahínco: hay que ganárselo dando el máximo esfuerzo, como en el Súper Bowl.
rogelio.rios60@gmail.com

martes, enero 11, 2011

México 2011: ¿de qué color?


Por Rogelio Ríos Herrán
Creo que como muy pocas veces en su historia reciente, los problemas del momento, los de coyuntura, los urgentes, no han dejado que los mexicanos levanten la mirada y avisten lo que viene no sólo para el año que ha arrancado, sino para la década que concluirá en 2020.
Al juicio no sólo de la opinión pública, sino incluso al de especialistas, académicos y observadores experimentados de la escena nacional, lo nubla todo tipo de consideraciones que giran en torno a la violencia e inseguridad que padecemos, al escándalo político del momento, a la crisis que estalla en Estados Unidos, Grecia, Irlanda o cualquiera de los países europeos severamente empantanados entre déficits y endeudamientos.
No es que se haya perdido, pero la tradición académica y de especialistas de diversos ámbitos de la vida pública de analizar escenarios posibles a mediano y largo plazo se ve relegada a un segundo o tercer plano ante la avalancha de información sobre el narco y su cultura de violencia que han impactado a la opinión pública mexicana de tal manera que no la dejan pensar en otras cosas de mayor provecho para el país.
Así, el color con el que se ve el presente, el 2011 que apenas comienza a despuntar, es invariablemente negro. Por extrapolación, los años venideros lo serán también si nos atenemos a la visión actual en la que predomina el desánimo y el escepticismo no digamos ya en los negocios y la empresa, sino en el seno mismo de los hogares mexicanos.
El arcoiris mexicano se ha extraviado bajo la avalancha de información sobre inseguridad y narcotráfico, la luz es devorada por la oscuridad. El día lluvioso no tiene fin, y parece que nunca saldrá el sol.
¿De veras? Entonces, ¿cómo explicar que a pesar de todo y de todos los que se empeñan con acabar con este País, nos damos cuenta de que México sigue adelante con un paso firme? ¿Cómo explicar que no hemos tenido las crisis catastróficas de otros sexenios en donde las devaluaciones, la inflación y la ineptitud gubernamental y empresarial dieron al traste con el horizonte de vida de muchas empresas y personas?
En una palabra, y tras décadas de actividad de narcotraficantes, secuestradores y toda clase de delincuentes, el País sigue en pie, su economía crece a ritmo moderado y la inversión extranjera sigue fluyendo año con año. Por increíble que parezca, hay quienes ven a México para el 2011 y para la década que empieza, como un lugar de riesgos, es verdad, pero también de muchas oportunidades.
Ellos, los bien informados, son los más optimistas sobre cómo pinta nuestro país para el futuro, si bien no es un optimismo desbordado ni irreal: hay condiciones que cumplir y problemas que resolver para asegurar que, después de la tormenta, salga el sol a revelarnos el esplendor del arcoiris mexicano.
¿Seremos capaces de tomar el futuro en nuestras propias manos? ¿Podremos navegar con rumbo o seguiremos a la deriva?
Cualquiera que sea nuestra respuesta personal o institucional a esas interrogantes, no dejemos que nuestro juicio sea impetuoso y poco razonado, ni que se quede atrapado en las consideraciones imperativas del momento; por el contrario, dejemos volar a nuestra capacidad de reflexión y de imaginación a los más alto posible, sin el lastre de lo cotidiano ni la opresión del temor.
A esas alturas, no habrá nubes que nos impidan ver el horizonte completo de nuestras posibilidades.
¡Feliz año 2011!  

domingo, enero 02, 2011

¡Hey, Dilma!



Por Rogelio Ríos
Entregó el 1 de enero Lula la Presidencia de Brasil a la sucesora Dilma Rousseff, de su misma filiación política, con el gran activo que significa el posicionamiento actual de Brasil en la arena internacional, con una aceptación de la figura presidencial que rebasa el 80 por ciento, es decir, por las nubes, y con una Copa Mundial (2014)  y unos Juegos Olímpicos (2016) en el horizonte.
¿Se puede pedir más para la sucesora? Sí, por supuesto, algo que va a necesitar a raudales, y que constituye el único don de la política que es imposible heredar: el carisma.
Lula no podrá legar la atracción carismática que lo convirtió, en los últimos ocho años, en un líder latinoamericano y de proyección mundial, al punto de hacerlo perder el piso por momentos.
Dilma, la fiel ex funcionaria lulista y ahora primera mujer presidenta de Brasil, tendrá que procurarse sus propios métodos de seducción de masas, y ahí se verá, ya sin el cobijo de su mentor en la Presidencia del coloso sudamericano, si ella tiene realmente la madera del líder que una convulsionada sociedad brasileña reclama.
No será la polémica relación de Brasil con Irán y el vínculo Lula-Ahmmadinejad la que le sirva de apoyo para reconstruir el distanciamiento entre Lula y Barack Obama, entre Brasil y Estados Unidos, que por un error grave de cálculo estratégico el viejo militante del Partido de los Trabajadores cambió en el camino: oro por espejitos, es decir, lo más con los estadounidenses por lo menos con el liderazgo iraní, uno de los más detestados sobre la faz de la tierra.
Por eso, el lamento de Lula de que Washington “no tiene una visión más optimista para América Latina porque siempre prevaleció una visión de imperio”, suena bastante a destiempo (como si Bush fuera todavía el inquilino de la Casa Blanca), y como si el gran líder sudamericano y su staff no hubieran sabido leer los signos de cambio en Estados Unidos y las oportunidades abiertas a ciertos países para estrechar lazos con el “imperio”.
Por ejemplo, sobre el Canciller de Lula, Celso Amorim (“el mejor canciller del mundo en 2009, según la revista Foreign Policy), el gran posicionador de Brasil en foros internacionales, se expresó recientemente Michael Shifter (del think tank Diálogo Interamericano en Washington) diciendo que “fue menos exitoso en profundizar las relaciones con Estados Unidos, particularmente en los primeros dos años de la administración de Obama, por diferencias sobre el programa nuclear iraní”.
Eso, y el hecho de que Río de Janeiro le arrebatara a Chicago -la ciudad adoptiva de Obama- la sede de los Juegos Olímpicos de 2016, acabó por enfriar la relación bilateral que más le conviene a los brasileños.
No será seguramente la perspectiva de celebrar dos eventos deportivos de gran renombre como lo son una Olimpiada y una Copa del Mundo, con apenas unos años de diferencia, lo que más ayude a Dilma a mantener el liderazgo internacional de su país y una posible reelección. Suena paradójico, pero ese tipo de eventos conllevan riesgos muy elevados para las sociedades receptoras.
México ya vivió una experiencia similar con los Juegos Olímpicos de 1968 (celebrados apenas dos semanas después de la peor masacre estudiantil en nuestro país) y la Copa Mundial de 1970, grandes distractores para las sociedades, pero también grandes escaparates para que el mundo observe no sólo el fasto de las ceremonias, sino las miserias y carencias  de sus anfitriones.
Las tensiones sociales en Brasil en ciudades y campos, los altos índices de criminalidad en ciudades como Río de Janeiro, la desigualdad del ingreso y las presiones que un crecimiento acelerado y sostenido provocan en sociedades emergentes y con grandes porciones de sus poblaciones en situación de pobreza extrema y marginalidad, al llevar a unos muy rápido hacia arriba en la escala social y dejar atrás a millones de personas, no se alivian con samba y futbol.
Lo vemos en México, lo vemos en Brasil: cuando la fiesta termina, y se vacía la última de las botellas, la crudísima realidad sigue ahí, intacta, amenazante, llena de pobreza y narcotráfico.
Así que ¡hey, Dilma!, despierta, despabílate: ya no estarán más Lula y su carisma contigo, eres tú sola de ahora en adelante con un gran pueblo en tus manos.

Nahuel, fútbol y políticos: adiós “fair play”

  Por Rogelio Ríos Herrán En México, el fútbol precede a la política en el triste arte de no respetar a los demás contendientes, violar las ...