martes, mayo 31, 2022

 

Malcolm Lowry
Fuente: Google.com

Bajo el volcán mexicano

Por Rogelio Ríos Herrán



“Termina con un grito la vida de Firmin, tal como empezó. Alucinante novela de Lowry, un viaje al interior de sí mismo, una identificación absoluta con su personaje. Y el volcán sobre todas las cosas, el Popocatépetl que yo veía a todas horas, bajo muchas luces, cuando viví en México, siempre listo a devolvernos la mirada si nos atrevíamos a buscarlo. Lowry es profundo, como Tolstoi, y si hoy el escritor inglés se asomara a México, lo seguiría observando como el Cónsul Geoffrey Firmin: bajo el volcán, siempre a su abrigo.”


Anoté estas palabras al terminar de leer la novela “Bajo el Volcán” de Malcom Lowry. Lo hice apresuradamente a continuación del último párrafo impreso, con la pluma que encontré a la mano en ese momento. No quería dejar para después anotar la impresión que me provocó esta novela. La maestría del capítulo final en su evocadora narración, en el suspenso de una tragedia cuyo final lo conocemos bien, pues se palpa en el texto, pero que no cesa de revelarnos la caída de un ángel y, si se me permite decirlo así, su deslumbradora destrucción, es inenarrable. Lowry nos hace caer junto al Cónsul hacia su muerte violenta, tal como se muere tanta gente en México: “Dios -observó, perplejo- ¡qué manera de morir!”, dijo al final Firmin.


No imaginó un personaje el escritor, sino que revivió en él. Lowry pasó por México hace casi un siglo, vivió en nuestro país, tuvo problemas de alcoholismo, observó y convivió con los mexicanos en la zona de confluencia de Morelos y el Estado de México, a la vista de los volcanes Popocatépetl e Iztaccíhuatl, y en su relato se asoma constantemente el Popo que, por arriba de las miserias humanas, de las alegrías y sinsabores, permanece impasible y serenamente eterno. 


No diría, después de leer a Lowry, que el Popo es indiferente a lo que pasa entre los humanos, no; el volcán es el marco de esa acuarela humana, la fuente de inspiración estética, orígen y metáfora de la violencia volcánica que consume a México, a sus pueblos, su gente, los indios y hasta a los animales, cuya última visión de este mundo suele ser la de un volcán que los despide después de haberlos acompañado toda la vida; así como a Firmin, herido de bala en el suelo y agonizando, lo alcanza a despedir un resplandor de luna en la cima nevada.


Bien, pues esa historia imaginada en el entorno de México en los años 1930s, cuyo desenlace ocurre en una cantina y burdel de mala muerte de un pueblo cualquiera en Morelos tras un día de paseos y desencuentros entre los personajes, nos hace sentir que estamos como en casa a quienes vivimos en los 2020s del siglo 21. El viejo volcán sigue ahí, exhalando sus fumarolas, temblando y retemblando, sintiendo la lava en su interior tal como los mexicanos sentimos la lava de furia y frustración que nos embarga ante la realidad de un país quebrado, partido en tercios o más, mal gobernado y corrupto hasta la médula y que nos lleva, a la fuerza y sin poder hacer casi nada, hacia el rumbo que otros nos marcan, no el que queremos.


Un México caótico en donde mueren las personas por la violencia o desaparecen (una forma distinta de perecer), pero no forman parte de la conversación pública, vaya, no son un problema que preocupe a quienes nos gobiernan o a la mayoría de la sociedad que prefiere hablar de otras cosas. 


Escritores como Lowry, extranjeros que se asoman desde siglos atrás a nuestra nación, nos señalan puntualmente lo que los mexicanos quisiéramos ignorar: nuestra tierra es violenta, un gigantesco volcán en contínua erupción cuya lava es la sangre que corre todos los días en asesinatos y tragedias. 


Los cementerios no son esos predios asignados por las autoridades para enterrar a los muertos: ahora, todo el monte es un cementerio, los patios de las casas, los agujeros en un rincón de la cocina, las paredes gruesas en donde cabe un cadáver, un bote de metal, una maleta, una hielera, las bolsas de plástico, las fosas clandestinas que escarban con sus propias manos las madres buscadoras en todo, todo México.


No lo dudo, Lowry no se sentiría ajeno al México de 2022 si reviviera para platicar con él sobre su novela de una tragedia griega en Morelos y sus observaciones agudas sobre el carácter mexicano. Por ejemplo, su obsesión con el mezcal la transmitió al Cónsul, seguramente, quien percibe las sutilezas de esa bebida y su efecto en el cuerpo y el alma de los mexicanos, algo que entona bien en nuestros días:


“Pero ahora el mezcal hacía sonar una nota discordante, luego una sucesión de quejumbrosas notas discordantes a cuyo son parecían bailar todas las neblinas que se mezclan en las elusivas sutilezas de los listones de luz, entre las cintas de flotantes arcoiris. Era una danza fantasmagórica de almas desconcertadas por estos engañosos matices, las cuales, no obstante, seguían buscando la permanencia en medio de lo que era sólo perpetuamente evanescente o se perdía para siempre. O era una danza entre el buscador y su meta, persiguiendo aquí los alegres colores que había asumido sin saberlo, y allá esforzándose por reconocer la más refinada escena en la que ya participaba sin que acaso jamás llegara a percatarse de ello…”


A punto de acribillar al Cónsul, su policía victimario le grita: “A purito balazo te voy a destripar de pies a cabeza, cabrón pelado”. En nuestro tiempo, seguramente ya circularía el video de ese asesinato en las redes sociales, tomado de un celular de otro de los policías presentes, y que dispararon a su víctima porque sí, por reflejo, por costumbres, antes de averiguar sobre ella.


Bajo el volcán seguimos viviendo, Mr. Lowry, y nuestra lava interior explota y se riega en arroyos de sangre: lava roja de nuestras venas, magma del alma. Gracias por su gran novela, tan viva como cuando la escribió.


Fuente: Lowry, Malcom. BAJO EL VOLCÁN. Bogotá: Ediciones Nacionales Círculo de Lectores (bajo licencia editorial de Ediciones  Era). Traducción: Raúl Ortiz y Ortiz. sf. 403 pp.


 


lunes, mayo 30, 2022


 

Guadalajara: dos gallos de Jalisco

Por Rogelio Ríos Herrán


En un solo día, el domingo 29 de mayo, deportistas y organizaciones deportivas tapatías le dieron a su hermosa ciudad natal, Guadalajara, Jalisco, dos galardones: el Club de futbol Atlas derrotó al Club Pachuca en la fase final de la Liga MX y se proclamó campeón del torneo de apertura 2022, con lo cual se convirtió en bicampeón al haber ganado el torneo anterior (el Clausura 2021).


Por su parte, el piloto Sergio “Checo” Pérez, quien compite en la escudería Red Bull de la Fórmula 1, ganó la carrera del circuito de Mónaco, uno de los más desafiantes de los grandes premios en disputa en la temporada. Detrás de Sergio hay un gran equipo de personas y patrocinadores que han impulsado su carrera desde hace años.


El Club Atlas y “Checo” Pérez dieron así grandes satisfacciones a sus aficiones, a su ciudad de origen y a México entero. Recordemos que el Club Atlas es uno de los pocos clubes de fútbol mexicanos que cultiva y promueve a sus propios jugadores o, como se dice en el argot futbolero, tiene su propia “cantera” de la cual surgió, por ejemplo, Rafael Márquez para proyectarse hasta el Club Barcelona.


Honor a quien honor merece, en particular a estos dos gallos de Jalisco. Las competiciones deportivas dan prestigio a quien las gana y a la ciudad o región con la cual se identifican. Por eso digo que a Guadalajara la han dejado muy bien parada, en un solo día, sus futbolistas y su piloto de carreras estrella., y esto no es cosa menor,


Verán ustedes, la reputación de un club de futbol o de la organización de un piloto de Fórmula 1 no se construye de la noche a la mañana. Lleva años, décadas quizá, formar a los futbolistas y corredores de autos para que logren un nivel competitivo elevado y disputen trofeos y títulos.


Me parece que es natural asociar ese prestigio, ganado a pulso en los esfuerzos colectivo e individual, con la ciudad de donde provienen sus campeones. Se habla no nada más del Atlas o de “Checo”, sino de Guadalajara y de Jalisco como zonas en donde se propicia ese alto nivel competitivo que produce resultados satisfactorios. 


Desde la ciudad en donde vivo y trabajo, Monterrey, Nuevo León, no puedo menos que resaltar el contraste del brillo que gana Guadalajara con el desprestigio sufrido por la Sultana del Norte, recientemente, por un incidente deportivo.


En un juego de la etapa de semifinales de fútbol de la Liga MX, en el cual se enfrentaron el Atlás y el Club Tigres, éste último equipo que tiene mucho arraigo en la ciudad y que lleva la identidad de origen de la Universidad Autónoma de NUevo León, aunque está administrado por una empresa privada subsidiaria de Cementos Mexicanos (Cemex), cometió un error increíble: alineación indebida de jugadores extranjeros, es decir, rebasó el límite de futbolistas extranjeros permitidos en la cancha.


Administrado por una empresa de proyección global como Cemex, manejada con elevados estándares de eficiencia y rigor en procesos administrativos, criterios éticos y responsabilidad social, el Club Tigres y su entrenador violaron abiertamente un criterio de juego que es muy claro y directo (la alineación de jugadores extranjeros) para obtener una ventaja deportiva.


La Liga MX sancionó al Club Tigres eliminando los goles que anotaron sus jugadores en ese segundo partido de semifinal y dándole la victoria al Club Atlas por reglamento.


El entrenador del Club felino, Migoel “Piojo” Herrera,  admitió su culpa y la atribuyó ingenuamente al calor del momento en el terreno de juego, cuando es un criterio que todo el staff deportivo y administrativo del club debe cuidar. 


Aparentemente, el entrenador Herrera seguirá al frente del equipo, pues los directivos han manejado todo el asunto como un error interno sin mayores consecuencias. No es así: sus acciones dañaron el prestigio del Club Tigres, Cemex y su ciudad de origen, Monterrey, que es reconocida como la Capital Industrial de México y cuna de una cultura empresarial a nivel de excelencia, ¿acaso ya abandonaron los empresarios regiomontanos su aspiración a la excelencia?


Mientras eso se debate en Monterrey, en Guadalajara hay fiesta por las hazañas deportivas de sus futbolistas atlistas y de “Checo” Pérez en la Fórmula 1. La ciudad se siente proyectada a nivel nacional e internacional y todo ello con base en la eficiencia, el compromiso, la responsabilidad y la enjundia deportiva de sus deportistas, no queda más que decirles: ¡felicidades, tapatíos, que sigan los triunfos!


@AtlasFC

@SChecoPerez

@TigresOficial

#LigaBBVAMX





viernes, mayo 27, 2022


 


Uvalde; Texas, y el Sr. Nagasaki

Por Rogelio Ríos Herrán


Observo los rostros de los niños asesinados en una escuela primaria en Uvalde, Texas, en la portada del New York Times, a la vez que me entero de que a Nagasaki Condado Escamilla, director del DIF en Acayucan, Veracruz, lo acribillaron a balazos en pleno desayuno de un evento en esa población de la asociación Súmate al Cáncer.


El segundo ataque terrorista en Estados Unidos de un tirador en contra de civiles (el primero hace apenas unos días en Buffalo, NY) en el mes de mayo, ocurre cuando en el sur de México no sólo mataron a Nagasaki, sino a un total de 293 personas en apenas tres días, los que corrieron del 22 al 24 de mayo, para un promedio de un asesinado cada 15 minutos en nuestro país: quizá deberíamos también poner sus rostros en las portadas de los periódicos cada día, sus nombres y apellidos, sus sonrisas o semblantes serios, su juventud y sus arrugas de viejo, todo lo que nos permita saber qué se siente ver este desfile de la muerte en que estamos inmersos, ¡293 personas!


La garganta se me hace un nudo al ver las notas. No hay periodista, por más curtido que esté, que no se quiebre cuando las víctimas son niños, ya sea en Estados Unidos o en México. Se me anuda más el ánimo cuando veo el cuerpo tirado de Nagasaki (¿por qué lo habrán nombrado así sus padres, tal como la ciudad mártir japonesa?) baleado sin posibilidad de defenderse.


La misma fatalidad que envuelve a los columnistas en Estados Unidos (“lo de Uvalde no va a cambiar nada sobre el control de armas”) se refleja en los líderes de opinión de México cuando se enteran de las cifras que indican que la marea de violencia sigue creciendo en México y no hay señales de cambio de estrategia desde la Presidencia de la República: seguirán los abrazos, no balazos. 


El Congreso de la Unión y el Senado siguen ajenos al tema, perdidos en el éter, incapaces de llamar a cuentas al Poder Ejecutivo.


Francisco Rivas, director del Observatorio Nacional Ciudadano, dijo a la prensa que “en 41 meses de Gobierno tenemos 121 mil homicidios dolosos… Duplicamos las víctimas del sexenio de Calderón para el mismo periodo. Tenemos 60 por ciento más (homicidios) respecto del sexenio de Peña Nieto.”


No termina Rivas ahí, pues advierte que “es evidente que las cosas van a seguir empeorando. Este será el sexenio más violento en la historia de nuestro país con las autoridades más incompetentes”.


En Washington, el dramático mensaje del Presidente Joseph Biden sobre el asesinato de niños en Texas, al regreso de su viaje al Extremo Oriente (“¿qué estamos esperando para controlar las armas?”), no conmovió ni un milímetro a los duros senadores republicanos que defienden los intereses de la industria de las armas, ni al Gobernador de Texas Greg Abbott o al inefable Senador texano Ted Cruz, el cual declaró que “no se debe politizar el caso” por parte de los demócratas, es decir, no aprobarán ningún cambio legislativo.


Por cierto, el viernes 27 de mayo, la Asociación Nacional del Rifle (NRA, por sus siglas en inglés), el todopoderosos lobby pro armas en Estados Unidos, llevará a cabo su reunión anual 151 en Houston, Texas, sí, en el mismo estado de la masacre de Uvalde. Asistirán invitados ilustres, faltaba más, como el expresidente Donald Trump, el Gobernador Abbott y el Senador Cruz. Me pregunto si estos notables vieron los rostros de los niños asesinados o solamente la cifra de muertos.


Aislados en el aire acondicionado de su centro de convenciones, lejos de los molestos cuestionamientos de los medios de comunicación, seguramente para  los miembros e invitados de la NRA será “business as usual” en su incansable tarea de salvaguardar el derecho a tener armas para los estadounidenses: ya llevan 400 millones de armas en un país de 330 millones de habitantes.


El Presidente Biden y su esposa Jill viajarán el fin de semana a Uvalde, Texas, para acompañar a las familias de los niños víctimas.


Los niños de Uvalde y el señor Nagasaki fueron acribillados casi el mismo día. La muerte tiene permiso, relató en su inolvidable cuento el escritor  Edmundo Valadés; yo agregaría que la muerte no tiene fronteras.


¿Hasta cuándo se detendrá esta locura?







miércoles, mayo 18, 2022

La noche en que canté con Serrat


Por Rogelio Ríos Herrán


No me lo van a creer, pero algo extraordinario me sucedió en el concierto de Joan Manuel Serrat en Monterrey, en la noche del 14 de mayo, en el imponente escenario del Auditorio Pabellón M.


Todo pasó como a la mitad del recital. Serrat había cantado al principio algunas de sus canciones más recientes, pues reservaba para la segunda parte y el “grand finale” el repertorio pesado.


De pronto, las luces se apagaron dejando un halo de luminosidad únicament en torno a la figura del catalán de oro. Unas notas suaves, familiares, sonaron en el piano del maestro  MIralles, y mi corazón dio un vuelco: era la entrada a las Nanas de la Cebolla.


Todavía se detuvo un poco Serrat a recordar por qué las Nanas era un poema terrible, tierno, una canción de cuna escrita por Miguel Hernández desde la cárcel en donde estaba prisionero en 1939, en la época de la Guerra Civil española.


Cuando tarareó “la cebolla es escarcha cerrada y pobre”, yo empecé a cantar con él, “escarcha de tus días y de mis noches”, y lentamente me puse de pie en mi asiento. “Hambre y cebolla, hielo negro y escarcha grande y redonda”.


Uno de los tramoyistas que manejaban los poderosos reflectores apuntó, de repente, el cañón luminoso hacia mi asiento, Recibí la luz como una iluminación divina, pero me apené porque yo sólo quería cantar en silencio, si se me permite decirlo así, es decir, sin llamar la atención.


“En la cuna del hambre mi niño estaba”, y antes de la siguiente línea Serrat, que había seguido con su vista la luz del cañón, se dio cuenta de que yo cantaba también las Nanas, “con sangre de cebolla se amamantaba”.


Con un gesto de su mano izquierda, Serrat me dijo “ven acá conmigo”. ¿Yo?, le contesté con la mirada. “Pero tu sangre, escarchada de azúcar, cebolla y hambre”.


Sí, tú, me decía Joan Manuel con la mano. Como pude, caminé a la orilla del escenario y subí con la ayuda de alguien. “Una mujer morena, resuelta en luna, se derrama hilo a hilo sobre la cuna”, seguía fraseando el cantante, así que no vacilé más, no se fuera a acabar la canción por tanta vacilación mía, y me planté junto a él.


“Ríete niño, que te tragas la luna cuando es preciso”, Serrat me puso su mano en el hombro y, con un miedo terrible a desentonar, le seguí el paso: “Alondra de mi casa, ríete mucho. Es tu risa en los ojos la luz del mundo”.


Ahí estaba yo parado, de nuevo un jovenzuelo de 18 años y pelo largo que se quería tragar la luna, el mundo entero, con un libro de Miguel Hernández, un disco de Serrat y mi guitarra en mano en los años 70s. Era ese Rogelio el que cantaba, tan intenso y conmovido por el poeta que le escribía Nanas a su hijo recién nacido a quien nunca pudo conocer, pues ya nunca saldría vivo de su prisión. “Ríete tanto que en el alma al oírte bata el espacio”.


Por algún extraño efecto de la luz, Serrat era igualmente el joven catalán de pelo largo, oscuro, de voz fresca y potente, que veía yo retratado en las portadas de algunos discos y en las fotografías de los periódicos. “Tu risa me hace libre, me pone alas. Soledades me quita, cárcel me arranca”


¿Cómo decirle a Joan Manuel que en cada reunión con amigos en que había guitarra eran las Nanas lo que yo cantaba? ¿De qué forma expresarle mi agradecimiento por su música, sus letras y su valentía de cantante catalán bajo la dictadura de Franco? “Boca que vuela, corazón que en tus labios relampaguea”.


No hubo necesidad de decir más, Serrat lo comprendía bien, así me lo dijo con su mirada. Canta y disfruta, no pienses mucho, me decía, la juventud no es un recuerdo alado que partió y no volverá, sino una pequeña llama que siempre llevamos en el corazón. Siempre.


Y llegamos cantando a mi verso favorito de las Nanas: “desperté de ser niño, nunca despiertes, triste llevo la boca, ríete siempre. Siempre en la cuna, defendiendo la risa pluma por pluma”.


Terminó la canción, pero la magia de las Nanas se quedó en el aire. Las luces se encendieron alumbrando todo el foro, Serrat había perdido pelo, era más viejo  y caminaba con alguna dificultad (“mis rodillas hechas trizas”, había dicho al principio del concierto) , igual que yo lo hago. No supe cómo, pero yo estaba de nuevo en mi asiento, con Paty a un lado tomando mi brazo y sintiendo mi corazón palpitar, refrescado por la brisa leve de la nostalgia.


Esa es la magia de Serrat, que con esta gira (“la gira de los agradecimientos, me quise despedir personalmente de todos”) llega a su retiro de los escenarios y que se puso a cantar Las Golondrinas para los mexicanos al cerrar su recital.


Así fue la noche en que canté con Serrat. Doy fe.


Eres grande, viejo maestro, como el Cerro de la Silla.


Publicado en detona.com el 16 de mayo de 2022.

lunes, mayo 09, 2022

Un viaje a San Antonio, Texas

 


Por Rogelio Ríos Herrán

Tuve oportunidad de viajar con la familia y amigos a San Antonio, Texas (SA), durante el fin de semana en que se celebró en Estados Unidos el Mother´s Day (Día de las Madres). Fui con la curiosidad de regresar a una ciudad muy querida, a la cual trato de visitar con frecuencia, después de una larga causa por la pandemia de Covid-19, a ver qué encontraría de nuevo.

Aquí van mis impresiones, a vuelo de pájaro:

1)      De inmediato, me sigue sorprendiendo que la ciudad no detiene su crecimiento ni descuida lo que ya ha crecido. En tres años de mi ausencia, sus autoridades construyeron pasos a desnivel, conexiones y nuevos fraccionamientos urbanos a lo largo de la 410, la I-10 y la I-35. El tráfico intenso del “rush hour” se sigue acumulando, por supuesto, pero ni de lejos es el atolladero que padecemos en Monterrey, una ciudad tan grande como SA, pero que dejó de ampliar y desarrollar sus vialidades y red de transporte público desde hace años. Mientras los sanantonianos cuidan con esmero su ciudad, a los regiomontanos no nos escuchan las autoridades, no importa de qué color o partido político sean.
2)      Desde que cruzamos la frontera por carretera en Laredo, Texas, en el Puente Lincoln-Juárez, percibí ese mismo contraste: las instalaciones del lado americano están completamente remodeladas, la atención a automovilistas y autobuses es ahora expedita, ágil, sin largas filas y, adentro de sus oficinas, con aire acondicionado. De hecho, la expedición del permiso de internación la pudimos hacer previamente por internet, pagarla y simplemente confirmar el trámite en la ventanilla con el agente. Ahora, el permiso no se entrega en un papel aparte, sino que se pone en un sello en el pasaporte vigente.
3)      Durante el camino entre Laredo y San Antonio, pudimos ver que en diferentes puntos (Cotulla, por ejemplo) se agregaron conexiones a la I-35 para entrar y salir a esa población o para conectar con otros caminos. De nuevo, el contraste con las carreteras mexicanas es inevitable y no salimos bien librados.
4)      ¡Qué variedad de gente hay en SA! Desde hace años, comentaba en mi familia cuando hacíamos viajes a Texas, que en la ciudad de observaban cambios, por ejemplo, empezó a aparecer aquí y allá el turbante y el velo, escuchaba el acento coreano (hay una comunidad coreana grande en Monterrey), y miraba pieles de muchos colores, así como lenguajes que no logro identificar todavía. Mis amigos texanos me dicen que eso se debe a la llegada constante de nuevas empresas a la ciudad (en el ramo de la aviación, por ejemplo, o la construcción de una planta, hace años, de Toyota Motors) y que los que llegan traen nieve les educativos altos y buen poder adquisitivo.
5)      En SA me cuesta trabajo identificar de golpe, por ejemplo, las preferencias políticas de las personas con las que convivo o platico, pues la ciudad, como todo centro urbano importante en USA, es un espacio más abierto a la tolerancia y la diversidad política que las zonas rurales. Pensaba escuchar en los cafés discusiones o referencias, por decir un ejemplo, a su actual gobernador, Greg Abbott, un ultraconservador y populista que quiere cerrar por su cuenta la frontera con México y posible precandidato presidencial por el Partido Republicano en 2024, pero no escuché nada sobre él. Bien merecido tiene Abbott esa indiferencia por sus ideas y actitudes extremas, antiinmigrantes e intolerantes.
6)      Por cierto, tuvimos una cena muy agradable en el CheeseCake Factory, el que está en el North Star Mall (el mall de las botas vaqueras gigantes como símbolo) con la familia de amigos muy queridos con quienes hicimos el viaje, y fue una convivencia muy agradable. La cena y la atención de la mesera Jennifer estuvieron de maravilla, los precios razonables y el lugar lleno a reventar. De la misma manera, veía en las avenidas muchos restaurantes con buena asistencia de comensales de día y noche, aunque algunos lugares conocidos de antes habían cerrado ya, saldos del cierre por el coronavirus. Comparado con Monterrey, hay una similitud en el hecho de que texanos y regiomontanos nos volcamos a la calle y a nuestros restaurantes favoritos en cuanto pudimos, pues nos hacía mucha falta la convivencia en público.
7)      La tienda de Costco a la que habitualmente vamos (ubicada sobre la I-10 a un lado de la Universidad de Texas en San Antonio) estaba llena de clientes el sábado al mediodía, ¡prácticamente nos fuimos a refugiar por el calorón que hacía!, y en su pequeña estación de gasolina había una larga fila. Conseguimos todo lo que buscábamos y noté, una vez más, que en las tiendas de la misma cadena en Monterrey, el surtido de mercancías está por debajo, muy por debajo, de la variedad de artículos que vemos en Texas. Desconozco el motivo.
8)      Finalmente, volver a San Antonio después de tres años, saludar a la madrina Doña Emma y sus benditos 95 años, a sus hijos (somos como familia con ellos) y palpar el pulso de esta ciudad texana que no sólo sobrevivió a la pandemia, sino que no detuvo su crecimiento, me dio mucho gusto. En Monterrey, apenas nos empezamos a reponer penosamente del golpe mortal y económico del coronavirus (de hecho, la pandemia todavía no concluye) y sigue siendo incierto el rumbo de la economía, aunque la Sultana del Norte ha pasado por épocas muy duras y ha sobrevivido. Si San Antonio, Texas nos pone el ejemplo a los regiomontanos, sigamos ese rumbo de trabajo, pragmatismo y sentido común de los texanos.

Nos veremos de nuevo pronto, San Antonio.

jueves, mayo 05, 2022

Debanhi: la cobertura sucia


 

Por Rogelio Ríos Herrán 

 Provocó mucha indignación en la opinión pública la cobertura noticiosa sensacionalista de la desaparición, búsqueda y hallazgo del cuerpo de Debanhi Escobar, un caso trágico que desde Monterrey escaló hasta a nivel internacional. 

 Fue lamentable ver cómo era vulnerada una y otra vez, por uno u otro medio de comunicación regiomontano y nacional, la dignidad de la víctima. La perspectiva de los derechos humanos estuvo ausente del trabajo periodístico. 

 No se salvó casi nadie: los medios electrónicos competían en tiempo real por la primicia; los medios impresos se desesperaban por agregar sus propios hallazgos o ángulos a la información ya conocida (el joven equipo de Detona.com, dirigido por el veterano Plácido Garza, sacó la casta y caminó airoso por ese pantano, incluyendo a los columnistas que con mucho tiento abordaron un tema tan doloroso como sensible; mi reconocimiento a todos ellos). 

 A Mario Escobar, el padre de Debanhi, lo exprimieron hasta lo último en noticieros televisivos, portales de internet y en las redes sociales, abusando de la necesidad que él tenía de hacer visible el caso de su hija para que no cayera en la indiferencia habitual de las autoridades. 

 Lo que sucedió en el caso de Debanhi puede tener una explicación en lo siguiente: se cubrió el evento bajo el modelo de la “nota roja”, tal como se hace en México desde tiempo inmemorial. La sección seguridad, policiaca o criminal se trasladó -sin cambio ni matiz alguno- a ser una nota de portada. 

 El resultado era previsible: una fiesta del “amarillismo” (como el de aquel periódico Alarma! de triste memoria con titulares como “¡Robóla, Viólola y Matóla!”), un carnaval de sensacionalismo y conjeturas en lugar de la aplicación rigurosa de la ética periodística y los derechos humanos en favor de la víctima. 

 Ese modelo tradicional de la “nota roja” está agotado desde hace tiempo, pero sobrevive en las páginas interiores a la espera de que un suceso viral y de impacto lo regrese al notorio primer plano. 

 Periodistas que han dedicado su vida profesional al análisis y denuncia de ese modelo caduco de información sobre los sucesos criminales, como Marco Lara Klahr, han señalado en libros, cursos y conferencias, los defectos del modelo y las alternativas posibles (ver su libro junto con Francesc Barata, “Nota(n) Roja: la vibrante historia de un género y una nueva manera de informar”. México: Random House Mondadori, 2009). 

 Lara y Barata se refieren a la realidad mexicana que se transforma, “pero en la que todavía imperan los contenidos tradicionales de nota roja, de corte alarmista, superficial y estigmatizante”. A Marco le escuché, hace años, una de esas pláticas a periodistas del periódico El Norte, en el cual yo entonces trabajaba. Me pareció reveladora e iluminante su propuesta, por ejemplo, de una cobertura distinta de los sucesos delictivos que no criminalice a las víctimas ni exponga su intimidad al ojo público o viole la presunción de inocencia. 

 Por lo que vi del caso Debanhi, ya nadie se acuerda en ese medio de comunicación de la calle Washington de la plática y las propuestas de Marco, con quien conversé en ese evento y que tuvo la amabilidad de regalarme una copia de su libro; un tipazo que, en ese momento, era como el profeta que hablaba en el desierto. 

 De haberle hecho caso desde entonces, no estarían sufriendo en ese periódico centenario, y en prácticamente todos los medios de comunicación locales, la indignación y el reclamo a los periodistas (no a las autoridades) por su desmedida ambición y morbo en la cobertura del caso Debanhi. Y no estaría sufriendo yo, como los viejos futbolistas retirados cuyo amor a la camiseta los hace sufrir cuando su equipo es humillado y vilipendiado públicamente, aunque hayan dejado la cancha desde hace tiempo. 

 No hay mal que por bien no venga, dice un refrán, y en el caso de la cobertura sucia sobre Debanhi, lo hecho, hecho está, no hay remedio. Lo que sigue es la aceptación en las redacciones de que la “nota roja” deberá pasar a la historia y en su lugar será la cobertura rigurosa, ética, apegada a los derechos humanos, respetuosa de la dignidad y no victimizadora, la que nos informe de los hechos trágicos y criminales de nuestra sociedad, lo cual es una necesidad imperante para todos nosotros y para nuestras decisiones del día a día. 

 Cierro esta reflexión con unas citas del libro de Lara y Barata: “La nueva y más compleja circunstancia mexicana requiere un mayor rigor en el tratamiento de tales temas. Los problemas asociados al mundo de la delincuencia no se pueden explicar como un cuento popular. Son fenómenos complejos que tienen que ver más con los grandes intereses económicos que con los dramas personales”. 

 Y rematan: “Las formas mediáticas de abordar los temas de seguridad ciudadana y justicia penal se vuelven cada vez más determinantes para los derechos y el destino de los ciudadanos; culpables o no, cuando éstos quedan atrapados en la maraña del sistema penal deben exponerse a la vindicta pública a través del espectáculo mediático”. 

 Bien dicho, nadie puede traer a Debanhi de regreso, pero sí podemos decir adiós a la nota roja.

AMLO: la fatiga del poder

  Por Rogelio Ríos Herrán  Al poco tiempo de empezar las conferencias matutinas (“las mañaneras”) en el arranque del gobierno de López Obra...