viernes, noviembre 11, 2016

México y EU: ¿Hombres o instituciones?

Vista de una cerca en un tramo de la frontera con USA.
FUENTE: Google.com


Por ROGELIO RÍOS HERRÁN

Apenas al conocerse los resultados de la jornada electoral estadounidense del martes 8 de Noviembre con el triunfo sorprendente del candidato republicano Donald Trump sobre la demócrata Hillary Clinton, se abrió en México un interesante debate sobre la relación bilateral con nuestros vecinos del norte que sucintamente puede resumirse en estos términos: ¿Está suficientemente estructurada e institucionalizada la relación bilateral México-Estados Unidos como para soportar cualquier cambio o giro inesperado en las cúpulas de los gobiernos de ambos países?

Es decir, ¿estamos ante una relación sólidamente sustentada por economías entrelazadas y firmes vínculos políticos que datan de décadas atrás y que han superado en otras ocasiones la llegada de administraciones republicanas muy conservadoras a la Casa Blanca?

Por supuesto que, de entrada, es obvio que nuestra vecindad geográfica con Estados Unidos, los lazos históricos, sociales y culturales ya forjados, superan con mucho a cualquier vaivén político, llámese incluso Donald Trump y su propuesta absurda de un muro a lo largo de la frontera con México para evitar la entrada a Estados Unidos de inmigrantes indocumentados mexicanos.

No olvidemos que los condicionamientos que pesan sobre cada Presidente de Estados Unidos lo harán igualmente sobre la gestión de Trump, quien mostrará seguramente una cara distinta a la que le conocemos como candidato.

Buena parte de esos vínculos económicos de los que hablamos corresponden al comercio y a las inversiones de empresas estadounidenses en México, de las cuales las automotrices son el mejor ejemplo, por lo cual desde el mundo corporativo norteamericano saldrá el primer contrapeso a las ansias proteccionistas del nuevo inquilino de la Casa Blanca.

En la época de Ronald Reagan, en los años 80, Washington y México se enfrentaron con visiones contrapuestas en su política hacia América Central, cuando estallaron las revoluciones en Nicaragua y El Salvador. No obstante la dureza de Reagan y con la parte mexicana sosteniendo su posición de apoyo a las fuerza rebeldes que luchaban contra los gobiernos dictatoriales que en Managua y El Salvador eran apoyados por Washington, los vínculos económicos se mantuvieron y el comercio y las inversiones siguieron fluyendo a través de la frontera, incluso cuando no existía todavía el TLCAN.

Un Presidente de Estados Unidos no es omnipotente, como parecen creer muchos mexicanos. No lo es cuando el mundo ha observado un reacomodo de poder en el siglo 21 con el surgimiento de China y Rusia y actores no nacionales e individuos empoderados como entidades con influencia eficaz en los conflictos regionales en donde se enfrentan a los intereses norteamericanos.

Y no lo es tampoco al interior de la Unión Americana. Consistentemente, los enfrentamientos entre el Congreso y el Ejecutivo han llevado a la casi total paralización del Gobierno norteamericano, a disputas acres sobre el presupuesto y nombramientos de funcionarios y magistrados, en fin, a un enfrentamiento feroz y sin concesiones en cada punto, cada política pública y cada área de gobierno en que republicanos y demócratas se enfrentan.

Ha sido tan grande el desgaste político interno en Estados Unidos que ha cobrado por fuerza su cuota en la proyección de su poderío al exterior: Washington no puede “contener” por completo a Moscú y a Beijing (como se creía que lo podía hacer durante la Guerra Fría), el mundo es mucho más complejo que eso con problemas de fondo que superan a la capacidad de acción de cada gobierno en lo individual, no importa qué tan poderoso se considere cada uno de ellos, como es el caso del debate sobre el cambio climático.

Así que la preocupación mexicana sobre la llegada de Trump a la Casa Blanca, siendo genuino el temor que se siente de que una persona completamente inexperta en la administración pública y el gobierno asuma el timón estadounidense, debe considerar también que lo efímero -una administración presidencial de cuatro años- no sustituye a lo permanente: una relación bilateral asentada firmemente sobre intereses económicos y políticos que resisten al día a día de los políticos y sus disparatados dichos y alegatos.


Mucho ruido hará la gran batalla que se viene encima: ¿construirá Trump o no el muro que prometió en la frontera? Con todo, con muro o sin muro, la economía, la migración y el entrelazamiento entre las sociedades mexicana y norteamericana seguirá adelante en su incesante y azaroso avance. No hay marcha atrás en su integración social. 

rogelio.rios60@gmail.com

miércoles, noviembre 09, 2016

EU: nueva Edad Media

Simpatizante demócrata llora la derrota de su candidata.
FUENTE: Google.com



Por Rogelio Ríos Herrán


Si la llegada del candidato republicano Donald Trump a la Presidencia de Estados Unidos inaugura un ciclo de aislacionismo y proteccionismo estadounidense, como ya lo ha vivido ese país en otras épocas, entonces es urgente para los mexicanos estar preparados para ello.

Desde México, como ciudadanos, no debemos perder de vista los factores que de ahora en adelante incidirán con enorme peso en la relación bilateral México-Estados Unidos:
  1. De entrada, la inexperiencia total de Trump en la vida pública plantea la cuestión de su curva de aprendizaje en un puesto que no da margen para ello. No corresponde, por ejemplo, el tamaño de la responsabilidad de manejar el poderío militar estadounidense con el perfil laboral de Trump, con su temperamento e incontinencia verbales mostrada hasta el momento. ¿Que una cosa es lo que se dice como candidato y otra lo que se hace como Presidente? Puede ser, pero el hecho mismo de que exista la duda y se plantee la pregunta nos da ya una idea de la respuesta. La división profunda del Partido Republicano, su rompimiento en diferentes facciones y su falta de una idea precisa de lo que quiere para su país, fuera de su detallada lista de lo que no quiere, no auguran una buena Presidencia para Trump, a pesar de que en el papel cuenta con la mayoría republicana tanto en el Congreso como en el Senado. 
  2. Ni en política interior ni mucho menos en la exterior hay conceptos y propuestas claras de parte de Trump y los republicanos. No nos dieron una visión integral de lo que quieren apoyar en la arena internacional, sólo nos hablan de lo que detestan y quieren echar abajo: sus alianzas estratégicas con Europa, los tratados de libre comercio, la "amenaza terrorista islámica", etc., pero nunca nos dijeron qué quieren poner en su lugar. Quedará en manos de la Unión Europea y sus países miembros seguir llevando la estafeta de las mejores causas de la humanidad: la integración económica y política de las naciones, los derechos humanos de vigencia universal, el cuidado del medio ambiente y de la sustentabilidad del planeta, la solidaridad con los refugiados, inmigrantes y desprotegidos del mundo, la contención de los lados más ásperos de la globalización, pues lo que apoyaron en ese sentido los gobiernos demócratas (como el Acuerdo Climático de París) seguramente será revertido por el nuevo Gobierno republicano.
  3. Desmantelamiento, regresión y ruptura de la política social de los demócratas construida con mucho trabajo y ante la adversidad republicana, son las palabras que vienen a mi mente al conocer el triunfo de Trump. También sorpresa y desencanto con las prácticas políticas de los estadounidenses, sus medios de comunicación, el bajo nivel del debate público y la notoria incapacidad de los actores políticos de poner por delante el interés público en lugar de los intereses partidistas defendidos a mansalva, cueste lo que cueste. ¿Qué fue de aquella democracia ejemplar de pesos y contrapesos citada frecuentemente como un modelo para el resto del mundo?
  4. Los 11 millones de indocumentados mexicanos en la Unión Americana viven desde hoy una pesadilla que se les hizo realidad con el nuevo Presidente republicano que asumirá en enero. No sólo ellos, también los inmigrantes asiáticos, africanos, refugiados de guerra sirios que fueron mejor recibidos en Canadá en que Estados Unidos, todos ellos quedan expuestos ahora al escarnio público, pues no se cuidarán las organizaciones extremistas de callarse y no actuar en público en contra de la “amenaza de los migrantes” que tan convenientemente manejó Trump durante su campaña para atraer votantes. Ni qué decir que quedan sepultadas las posibilidades de una reforma migratoria integral, además de que serán revestidas las acciones que beneficiaban a los “Dreamers” y sus familias, así de triste luce el panorama.
  5. Una nueva Edad Media se cierne sobre Estados Unidos con la llegada de Donald Trump a la Presidencia: muros, fortalezas contra las amenazas externas, nacionalismo a ultranza, exclusión de los que son diferentes, justamente cuando la sociedad norteamericana se ha vuelto diversa y multicultural en su gran variedad demográfica que constituye su fuente de riqueza. Cortar esa fuente, limitarla o anularla no augura nada nuevo. Una nación de más de 300 millones de personas amurallada como ciudad medieval no es bueno para los propios estadounidenses ni para el resto del mundo.
  6. A México se le viene encima un nuevo Presidente de Estados Unidos que durante su campaña electoral se la pasó agrediendo e insultando explícitamente a los mexicanos, a sus migrantes, sin reconocer el gran aporte de la fuerza laboral migrante mexicana a la economía estadounidense, y amenazó con construir -con cargo al Gobierno de México- un gran muro a lo largo de los más de 3 mil kilómetros de la frontera mexicana. ¿Cabe esperar un cambio de actitud y mayor mesura de Trump hacia México ahora que llegue a la Casa Blanca? No podemos atenernos a eso, sino a actuar primero por iniciativa propia: si lo de construir el muro pasará de ser la ocurrencia de un candidato en campaña a convertirse en política de un nuevo Gobierno republicano en funciones, entonces estamos los mexicanos en serios problemas para el futuro inmediato.

Si un consuelo nos enseña la historia es que, tras la Edad Media que cayó como larga noche de odio y exclusión sobre Europa durante siglos, llegó el Renacimiento de la humanidad de la mano de Leonardo da Vinci y las generaciones de renacentistas que recuperaron para el hombre su creatividad y generosidad que yacían dormidas en su interior. Valga esa remembranza para recordar que, haga lo que haga, Trump no será eterno y que en 2020, si no es que antes, será llamado a cuentas por la Historia.

rogelio.rios60@gmail.com

lunes, noviembre 07, 2016

¡Gracias, Mr. Trump!


Donald Trump, candidato republicano a la Presidencia de Estados Unidos.
FUENTE: Google.com


POR ROGELIO RÍOS HERRÁN


Fue divertido mientras duró, Mr Donald Trump, y por un momento, desconcertados, casi todos pensamos que hablaba en serio hasta que nos dimos cuenta que usted era un millonario que se divertía en jugar a la política, un jugador audaz de Black Jack que con 19 pide otra carta en lugar de plantarse.


La partida termina mañana, 8 de Noviembre, y usted se irá a su casa en Manhattan, seguramente riéndose a carcajadas por todo el relajo que hizo y el tiradero que dejó atrás: un Partido Republicano en ruinas, un proceso electoral exhausto y obsoleto, unos medios de comunicación exhibidos como vulnerables e indefensos ante la manipulación y, de postre, a una ciudadanía todavía más harta –si eso es posible- de sus políticos y del lamentable espectáculo en el que se ha convertido la campaña presidencial en Estados Unidos.

De veras, me tuvo al borde de la butaca. Una vez terminada la función, sin embargo, no queda más que despedirlo de la política con un Óscar por su brillante performance como el político que salvará a Estados Unidos del desastre –más imaginario que real- en que sus oponentes lo han sumido.

En el camino, sin proponérselo, dejó usted varios “efectos colaterales” que no estaban en el guión original, pero que con su gran capacidad de improvisación llevó al escenario y por los cuales le quiero expresar mi agradecimiento.

Gracias, Mr. Trump, por revelar a la luz y sin tapujos el viejo vínculo entre la política y los negocios, qué maestría la suya para pasar de un bando privado a otro público, para exhibir las complicidades y alianzas inconfesables que mueven la rueda de la política y el Gobierno norteamericanos.

Sin su ayuda no hubiera sido posible que se manejara abiertamente y en primer plano esta verdad largamente sospechada por el público, pero que nadie se había atrevido a manejar tan desenfadadamente en una campaña presidencial: el apoyo mutuo entre políticos y empresarios, la sustitución del interés público por los intereses  privados, el flujo incesante de dinero privado a la arena pública en apoyo de los candidatos que participan en las campañas presidenciales, las que ahora se cotizan en miles de millones de dólares.

Gracias, Mr Trump, por poner en evidencia la fragilidad de un sistema político tan vulnerable que nos permitió ser testigos de lo que será quizá la peor campaña presidencial en la historia de Estados Unidos, tan inferior en su propuesta de ideas y argumentos como superior fue en insultos, calumnias y guerra de lodo desde las precampañas, especialmente la republicana. No se midieron los participantes, de la mano de Trump todos prefirieron perder el recato y la prudencia con tal de poder aventar sus propias plastas de lodo. ¿Se puede caer más bajo?

Gracias, Mr Trump, por tener a los medios de comunicación de su país y del resto del mundo comiendo de su mano, marchando al paso que les marcaba, repitiendo hasta el infinito cada frase suya, cada propuesta no importa qué tan disparatada e irracional fuera y sin la menor consideración o rigor periodístico que cuestionara la exagerada y obsesiva cobertura y prime time hacia su persona. Ningún medio parece haberse planteado si valía la pena mantener en portada las ocurrencias suyas, si seguirlo como perritos falderos era la mejor decisión editorial, si resaltar la estupidez plana de una campaña de tan bajo nivel no era traicionar a su propia responsabilidad como medios de comunicación ni ir en contra de la ética periodística que debe privilegiar la veracidad y la racionalidad en el manejo de la información que se presenta a la opinión pública. También para ellos es indispensable preguntar: ¿se puede caer más bajo?

Gracias, Mr Trump, porque después del torbellino que armó no me queda más que esperar con ansiedad no el resultado de lo que pasará mañana 8 de noviembre -la victoria de Hillary Clinton-, sino lo que pasará en 2020: ¿de veras aguantarán Estados Unidos y el resto del mundo a otra elección como ésta, a otra candidatura como la suya, a un sistema político que funciona tan mal que la arena pública no es ya más que un foro de lucha libre, de golpes sucios y de tipos rudos que mienten y hacen trampa?

Si no se pone nadie a trabajar el 9 de noviembre en Estados Unidos para reformar a fondo el sistema político, los procesos electorales y a cuestionar a profundidad el papel y el desempeño de los medios de comunicación, entonces la pesadilla que vivimos en 2016 se convertirá en 2020 en una aterradora realidad.

Mientras tanto, ¡gracias, Mr Trump! Casi se la creemos...


rogelio.rios60@gmail.com

Nahuel, fútbol y políticos: adiós “fair play”

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