lunes, febrero 20, 2017

Una memoria diplomática

Fuente: Google.com


Hillary Clinton
“Hard Choices”
New York: Simon & Schuster, 2014, 635 pp.

Disfruté mucho la lectura de las memorias de Hillary Clinton al frente del Departamento de Estado (2009-2013), una de las facetas más interesantes de su extensa vida pública.

No sólo porque el libro en sí mismo es un testimonio invaluable de su paso como jefa de la diplomacia estadounidense bajo las órdenes del Presidente Barack Obama, sino porque su lectura la empecé desde antes de que ella decidiera lanzarse por la conquista electoral de la Casa Blanca.

Que haya perdido la elección ante el paso del huracán Trump no le resta mérito al libro, al contrario, realza su valor testimonial y ayuda a tratar de descifrar algunos de los dilemas que todo Presidente estadounidense -y el propio Donald Trump, por supuesto- enfrenta en la arena internacional: la elección entre la defensa de los intereses de Estados Unidos por sobre sus ideales democráticos, la lucha por los derechos humanos aunque se apoye a gobiernos dictatoriales si los intereses de Washington así lo justifican, la definición de ayuda al desarrollo sin que conlleve implicaciones políticas, en fin, todas las “hard choices” (“decisiones difíciles”) que los mandatarios norteamericanos y sus funcionarios más cercanos enfrentan una vez que llegan al cargo.

No pierde interés el libro de Hillary por el hecho de que ella no hubiera sido electa para la Casa Blanca, pues en el fondo los dilemas que expone como parte de su labor diplomática están siempre presentes para cada nuevo gobierno. El arranque impreciso y errático de la administración de Trump exhibe una falta de preparación cuyos riesgos, como bien lo mencionara Clinton en su libro, debilitan la posición influyente de los Estados Unidos en los asuntos mundiales y crean un factor de inestabilidad con amplias repercusiones mundiales.

“La vida es toda sobre tomar decisiones. Nuestras decisiones y la manera en que las manejamos modelan a las personas en que nos convertimos. Para los líderes y sus naciones, pueden significar la diferencia entre la guerra y la paz y entre la pobreza y la prosperidad”, afirma Hillary.

Lo que se gana y se pierde en cada decisión tomada, los costos de lo que se dejó de hacer por seguir una senda determinada en lugar de otra, es algo con lo que los líderes de naciones y gobiernos tendrán que vivir para el resto de sus vidas.

Atinadamente, Hillary desglosa en cada uno de sus capítulos, dedicados a temas específicos o regiones y países, los dilemas a los que se enfrenta y su razonamiento para haber tomado tal o cual decisión de una manera que busque conciliar los intereses estadounidenses con sus grandes ideales democráticos. No siempre se pudo lograr ese delicado balance, según la crónica de Clinton.

Para los estudiosos de las relaciones internacionales y, en particular, de todo lo que sucede en la política norteamericana, las memorias diplomáticas de Hillary Clinton le proporcionarán un vistazo bien hecho y escrito sobre la diplomacia estadounidense actual, su concepción y formulación y los siempre presentes problemas en su implementación como política concreta.

Al libro lo complementan, además, una serie de fotografías de la labor diplomática de Hillary, algunas con líderes mundiales, pero sobre todo mostrando en ellas la atmósfera en la cual trabajaba la máxima encargada de la diplomacia estadounidense, una trotamundos que indudablemente dejó una huella profunda y un legado difícil de igualar o superar por sus sucesores en el Departamento de Estado.

Ojalá esta tradición anglosajona de escribir una memoria de los cargos y momentos por los que una persona atraviesa en su vida pública en Estados Unidos se replicara en América Latina, así tendríamos más oportunidades invaluables de conocer desde adentro, a través de la mirada de sus protagonistas clave, los valores y concepciones del mundo que impulsan la toma de las “decisiones difíciles” de nuestros líderes.

Gracias por el esfuerzo, Hillary.

rogelio.rios60@gmail.com


domingo, febrero 12, 2017

La buena vecindad con EU

Fuente: Google.com


Por Rogelio Ríos Herrán

Toma mucho más que un cambio de inquilino en la Casa Blanca para descarrilar la bien cimentada relación bilateral entre México y Estados Unidos.

No se derrumbará, como un viento que deshiciera un frágil castillo de naipes, el entramado económico que mueve a las dos naciones, el que día a día impulsa los pistones que hacen andar los motores mexicanos y norteamericanos.

Vecinos por razones geográficas, históricas, estamos en México en una envidiable posición para negociar cualquier tipo de tema con Estados Unidos. Esa cualidad única entre los dos países trasciende a cualquier otra consideración o a los momentos conflictivos entre ambos gobiernos, como el que actualmente se vive en México con llegada de Donald Trump a la Presidencia estadounidense.

Por supuesto que es preciso resistir como nación la dureza de los embates políticos que nos llegan desde Washington, en primer término, el de la construcción anunciada de un muro que acabaría de cercar la frontera de 3 mil kilómetros, pero además los cambios inminentes en las políticas migratorias norteamericanas y su cantada preferencia por volver a épocas ya superadas de proteccionismo comercial tradicional y su rechazo a los acuerdos comerciales regionales.

Todo ello se habrá de combatir en todos los terrenos disponibles para los cuales no hay muros que valgan. Pero no veo que la forma adecuada de hacerlo sea la de permitir que los mexicanos nos embarquemos en una fiebre de antiamericanismo y de rechazo a todo “lo gringo”.

Protestar contra las políticas de Donald Trump es una cosa, perfectamente legítima y necesaria, pero no tiene ello que derivar en un rechazo ciego a todo lo que nos viene del Norte.

No debe ser así porque enterraríamos con esas actitudes el puente natural que ya existe entre las economías y las sociedades de México y Estados Unidos y que es nuestra mejor plataforma para lograr hacer oír nuestras voces ante el gobierno estadounidense.

En la sociedad norteamericana, en su diversidad y amplio espectro de posturas y principios, es donde podemos encontrar los aliados naturales que desde México tanto se necesitan para dar la “batalla de las ideas” en favor de mantener los más fluido posible nuestros intereses conjuntos como vecinos y como miembros de la América del Norte.

No se trata de rechazar al “gringo” nada más porque sí, como se ha hecho en otras épocas en México; al contrario, nuestra mirada debe abarcar y atraer hacia nuestra causa común a quienes desde la sociedad estadounidense cultivan y ponen en práctica las mejores prácticas democráticas y abrazan solidaridad entre las naciones, especialmente a quienes tienen que huir de sus países de origen por guerras civiles y violencia generalizada.

Eso no lo va a detener ningún muro.

rogelio.rios60@gmail.com


Nahuel, fútbol y políticos: adiós “fair play”

  Por Rogelio Ríos Herrán En México, el fútbol precede a la política en el triste arte de no respetar a los demás contendientes, violar las ...