martes, mayo 30, 2023

Ministra Norma Piña, mujer de una pieza


Por Rogelio Ríos Herrán

 

Durante un viaje a la CDMX el viernes 26 de mayo, al caminar por las calles del Centro Histórico tuve la oportunidad de pasar enfrente del bloqueo o “plantón” de personeros morenistas en la entrada del edificio de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (ubicado junto al Palacio Nacional), un evento promovido por el discurso agresivo e insultante del presidente López Obrador en contra de esa institución judicial.

 

Fue lamentable para mí contemplar el bajo nivel de esa “protesta” promovida desde el poder presidencial con la complicidad del Gobierno de la CDMX: Cartulinas y mantas pegadas en la puerta y la fachada del edificio, una tienda de campaña sucia y remendada, basura por el lugar, pero, sobre todo, personas agresivas que hostigan a los ministros de la Corte y a los transeúntes que se atreven a criticarlos.

 

En fin, una “protesta” burda, mal organizada y encargada a una veintena de hombres y mujeres dedicados a golpear e insultar. 

 

Dado que el ataque inspirado desde la presidencia de AMLO se enfoca en la persona de Norma Piña, ministra presidente de la Suprema Corte, no pude más que recordar en ese momento las palabras que ella expresó al recibir el 14 de mayo el Premio a los Derechos Humanos 2022 por parte de la La Asociación Internacional de Mujeres Juezas (IJWA, por sus siglas en inglés), en su décimo sexta reunión bianual celebrada en Marruecos.

 

A la IJWA la integran más de 10 mil juezas de 140 países. A la ministra Piña le reconocieron “el compromiso asumido para asegurar la implementación de principios de derechos humanos y otros referentes significantes para avanzar en la justicia para mujeres, niños, niñas y familias”, indicó la Suprema Corte en un comunicado de prensa.

 

Dos cosas dijo la ministra Piña en su discurso en Marruecos que deseo resaltar:

 

1)     “La única forma de que nuestra función jurisdiccional se erija como un mecanismo de protección de los derechos humanos, de nuestras democracias constitucionales, es que podemos desempeñarla libremente, sin presiones ni condicionamientos, Nuestra única presión debe ser cumplir y hacer cumplir las leyes fundamentales que nuestros países han decidido darse, así como los compromisos internacionales asumidos”.

2)     “Hoy, pongo sobre la mesa la importancia de la independencia judicial como la garantía de estos derechos porque su realización exige que la impartición de justicia sea sin subordinación interna o externa alguna. El reconocimiento que hoy me otorgan lo entiendo como un reconocimiento a mi país, a las mexicanas y mexicanos comprometidos con el Estado de Derecho”.

 

Se necesita tener el alma bastante torcida por parte de un gobernante como el presidente López Obrador para fomentar, entre sus seguidores, ataques e injurias a la Suprema Corte y, en particular, a la ministra Norma Piña. 

 

Es tan vulgar el discurso de AMLO en contra de Piña que noto en él una pizca de envidia por la entereza de la ministra y el reconocimiento internacional que recibe de sus pares juezas, el tipo de reconocimiento internacional y entereza que López Obrador no ha tenido ni tendrá.

 

De veras, si ustedes van a la CDMX y contemplan de manera presencial la bajeza de los ataques a La Suprema Corte y a su ministra presidenta, sentirán la misma indignación que me hirvió en la sangre. ¿O hay algo más ruin que llevar ataúdes dedicados a ella y otros ministros a las puertas de la Suprema Corte? 

 

Norma Piña no se arredra ante los ataques e injurias de AMLO, pues no está sola. La acompañan no sólo la mayoría de sus colegas ministros, sino las mujeres juezas que alrededor del mundo la acompañan en la IJWA. 

 

“Sin ustedes”, les dijo, “yo no hubiera podido romper el techo de cristal en mi país. También me queda claro que, en tiempos difíciles, en tiempos de definición, la unidad es clave. Tenemos muchos y muy fuertes motivos de unidad. Nos une la defensa de los derechos humanos. Nos tenemos como juzgadoras, Nos tenemos como mujeres”, concluyó. 

 

La hostilidad contra su persona y la Suprema Corte no cesará. Una y otra vez, los grupos de choque fieles al presidente AMLO seguirán hostigando. Pero nada lograrán: el edificio de la Suprema Corte es de cantera y mármol inexpugnable, tal como su ministra presidenta: mujer de una pieza.

 

@rogeliux 

 

 

 

 

lunes, mayo 29, 2023

AMLOVERS en Tik Tok


Por Rogelio Ríos Herrán

 

Si usted piensa que ya lo ha visto todo sobre Andrés Manuel López Obrador, pero no se ha asomado a la red social Tik Tok, entonces no ha visto nada.

 

Facebook, Twitter e Instagram son un juego de niños de kindergarten en comparación a Tik Tok, el barrio bravo de las redes sociales, en donde usted ingresa bajo su propio riesgo para expresar o buscar comentarios políticos. 

 

Tik Tok es como viajar por la Carretera federal 57 entre Matehuala y San Luis Potosí: aquí es tierra de narcos en su territorio; allá es tierra de “stockers” en su comunidad tomada por asalto.

 

Me animé a principio del año a abrir una cuenta en Tik Tok (@rogelioriosherran) para difundir los comentarios periodísticos que normalmente escribo en columnas y difundo en Facebook,  Twitter, YouTube o en podcast en Spotify y Apple. No soy tan novato en redes sociales, pero me faltaba Tik Tok.

 

Desde mediados de enero hasta la fecha, sin embargo, el viaje por Tik Tok sacudió todas las consideraciones sobre las redes sociales que me había formado en las plataformas mencionadas.

 

La plataforma “tiktokestera” permite el asalto abierto de los “bots” y seguidores furiosamente AMLOVERS y ciegamente ideologizados con actitudes y lenguaje que realmente no encuentra restricción alguna.

 

Si bien Tik Tok permite usar algunos filtros o “denunciar” los comentarios más ofensivos, los usuarios AMLOVERS le meten más goles que los Tigres a la defensiva de Rayados en el último clásico.

 

Desde enero a la fecha, mi cuenta de Tik Tok ha prosperado en seguidores y “likes”, la medida del avance en las redes sociales, pero mi desencanto ha crecido a la velocidad en que veo el terrible deterioro del debate público  que se observa en esta plataforma.

 

No hay discusión en Tik Tok, sino descalificación inmediata y feroz de quien emite una opinión.

 

Cuando yo expresé una crítica a AMLO, por ejemplo, por sus insultos y amenazas a la Suprema Corte de Justicia de la Nación con base en la carta de la International Bar Association (IBA), obtuve muchos “views”, es verdad, pero un 90 por ciento de ellos fueron basura de “bots” y seguidores incondicionales de Andrés Manuel que dejan sus escupitajos digitales en un post.

 

Ejemplos:

 

Usuario materesasanchezva: “desafortunadamente es una cloaca… porque defienden a los criminales”.

 

Usuario Rosa Carmina Ávalos: “abogados corruptos de donde sean la corte es el nido que defiende delincuentes!!!”.

 

Usuario Saul Va: “la suprema corte el pri el pan son delincuencia organizada para saquear al país y España quiere volver a saquear a México uniéndose a estos corruptos”.

 

Usuario Roman Mateos: “Yo nunca escuché quejas de abogados internacional cuando Cedillo cambió todo los ministros de la corte, ahora se rasgan sus vestidura, viva AMLO”.

 

Usuario Jorge de la Pascual: “ahora resulta que exponer la corrupción con datos verídicos está mal? Estás de acuerdo hay interés de corruptos moviendo los hilos”.

 

Hasta aquí estos ejemplos. Son los más suaves de entre la avalancha de comentarios de muy bajo nivel escritos por gente que no cuida ni la ortografía, vacíos de argumentos, pero llenos de insultos y agresividad. Es odio concentrado.

 

Entonces, ¿por qué sigo en Tik Tok? Lo hago por ese 10 por ciento de usuarios inteligentes con los que se puede dialogar y debatir sin insultos ni descalificaciones. Ellos salvan mi día cada vez que subo un nuevo post.

 

Además, no hay que sacarle la vuelta al debate y a la confrontación en este momento crucial para la vida pública de México. Lo peor que podemos hacer es ignorarlos. Hay que subirse al ring.

 

Es verdad, los “bots” y AMLOVERS no entienden de razones, su labor es bloquear cada espacio y fuente de crítica a su amado líder en el Tik Tok y en las demás redes sociales. 

 

Lo logran en Tik Tok en mayor medida incluso que en Twitter, la red de odio por excelencia, lo cual es mucho decir.

 

Pero si ahí está atrincherado el Ejército de la Intolerancia de AMLOVERS, entonces ahí hay que acudir a dar la batalla. Al final, nuestra mejor victoria es exhibirlos como lo que son: personas violentas incapaces de pensar por sí mismas y debatir; es decir, son una plaga bíblica para México.

 

@rogeliux

 

lunes, mayo 22, 2023

México y USA: la ‘nueva relación’ de Marcelo Ebrard


Por Rogelio Ríos Herrán

 

Además de candidatos morenistas suspirantes a la Presidencia de la República en la elección del 2024, ¿quiénes más están proponiendo concretamente una visión y estrategia de lo que harían, en caso de ganar “la silla grande”, con Estados Unidos?

 

Mientras se desgrana la mazorca en Morena de parte del Presidente López Obrador y su nuevo formato del tradicional “destape” presidencial priísta, yo busco con interés propuestas explícitas, contenido sólido a las personalidades y perfiles de las personas.

 

Pocos aspirantes tienen propuestas sobre la relación con Estados Unidos, por lo menos hasta el momento (a 14 meses de la elección). Tanto desde la oposición como del oficialismo, los observadores reconocemos rostros y perfiles que van de lo lamentable o lo interesante, gente inteligente y con experiencia que podría hacer un buen papel en la administración pública y la política exterior independientemente del color partidista o filiación ideológica.

 

Empiezo con Marcelo Ebrard, de quien leí recientemente su libro “El Camino de México. Una experiencia de vida” (México: Aguilar, 2022) y en particular con el capítulo 18 titulado “Estados Unidos: una nueva relación”.

 

Primero, reconoce Ebrard la complejidad de la relación bilateral: “hay 42 agencias que intervienen por parte de Estados Unidos en diferentes temas que deben coordinarse con 30 agencias en México que llevan temas similares”.

 

Por tanto, agrega, “es muy complicado controlar tantos flancos (migración, aduanas, comercio, tráfico, seguridad) entre dos países con asimetrías tan grandes como las nuestras, donde una economía es 20 veces más grande que la otra y el poder geopolítico respecto al otro aún más desproporcionado”.

 

No obstante la brutal asimetría, existe una economía integral entre ambas naciones y una comunidad mexicanoestadounidense cada vez más empoderada y con una vinculación cultural estrecha. México es cada vez más importante para Estados Unidos.

 

Se pregunta Marcelo ¿qué hacer con Estados Unidos? Y en su respuesta expone una visión con propuesta interesante: el camino (la estrategia) es “reducir nuestras debilidades”.

 

A otra pregunta eterna en la relación bilateral (¿Cómo aprovechar la vecindad con Estados Unidos sin perder soberanía, autonomía e identidad?) su respuesta es la siguiente: “Pienso que sí se puede, siempre y cuando maximicemos ventajas y reduzcamos debilidades. Es un dilema similar al de Francia y Alemania o Japón y Corea con China, sólo que con una asimetría incomparablemente mayor”.

 

Señala Ebrard tres debilidades sustantivas de México:

 

1)     La distancia añeja entre gobierno y sociedad que se ha convertido en una grieta amplia y profunda.

2)     La escasa cohesión social debido a la persistente desigualdad social imperante. A mayor cohesión interna tendremos más fuerza y, por ende, autonomía en nuestra relación bilateral.

3)      La presunción de que estamos predestinados a ser un país con un rol secundario y con pobreza casi atávica. Una falta de confianza en nosotros mismos, una especie de derrotismo crónico.

 

Reitera Ebrard que “la mejor política exterior es la interior, pues ahí empieza y termina la fortaleza y eficacia”. Propone avanzar en la ruta de la mayor predictabilidad posible en la relación bilateral, consolidar espacios por cada tema para evitar que una dificultad ponga en crisis a las demás, avanzar lo más rápido posible en los objetivos que nos unen y cimentar la reciprocidad”.

 

Nos recuerda también Marcelo que “mi meta desde que llegué a la cancillería (la SRE) fue crear una arquitectura en la relación con Estados Unidos que permitiera reducir la incertidumbre y evitar las acciones unilaterales, hasta donde se pueda”.

 

En su opinión, “la relación con Estados Unidos en los próximos años va a ser crucial. Tanto desde el punto de vista político como comercial y la oportunidad que tiene México por el estrés geopolítico y la regionalización de las cadenas de valor. Algo así no había ocurrido en medio siglo”.

 

En una revisión extensa a lo largo de otros capítulos de su libro, Ebrard entra en áreas específicas y asuntos espinosos de la amplia agenda entre Washington y la CDMX, pero en la apretada síntesis que les presento me parece que se refleja su formación como internacionalista de El Colegio de México, y que su propuesta de “una nueva relación” con Estados Unidos es sólida y consistente:

 

“Mayor integración económica y mayor autonomía política. Esa es la nueva era”, perfila Ebrard su visión, siempre desde la plataforma de la Cuarta Transformación.

 

Marcelo da mucha tela para dialogar y discutir en torno a los Estados Unidos. Otros aspirantes de su partido no han dicho nada todavía en este tema. Concuerdo, de mi parte, en la urgencia de que los mexicanos nos sacudamos ese lamentable “derrotismo crónico” que padecemos frente al vecino del norte.

 

Rogelio.rios60@gmail.com

 

 

 

 

 

domingo, mayo 14, 2023

‘¡Qué Viva México!’ De Luis Estrada


 Por Rogelio Ríos Herrán

 

Me provocó un fuerte impacto visual la mirada de la película “¡Que Viva México!”, del director mexicano Luis Estrada, al evocar lo que sentí cuando vi “Los Olvidados” (1950), del director español Luis Buñuel. Son películas que se podrían ver sin sonido, como en la época del cine mudo, y aún así entregarían sin merma alguna su mensaje crítico sobre la sociedad y la política en México.

 

Como varios amigos y conocidos, yo sentía una curiosidad malsana por descubrir si el director Luis Estrada y su elenco de actores y actrices se atrevería a continuar su saga crítica del la política y el gobierno mexicanos en la era de Andrés Manuel López Obrador y su Cuarta Transformación.

 

Después de todo, Damián Alcázar, uno de los actores icónicos de Estrada, se ha manifestado abiertamente como simpatizante y defensor de AMLO, lo cual es su derecho. Profesional como lo es, sin embargo, Alcázar participó con varios papeles en la película y entregó una de sus mejores actuaciones en la caracterización de sus personajes.

 

Más allá de la evocación de “Los Olvidados”, me parece que Estrada superó con su reciente film una prueba que suele devastar a muchos directores: al continuar sus entregas de películas sobre el mismo tema, ellos corren el riesgo de repetirse, de agotar a sus personajes, de forzar la trama o el chiste fácil, de agotar las posibilidades de sus actores y su equipo de cineastas.

 

Después de “La Ley de Herodes” (1999), “El Infierno” (2010) y “La Dictadura Perfecta” (2014), muy bien pudo Estrada quedarse con esas tres películas y ocupar su lugar entre los directores mexicanos consagrados. Además, ante un gobernante iracundo y vengativo contra sus críticos como López Obrador, ¿por qué no esperar a que cambien los tiempos antes de seguir con una nueva película?

 

La teatralidad de AMLO como personaje tragicómico de carpa y teatro y la pomposidad de su Cuarta Transformación no podían, sin embargo, dejarse pasar así como así para un director como Luis Estrada. 

 

Yo le agradezco que haya cedido a sus impulsos artísticos para dirigir para dar a luz este retrato agudo del gobierno y los políticos del México de hoy, el supuestamente “Transformador”, justo al final del sexenio obradorista, precisamente cuando los mexicanos nos enfrascamos en el balance del gobernante en turno y buscamos la manera de deshacernos de los corruptos e ineptos que incumplieron todas y cada una de sus promesas “transformadoras” que se quedaron en “transaformadoras”. 

 

La película de Estrada era necesaria y no nos falló a sus seguidores. Ana de la Reguera y Alfonso Herrera nos entregaron muy buenas actuaciones en los papeles estelares, incluso en escenas escatológicas en las que se les ve orinando o defecando, es decir, cuando muchos actores no quieren perder la elegancia.

 

El elenco del resto de los actores de “¡Qué Viva México!” (Joaquín Cosío, Leticia Huijara, José Sefami, Salvador Sánchez y otros), entrega igualmente muy buenas actuaciones, sus rostros son familiares y reconfortantes para quienes los recordamos de películas anteriores.

 

¿Es larga la película de tres horas? Puede ser, pero en lo personal no me fatigó por otra razón: la fotografía alcanza niveles de excelencia en algunas escenas y el montaje y la preparación de las escenas le saca ventaja a la escasez de elementos del lugar en donde se rodó la película, una mina abandonada en un pueblo casi fantasma (la locaión fue Real de Catorce, SLP).

 

Ese impacto visual por el manejo de la fotografía y la construcción de los personajes me recordó también al director Ismael Rodríguez con sus inolvidables “Nosotros Los Pobres” (1947),  “Ustedes Los Ricos” (1948) y “Pepe El Toro” (1952), con personajes de leyenda como “La Chorreada”, “Chachita”, “El Camellito” y, por supuesto, “Pepe El Toro”.

 

No olvido, faltaba más, a otro clásico: “Mecánica Nacional” (de Luis Alcoriza, 1972), que nos entregó en su momento una mirada sarcástica y humorística de maravilla de nuestro país con sus miserias y virtudes. 

 

Todo eso me hizo recordar el director Luis Estrada con su “¡Qué Viva México!”, llena de sarcasmo y crítica dura al gobierno actual y sus personajes de opereta: los puso en donde pertenecen, es decir, como una nueva versión de la tradicional corrupción de los gobernantes mexicanos, pero corregidos y aumentados.

 

Gracias, Luis Estrada.

 

Rogelio.rios60@gmail.com

 

 

sábado, mayo 13, 2023

¿Puede un ‘pecador’ ser presidente?

 


Por Rogelio Ríos Herrán

 

Concedo, de entrada, que la pregunta que da título a esta columna es retórica: ¡claro que puede serlo! De hecho, no habría presidente de cualquier país del Continente Americano que no entrara en la categoría de “pecador”.

 

La reflexión que quiero hacer va en otro sentido de la interrogante: si “pecador” no es necesariamente sinónimo de “delincuente”, pero sí es una acusación que impediría moralmente a cualquiera acceder a un elevado cargo público al mando de naciones enteras, ¿por qué los ciudadanos y, sobre todo, los ciudadanos creyentes en una fe o religión lo permiten?

 

“No hables de religión ni de política”, aconsejaban los abuelos, “y te llevarás bien con todos”. Hay una conexión permanente, sin embargo, entre el sentimiento religioso y la orientación política que sirve para delinear el contorno ético de los servidores públicos: no puede ser buen gobernante quien no es buena persona. No debe ser un “pecador” (una denominación religiosa para un ofensor o delincuente), por lógica, quien pretenda gobernarnos.

 

En México, hablar del cruce estrecho entre religión y política es incómodo tanto para gobernantes como para ciudadanos. La fe, se dice, corresponde al ámbito privado, no al público. Vivimos en un Estado laico.

 

Estoy de acuerdo con eso, pero no del todo. En lo que respecta al individuo, no hay manera de separar el interior de una persona en compartimentos aislados que funcionan en horarios y espacios separados. No se es un político de 9 de la mañana a 5 de la tarde y, el resto del día, un evangélico piadoso (o católico, judío, musulmán, etcétera). Dios no tiene horarios de trabajo.

 

No nos hagamos ilusiones: la religión y la política no están separadas en las personas. Un hombre que miente, roba y traiciona como gobernante o representante popular lo es igualmente como hombre de fe. Pecador o delincuente, un hombre es malo o bueno moral y éticamente hablando.

 

En Estados Unidos, el caso de la condena reciente por abuso sexual a Donald Trump (acusado por la escritora E. Jane Carroll) es apenas una muestra de lo que digo: el político adorado y financiado por sectores conservadores evangélicos es un “pecador” que atentó sexualmente contra una mujer, según lo reconoció un jurado en una corte civil norteamericana. 

 

¿Reconocerá ese sector conservador y puritano de estadounidenses que han apoyado hasta el momento a Trump como el “pecador” que es, lo amonestará y le retirará su apoyo? Lo dudo por completo.

 

En nuestro país, desde 2018 tenemos en el gobierno lo que el analista Bernardo Barranco llamó “el primer presidente evangélico de México”. Recordemos que Andrés Manuel López Obrador y sus hermanos Pío y Martín fueron criados en la fe evangélica en su natal Tabasco, lo cual es perfectamente normal y aceptable.

 

La invocación frecuente de pasajes bíblicos y otras referencias religiosas en público durante sus conferencias “mañaneras”, la reivindicación de una supuesta superioridad moral y de su honestidad impoluta, es una muestra palpable de que en su discurso López Obrador mezcla indistintamente religión y política.

 

Por tanto, no me explico cómo es capaz de injuriar, insultar, difamar y hacer burla del prójimo un día sí y otro también en sus “mañaneras” sin que esto les cause resquemor o dudas a sus fervientes seguidores. Eso no es de buenos cristianos.

 

Un “pecado” de AMLO es el odio al prójimo, en eso falta a varios de los Diez Mandamientos. Yo le aplico a él la misma pregunta que a Trump: ¿cómo puede ser un buen gobernante alguien que es un “pecador”, es decir, que infringe los pilares fundamentales de sus convicciones religiosas?

 

Algo está fallando terriblemente en la escena pública. Bajo los reflectores, los gobernantes se comportan de una manera; en privado, de otra muy distinta. Vicios privados, virtudes públicas, como la película de Miklos Jancso. A lo mejor ni la fe del creyente es tan fuerte en ellos ni la ética es tan sólida en el gobernante. Total: puro cuento.

 

Hay un lugar en el octavo círculo del infierno de Dante para los hipócritas: “ellos marchan eternamente llevando pesadas capuchas y capas de plomo por dentro y oro por fuera”. Aterrador lo que les espera.

 

Rogelio.rios60@gmail.com

 

jueves, mayo 04, 2023

AMLO: ¿qué pasa con la familia?


Por Rogelio Ríos Herrán  

Al inicio de cada sexenio presidencial, el deporte favorito de los mexicanos consiste en hacer conjeturas sobre quién conoce a los hijos, la esposa, los hermanos, primos y hasta compañeros de la escuela primaria del presidente, con el fin de tener una posibilidad de conectar directamente al nivel del Ejecutivo federal.

 

No hay presidente de la República anterior a 2018 que se haya salvado de ser objetivo, una vez en el poder, de un profundo escrutinio periodístico y público sobre su persona y la de su familia. Ni los presidentes priistas ni los panistas se libraron de ello: hijos y parientes suyos fueron señalados y pescados con “las manos en la masa” del conflicto de interés.

 

Si alguna duda quedaba sobre cómo le iría a Andrés Manuel López Obrador y a la familia presidencial a partir del 2018, la duda ha quedado despejada: una amplia cobertura periodística ha revelado posibles conflictos de interés de los hijos y hermanos del presidente, redes de negocios tejidas con amigos, aceptación de “contribuciones” a la causa política, etcétera,

 

Una explicación inmediata se debe a la discrecionalidad en la asignación de contratos de servicios y obras públicas. Durante este sexenio, las asignaciones directas de contratos desplazaron casi por completo a las licitaciones, lo cual, como era previsible, se prestó a corrupción en diversas formas: tráfico de influencias, sobornos, intercambio de favores, etcétera.

 

Con una perspectiva más amplia, la explicación incluye necesariamente la visión política de AMLO extendida a sus funcionarios y seguidores: si es para “la causa”, si se trata de allegarse fondos para persistir en el ideal de transformación de México, todo acto de conflicto de interés o corrupción se justifica y no se castiga.

 

En el camino, por supuesto, quienes recaudan para “la causa” pellizcan algo para “su causa” personal; de algo hay que vivir, pensarán, y vivir bien. La transparencia y rendición de cuentas es vista entonces como un estorbo y obstáculo al cual hay que sacar la vuelta.

 

No me sorprende que AMLO y su familia hayan seguido el camino de las anteriores familias presidenciales: una ruta de privilegios, poder y conflictos de interés. Lo que me sorprende es que tantos mexicanos hayan creído que no iba a ser lo mismo, que este presidente sería diferente, que su familia sería distinta.

 

En el fondo, se trata de un problema de la ética del servidor público. Sin una moral fuerte en lo personal, será muy complicado para cualquier servidor público proyectar responsabilidad, veracidad, honestidad y confiabilidad en público.

 

Un estudioso de esta cuestión , Óscar Diego Bautista (investigador del Centro de Investigación en Ciencias Sociales y Humanidades, UAEM), escribió que “el fomento de la ética pública en los representantes públicos es esencial porque auxilia en la definición de lo que es conveniente o no para la comunidad política”.

 

Agregó que la ética “se refiere a los criterios que debe tomar el servidor público para realizar sus funciones  con miras a dar buenos resultados para mejorar la calidad de vida de los representados, es decir, los ciudadanos”.

 

Para hacer buen pan (la ética), hace falta buena harina (la moral). ¿Cómo son por dentro los presidentes mexicanos? Por sus actos públicos -y los de sus familias- sabremos si traen harina de la buena.

 

Rogelio.rios60.@gmail.com

 

AMLO: la fatiga del poder

  Por Rogelio Ríos Herrán  Al poco tiempo de empezar las conferencias matutinas (“las mañaneras”) en el arranque del gobierno de López Obra...