jueves, enero 29, 2009

FALSO DILEMA




Por Rogelio Ríos
rogelio.rios60@gmail.com



El hilo se tenía que reventar por lo más delgado: era insostenible la sumisión de los derechos humanos a la seguridad en Estados Unidos que prevaleció en los ocho años de gobierno republicano, era una daga clavada en el corazón de la democracia estadounidense que, con todo y sus defectos, no podía convivir en conciencia contra el ataque a los principios libertarios y de convivencia social perpetrado por Bush y su gabinete.



El flamante Presidente Obama estableció claramente desde su primer día en la Casa Blanca que rechazaba vivir bajo el falso dilema entre los ideales y la seguridad, una discusión tan viva y cercana a cada uno de nosotros en donde sea que nos encontremos en el mundo que no nos puede pasar desapercibida.



Las órdenes presidenciales sobre la prohibición de la tortura y el cierre del centro de detención en Guantánamo y otras prisiones secretas o clandestinas de la CIA en diversas partes del mundo son acciones contundentes con las cuales desde ya se pinta la raya de la presente administración en contraste con la anterior.



No más “asaltos a la razón”, como calificó Al Gore a la cruzada conservadora que en nombre de la seguridad nacional americana pisoteó su Constitución. No más utilización del aparato gubernamental para invadir ilegalmente la privacidad del ciudadano estadounidense. No más tortura como recurso de interrogación a detenidos carentes de las garantías debidas en todo proceso legal. No más barbarie judicial.



La implementación de las órdenes ejecutivas se cumplirá en plazos, por supuesto, y habrá detalles por afinar y reticencias por vencer. Pero es innegable que el espíritu que está detrás de las mismas, el de la vuelta al orden legal en la conducción del gobierno, ha detenido de golpe lo que ya equivalía a una vuelta a un orden político medieval en donde no había ciudadanos, sino súbditos, ni presidente, sino un rey de opereta con su corte y sus bufones.



La CIA en particular necesita de una profunda reestructuración en su organización, recursos humanos y procedimientos en vista de su ineficacia en la labor de inteligencia de alto nivel que apoye la toma de decisiones presidenciales en la defensa del interés nacional de Estados Unidos.



Las reiteradas fallas de la CIA en el acopio de inteligencia y su incapacidad para trabajar de manera coordinada con otras agencias de gobierno, son uno de los factores que explican, para analistas como Richard Clarke, lo que él llama los “desastres de seguridad nacional” que como el 11 de septiembre, pudieron ser evitados de haber funcionado la CIA y el FBI de manera eficiente, pues ya se sabía de los planes de los terroristas y se sabía que estaban en territorio estadounidense. Las señales de alerta, perdidas en un laberinto burocrático insalvable, no llegaron a donde tenían que llegar y el desastre ocurrió.



Poner a Leon Panetta, abogado y funcionario de impecable trayectoria en diversos puestos de alto nivel del gobierno estadounidense y una persona de aguda inteligencia, sensibilidad y capacidad analítica, es un buen primer paso para asegurarse que la Agencia Central de Inteligencia, de triste reputación en América Latina, empiece a transformarse profundamente para encarar los globales de seguridad para la Unión Americana en el siglo 21.



Guantánamo, por su parte, es apenas una señal de lo que se ve venir como un cambio largamente requerido en la relación entre Estados Unidos y Cuba que permanece como rehén de una Guerra Fría que hace tiempo concluyó y que deja sin sustento a la actual condición que aleja y enfrenta a los pueblos cubano y estadounidense mediante el encono de sus respectivos gobiernos.



Cambios geopolíticos de la mayor importancia se están gestando en el Golfo de México, en los cuales México necesariamente está presente, pues en realidad, la relación Estados Unidos-Cuba-México es un triángulo amoroso cuyos participantes no pueden vivir unos sin otros no sólo porque son vecinos geográficos en sus aguas marinas, sino porque la historia así lo ha dictado.


Barack Obama, León Panetta y Hillary Clinton habrán, pues, de maniobrar para hacer realidad las históricas órdenes dadas por el Ejecutivo norteamericano que, de cumplirse, transformarán en el corto plazo a la CIA y a la relación con Cuba, ambas instancias con repercusiones directas para México, dentro de las cuales no es menor el simbolismo de la prohibición de la tortura como recurso policiaco y de negar que los ideales deban someterse a las consideraciones de seguridad nacional, un falso dilema que también padecemos los mexicanos.



Buena suerte a León Panetta, considerado como un extraño dentro de la comunidad de inteligencia estadounidense que lo ve con recelo, en su cirugía mayor de la CIA. Los latinoamericanos se lo vamos a agradecer.




rogelio.rios60@gmail.com

sábado, enero 17, 2009

Día de Inauguración


Por Rogelio Ríos Herrán
rogelio.rios60@gmail.com


Los estadounidenses tienen una forma particular de denominar el inicio de cada administración presidencial, le dicen Inauguration day, día de la inauguración, simbolizando con ello la apertura de un nuevo gobierno como un nuevo comienzo para la vida política y económica de Estados Unidos.

En esa fecha, el ritual del cambio de poder de manera pacífica se cumple puntualmente en la democracia americana: servicio religiosos en la mañana, recorrido al capitolio, el juramento presidencial y el discurso de apertura, el primero de los cuales lo dio George Washington en 1789, entonces en la ciudad de Nueva York.

Todo debe salir a la perfección para evitar que un error o un contratiempo empañe la magnificencia de las ceremonias y el entusiasmo de la opinión pública que observa su cambio de gobierno.

Pocas veces como ahora, sin embargo, el concepto de inauguración en su sentido más amplio es perfectamente aplicable a la llegada de Barack Obama a la Casa Blanca y la despedida de George W. Bush de la misma. Termina una época que desde ya muchos analistas no dudan en llamar de nefasta, y se inaugura otra plena de esperanzas y expectativas por lo insólito del caso: la llegada de un político afroamericano o negro si usted prefiere, a la presidencia de la Unión Americana.
No podemos dejar de resaltar la importancia simbólica de este suceso. Es, en efecto, un día histórico para Estados Unidos y para el resto del mundo. A partir del día 20 de enero, los libros de historia quedarán obsoletos si no incluyen en sus páginas un evento que es comparable, por ejemplo, en su sentido de hazaña positiva, a la llegada del hombre a la luna en 1969.
A partir del 20 de enero, la definición de “insólito” será elevada a un nuevo estándar, una vez superada lo que parecía la infranqueable muralla racial en Estados Unidos.

A partir del 20 de enero, los pesos y contrapesos del sistema político estadounidense tendrán a un nuevo actor político en el poder ejecutivo y junto con él a una nueva generación de políticos y asesores que serán como una bocanada de aire fresco al espeso ambiente dejado por los Rumfelds y Chineys y su mentalidad conservadora decadente que costaron la vida de miles de jóvenes en el campo de batalla.
El escritor de los discursos de Obama, por ejemplo, es un joven brillante de 27 años y uno de sus asistentes personales tiene apenas 24 años y muy poco tiempo desde que le permiten entrar legalmente a los bares.

A partir del 20 de enero, sólo habrá sucesos verdaderamente extraordinarios, como la llegada del hombre a marte o la llegada de un presidente de izquierda en México, que susciten el asombro de este observador en un sentido de cambio positivo en las sociedades.

En fin, a partir del 20 de enero, después de cumplidos rituales y ceremonias, de haberse concretado el cambio de poderes en el país más poderoso del planeta y como símbolo del funcionamiento de su democracia –un lujo que otras potencias como Rusia y China, por su autoritarismo, no pueden presumir- la Historia marcará en su calendario el 20 de enero de 2009 con una gran paloma para recordarnos que no a muchos les es dado vivir una jornada célebre como esta en el curso de sus vidas.

Al despertarse el 21 de enero, hacer sus ejercicios, despedir a sus hijas que van a la escuela, a su esposa en la puerta y presentarse al salón oval de la casa Blanca a despachar, empezará para Obama el día a día político, la vuelta a la realidad sin brillo ni gloria de la crisis, las emergencias, los problemas internacionales y el ejercicio del liderazgo.

Pero, como en la canción de Serrat, por una noche se habrá olvidado que cada uno es cada cual y la fiesta presidencial se habrá celebrado en Washington bajo los ojos anhelantes de media humanidad. Ahora, Presidente Obama, a cumplir en el gobierno como se espera de usted. Buena suerte.
rogelio.rios60@gmail.com

Amenaza la violencia a las elecciones?

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