domingo, septiembre 10, 2006

9/11: Réquiem por la libertad

A cinco años del ataque terrorista de Al Qaeda a los Estados Unidos, el mundo no acaba de recuperarse de todo lo que se perdió en ese día.

Lo que con gran entusiasmo se celebró a la llegada del año 2000 cuando se vivió la esperanza de que un nuevo milenio trajera la anhelada paz entre los seres humanos, se convirtió el 11 de septiembre de 2001 en la amenaza cumplida de que el terrorismo, esa forma extrema e indiscriminada de violencia, llegó para quedarse en nuestras vidas cuando apenas comenzaba el siglo 21.

Con el derrumbe de las Torres Gemelas, se hicieron trizas la libertad y la democracia en Occidente, los valores más preciados que distinguían al mundo contemporáneo de los siglos anteriores. El sueño de las sociedades desarrolladas de vivir en la era del avance tecnológico, la prosperidad material, la riqueza y las formas superiores de convivencia política que permite el cultivo de la democracia se truncó cuando el ataque terrorista en Nueva York le mostró al mundo que la paz era tan sólo una ilusión.

En nombre del combate al terrorismo y por razones de seguridad nacional como prioridad absoluta, el gobierno y la sociedad estadounidenses se embarcaron en una cruzada antiterrorista que ha mermado los fundamentos de una sociedad que, en muchos sentidos, ha sido ejemplar para el resto del mundo.

El efecto perverso de la pérdida de libertades y del trastorno en las prioridades sociales se extendió al resto del mundo occidental. Uno tras otro, los regímenes europeos y los aliados de Estados Unidos fueron construyendo al interior de sus sociedades una telaraña de suspicacia entre sus propios ciudadanos, azuzados por el miedo al terrorismo que se reprodujo como virus en los discursos oficiales y en los medios de comunicación.

No es posible cuantificar cuánta libertad se ha perdido a raíz del 9/11, pero sí se puede percibir el deterioro de los regímenes políticos libertarios que han acudido a estrategias antiterroristas que someten las libertades fundamentales del hombre a las consideraciones de seguridad nacional. Esa es la herencia autoritaria que el atentado de Al Qaeda dejó al mundo hace cinco años.

Lo peor de todo es que no se ve cómo se empezará a revertir la tendencia a delimitar la libertad en nombre de la seguridad nacional. No sólo el terrorismo provoca eso, también lo vemos en el caso del combate al narcotráfico o cuando concurren en un país la guerrilla y el narcotráfico, como en el caso de Colombia.

Pero es la definición de la amenaza terrorista y en las estrategias de lucha aceptadas por Occidente en donde con mayor claridad se observa todo lo que los ciudadanos del mundo, no sólo los estadounidenses, perdimos en la aciaga mañana de septiembre 11 del 2001: la posibilidad de un nuevo siglo en donde la paz se impusiera a las amenazas de todo tipo a las sociedades modernas.

Ojalá que a fin de este siglo 21, los analistas de entonces vean a esta época que vivimos como un paréntesis apenas en el curso de un siglo que en efecto haya traído prosperidad y paz a la humanidad. De lo contrario, les deberemos a los ciudadanos del mañana, a nuestros nietos y bisnietos, la tranquilidad robada por la amenaza terrorista y la cruzada de Occidente que en su afán de defenderse y combatir a los terroristas, parece estar dispuesto a inmolarse en el intento.

Gente de muchas nacionalidades murió en el derrumbe de las torres gemelas, entre ellos, un puñado de mexicanos que laboraban en los restaurantes del World Trade Center para enviar dinero a casa. Al conmemorar el quinto aniversario de la tragedia, la memoria de ellos y de los tres mil muertos en el atentado será honrada merecidamente en todo el mundo. Al final, el mejor homenaje será que la humanidad recupere para sí las libertades perdidas y un siglo que, al iniciar apenas, le ha sido secuestrado por el terror.

rogelio_riosheran@hotmail.com

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