martes, noviembre 15, 2011

¿Qué hacer para crecer?



Fuente de la fotografía: Inovablog


Por Rogelio Ríos Herrán


La pregunta que formulo en el título del artículo es precisamente la que dio vida al suplemento especial “México. ¿Qué hacer para crecer?” publicado por Grupo Reforma el lunes 8 de noviembre, una sintética y aguda radiografía de los problemas y oportunidades de nuestro país, justo cuando termina la primera década del siglo 21.


Que se vaya a considerar la actual como otra década perdida más para la economía y la sociedad mexicana, eso está por verse. Lo que está fuera de duda es nuestra urgente necesidad de superar las trabas y obstáculos “estructurales”, como dicen los economistas, que atan a la productividad y a la innovación, según los expertos que colaboran el suplemento.


Tomando la definición de “innovación” que maneja la OCDE como “la implementación de un producto, proceso o práctica de negocio que lleve a una transformación”, la investigadora del CIDE Luz María de la Mora concluye que lo que tienen en común los países de alto desarrollo económico es que implementan políticas de Estado que promueven recursos e incentivos para que los empresarios tomen riesgos.


No es el caso de México, por cierto, salvo algunas áreas productivas que sí reciben esos recursos e incentivos, pero en escala insuficiente para tener un impacto profundo y prolongado.


Por eso ella aboga por ubicar a la innovación en el centro de una política de fortalecimiento del sector productivo y del desarrollo nacional, cosa que no existe hoy al no ser, en los hechos, considerada la innovación como “una variable estratégica que debe ser prioritaria en las políticas de desarrollo”, de acuerdo a la CEPAL.


Roberto Newell, del Instituto Mexicano para la Competitividad, por su parte, no se anda por la ramas y expresa que para que la productividad laboral vuelva a crecer se necesita vencer una serie de obstáculos políticos que ponen en el camino “los actores a los cuales no les conviene que cambien las cosas”.


¿Tomar riesgos? ¿Innovar y elevar la productividad? Estoy totalmente de acuerdo con Mora y Newell, pero el horno de la mediana y pequeña empresa, por ejemplo, que constituyen el grueso de las empresas mexicanas, no está para esos bollos.


A los factores de fondo, los vicios añejos de la economía mexicana improductiva y protegida durante décadas, a la obesidad de las burocracias públicas, a la corrupción y los “moches”, a los sindicatos charros, ahora se suman la inseguridad pública y los latigazos de las crisis financieras internacionales o las depresiones económicas en Estados Unidos para inhibir al espíritu empresarial mexicano.


Tengo años que casi no he escuchado hablar a jóvenes universitarios o ya graduados de su impulso por crear un negocio, de emprender por su cuenta. Se suman al mercado laboral en busca de un empleo ideal que no existe en la realidad, con un cheque quincenal seguro y prestaciones, cuando las hay.


Volteo a ver empresas de todos tamaños, colores y sabores, y predomina en ellas la actitud ya no de buscar expandirse y “tomar riesgos”, sino de mantenerse a flote haciendo lo que han hecho siempre de la misma manera en que les ha funcionado medianamente: más vale malo por conocido que bueno por conocer.


La otra cara de la innovación y la productividad es la de las personas y sus actitudes y mentalidades. Generaciones enteras de mexicanos, asediados por crisis y devaluaciones mortíferas, han visto acallados sus impulsos naturales por innovar y hacer mejor las cosas arriesgando en el camino perder un poco en aras de ganar mucho más.


Parece como si esas leyendas empresariales de antaño, tan distantes ya, hubieran ocurrido en otro planeta, no en Monterrey y en México. Abrir un negocio hoy, tomar riesgos hoy, invertir en Investigación y Desarrollo hoy, ser empresario hoy es, para la mayoría, como practicar un deporte extremo en el que se puede perder todo sin tener siquiera un premio a la vista.


¿Qué hacer para crecer? Innovar, producir mejor, trabajar más, y quejarse menos. Pero sobre todo sacudirse las telarañas mentales que a personas y organizaciones atrapa en las redes del conformismo porque, como concluye Luz María de la Mora, “la innovación puede ser una buena apuesta”, a lo cual agrego de mi parte: es la única apuesta para las organizaciones y las personas.

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lunes, octubre 24, 2011

GRECIA, LA CUNA



Por ROGELIO RÍOS HERRÁN

Por esas ironías de la Historia que la mantienen siempre como un imán fascinante de observar y una fuente de lecciones para los hombres de todas las épocas y ubicaciones, la Grecia de hoy, la cuna de la civilización que da forma a la cultura occidental como tal, puede empezar a ser la tumba de la noción de una “unión europea”.

El ideal de una Europa unida en torno a la arquitectura institucional que da forma a la actual Unión Europea, y que naciera con la Comunidad del Carbón y del Acero a mediados del siglo pasado, se ve amenazado hoy por la inminencia de una suspensión de pagos del Gobierno griego, endeudado a más no poder, y que daría al traste con el euro y la concepción de una zona económica común que dé soporte a la unión política.

Si no todos los pueblos pueden vivir y prosperar política y económicamente bajo el paraguas europeo, entonces, ha llegado el momento de revisar a fondo no sólo los tratados sobre los que sustenta la UE, sino la noción misma de la unión de pueblos y economías europeas.

Acciones y medidas urgentes se están tomando en el seno de la UE respecto a Grecia, se arma un rescate que es como una de esas medicinas tan fuertes que pueden matar al paciente, en vez de curarlo; se quiere evitar a toda costa, y por sobre el terrible sacrificio impuesto al pueblo griego, una suspensión de pagos que detonaría la mayor crisis financiera de la Europa contemporánea. ¿Será posible evitar esa crisis sin tener que revisar los cimientos de la casa europea?

No hay una respuesta certera a tal interrogante. Las calles de Atenas ya se han incendiado con protestas violentas, la exhausta economía griega no da para más, su gobierno luce empequeñecido e impotente para manejar por sí mismo el tema de la deuda griega, y, por si fuera poco, posibles crisis de deuda aguardan en otros países europeos, prestas a saltar a la menor oportunidad.

Qué lejos se ve hoy el sueño europeo de un solo continente, una sola moneda, e instituciones e ideales comunes a la gran diversidad social europea. Qué terrible golpe se asesta no sólo a Europa, sino a la América Latina toda que ha visto durante décadas con asombro y envidia cómo el sueño de la integración europea se materializaba ante sus ojos, y cómo se ponía en evidencia el contraste de tal esfuerzo con los fracasos de la integración latinoamericana.

Todo eso está en peligro de derrumbarse. No quisiera bajo ningún motivo que Grecia fuera expulsada de la zona euro, o en extremo de la propia UE, como se expulsa al animal enfermo de la manada para que no obstruya su marcha. Si Grecia no cabe en la UE, entonces, todo el experimento de integración, no obstante lo avanzado que está después de seis décadas de su inicio, carecería de sentido al empezar a restar en vez de sumar países al seno de la gran cultura europea.

Que no sea la cuna de la civilización occidental la tumba de la Unión Europea.

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jueves, octubre 06, 2011

CEO en blue jeans


 
Por Rogelio Ríos Herrán

Luces y sombras, amores y odios, concita la figura de Steve Jobs ante el anuncio de su deceso lamentable que ha llenado de nostalgia a quienes ya lo extrañan como símbolo del genio de nuestra época.


Un CEO en blue jeans, tenis y T-shirt, completamente casual aun en su mundo corporativo, rompió desde hace mucho -con su pelo largo juvenil, su estilo fuera de moldes, y su enérgica conducción de proyectos y pasión por el detalle- el estereotipo tradicional y predominante del hombre de negocios ortodoxo, formal y asesino de la creatividad y el impulso innovador.


Jobs hizo pedazos esa parte de la cultura de negocios que parecía inamovible. Andar en tenis presentando nuevos productos no era algo visto antes en el mundo del big business. No es simplemente algo anecdótico que se pueda explicar con un “él podía hacer eso porque era el jefe”. Era mucho más que eso. Se trataba de una propuesta, de una declaración al público sobre la necesidad de no fijarse en las formas, las apariencias, sino en la sustancia y el fondo de las cosas y las personas.


Ver en sus últimos años a Jobs sin corbata era realmente refrescante, abría ventanas, como sus iphones y macs, a mundos distintos en donde las prioridades eran otras más allá de andar vestido o no de una forma determinada.


En esos toques se percibía el genio de Steve, no sólo en su capacidad inventiva, en sus habilidades para transformar o proponer productos y servicios que nos han cambiado la vida cotidiana, ese nivel al que sólo unos elegidos, desde Jesucristo y Buda, han podido llegar.

La imagen que manejó en los últimos años –y su semblante de hombre que lucha y vive con una enfermedad crónica- nos transmitió lo que en su alma abrevaba como un gusto por la vida manifestado en la creatividad sin ataduras y la convicción de que las personas y las cosas, la creación entera, valen por lo que en ellas hay de bueno y valioso para la comunidad, no por sus vestimentas y apariencias.


Un CEO en blue jeans, un George Harrison corporativo, Steve Jobs, descansa hoy en paz.


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lunes, octubre 03, 2011

Sobre la razón humana




Pablo Latapí Sarre
 

Por Rogelio Ríos Herrán

Un hombre sabio, un ser humano inteligente, un observador generoso de la vida fue Pablo Latapí, quien al final de su existencia tuvo la entereza y la energía de legarnos en un libro, según sus propias palabras, sus “pensamientos, vivencias y testimonios”. Rico en temas y pleno de serenidad y convicción por su labor educativa, por su amor a la investigación académica y a la difusión de las ideas, les comparto tan sólo un párrafo que nos mueve a reflexionar profundamente sobre lo que somos y lo que significamos en el universo:


Sobre la razón humana “comprobamos de muchas maneras que ésta es limitada, que existen realidades cuya comprensión nos rebasa y que ‘ni siquiera podemos sospechar’ cómo pueden ser sorprendidas. Es lo que califico, con todo rigor epistemológico, como ‘misterio’; afirmo que hay otro orden o nivel de realidad y, a la vez, afirmo que ese orden nos es inaccesible. ‘Misterio’ es para mí, por ejemplo, la muerte, mi origen, mi destino, mi existencia posterior, el porqué de mi libertad, etc. En suma, muchas realidades para las cuales mi razón es insuficiente. Suelo pensar que nos aflige una ‘asimetría existencial’: tenemos la capacidad para plantearnos preguntas, pero no tenemos la capacidad de responderlas.


Hoy en día no es popular aceptar que existen misterios y llamarlos con esta palabra; algunos aceptan el misterio como un recurso fácil de nuestra incapacidad ante lo que ‘todavía’ la ciencia no ha descifrado. Para mí, en cambio, el misterio es esencial al ser humano, y no podemos educarnos a nosotros mismos ni educar a otros si no lo aceptamos como una categoría epistemológica rigurosa”.


Fuente: Finale Prestissimo. Pensamientos, vivencias y testimonios. México: Fondo de Cultura Económica, 2009.

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viernes, septiembre 23, 2011

Carlos Slim: un retrato



Por Rogelio Ríos Herrán

La agudeza intelectual y la autoridad moral y académica de Jorge G. Castañeda nos regala un retrato excepcional de Carlos Slim, en el reciente libro de Castañeda, “Mañana o pasado. El Misterio de los mexicanos”, que sin más preámbulo les comparto:

“Slim es un caso raro entre los magnates mexicanos, como podría esperarse. Rara vez ostentoso, casi siempre mostrando buen gusto con la fortuna que ha adquirido, dedicado a la vida familiar (su mujer murió en 1999 de una enfermedad renal y no se ha vuelto a casar), y bastante progresista en sus opiniones políticas, ha alcanzado una estatura curiosa en el país donde nació e hizo su fortuna.

El millonario procura rodearse de intelectuales y casi siempre los seduce –sin aparente interés propio- y generalmente evita el camino tradicional que utilizan los demás ricos para rodearse de escritores, artistas y políticos: el dinero y la corrupción. En compañía de líderes y celebridades extranjeros o locales, conversa con Bill Clinton de béisbol; se reúne a menudo con Gabriel García Márquez, y frecuenta a Felipe González y Carlos Fuentes. Pero no los utiliza, es decir, no les pide favores que pongan en riesgo su integridad ni su imagen pública. Es generoso con su tiempo –aunque no siempre con su dinero- y es asombrosamente accesible, discreto y bien humorado.

Pero Slim tiene una clara conciencia de su posición y poder. Las conversaciones con él son más bien monólogos –sean sobre negocios, las computadoras de sus hijos, la glaciación, el béisbol, la política o las personas. Hace siempre hincapié en sus puntos de vista individuales; cualquier intento colectivo con él implica alinearse con sus visiones, intereses y ambiciones.

Con el tiempo, Slim se ha vuelto más filantrópico, pero él mismo maneja cada detalle de sus fundaciones. Su única actividad colectiva es su familia; los hijos administran muchas de sus empresas, pero incluso en el día a día los vigila de cerca. A pesar del enorme poder que ha adquirido Slim en México, así como en muchas otras partes de América Latina, donde es dueño de las compañías telefónicas más grandes, opera, actúa, y habla desde el podio de la individualidad. Incluso en medio de crisis económicas o políticas en países donde ejerce cierto dominio, prefiere trabajar solo: un lobo estepario, en la gran tradición mexicana.

Slim no es, de ninguna manera, un mexicano posmoderno, que pone su impresionante talento y poder al servicio de una acción colectiva. La única excepción y no muy alentadora, por cierto, es el grupo de millonarios latinoamericanos que convoca una vez al año en distintos lugares del mundo, con sus respectivos hijos, para que las nuevas generaciones de ricos puedan socializar entre ellos y empiecen a aprender los gajes del oficio y cómo llevar la batuta de los negocios, familiares y nacionales. Carlos Slim, sin importar su enorme fortuna, poder y capital social, es tan individualista como nuestros atletas, artistas, políticos y los mexicanos en general. No es de ningún modo un “robber baron” como los magnates norteamericanos del siglo XIX, pero sí es producto del sistema mexicano. Aunque le ha ido muy bien en Latinoamérica, donde, al igual que en México, impera una protección muy particular en los monopolios, ha corrido con menos suerte en Estados Unidos”.

Fuente: Jorge G. Castañeda . “Mañana o pasado. El Misterio de los mexicanos”. México: Editorial Aguilar, 2011, pp. 60-61.

Interesante, ¿verdad? Slim es uno de los hombres públicos más señalado, pero quizá menos conocido –no digamos comprendido- de México, así que cada aportación sobre su persona –como las palabras que le dedica Castañeda- sirve para enriquecer nuestro criterio sobre el multimillonario mexicano.

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viernes, septiembre 09, 2011

9/11 + 10






Por Rogelio Ríos


Tal vez con la distancia de los años, pensaba hace una década, podría entender realmente la profundidad y el significado de un evento trágico de la magnitud del ataque con aviones al World Trade Center de Nueva York el 11 de septiembre de 2001.

Pero una década después hay muchas preguntas sin respuesta, y no parece acabar de asentarse en el mundo entero las consecuencias nefastas de la era que se inauguró sombríamente aquel día septembrino de años atrás: ¿por qué se da ahora primacía a las razones de seguridad sobre los derechos humanos fundamentales del hombre? ¿Qué llevó a Al Qaeda y al círculo estrecho de fundamentalistas que controlan la organización terrorista a pensar que su lucha sería aclamada masivamente entre los musulmanes del mundo? ¿Cómo se explicaría esa misma organización, o lo que queda de ella, que diez años después del 9/11 se observe a lo largo del norte de África y Medio Oriente un levantamiento popular que se denomina la “primavera árabe” desde el mundo occidental?

La gran atención mediática que provocó el ataque a las Torres Gemelas llevó a la noción de terrorismo, entendida según la visión estrecha y brutalmente simplista de Al Qaeda, a ubicarse justamente en el centro de la agenda pública internacional. Al detonar en el mundo occidental una respuesta de fuerza y doctrinariamente reduccionista y brutal –la doctrina del ataque preventivo- de Estados Unidos ante la agresión de la que la gran potencia fue víctima, no hubo ya más espacio para otra cosa que no fuera el binomio terrorismo/antiterrorismo, bajo el cual se justificaba toda división interna en Estados Unidos entre aliados y enemigos, y, por supuesto, proyectada en la arena internacional, justificaba igualmente toda la reorganización de los países en “amistosos” o “amenazantes” a la seguridad nacional estadounidense.

Así de simple, así de reducido a su mínima expresión, esta idea de un mundo en blanco y negro en el cual, como afirmara en su momento el Presidente George W. Bush, palabras más, palabras menos, “si no estás conmigo quiere decir que estás en contra mía”, delineó el inicio de un nuevo siglo que venía cargado de promesas para terminar hecho un rehén de la geopolítica mundial, en términos que se podrían calificar como de un retorno a la Guerra Fría, ahora no en un enfrentamiento entre dos superpotencias con capacidad de destrucción nuclear mutua, sino entre una superpotencia y su enemigo difuso –el terrorismo- que puede estar en cualquier lugar y adoptar la forma de cualquier cosa, concretarse en la forma de un jet comercial usado como misil, o en la de una joven mujer árabe que se inmola al detonar una bomba atada a su cuerpo en un atentado suicida en las calles de Kabul.

¡Qué triste arranque para el siglo 21! Desde el punto de vista de este observador en México, un país en desarrollo que vive desde hace años el flagelo del narcotráfico, y que se debate entre una cara moderna y globalizada y otra tradicional y rezagada, sumida en la pobreza de millones de personas, es terriblemente injusto que el mundo se transformara de nueva cuenta en un campo de batalla en el cual se vuelven a cerrar las oportunidades para países como el nuestro, y los recursos de los países desarrollados se empleen en nuevas guerras y políticas de seguridad, y no para impulsar el desarrollo económico y social en el mundo árabe en primer lugar –cuyos indicadores de desarrollo humano están por los suelos- y en África, América Latina y Asia entre los miles de millones de personas que sobreviven apenas con uno o dos dólares diarios de ingreso.

Por eso es que el 9/11 no puede ser entendido solamente como símbolo de la locura de una organización terrorista en contra de Occidente, sino como algo cuyo impacto ha sido mucho más extenso y nefasto: fue el símbolo de la cancelación o por lo menos la postergación de mejores oportunidades de desarrollo para lo que Frantz Fanon llamara “los condenados de la Tierra”, y en general para países que llevan ya por lo menos medio camino andado hacia la superación de su estatus como países en desarrollo o emergentes en pos de la anhelada meta del desarrollo pleno.

Lo que se derrumbó en Nueva York ese 11 de septiembre de 2001 fue algo más que las vidas de tres mil personas y la destrucción de un símbolo de la Gran Manzana y del mundo entero, suceso trágico en sí mismo y totalmente condenable; fue también la esperanza de un mundo mejor al que recién apenas, a partir de la caída del Muro de Berlín, empezábamos a acceder en la forma de un escenario multipolar más equilibrado y una agenda internacional orientada a los problemas del desarrollo económico, la preocupación por el medio ambiente y el calentamiento global, el surgimiento de la reivindicación de los derechos humanos y las metas del Milenio contra la pobreza y la exclusión social fijadas por la ONU. Todo ello pasó a un segundo o tercer plano ante la intrusión en la escena internacional de Al Qaeda y su postura de lucha por medio del terror en contra de Estados Unidos y Occidente. Seguridad primero, luego desarrollo, fue la nueva premisa del mundo occidental.

Una década después del 9/11, entonces, no sólo persisten muchas preguntas sin respuesta en torno al atentado mismo, sino que siguen intactas las reivindicaciones y esperanzas de un mundo en desarrollo y de millones de marginados para quienes las puertas del desarrollo permanecen cerradas, atrancadas bajo el candado ominoso de una lucha sin cuartel que nosotros no iniciamos, y a la cual, todavía, no se le ve fin.

Honremos siempre la memoria de los caídos el 11 de Septiembre, entre ellos, muchos mexicanos.
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viernes, agosto 26, 2011

Monterrey que duele



Por Rogelio Rios


¿Cuando empezó todo esto? Esa sensación de ciudad perdida, de regiomontanos atrapados en una red tan grande de la cual no se ve el principio ni el fin, ¿de dónde viene? ¿Cayó como una plaga de langosta, súbita, inesperada, completamente mortífera? ¿O fue más bien como el moho que crece lentamente, seguro de alcanzar cualquier rincón de la casona si se le da el tiempo y las condiciones apropiadas? Los abuelos no dan crédito a lo que ven, a lo que los demás les cuentan, a la comparación con la ciudad que ellos habitaron y disfrutaron en sus años mozos, una ciudad acogedora y generosa con sus hijos nativos y con sus hijos adoptados que a todos por igual repartía las oportunidades de vida. Los padres más jóvenes tampoco conciben que una ciudad violenta como ésta sus hijos puedan crecer sin riesgo, sin terminar como víctimas de una delincuencia rampante que no conoce límite alguno a su crueldad y avaricia.

¿Por qué mueren personas en cantidades masivas? ¿Cuál es el límite de la indignación: Uno, dos, treinta, sesenta muertos? ¿A partir de cuándo dejar de contar los bultos carbonizados de incendios, granadazos, balaceras, secuestros y asesinatos callejeros? Si alguien puede cuantificar la muerte, muy bien, adelante, que cuente los muertos, pero ¿cómo contar el dolor profundo, el agravio irreparable de perder una sola vida? No hay manera de cuantificar eso, no existe método alguno para recoger la agonía de quien pierde a una persona cercana, amada, entrañable, única en un universo que no la volverá a ver. No, no hay forma de hacer eso. Llegados a ese punto, no hay retorno.

Qué tragedia, sin embargo, saber que en ese punto estamos precisamente. Uno en donde no hay garantía de la vida propia, de las vidas que queremos proteger. Un lugar en el que la soledad nos abruma, la impotencia de nuestros escasos recursos nos llena de frustración, el alcance limitado de nuestras voces aisladas se pierde en la nada. Un páramo que jamás pensábamos que existiría, ahí en medio de nuestro asombro, plantado por un jardinero vengativo que se roba nuestra tierra, se lleva nuestros frutos con todo y árboles y raíces tan sólo para su propia ganancia, para colmar su absoluto amor enfermizo por el dinero y las ganancias. Un Monterrey que duele.

Todos volteamos ahora al interior de nuestros pensamientos, exploramos los sentimientos que teníamos arrinconados, que pensábamos jamás tener que usar en el curso de nuestras vidas, para desenterrar el dolor extremo, la pesadumbre por nuestra suerte y la de los demás, con el fin de ayudarnos a contestar la pregunta que nos devora. ¿Qué hacer? ¿En quién confiar? ¿Cómo resolver este problema que nos amenaza de manera terrible?

¿Rescatar la Ciudad o rescatarse a uno mismo? ¿Es incompatible una cosa con la otra? ¿Somos solamente un grupo de individuos viviendo unos al lado de otros a los que difícilmente se le puede llamar colectividad? ¿O en verdad somos, quizá sin saberlo y sin medir el potencial, una comunidad a la que agrupan una identidad compartida en rasgos comunes, el orgullo del suelo nativo o adoptado, y, sobre todo, el miedo común a perderlo todo?

Apuesto por esto último, a pesar de todo. A pesar de los muertos por decenas del Casino Royale, del Sabino Gordo, de todos los que día a día sucumben en nuestras calles, sean culpables o inocentes, verdugos o víctimas, porque ellos pudieron haber construido, si hubieran tenido la oportunidad, un Monterrey muy distinto al que hoy vivimos. Ya muertos todos, no hay remedio. Nada se puede hacer ni construir ni proponer como ejemplo de sociedad próspera y feliz.

¿Qué hacer? Sacudirnos de una vez la inmovilidad que nos atenaza, levantar la voz que ha estado enmudecida, participar, reclamar, proponer, debatir interminablemente, actuar en la medida de nuestras posibilidades y en nuestro ámbito personal, ser, en una palabra, mucho mejores ciudadanos, mucha mejor sociedad. Adentrarnos en la política, llegar a los puestos de decisión, renovar y relevar a una clase política vieja y gastada cuyo único mérito, si lo hay, es que ha llenado un espacio (el de los cargos de elección popular) que nadie más ha querido llenar.

Ya basta de más de lo mismo, de las viejas actitudes. Hay una ciudad que rescatar, hay un presente que hacer nuestro y un futuro que asegurar a las generaciones venideras. Es nuestra tarea y responsabilidad, de nadie más, ¿estaremos a la altura de lo que hoy nos demanda la Historia como habitantes de Monterrey? Así lo creo, y no tengo más evidencia de ello que mi propia fe y convicción.
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lunes, mayo 02, 2011

Osama: ¿Terminó la guerra contra Al Qaeda?



Por Rogelio Ríos Herrán


Ciertamente que la captura y muerte de Osama bin Laden a manos de fuerzas especiales estadounidenses en Paquistán cubre uno de los objetivos esenciales de los ocupantes de la Casa Blanca desde el inicio de la guerra en Afganistán, hace poco más de una década, como represalia al ataque del 9/11 en Nueva York perpetrado por la organización terrorista Al Qaeda: la captura y eliminación de los altos jefes de esa organización nefasta.


Es verdad, además, que la concepción y ejecución del ataque a las Torres Gemelas fue fruto de mentes tan fanatizadas y deshumanizadas, entre las que sobresalía la de bin Laden, que no tuvieron el menor escrúpulo en eliminar de manera artera a más de tres mil personas, destruir el magnífico complejo de las Torres Gemelas, y asestar un golpe terrorista de alcance universal, pues entre los escombros del World Trade Center quedaron los cuerpos de personas de muchas partes del mundo.


Por último, pero no de menor importancia, el Presidente Obama ganó una especie de lotería política al pegarle al “jack pot” más codiciado: la siniestra figura de bin Laden, aquel a quien el Presidente Bush persiguiera con tanto afán que resultó infructuoso, viene a inyectar una bocanada de aire fresco a la causa política de Obama al interior de Estados Unidos, en donde la magnitud de los problemas y desafíos políticos nacionales ensombrecía sus posibilidades de buscar la reelección presidencial en el 2012.


Considerado todo lo anterior, sin embargo, al analizar la cuestión de la captura de bin Laden como un observador mexicano , no deja uno de plantearse que, a fin de cuentas, el ahora finado terrorista no fue más que una figura adicional en esa larga lista de personajes siniestros auspiciados y puestos en el balcón de la notoriedad por impulso y a conveniencia de los intereses estratégicos de Estados Unidos, cuando en la ya lejana guerra de la Unión Soviética en Afganistán, en los años ochentas, bin Laden encabezó la resistencia afgana a los tanques soviéticos apoyado por la misma Agencia Central de Inteligencia que hoy se anota el mérito de haberlo localizado y liquidado.


Es cierto que como enemiga de la humanidad, Al Qaeda es también una organización enemiga de México (por los cientos de mexicanos que perecieron en el 9/11), y a la cual bajo ningún concepto, ni siquiera con el pretexto del más acendrado antinorteamericanismo, se le debe rendir la menor simpatía, pues no representa más que el pensamiento oscuro y desviado de personas que bajo la bandera de una cruzada santa podrían eliminar, si estuviera a su alcance, a la humanidad entera. Al Qaeda no encarna nada que no sea intolerancia, métodos violentos y objetivos retrógrados.


Pero queda en el aire la cuestión de saber bajo qué cálculo político del pensamiento estratégico norteamericano se permitió el encumbramiento de Osama bin Laden, durante los años ochentas, al nivel de combatiente aliado de Estados Unidos en los campos afganos, y, en consecuencia, en el gran teatro de la Guerra Fría. ¿Por qué se creó un Frankenstein árabe que luego se volvería en contra de su creador? En esa historia, ¿quién le va a responder al pueblo estadounidense por el grave error cometido de darle inicialmente a Osama la notoriedad para volverse después, con esas mismas herramientas, el enemigo número uno de Estados Unidos y del resto del mundo?


La perplejidad que provoca en el observador latinoamericano la biografía de Obama y su relación peculiar con Estados Unidos abre la puerta a un debate que promete ser intenso, apasionado y desgastante para la opinión pública norteamericana, pues la maldición de toda gran potencia es la de fomentar aliados locales de la más baja estofa, verdaderos títeres que se pueden utilizar a conveniencia, para luego darse por sorprendida cuando este títere se vuelve en su contra con trágicas consecuencias.


Una base para la discusión quedó establecida en el “9/11 Commission Report” (2004) de la Comisión Nacional sobre Ataques Terroristas a los Estados Unidos cuando se asegura lo siguiente en relación a la actuación de Osama bin Laden en Afganistán en el conflicto que se extendió desde 1979 a 1989:


“Bin Laden entendió mejor que la mayoría de los voluntarios la medida en la cual la continuación y el triunfo eventual de la jihad en Afganistán dependía de una organización crecientemente compleja y casi de alcance mundial. Esta organización incluía una red de soporte financiero que vendría a ser conocida como la “Cadena Dorada” ensamblada principalmente por financieros desde Arabia Saudita y los estados del Golfo Pérsico. Los donativos fluyeron a través de organizaciones de caridad y otras no guernamentales . Bin Laden y los “Árabes Afganos” se mantuvieron principalmente de fondos de estas organizaciones cuyos agentes recorrieron los mercados mundiales en busca de armas y pertrechos para los mujaidines o ‘guerreros sagrados’.


El ambiente internacional para los esfuerzos de bin Laden era ideal. Arabia Saudita y Estados Unidos proporcionaron asistencia secreta por un valor de miles de millones de dólares a los grupos rebeldes en Afganistán que peleaban en contra de la ocupación soviética. Esta asistencia se canalizó a través de Paquistán: el servicio de inteligencia militar paquistaní ayudó a entrenar a los rebeldes y a distribuir las armas. Pero bin Laden y sus camaradas tenían sus propias fuentes de financiamiento y entrenamiento, y recibieron poca o ninguna asistencia de Estados Unidos”.


Verídica o no la versión oficial estadounidense sobre el “nulo” financiamiento a Osama bin Laden durante el conflicto ruso-afgano, mientras a su alrededor fluían miles de millones de dólares para los rebeldes, el punto es que el perfil de la relación de bin Laden con el gobierno de Estados Unidos es consistente con aquel cuya mejor definición se atribuye al entonces Presidente Roosevelt sobre el dictador Anastasio Somoza, de Nicaragua: “Puede que sea un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta”. Punto.


Ya se cerró el cilo de bin Laden, pero ¿quiénes faltan?, ¿cuántos más hay por ahí como él que seducen y engatusan como colegialas a Estados Unidos y a las grandes potencias (Gadaffi, por ejemplo) para luego pelearse a muerte con ellas?


Dejemos las interrogantes (¿terminó la guerra contra Al Qaeda?) para después: hoy es día de fiesta en Estados Unidos.

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martes, abril 26, 2011

Normalidad mexicana



Por Rogelio Ríos Herrán


Que la vida cotidiana en las ciudades mexicanas se vea tan severamente perturbada por actos violentos, balaceras y ejecuciones en lugares públicos, bloqueos de calles y avenidas, asaltos a mano armada, secuestros y extorsiones, es la manifestación visible de la descomposición de un régimen político que nunca supo cambiar a tiempo, y ahora se ve forzado a hacerlo por la presión de la delincuencia organizada y el narcotráfico que lo ha puesto, literalmente, en posición de jaque mate.


Todo eso no sucede solamente en las alturas, allá entre las élites que tradicionalmente han dominado a México a su modo y provecho, sino que llega directamente a los hogares de cada uno de los mexicanos comunes y corrientes que padecen los nuevos tiempos con estoicismo digno de mejores causas.


Las penalidades son ahora el pan de cada día. Lo normal, lo que antaño se percibía como un ambiente tranquilo y de paz en las calles, aunque era un sentimiento engañoso y ciertamente evasivo, proporcionaba, sin embargo, una sensación de “normalidad” (la ausencia de violencia abierta e incontenible en lugares públicos) que le permitía a la gente ocuparse de sus propios asuntos en su ámbito privado.


Todo eso se añora, hoy, cuando en muchos rostros y corazones se percibe miedo y suspicacia profunda no sólo frente a las ineptas autoridades, sino frente a los demás ciudadanos. Al final, el veneno ha llegado a emponzoñar a la convivencia social, y nos lleva a desconfiar hasta del vecino con el cual hemos convivido durante muchos años.


Muerte, destrucción y miedo son ahora los ingredientes de una “normalidad” mexicana absolutamente insoportable, y ante la cual hay que oponer todos los medios posibles de los que disponen los ciudadanos de bien para contenerla, el primero de ellos, el de elevar la voz crítica y de protesta por la indefensión ante la que nos han dejado las autoridades que deben garantizar la seguridad pública.


Desde Monterrey veo un panorama incierto para el futuro inmediato de México, pero también observo que hay un potencial muy grande que no ha despertado en cada uno de nosotros como ciudadanos para participar activamente en los asuntos públicos. Veo a padres que han perdido a sus hijos, a madres que lloran a sus secuestrados y ejecutados, a familias destrozadas por las adicciones a las drogas y al alcohol, pero sigo creyendo que el túnel no se ha cerrado del todo, que todavía se percibe la luz al final del mismo. Quienes han pasado ya del lamento a la acción práctica son nuestros pioneros: si los seguimos, seguramente, hallaremos la normalidad verdadera que hoy tanto añoramos. El camino está señalado.

rogelio.rios60@gmail.com

jueves, enero 27, 2011


Na Li: La jugadora china
Por Rogelio Ríos Herrán
Apenas dos días después de que en su segundo mensaje a la nación el Presidente Barack Obama anunciara que Estados Unidos enfrenta ante la India y China a dos formidables competidores en la lucha por la competitividad global, una señal que confirma el ascenso de China Popular como potencia mundial se dio inesperadamente en el terreno del tenis profesional: la jugadora china Na Li derrotó a la danesa Caroline Wozniacki (la sembrada número uno del torneo) en semifinales del Abierto de Australia 2011 para acceder de esa manera a jugar la final femenil de singles del torneo en contra de la belga Kim Clijsters, lo que representa la primera vez que una jugadora china estará presente, y con grandes posibilidades de ganarlo, en la última fase de un torneo de Grand Slam, es decir, de la élite de torneos profesionales de tenis.
Después de más de un siglo de torneos femeniles profesionales de tenis, Na Li (28 años, casada, profesional desde 1999, y clasificada entre las diez primeras jugadoras en el ranking profesional) es la primera jugadora china en llegar a una final. De movimientos habilidosos y excelente golpeo de pelota, Li presentó una batalla épica a Wozniacki y se recuperó de un match point para remontar el marcador, agotar a su rival y ganar el partido. Sus posibilidades ganadoras en la final son muy elevadas.
Según el New York Times, la Asociación Mundial de Tenis ya considera a China Popular como una de sus prioridades en el desarrollo de ese deporte al determinar, por ejemplo, que el Abierto de China que se celebra cada año en octubre, sea un torneo obligatorio para los jugadores profesionales. Para ese fin, el Gobierno chino construye un estadio de 15 mil asientos para albergarlo a a partir de este año, además de que ya cuenta con el Centro Olímpico de Tenis que se utilizó en 2008.
Na Li ha ganado seis torneos profesionales en total, cuatro títulos individuales y dos en dobles, pero nada que se compare con la hazaña que está a punto de consumar si, además de haber llegado a la final, lograra derrotar a Clijsters y llevarse el primer Grand Slam de su carrera en Australia.
Ni qué decir la gran proyección internacional que Li obtendría para sí misma y para su país justo cuando China Popular está ávida de recobrar el reconocimiento mundial que se ha visto golpeado últimamente en el terreno político por el manejo riguroso y autoritario de su gobierno hacia los disidentes, por ejemplo, en el caso del ganador del Premio Nobel de la Paz 2010, Liu Xiaobo, activista de derechos humanos y profesor de la Universidad de Beijing que hoy se encuentra en prisión en su país.
Nación de contrastes, China Popular es una potencia capaz de impulsar el deporte amateur y profesional y producir jugadoras de la talla de Na Li, a la vez que de suscitar la crítica mundial por su manejo de la oposición política y los derechos humanos. Por lo pronto, la Arena Rod Laver podrá ser testigo de una nueva hazaña deportiva china si la jugadora Na Li juega su mejor tenis en la final australiana el próximo sábado 29 de enero.
Li ya pisó tierras regiomontanas al participar en el 2009 en el Abierto de Monterrey y llegar a la final de ese torneo, en donde cayó ante la francesa Marion Bartoli, así que su participación en la final australiana, aunada a su carisma y simpatía chispeante, la hará tener muchos seguidores mexicanos.
En el siglo 21 el ascenso chino, indudablemente, se reflejará particularmente en deportes de alto rendimiento como el tenis profesional, ¡buena suerte, Na Li!

miércoles, enero 26, 2011

RUMBO AL FUTURO


Por Rogelio Ríos Herrán
The future is not a gift. It is an achievement
Robert Kennedy
El mensaje político del Presidente Barack Obama en su segundo informe a la Nación del 25 de enero (http://www.whitehouse.gov/) fue claro y preciso: “avanzamos juntos (demócratas y republicanos) o no avanzamos”, no sólo hacia la reconciliación política, sino a metas ulteriores: la recuperación del crecimiento económico a niveles previos a la crisis del 2008; y la recuperación de la competitividad estadounidense para enfrentar los nuevos desafíos globales y el surgimiento de la India y China como potencias mundiales económicas y políticas.
Los objetivos fijados por Obama en su mensaje a la Nación trascienden los límites territoriales de Estados Unidos y repercutirán seguramente en todos los continentes: si Estados Unidos está de regreso en la globalización, entonces, habrá que ajustarse el resto del mundo a ello. Su énfasis en la utilización de energías alternativas a un ritmo acelerado que equivale a una verdadera y profunda reconversión industrial es un presagio de que la lucha por la competitividad a nivel mundial entra en una fase de máxima aceleración, en la cual la ventaja que se logre en la década que inicia será decisiva para consolidar los liderazgos mundiales en el resto del siglo 21.
De ahí el insistente llamado a la unidad bipartisana entre Demócratas y Republicanos para sacar delante de manera conjunta las reformas que Estados Unidos necesita para sentar las bases de un mayor crecimiento económico, entre ellas, la urgente reparación general que su obsoleto sistema migratorio demanda para darle certidumbre a una parte importante de la fuerza laboral disponible en su territorio; y, por supuesto, la reforma educativa que les permita posicionar de nuevo a sus escuelas entre las mejores y más competitivas del mundo mediante la transformación de sus maestros en “nation-builders”, es decir, no sólo formadores de niños, sino constructores de naciones.
Al poner en manos del Congreso estadounidense –ahora de mayoría republicana- un llamado a la unidad de los contrarios tradicionales por encima de sus diferencias políticas profundas del momento, el Presidente Obama trata de instruir a los legisladores sobre el alcance de sus acciones políticas hasta más allá de sus fronteras: son, en cierto modo, legisladores del mundo, por la importancia de lo que se acuerde en su recinto legislativo y porque las consecuencias de sus actos se dejarán sentir hasta el último rincón del planeta, pero ¿tendrán la capacidad de verse a sí mismo como tales?
El Congreso de mayoría republicana y el panorama de un gobierno dividido para la Casa Blanca marcarán el escenario político de Estados Unidos en 2011 y 2012, año de la próxima elección presidencial. No hay nada definido, por supuesto, sobre qué curso tomarán finalmente la política y la economía estadounidenses cuando el norteamericano promedio se siente abrumado por los efectos persistentes en sus bolsillos de la crisis del 2008, y, por otro lado, por la insistente amenaza a su seguridad nacional que el fantasma del terrorismo le inflige sin descanso. Por no hablar, además, de su creciente desilusión y escepticismo hacia todo lo que es la política y los políticos de su país.
Barack Obama tuvo la habilidad de vislumbrar con su discurso la tierra prometida, allá en el horizonte, para dar esperanza de una vida mejor a sus compatriotas. Pero el futuro, como bien lo recordó en una cita de Robert Kennedy, no llega si no se le busca con ahínco: hay que ganárselo dando el máximo esfuerzo, como en el Súper Bowl.
rogelio.rios60@gmail.com

martes, enero 11, 2011

México 2011: ¿de qué color?


Por Rogelio Ríos Herrán
Creo que como muy pocas veces en su historia reciente, los problemas del momento, los de coyuntura, los urgentes, no han dejado que los mexicanos levanten la mirada y avisten lo que viene no sólo para el año que ha arrancado, sino para la década que concluirá en 2020.
Al juicio no sólo de la opinión pública, sino incluso al de especialistas, académicos y observadores experimentados de la escena nacional, lo nubla todo tipo de consideraciones que giran en torno a la violencia e inseguridad que padecemos, al escándalo político del momento, a la crisis que estalla en Estados Unidos, Grecia, Irlanda o cualquiera de los países europeos severamente empantanados entre déficits y endeudamientos.
No es que se haya perdido, pero la tradición académica y de especialistas de diversos ámbitos de la vida pública de analizar escenarios posibles a mediano y largo plazo se ve relegada a un segundo o tercer plano ante la avalancha de información sobre el narco y su cultura de violencia que han impactado a la opinión pública mexicana de tal manera que no la dejan pensar en otras cosas de mayor provecho para el país.
Así, el color con el que se ve el presente, el 2011 que apenas comienza a despuntar, es invariablemente negro. Por extrapolación, los años venideros lo serán también si nos atenemos a la visión actual en la que predomina el desánimo y el escepticismo no digamos ya en los negocios y la empresa, sino en el seno mismo de los hogares mexicanos.
El arcoiris mexicano se ha extraviado bajo la avalancha de información sobre inseguridad y narcotráfico, la luz es devorada por la oscuridad. El día lluvioso no tiene fin, y parece que nunca saldrá el sol.
¿De veras? Entonces, ¿cómo explicar que a pesar de todo y de todos los que se empeñan con acabar con este País, nos damos cuenta de que México sigue adelante con un paso firme? ¿Cómo explicar que no hemos tenido las crisis catastróficas de otros sexenios en donde las devaluaciones, la inflación y la ineptitud gubernamental y empresarial dieron al traste con el horizonte de vida de muchas empresas y personas?
En una palabra, y tras décadas de actividad de narcotraficantes, secuestradores y toda clase de delincuentes, el País sigue en pie, su economía crece a ritmo moderado y la inversión extranjera sigue fluyendo año con año. Por increíble que parezca, hay quienes ven a México para el 2011 y para la década que empieza, como un lugar de riesgos, es verdad, pero también de muchas oportunidades.
Ellos, los bien informados, son los más optimistas sobre cómo pinta nuestro país para el futuro, si bien no es un optimismo desbordado ni irreal: hay condiciones que cumplir y problemas que resolver para asegurar que, después de la tormenta, salga el sol a revelarnos el esplendor del arcoiris mexicano.
¿Seremos capaces de tomar el futuro en nuestras propias manos? ¿Podremos navegar con rumbo o seguiremos a la deriva?
Cualquiera que sea nuestra respuesta personal o institucional a esas interrogantes, no dejemos que nuestro juicio sea impetuoso y poco razonado, ni que se quede atrapado en las consideraciones imperativas del momento; por el contrario, dejemos volar a nuestra capacidad de reflexión y de imaginación a los más alto posible, sin el lastre de lo cotidiano ni la opresión del temor.
A esas alturas, no habrá nubes que nos impidan ver el horizonte completo de nuestras posibilidades.
¡Feliz año 2011!  

domingo, enero 02, 2011

¡Hey, Dilma!



Por Rogelio Ríos
Entregó el 1 de enero Lula la Presidencia de Brasil a la sucesora Dilma Rousseff, de su misma filiación política, con el gran activo que significa el posicionamiento actual de Brasil en la arena internacional, con una aceptación de la figura presidencial que rebasa el 80 por ciento, es decir, por las nubes, y con una Copa Mundial (2014)  y unos Juegos Olímpicos (2016) en el horizonte.
¿Se puede pedir más para la sucesora? Sí, por supuesto, algo que va a necesitar a raudales, y que constituye el único don de la política que es imposible heredar: el carisma.
Lula no podrá legar la atracción carismática que lo convirtió, en los últimos ocho años, en un líder latinoamericano y de proyección mundial, al punto de hacerlo perder el piso por momentos.
Dilma, la fiel ex funcionaria lulista y ahora primera mujer presidenta de Brasil, tendrá que procurarse sus propios métodos de seducción de masas, y ahí se verá, ya sin el cobijo de su mentor en la Presidencia del coloso sudamericano, si ella tiene realmente la madera del líder que una convulsionada sociedad brasileña reclama.
No será la polémica relación de Brasil con Irán y el vínculo Lula-Ahmmadinejad la que le sirva de apoyo para reconstruir el distanciamiento entre Lula y Barack Obama, entre Brasil y Estados Unidos, que por un error grave de cálculo estratégico el viejo militante del Partido de los Trabajadores cambió en el camino: oro por espejitos, es decir, lo más con los estadounidenses por lo menos con el liderazgo iraní, uno de los más detestados sobre la faz de la tierra.
Por eso, el lamento de Lula de que Washington “no tiene una visión más optimista para América Latina porque siempre prevaleció una visión de imperio”, suena bastante a destiempo (como si Bush fuera todavía el inquilino de la Casa Blanca), y como si el gran líder sudamericano y su staff no hubieran sabido leer los signos de cambio en Estados Unidos y las oportunidades abiertas a ciertos países para estrechar lazos con el “imperio”.
Por ejemplo, sobre el Canciller de Lula, Celso Amorim (“el mejor canciller del mundo en 2009, según la revista Foreign Policy), el gran posicionador de Brasil en foros internacionales, se expresó recientemente Michael Shifter (del think tank Diálogo Interamericano en Washington) diciendo que “fue menos exitoso en profundizar las relaciones con Estados Unidos, particularmente en los primeros dos años de la administración de Obama, por diferencias sobre el programa nuclear iraní”.
Eso, y el hecho de que Río de Janeiro le arrebatara a Chicago -la ciudad adoptiva de Obama- la sede de los Juegos Olímpicos de 2016, acabó por enfriar la relación bilateral que más le conviene a los brasileños.
No será seguramente la perspectiva de celebrar dos eventos deportivos de gran renombre como lo son una Olimpiada y una Copa del Mundo, con apenas unos años de diferencia, lo que más ayude a Dilma a mantener el liderazgo internacional de su país y una posible reelección. Suena paradójico, pero ese tipo de eventos conllevan riesgos muy elevados para las sociedades receptoras.
México ya vivió una experiencia similar con los Juegos Olímpicos de 1968 (celebrados apenas dos semanas después de la peor masacre estudiantil en nuestro país) y la Copa Mundial de 1970, grandes distractores para las sociedades, pero también grandes escaparates para que el mundo observe no sólo el fasto de las ceremonias, sino las miserias y carencias  de sus anfitriones.
Las tensiones sociales en Brasil en ciudades y campos, los altos índices de criminalidad en ciudades como Río de Janeiro, la desigualdad del ingreso y las presiones que un crecimiento acelerado y sostenido provocan en sociedades emergentes y con grandes porciones de sus poblaciones en situación de pobreza extrema y marginalidad, al llevar a unos muy rápido hacia arriba en la escala social y dejar atrás a millones de personas, no se alivian con samba y futbol.
Lo vemos en México, lo vemos en Brasil: cuando la fiesta termina, y se vacía la última de las botellas, la crudísima realidad sigue ahí, intacta, amenazante, llena de pobreza y narcotráfico.
Así que ¡hey, Dilma!, despierta, despabílate: ya no estarán más Lula y su carisma contigo, eres tú sola de ahora en adelante con un gran pueblo en tus manos.

AMLO: la fatiga del poder

  Por Rogelio Ríos Herrán  Al poco tiempo de empezar las conferencias matutinas (“las mañaneras”) en el arranque del gobierno de López Obra...