jueves, abril 18, 2013

El pequeño Richard

Por Rogelio Ríos Herrán
 
No encuentro otro punto de partida más relevante para abordar los bombazos del Maratón de Boston que el de la muerte de Richard Martin, un niño de 8 años quien junto con sus padres y su hermana de seis años (quien a su vez perdió una pierna, además de que su madre sufrió heridas graves) acudió a ver y disfrutar del gran evento anual de los bostonianos.
El pequeño Richard, según los vecinos y sus compañeros de escuela, en donde cursaba el tercer año, como cualquier niño de su edad jugaba y se divertía en el patio de su casa; así es como se le recuerda, como parte de una familia muy unida.
Su padre, al presentarse ante los medios de comunicación, expresó a nombre de su familia palabras muy conmovedoras: “Mi esposa y mi hija se están recuperando de lesiones graves. Damos gracias a nuestros familiares y amigos, por sus pensamientos y oraciones. Les pido que sigan orando por mi familia mientras recordamos a Martin”.
Guardo aún el recuerdo del testimonio del padre de uno de los niños asesinados en Newton, con palabras sentidas que parten el alma, sobre la inocencia de sus hijos, su niñez cortada de tajo, pero, ante todo, sobre la necesidad de seguir adelante con el resto de la familia. No queda mucho tiempo para el duelo, sólo la búsqueda de pronta resignación, pues la vida, implacable, sigue adelante.
No es posible pasar por alto que, al final, no importa la causa por la que se lleven a cabo acciones de violencia, las víctimas son personas y niños que tenían derecho a seguir adelante con sus vidas, a llenar de plenitud sus existencias, a tener hijos a su vez y formar familias o a vivir como individuos en una comunidad pacífica.
Nadie, absolutamente nadie tiene ningún derecho de cualquier especie para cortar de tajo al pequeño Richard cuando a sus ocho años apenas descubría el mundo, del cual conoció el lunes 18 de abril su cara fatídica.
Falló el Gobierno estadounidense al no protegerlo, es verdad, pero quizá falló en mayor medida una sociedad en cuyo seno abrevan fuerzas extremistas, grupos violentos y ciegos ante cualquier escrúpulo de humanidad, insensibles al dolor ajeno.
Los grandes debates políticos de hoy en Estados Unidos, sobre el control de armas y sobre la reforma migratoria, se ven cruzados por opiniones extremas que pretenden cerrar la puerta, en nombre de supuestos derechos inalienables, a la tolerancia y al control de los impulsos violentos que anidan en muchas personas, quienes no dudan en recurrir a la violencia contra ciudadanos inocentes y vulnerables para imponer sus puntos de vista.
Para mí, la respuesta precisa a los sucesos trágicos del Maratón de Boston en este 2013 no puede ser otra que capturar y enjuiciar a los responsables de los bombazos en donde murió el niño Richard, dos adultos más y hubo casi dos centenares de heridos graves, muchos de ellos con pérdida de piernas y brazos.
Hablo de Richard Martin en particular porque él encarna la fragilidad que ahora parece vivir el niño estadounidense en una sociedad en donde la casi libre circulación de armas, carente de controles rigurosos, se junta con la expresión igualmente ilimitada de las opiniones más diversas, extremas y disparatadas, pero que se ponen en práctica con letal efectividad. Recordemos a Newtown.
Me quedo con su sonrisa y su gorra de beisbolista para no olvidar jamás que ningún análisis de la situación contemporánea del país en donde vivió brevemente el niño Martin debe tener ya otro punto de partida que el de las víctimas que, como él y sus familias, quedan a la espera de justicia.
Para ellos, fortaleza para seguir con sus vidas. Para el Gobierno y la sociedad americanos, la responsabilidad de hacerles sentir a ellos y a la sociedad toda que de ésta y cualquier acción violenta sus responsables serán llevados ante la justicia a responder por ello. Además, que las instituciones harán todo lo posible para que las leyes se apliquen y se aplaque la violencia que parece desbordarse en sus ciudades y comunidades.
Es cuestión de dignidad.

Amenaza la violencia a las elecciones?

Por Rogelio Ríos Herrán  No recuerdo una Semana Santa reciente, por lo menos en la última década, con tantos eventos violentos como la de e...