jueves, abril 24, 2014

Periodistas y escritores

En una redacción de periódico como las de antes, como las de siempre..
Fuente: www.muypymes.com.



Por Rogelio Ríos Herrán 

Es una coincidencia irónica de la vida -un gesto muy literario, por lo demás- que escritores que han hecho la nota en estos días en México nos ayuden a poner bajo el reflector de nuevo, así sea por una semanas mientras pasa la efervescencia, el añejo e inacabable tema del cruce entre literatura y periodismo.

Cualquier joven reportero y sin duda todo editor maduro en las redacciones de periódicos y revistas tiene el anhelo íntimo de dar en algún momento de sus vidas el paso de periodista a novelista o escritor de cuentos, poeta, ensayista y crítico literario.

El gran Gabriel García Márquez, recientemente fallecido, pregonó durante su vida entera y lo probó con su propia experiencia vital, que el periodismo puede ser literatura, es más, que no tiene que haber distancia ni enemistad entre el rigor periodístico y la libertad en el manejo del lenguaje que es la esencia de la literatura.

Por ello, todo redactor, reportero y editor que se respete tiene una novela guardada en un cajón, una aventura literaria que lo excita más que un affaire amoroso, lo sublima, lo lleva por caminos que sólo la imaginación puede abrir y que le ayudan a sobrellevar el trabajo del día a día, rutinario y tedioso como pocos, y que sólo de tanto en tanto con la nota grande o los sucesos extraordinario puede elevarse a los niveles glamorosos que vemos en las películas sobre periodistas.

La muerte de García Márquez, Premio Nobel de Literatura en 1982, el fallecimiento de Emmanuel Carballo, autor, crítico y periodista de gran nivel, y el Premio de Literatura en Lengua Castellana Miguel de Cervantes 2014 a Elena Poniatowska, nos dan pie, y porque ellos mismos lo han dicho con sus palabras y su vida, a considerar que sí, en efecto, tal vez sea posible que la literatura y el periodismo no sólo se crucen sino que vayan de la mano en muchos casos y a través de tramos muy largos.

Elena Poniatowska dijo con claridad que el Cervantes se lo daban a una "reportera", se asombró de haberlo recibido y dio las gracias, pero seguramente sabía en su interior que ese premio era un reconocimiento a la audacia de una periodista de ser a la vez literaria y periodística en su oficio:

"Niños, mujeres, ancianos, presos, dolientes y estudiantes caminan al lado de esta reportera que busca, como lo pedía María Zambrano, “ir más allá de la propia vida, estar en las otras vidas”. 

"Por todas estas razones, el premio resulta más sorprendente y por lo tanto es más grande la razón para agradecerlo" expresó en Madrid.



Es ciertamente un gran tema de reflexión para quienes están en el oficio periodístico cuestionarse cómo utilizar en su trabajo, en lo cotidiano y en lo extraordinario, el lenguaje como un poderosos instrumento de comunicación que sea igualmente preciso, claro, riguroso y, por qué no, literario.

No es sencillo, ni se da en automático ni en todos los casos los resultados son afortunados. No garantiza, además, la buena presentación "literaria" de una pieza periodística que sea cierta, que esté hecha con rigor, que cumpla su cometido de revelar verdades que permanecían ocultas a los lectores de periódicos y revistas.

Además de las aspiraciones literarias, el periodista tiene que lidiar primero y antes que nada con la ética de su profesión, su compromiso con la objetividad, su obstinada crítica al poder y sus arbitrariedades y con darle voz y presencia en el foro público a todas las voces de la comunidad, al mayor número posible de puntos de vista, a cuidar la calidad del debate público.

Sólo entonces se dará un respiro para sacar la novela del cajón y tratar de terminarla. Su experiencia y buena o mala fortuna en el oficio cotidiano, en el 90 por ciento de tedio y rutina o en las inyecciones de adrenalina de los grandes sucesos y notas dramáticas, lo marcarán y le dará forma a su experiencia como escritor.

Se puede ser un magnífico periodista y ser un gran escritor por caminos separados, cada quien formado en lo suyo. Pero se puede también ser las dos cosas, intentarlo al menos, lo cual es muy bueno. Si sale muy bien el intento, mucho mejor. Pero tanto atrás del periodista como del escritor hay un mundo de trabajo lejos de los reflectores, de acopio, corroboración y de horas muertas e improductivas, de talacha informativa y creativa; una montaña de errores, intentos fallidos y resultados mediocres antes de alcanzar la excelencia. Un territorio en donde muchos quedan atascados viendo cómo apenas unos pocos logran avanzar.

Por eso da gusto ver a periodistas premiados como escritores, a escritores que se asumen con orgullo como periodistas, y que dignifican el oficio tanto como lo haría un periodista o un novelista que se ha dedicado exclusivamente a su campo de trabajo.
  
Al final, es a la imaginación a la que se premia y se reconoce, a la posibilidad de vislumbrar un mundo mejor desde un escritorio de la redacción o sobre la mesa de trabajo de un estudio casero, a concebir maneras distintas de decir las cosas, y a hacerlo con un toque de inspiración y genialidad.

Gracias, Gabriel, Elena y Emanuel y tantos otros antes que ellos, tantos otros hoy como ellos y muchos más que vendrán y que creen en lo que hacen y se vuelcan a realizarlo. Sus obras y sus vidas nos enseñan a mirar hacia las estrellas, a saborear las palabras y a abrazar la vida. En una palabra: a seguir adelante. 

rogelio.rios60@gmail.com
@rogeliux

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