Por ROGELIO RÍOS HERRÁN
La excesiva atención que los mexicanos prestan a las
campañas por la Presidencia nos distrae de una cuestión que me parece
fundamental para el periodo de gobierno 2018-2024: una vez elegido el nuevo
Ejecutivo federal, quien sea que resulte ganador, ¿cómo va a gobernar a México
si enfrentará el panorama de una Presidencia sin mayoría legislativa del propio
partido?
¿Con cuáles gobernadores contará el flamante
Presidente, pues aunque sean del partido propio cualquier gobernador se maneja
ahora con un amplio margen de autonomía (los “nuevos Virreyes” les han
llamado)?
¿Qué capacidad negociadora tendrá el ganador para no
solamente sanar las heridas profundas de sus adversarios de campaña, sino para contar con una legislatura receptiva a sus iniciativas? ¿Intentará formar un
gobierno de coalición?
Son demasiadas preguntas sin respuesta inmediata. Tal
vez por eso nadie quiere meterse a pensar sobre otra cosa que no sea el cambio
en la Presidencia: es más sencillo creer que una sola persona -un poderoso
Presidente de los que ya no existen- es capaz de cambiar a este país sin ayuda
de nadie, como un súper héroe, que extender la mirada y ver demasiadas
complicaciones por todas partes.
Se acabó la “Presidencia Imperial”, como la llamó
Enrique Krauze. No tiene ya el Presidente de la República la omnipotencia que
establecía que su voluntad era ley.
Entonces, ¿cómo creen los candidatos que sus promesas,
plataformas y planteamientos se volverán realidad si llegan a ganar las
elecciones? ¿De qué manera va a Gobernar el nuevo Presidente?
He escuchado a miembros de todos los partidos
políticos quejarse en corto de las divisiones internas que los aquejan, muy
profundas en algunos casos hasta el punto de volverlos inoperantes en muchas
regiones de México.
Los partidos que tenían estructuras amplias y
arraigadas, las han quebrado con selecciones absurdas de candidatos. Los
partidos que ahora tienen candidatos fuertes carecen, por otro lado, de
estructuras locales y de talento humano para armar un buen gobierno, en caso de
que ganen.
Los militantes más viejos resienten la llegada de los
militantes más jóvenes, a quienes llaman simplemente oportunistas sin arraigo partidista.
Los más jóvenes, por su parte, aborrecen a quienes consideran “dinosaurios” de
sus partidos que no quieren soltar el control y no reconocen que su tiempo ya
se les pasó.
Los saltos que muchos políticos y candidatos dan de un
partido a otro nos revelan una falta casi absoluta de identidad partidista o de
apego a ideales y doctrina, es decir, a los principios que animan a cada
organización política.
Nada de eso hay en el presente, en donde impera un
pragmatismo que para algunos -los recién llegados a la política- es una actitud
de vanguardia, la nueva forma de hacer política y, por el contrario, para otros
es la extinción de la política tal y como la conocemos para dar paso al más
puro oportunismo: todo se vale, con quien sea y cuando sea sin importar los
medios.
Divididos los políticos al interior de sus partidos,
peleados a muerte con sus adversarios y con una identidad doctrinal y
partidista en retroceso, enfocados al corto plazo y a las ganancias políticas
inmediatas, repito, ¿cómo va a gobernar el nuevo Presidente?
El relevo en el Poder Ejecutivo federal se encontrará
con un flamante nuevo Congreso, gubernaturas importantes (como la de Jalisco)
con nuevo titular, y, como cereza en el pastel, con un Poder Judicial cada vez
más dispuesto a desmarcarse del desprestigio general de la clase política
mexicana y a reafirmar su autonomía.
Por si fuera poco, ni la situación interna crítica en
aspectos como la inseguridad rampante, la corrupción al alza y el crecimiento inflacionario
amenazante, ni el contexto internacional de inestabilidad global y con un
vecino del norte que no cesa de hostigar a México, le van a facilitar nada al
nuevo Presidente.
No veo cómo los mexicanos cambien en este año su
tendencia a votar de modo diferenciado (votan por diferentes candidatos y
partidos), como lo han hecho en las últimas elecciones. Por ello el panorama
político, es decir, la cancha a donde saltará a jugar el nuevo Gobierno,
seguirá estando muy complicada.
No nos hagamos demasiadas ilusiones. Una cosa es ganar
una elección, pero otra muy diferente es saber y poder gobernar.
“A qué le tiras cuando sueñas mexicano, hacerte rico
en loterías con un millón…”, cantaba el gran Chava Flores. Qué oportuna canción
para recordar en 2018: ningún Súper Presidente nos va a sacar de problemas, solamente
nuestro propio esfuerzo.
rogelio.rios60@gmail.com