Por Rogelio Ríos Herrán
Nada resulta más esperanzador para la seguridad internacional
que el “handshake” del 26 de abril entre los dos líderes coreanos Kim Jong-un y Moon Jae-in con
el que se inauguraron negociaciones tendientes a concluir el conflicto militar pendiente
desde los años 50 y arrancar la desnuclearización de la península coreana.
Nada resulta más desesperanzador, sin embargo, que comprobar
que la baja credibilidad de las partes involucradas (en particular Corea del
Norte, China y Estados Unidos) eleva el escepticismo respecto a la sinceridad y
la efectividad del gesto teatral del encuentro coreano en la zona
desmilitarizada.
Ya se ha visto esto antes en Corea del Norte, ya
intervino el Organismo Internacional de Energía Atómica, las Naciones Unidas, las
potencias europeas, China, Estados Unidos (con presidentes demócratas y
republicanos) y, al final del día, las promesas de paz y cooperación de los
norcoreanos no se cumplen.
¿Será distinto en esta ocasión? ¿Funcionará el acuerdo
entre las dos Coreas? ¿Se reunirán finalmente Kim y Trump y tendrá esa reunión
un resultado benéfico?
Qué gran contraste entre la esperanza de naciones y
pueblos que apoyan la paz en las Coreas y, por otra parte, la mala reputación
de los gobernantes involucrados en la negociación y las crueles realidades de
los intereses de poder de las grandes potencias.
Mucho ruido y pocas nueces, dice un viejo adagio.
Muchas negociaciones y nulos resultados, podríamos decir respecto a la
península coreana con base en experiencias anteriores.
Duele mucho ver las cosas de esa manera, pues hablamos
en primer lugar de dos pueblos enteros amenazados por la guerra nuclear, pero
además de una región completa de Asia Oriental que sufriría en carne propia las
consecuencias de la continuación del conflicto coreano.
Ni qué decir del resto del mundo, el cual observa con aprensión
los gestos diplomáticos entre coreanos del Norte y del Sur y reza porque sean,
ahora sí, genuinos.
Tomemos entonces con una buena dosis de escepticismo
esta diplomacia de saludos, abrazos y sonrisas entre los líderes coreanos en la
línea fronteriza. No hay mucho lugar para el optimismo, como varios analistas
de la política internacional lo han expresado, entre ellos Nicolas Kristof (“How
to understand what’s happening in North Korea”, New York Times, 26/04/2018) al
opinar sobre el encuentro de líderes coreanos: “inspirador, pero cuéntenme
entre los escépticos”.
Un arreglo coreano, por más frágil que sea, es
preferible a una guerra entre Norte y Sur que arrastraría a las grandes
potencias. En eso concuerdo, pero, como Kristof, sin abandonar un profundo e
histórico escepticismo respecto a las probabilidades de éxito de esta nueva negociación de paz.
Además, como observador mexicano, aplaudo cualquier
paso que se dé hacia la desnuclearización militar en cualquier parte del mundo. La
energía nuclear debe servir propósitos de paz, no de guerra: eso alimenta mi
optimismo. Veremos si derrota a mi pesimismo.
rogelio.rios60@gmail.com
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