viernes, abril 26, 2024

AMLO: la fatiga del poder

 



Por Rogelio Ríos Herrán 

Al poco tiempo de empezar las conferencias matutinas (“las mañaneras”) en el arranque del gobierno de López Obrador, en diciembre de 2018, la cobertura diaria de ese evento que yo hacía para Grupo La Visión (Atlanta, Georgia) me permitió asomarme en detalle a lo que entonces era una novedad: el presidente mexicano hablando a la nación diariamente y aceptando preguntas de reporteros. 

Hice el seguimiento en línea, desde Monterrey, mientras solicitaba una acreditación para asistir presencialmente que nunca llegó. De cualquier manera, desde el inicio y hasta el 2020, observé a un López Obrador dinámico, dominador de la escena, mentalmente ágil y dispuesto a irrumpir en cada hogar mexicano con su imagen y mensaje. 

A su escenario teatral acudían secretarios de estado, gobernadores, militares, marinos y hasta los funcionarios pintorescos del no menos pintoresco Instituto para Devolver al Pueblo lo Robado que intentó, sin éxito, darle al presidente mexicano una imagen de Robin Hood azteca. 

La voz presidencial sonaba firme y retumbaba, amplificada por el micrófono, en las paredes del Salón Tesorería del Palacio Nacional. Los dichos eran fulminantes, los anuncios de políticas públicas y designaciones o cambios de funcionarios le daban sabor dramático al evento, y la inmediata aparición de reporteros incondicionales y subordinados a la presidencia (“Lord Molécula”, por ejemplo) proporcionó los saltimbanquis al teatro de revista. 

La conferencia matutina, lo recordarán ustedes, mantenía al país en vilo. Había necesariamente que estar atentos a ella desde las empresas, negocios y hogares para enterarse de la nueva ocurrencia presidencial y sus potenciales efectos devastadores. 

Más de 2 mil conferencias “mañaneras” después y tras casi seis años en el ejercicio de la presidencia de la república, la fatiga del poder alcanzó a López Obrador de una manera dramática.  

El rostro descompuesto de AMLO con hondas líneas de expresión en sus conferencias matutinas del 2024, la falta total de control emocional, la incontinencia verbal y el catálogo inagotable de insultos, me permite comparar el antes (2019) y después (2024) de un liderazgo sumamente desgastado. 

El hombre encorvado que hoy vemos, el intento de sonrisa que se congela en rictus, la voz cascada y las palabras arrastradas, unas bolsas en los ojos por falta de sueño, las largas pausas que ya no son fingidas, sino naturales; los episodios de olvidos momentáneos, de desconexión en el hilo del discurso, todo ello revela la urgencia de un descanso absoluto para ese pobre hombre que perora en las mañanas. 

Hay otro tipo de fatiga, sin embargo, que debo mencionar: la saturación de la imagen, la voz y el discurso de López Obrador entre la población en general. Descontando los incondicionales de siempre, no vacilo en afirmar que la inmensa mayoría de los mexicanos lo oye sin escucharlo y lo observa sin mirarlo. 

Como le sucede con frecuencia a los actores y actrices de teatro, cine o telenovelas, el peligro de la sobreexposición es latente y se paga con el cansancio y desdén de la audiencia. No podría ser de otra manera con los políticos mexicanos; si acaso, la diferencia es que con los políticos hay menos tolerancia que con los actores. 

Los ciclos de gobierno de seis años son excesivos para cualquier presidente mexicano. De tanto verlos y oírlos, de tanto salir en periódicos y revistas, día a día en los noticieros de televisión, se vuelven imperceptibles a nuestra mirada. Ya no los tomamos en serio. 

Si agregamos, además, en el caso de AMLO las falsedades, mentiras, verdades a medias y “los otros datos”, que vierte en cada conferencia matutina, se entenderá mejor que ya no es posible creerle ni la hora o como dirían los jarochos: de lo que te diga fulanito, no le creas la mitad y la otra mitad ponla en duda. 

Luis Estrada (Doctor en Ciencia Política por la Universidad de California en San Diego), director de SPIN Taller de Comunicación Política (www.spintcp.com) recopiló en su libro “El Imperio de los Otros Datos. Tres Años de Falsedades y Engaños desde Palacio” (México: Grijalbo, 2022) nada menos que 86 mil respuestas presidenciales que resultan falsas, engañosas o difíciles de comprobar, es decir, respuestas cuestionables; durante los tres primeros años de su gobierno, AMLO pronunció 67 mil mentiras, ¡67 mil, carajo! 

De líder social carismático a materia prima para memes de sorna y burla, sólo hay un paso: el presidente lo está dando en cada conferencia matutina de su último año de gobierno. 

No tengo la menor idea de cómo va a influir la fatiga del poder de López Obrador en los votantes el próximo 2 de junio, aunque seguramente habrá muchos votos de castigo. 

De lo que estoy convencido es que a partir del 30 de septiembre no terminarán los apuros de AMLO: a la fatiga del poder le sucederá la fatiga de responder ante la justicia, en México o en cualquier otra parte, por sus fallas y errores monumentales. 

Veremos la fatiga del expresidente AMLO en su rendición de cuentas ante la justicia terrenal; de la otra, la divina, se encargará el Dios que todo lo ve. 

miércoles, abril 24, 2024

Una visita a CDMX


Por Rogelio Ríos Herrán 

Todo estaba planeado para pasar Paty y yo un domingo perfecto el 21 de abril en una visita de pisa y corre, de viaja y regresa el mismo día a la CDMX desde Monterrey. Los vuelos a punto, la comida planeada con los amigos de la época universitaria, un pronóstico de clima ideal y la posibilidad de estar un día completo en la querida “capirucha”. ¿Qué podría salir mal? 

En el vuelo tempranero (¡siete de la mañana en domingo!) no hubo complicaciones. Poco después de las ocho de la mañana, el avión nos depositó en el aeropuerto bajo la luz de una mañana esplendorosa y con buen apetito anticipado por la expectativa de la primera parada: una visita a El Cardenal, en la colonia Nápoles, para empezar con el pie derecho y aguantar hasta la hora de la comida. 

Un omelette de huauzontle para mí y otro de rajas con queso, para Paty tamalitos y frijolitos negros. Jugo de naranja natural y abundante café negro y fuerte, nos devolvió el alma al cuerpo. La espera para recibir mesa valió la pena y, mientras tanto, pudimos apreciar la zona alrededor del imponente edificio del World Trade Center, que antes se conocía como el Hotel de México, y el perfil y la amabilidad de la gente y sus mascotas que cuida y defiende su colonia como un lugar de buena convivencia. 

Con la panza llena y el corazón contento, decidimos después de desayunar ir a caminar por las calles de la recordada Nápoles, una colonia en donde había vivido con mi familia a principios de los años setenta, hace un buen rato. Las calles Dakota, Filadelfia, Georgia y un tramo de la avenida Insurgentes me hicieron recordar épocas de adolescencia y travesuras. 

El objetivo final era visitar el edificio en donde había vivido con mi familia en 1972-1974, a media cuadra de la Plaza de Toros México, un parque cruzando la calle en el que jugábamos, y las tienditas y comercios que formaban parte de ese paisaje.  

Ahí estaba el viejo edificio con la misma apariencia de siempre enmarcada en azulejos rojos: Augusto Rodin 102, departamento 28. No pudimos entrar al edificio ni asomarnos al departamento, pero Paty me tomó las fotos del recuerdo, incluyendo la vista al parque situado enfrente del edificio y que considerábamos celosamente nuestro territorio deportivo: cascaritas de futbol, Series Mundiales de beisbol como la de los Atléticos de Oakland en 1972, y todo lo que se nos ocurriera hacer. 

Lleno de recuerdos y nostalgia, esa visita me hizo olvidar las diez o quince cuadras que caminamos desde el World Trade Center a la Plaza de Toros bajo un sol que empezaba a calar. No podía detenerme más en mis recuerdos (me hubiera quedado todo el día en la placita viendo hacia el edificio) porque ya era hora de acudir a la comida con los compañeros de aulas universitarias, en un lugar situado un poco más al sur, en el cruce de Avenida Universidad y Avenida Miguel Ángel de Quevedo (Plaza Oasis). 

Qué les puedo platicar de la experiencia de reunirse y platicar con los viejos amigos del Colmex: Con ellos formamos un grupo (Carbono 14, otro día les contaré la historia de ese nombre) para vernos con frecuencia, incluyendo a esposas y parejas, porque, como decimos a nuestra edad: uno nunca sabe lo que pueda pasar.  

Lo mejor de conversar con los amigos es comprobar que la amistad es un manantial inagotable de recuerdos, intercambio de opiniones, bromas, anécdotas que se cuentan una y otra vez pero que siempre saben distinto, suenan diferente y no nos agotan jamás. Así se pasó la tarde, algunos de ellos se retiraron y al final nos quedamos un poco más, alrededor de un café en Starbucks, con Jorge (gran conversador) que se regresaría más tarde a Puebla. 

Con el cansancio a cuestas por haber dormido poco la noche anterior y la desmañanada para tomar el avión y el trajinar del día, decidimos Paty y yo que era buena hora para irnos al aeropuerto con anticipación y sin apuros. Al final de la tarde el cielo estaba nublado y algunos automóviles que pasaban con gotas de lluvia en el techo anunciaban que el aguacero era inminente. Una razón más para irnos de una vez al aeropuerto. 

Ya con el “check in” listo, después de pasar los filtros y revisiones de seguridad, nos instalamos en la Sala B a observar las pantallas con la información de salidas de vuelos: “A tiempo”, marcaba el vuelo 244 de Volaris a Monterrey, ¡perfecto! Era nada más cuestión de esperar el abordaje de la nave y partir ansiosos por regresar a casa. 

A partir de ahí todo se complicó. La pantalla marcaba una cosa, pero la realidad era otra. Al acercarse la hora de abordar, pero en ausencia de una puerta designada para hacerlo, nos dimos cuenta de que algo andaba mal. Cuando pedimos informes directamente en el mostrador de la aerolínea nos dijeron que el vuelo venía retrasado de Chihuahua y que eso ocasionaría un retraso en la salida a Monterrey. ¿Qué se podía hacer al respecto? Esperar, esperar y esperar. 

Dos horas y media después de la hora programada, empezamos a abordar el vuelo. Con el humor negro, entre las caras de fastidio y sueño de los pasajeros, debido al retraso y la llegada a Monterrey nos dieron las 2:30 de la mañana. Nuestras hijas estaban en casa dormidas, les hablamos para que vinieran por nosotros, pero a esa hora era peligroso para ellas andar en la calle y las regresamos; el taxi del aeropuerto andaba en más de 700 pesos y, al final, la solución fue un Uber que nos cobró 400 pesos por llevarnos a casa. 

La noche era nublada y lluviosa, hablamos poco en el camino hasta que el conductor agarró la conversación y no la soltó. Ya en el hogar, en la cocina, alcanzamos a probar un pedazo de pastel de cumpleaños que nuestra hija Renata había dejado sobre la mesa, echamos llave en la puerta ¡y a dormir! porque eran pasadas las 3 de la mañana y llevábamos casi 24 horas sin parar entre el viaje y la visita a la CDMX.  

Al escribir esto al día, siguiente, más descansado y con café al lado de la computadora, dejo de lado el inconveniente final que pudo haber echado a perder todo el viaje si le daba más importancia de la que merece. La verdad es que ver a los amigos y visitar de nuevo la Ciudad de México es para mí un nexo con ellos y con la ciudad que significó tanto en mi vida estudiantil y lo sigue haciendo de otras maneras. 

Por cierto, Paty y yo ya estamos planeando el próximo viaje. Luego les platico.  

viernes, abril 19, 2024

Nahuel, fútbol y políticos: adiós “fair play”

 


Por Rogelio Ríos Herrán

En México, el fútbol precede a la política en el triste arte de no respetar a los demás contendientes, violar las reglas, tratar de ganar a cualquier costo y degradarse hasta la ignominia como persona: es la ausencia de “fair play” (juego justo).

Hago esta reflexión a propósito del incidente provocado por el jugador Nahuel Guzmán, del equipo Tigres, desde las tribunas del estadio BBVA, durante el encuentro contra los Rayados del Monterrey, en el denominado clásico regiomontano del 13 de abril que terminó en empate.

Nahuel, portero titular del equipo Tigres, observaba el juego desde la tribuna. En varios momentos del partido, de manera sorprendente para un jugador de su nivel, se dedicó a molestar a los jugadores rivales en la cancha con el uso de un aparato de rayo láser del tipo que se utiliza como apuntador en las presentaciones en power point.

La conducta antideportiva del argentino Nahuel Guzmán (38 años) no es un evento aislado en su trayectoria profesional. Tiene incidentes anteriores que lo colocan como reincidente, sin que ningún directivo o entrenador de Tigres le haya puesto un alto y lo expulsara del equipo.

Desde hace tiempo, el fútbol profesional mexicano dejó de ser un deporte de caballeros para convertirse en un concurso de individuos sin escrúpulos que sólo buscan el dinero y la popularidad instantánea. Cualquier parecido con los políticos mexicanos no es mera coincidencia, sino plena identificación.

No percibo en políticos y futbolistas un sentido de pertenencia a la institución en que militan, de trabajo en equipo ni apego a una ética del deportista o el servidor público.

Lo de Nahuel Guzmán se repite, en mayor o menor medida, en todos los estadios de fútbol de México: las conductas antideportivas de simulación de faltas y lesiones, de gritos e insultos a árbitros y abanderados, de falta de respeto a los jugadores contrarios y de nulo aprecio de lo que significa portar los colores de un equipo profesional.

Como usted ya adivinó, podemos apreciar algo similar en los políticos y los partidos políticos: la falta de “amor a la camiseta” por decirlo en términos futboleros, lleva a las personas al individualismo más oportunista, a la renuncia de valores e ideales y al engaño como habilidad suprema.

Finalmente, el comité disciplinario de la Liga MX determinó una dura sanción a Nahuel Guzmán (11 partidos y multa económica) que a estas alturas de su carrera podría orillarlo al retiro o al cambio de club. Arrastrará con él un desprestigio público que ha manchado su récord como un gran portero.

Lo que me llama la atención es que  haya sido el propio Club Tigres de Fútbol el que, habiendo observado las reincidencias de Nahuel en conductas antideportivas, careciera de capacidad institucional o fuerza de carácter en sus directivos para controlar al jugador y evitar que la institución misma (que representa los colores de la Universidad Autónoma de Nuevo León) saliera desprestigiada con este incidente.

En abono de Nahuel, se disculpó públicamente con quienes ofendió en el estadio y reconoció su error. Cualquier deportista es tan grande como sus entrenadores, y en el caso de Guzmán faltó esa grandeza en los entrenadores y directivos del club para evitar que cometiera errores tan graves una y otra vez.

Siendo el fútbol,profesional el deporte más popular para los mexicanos, y yo un fan de Tigres, me duele ver que el ejemplo que jugadores y clubes proyectan al público, sobre todo a niños y jóvenes, sea negativo: en la cancha gana el que burla el “fair play”, no el que lo obedece.

Por eso fue quizá tan fácil que otro jugador profesional de fama y popularidad, el mexicano Cuauhtémoc Blanco, incursionara en la política con la misma actitud que siempre tuvo en la cancha: la burla al contrario, la simulación ante el árbitro y hacer que el equipo jugara para él, no al revés. 

El resultado está a la vista con el desastre que Blanco dejará en Morelos al terminar su gestión como gobernador.

Lo peor del fútbol es lo” mejor” de la política, los defectos se convierten en virtudes falsas que te llevan a ganar a toda costa.

Adiós al “fair play” en México.

Rogelio.rios60@gmail.com

viernes, abril 12, 2024

#YoNoMeDistraigo

 


Por Rogelio Ríos Herrán 

Mientras se dirime en el Consejo Permanente de la Organización de Estados Americanos el conflicto que ocasionó la suspensión de relaciones diplomáticas entre México y Ecuador, yo no me distraigo: al momento, el conteo de homicidios dolosos supera las 183 mil víctimas. Al gobierno de López Obrador se le señalará como el sexenio con más homicidios dolosos de la era contemporánea, probablemente arriba de los 200 mil asesinatos. 

Cada día que el presidente patriotero se envuelve en la bandera nacional y desde sus conferencias matutinas acusa con dedo de fuego al gobierno ecuatoriano, a los Estados Unidos y a Canadá de confabularse en su contra y atacar la soberanía nacional, yo no me distraigo: las personas desaparecidas en México (más de 100 mil) son una tragedia de dimensiones incalculables que las generaciones futuras de mexicanos nos reclamarán airadamente: ¿cómo fue posible que esto sucediera?  

Con cada andanada retórica de la candidata morenista Claudia Sheinbaum en el debate del domingo 7 de abril al describir una realidad alterna con la que trataba de disimular la violencia que nos ahoga, con cada cifra mentirosa y cada pregunta y cuestionamiento evadido, yo no me distraigo: las acusaciones de negligencia y corrupción en los casos del Colegio Rébsamen y la Línea 12 del Metro que la involucran de cerca (la protección e impunidad para la directora Florencia Serranía, por ejemplo), son lápidas por las cuales deberá rendir cuentas ante la justicia. 

Cada día que pasa en que líderes de opinión y periodistas afines y comprados por el gobierno de López Obrador difunden información falsa, distorsionada y confusa; cuando atacan a periodistas, activistas y organizaciones de la sociedad civil que se enfocan a luchar por la transparencia de la información, yo no me distraigo: México es el país más peligroso para ejercer el periodismo excepto por las zonas de guerra, según las organizaciones Reporteros Sin Fronteras y la Sociedad Interamericana de Prensa; durante el actual sexenio han sido asesinados 43 periodistas  (y más de 160 desde el año 2000, según articulo19.org) y muchos más amenazados por el crimen organizado y acosados en sus lugares de trabajo. 

Cuando se difunden entre analistas morenistas cifras alegres sobre lo bien que va la economía nacional, la paridad peso-dólar, las inversiones extranjeras y que vivimos casi en el pleno empleo, yo no me distraigo: aproximadamente el 60 por ciento de la Población Económicamente Activa trabaja en la informalidad, las remesas superan los 50 mil millones de dólares como señal ominosa de la migración de muchos mexicanos a Estados Unidos, ha aumentado el número de millones de mexicanos que viven en la pobreza extrema, y las obras insignia del presidente López Obrador (además de Pemex) han provocado un pavoroso gasto público improductivo que pudo haberse empleado de mejores y beneficiosas maneras para la población. 

Al enfrentar una elección presidencial rodeada por la violencia y el asesinato y ataques a candidatos de todos los partidos políticos, en donde presenciamos el espectáculo de los recursos públicos volcados sin pudor en apoyo de la candidata oficialista, la postulación de personajes de negro prestigio y la falta de mecanismos internos transparentes y equitativos de selección de candidaturas, yo no me distraigo: Claudia Sheinbaum fue escogida como candidata a la presidencia de la república por el presidente López Obrador en una reedición del legendario “dedazo” priista, ahora “dedazo de izquierda”. ¿Qué podemos esperar de ella y de Morena si gana la elección? 

En fin, cada vez que escucho al presidente López Obrador evocar a Dinamarca como modelo a seguir por el sistema de salud pública mexicano y negar que haya desabasto de medicinas, fallas en clínicas y hospitales públicos, injusticias laborales con médicos y enfermeras, falta de vacunas para los niños y medicinas y tratamientos para los niños con cáncer, yo no me distraigo: será implacable algún día la rendición de cuentas ante la justicia del presidente y su gabinete de salud por el manejo de la pandemia de Covid 19 y la muerte en exceso de cientos de miles de mexicanos que se pudieron haber salvado con otros gobernantes al cargo. 

Lo dicho: #YoNoMeDistraigo.  

viernes, abril 05, 2024

Debate presidencial 2024: argumentos o insultos?



Por Rogelio Ríos Herrán 

No concuerdo con la noción de que un debate entre candidatos a puestos de elección popular debe ser una pelea de perros, sin concesiones, que termine en la derrota y humillación de los contrincantes del candidato ganador. 

Si quiero ver buenas peleas de box, acudo a YouTube a ver videos de Mohammed Alí o del mexicano Julio César Chávez. Si quiero ver buenos debates, vuelvo al clásico debate entre John F. Kennedy y Richard Nixon de 1960.  

Y si quiero ver un debate de altura el domingo 7 de abril entre Claudia Sheinbaum, Jorge Álvarez Máynez y Xóchitl Gálvez (en orden alfabético según sus nombres de pila), espero que haya discusiones intensas, pero orientadas a hechos y propuestas, no a las personas de cada uno de ellos. 

¿Que se lance Xóchitl a la yugular de Claudia e ignore por completo a Jorge? ¿Que se limite Claudia a expresar sus lemas de campaña y a no morder el anzuelo de Xóchitl, también ignorando a Jorge? Y Jorge Álvarez, ¿se lanzará en contra de Xóchitl o aprovecharé el foro nacional para darse a conocer? 

Si los candidatos se enfrascan en una batalla campal, el debate va a resultar completamente predecible, airado e inútil como herramienta de información para los electores. 

Por supuesto, las personalidades de cada uno de los candidatos se mostrarán al público durante el debate: quién se crece al castigo, quien se empequeñece; cuál de ellos es mejor orador y expositor, quién registra mejor ante las cámaras de televisión, etcétera. 

Un punto de la mayor importancia en el debate presidencial será ver a dos mujeres, de las cuales una será muy probablemente la próxima presidenta de México, dominar la escena de un debate presidencial –lo siento, Jorge- por primera vez en la historia mexicana. 

Tanto Claudia como Xóchitl (en orden alfabético) harán historia en el momento en que inicie el debate. Serán ellas, durante la duración del evento, las que representen a las diversas y múltiples mujeres mexicanas, sus ideas y posturas, sus anhelos y carencias, tristezas y alegrías; ¿estarán las candidatas a la altura de esa responsabilidad? 

Después del debate, ¿dejarán las candidatas en el electorado una impresión positiva respecto a que una mujer –cualquiera que sea la ganadora- es capaz de gobernar a un país de machos como presidenta de la república? 

Finalmente, ¿demostrarán Claudia y Xóchitl con su personalidad, argumentos, control emocional y capacidad de discusión y debate, que sí se puede romper para bien el techo de cristal en nuestro país? 

Lo mejor que puede hacer Jorge Álvarez Máynez en el debate presidencial es representar a la juventud diversa y policromática de México, darle frescura –por su edad- a la discusión y poner sobre la mesa los temas y problemas que le interesan a los mexicanos más jóvenes. 

Por favor, señoras candidatas y candidato joven, piensen en los electores por sobre toda otra consideración en su preparación para el debate presidencial: no van a una lucha en el lodo, sino a mostrar a los ciudadanos que hay personalidad, sensatez y buen juicio para gobernar. 

De gobernantes peleoneros y bravucones –como el inquilino del Palacio Nacional- ya estamos hasta el gorro, como se dice en Monterrey. No más.    

AMLO: la fatiga del poder

  Por Rogelio Ríos Herrán  Al poco tiempo de empezar las conferencias matutinas (“las mañaneras”) en el arranque del gobierno de López Obra...