miércoles, febrero 08, 2012

DEFINICIONES


Por Rogelio Ríos Herrán 

Nunca como antes percibo en este 2012 electoralmente agitado entre la gente cercana y en mi comunidad en general no sólo una ansiedad tan grande por las cosas que están sucediendo en México, por la inseguridad y la precariedad de la economía, sino por lo que se puede expresar como la necesidad imperiosa de tomar decisiones, de definirse: ¿vamos o no a cambiar de una vez por todas para ser otro tipo de ciudadanos?



Habrá, por supuesto, durante años y generaciones por venir quienes seguirán siendo ciudadanos a la vieja escuela, la de la pasividad propiciada por un sistema político al cual le convenían ciudadanos poco o nada participativos, indiferentes a la suerte de los demás, poco solidarios, acríticos y cuya actividad política se reducía, si acaso, a acudir a votar el día de las elecciones.


Pero me atrevo a decir que en el horizonte cívico que se divisa esos ciudadanos serán pronto una especie en extinción, una minoría irreductible pero poco significativa para el peso de la vida pública.


Dos factores acuden en apoyo a esa percepción: primero, la formación de generaciones enteras de niños y jóvenes en otros valores cívicos muy diferentes a los que nos inculcaron a sus mayores, con conciencia ambiental, con nociones sólidas de ética y honestidad, con una visión positiva del mundo.


Ellos ya están entre nosotros, ya forman parte de nuestra vida comunitaria, y sus acciones y opiniones empiezan a impactar de manera inmediata la forma en que vivimos.


Niños que ya no tiran basura en las calles, que no hacen bullying, que perciben y critican a sus padres cuando los sorprenden dando “mordidas”.


Jóvenes que muestran un conocimiento profundo y percepción aguda de lo que pasa en Monterrey y en el resto de México, que cuestionan, critican, hablan en voz alta y no se contentan con recibir explicaciones bobas de los políticos ni se resignan a recibir malos tratos de las autoridades.


Y a todos ellos impulsa, como factor adicional, junto a sus padres el hartazgo con la deteriorada calidad de vida que el nuevo siglo trajo para todos nosotros: parece como si la actual clase política local y nacional se empeñara en ganarse a pulso el título de los peores políticos que hemos visto en nuestras vidas.




“Nunca habían robado tanto”, “jamás se habían mostrado tan cínicos”, “ya no se esconden para hacer sus transas”, son las frases que escucho por doquier de gente madura y curtida en los asuntos públicos y que ha observado el paso de varias generaciones de políticos en el poder.


Nada los detiene, es verdad, y con ello ocasionan que se pierda la credibilidad en los partidos políticos y en el sistema político mismo.


Y al perderse la credibilidad, al ciudadano no le queda nada, se ve vulnerable e indefenso ante el embate de la delincuencia y ante la adversidad que representa la incertidumbre económica, el no saber si se mantendrá el empleo actual y el constatar que los salarios cada día alcanzan menos para vivir dignamente.


Entre la espada y la pared, al mexicano así acorralado no le queda más remedio que reaccionar y enfrentar la situación antes de que termine en la debacle social.


Poco a poco, el giro de la conciencia individual hacia una conciencia colectiva y participativa se hace más perceptible de entre la maraña de pasividad que nos ahoga.


Poco a poco, niños, jóvenes y padres de familia comienzan a vivir de una manera diferente en el ámbito inmediato de sus vidas cotidianas, ahí donde no tirar basura y no dar mordida puede hacer toda la diferencia del mundo.


Por eso esta elección presidencial no será ni de lejos un día de campo para cualquier candidato de cualquier partido. No habrá solamente ciudadanos pasivos a la espera de recibir un mensaje y acudir a votar. Por el contrario, habrá una masa crítica lo suficientemente notable como para cuestionar a fondo a cada candidato al grado de hacerles saber, de parte de los ciudadanos, que el mensaje lo da el votante al candidato: no más demagogia, no más promesas incumplibles, no más deshonestidad.


Si hay que definirse, hagámoslo hoy: la soberanía reside en el pueblo, como dice la Constitución que acaba de cumplir 95 años. ¡Recuperémosla!
rogelio.rios60@gmail.com
skype: rogelior220


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