Por ROGELIO RÍOS HERRÁN
Tanto del lado mexicano como del estadounidense en la frontera
entre México Y Estados Unidos, nunca ha sido una postura razonable la de negar
o desdeñar la importancia de la vecindad geográfica como el factor esencial que
guía las relaciones entre ambos países.
Tradicionalmente, los mexicanos hemos sido esa parte de una
relación entre dos en la que uno se esfuerza mucho más que el otro para
mantener la relación a flote.
Son innegables las desigualdades o asimetrías de
poder entre México y Estados Unidos, pero siempre he pensado (soy muy optimista
en mis relaciones) que se puede convivir y prosperar juntos con base a una
buena compresión entre ambas partes.
Hemos recorrido mexicanos y gringos una larga búsqueda en los
gobiernos y las academias para encontrar el modelo de convivencia adecuado:
pasar de hablar de dependencia a interdependencia entre ambas naciones fue un
gran avance que se dio desde los años 80s, pero no estamos por lo menos cerca de un
final feliz, no importa si son los republicanos o los demócratas los que están
en la Casa Blanca.
Al revisar la Estrategia de Seguridad Nacional (NSS por sus siglas en inglés) para el 2018 propuesta
por el Presidente Donald Trump y lanzada a la opinión pública el 18 de
Diciembre pasado, me doy cuenta de que el camino hacia la plena comprensión
mutua entre los vecinos del Río Bravo será “a long and winding road”, como en
la canción de los Beatles.
Vaya, para empezar, ni siquiera se nombra a nuestro país: la
palabra “México” no existe en ese documento que detalla la doctrina y las
acciones a seguir en materia de seguridad nacional del gobierno de USA para el
2018. Ni una MX, nada. Mal comienzo para los mexicanos.
En algún cajón de los múltiples cubículos vacíos del Departamento
de Estado se quedó el dossier con los temas sobre la relación de seguridad con México:
la Iniciativa Mérida, la Alianza para la Seguridad y la Prosperidad de América
del Norte (ASPAN), la extradición de Joaquín “El Chapo” Guzmán a EU un día
antes de la toma de posesión de Trump, los mecanismos binacionales para
compartir inteligencia sobre el narcotráfico y el lavado de dinero, etcétera.
No le fue mucho mejor a Canadá, el otro vecino de América del
Norte. Sólo mereció un par de líneas en la NSS: “Canadá y Estados Unidos
comparten una singular asociación de defensa y estrategia”. Es todo lo que
obtuvo Trudeau.
Por lo demás, para la región de América Latina, nombrada no como
tal sino como “Hemisferio Occidental” en el documento de la Casa Blanca (¿qué problema
tienen con nombrar las cosas como son?) el desafío percibido en Washington es
el del crimen transnacional que provoca violencia y corrupción en los países
del área.
La acción recomendada va en el sentido de apoyarse en los
esfuerzos locales, alentar las culturas de la legalidad y apoyar las iniciativas
locales para reforzar las policías y las fuerzas de seguridad. Se incrementará
el intercambio de inteligencia para la captura de criminales y el combate a las
organizaciones criminales.
Otro objetivo genérico para la región será el de modernizar los
acuerdos comerciales para asegurar un “comercio justo” para los intereses
norteamericanos. Eso incluye al TLCAN, por supuesto, pero no se le menciona en
este apartado.
En lo político, el Presidente Trump pide que otros países del
Hemisferio Occidental (se refiere a América Latina) lo apoyen en sus esfuerzos
por aislar a Cuba y Venezuela (modelos de “izquierda anacrónica y autoritaria”).
Eso es todo. La complejidad de la relación bilateral
México-Estados Unidos, en la cual los temas de economía, migración y seguridad
van necesariamente juntos en la realidad del día a día, no tiene cabida en la
visión expresada en la NSS. En otro apartado del documento se reitera la intención de construir un muro fronterizo, pero nada más (y sin nombrar a México).
La gran batalla para México es la de ganar la atención y la
simpatía de la opinión pública estadounidense, lo han dicho ya muchos
especialistas en el tema. Que en un documento oficial de la Casa Blanca ni
siquiera se mencione por su nombre a nuestro país dice mucho del Gobierno del Presidente
Trump, es cierto, pero dice mucho más de nosotros (sociedad y gobierno
mexicanos): ¿qué hemos hecho para que el estadounidense promedio cambie su
percepción negativa de México y de los mexicanos?
Ése es nuestro desafío: superar nuestros profundos
desacuerdos internos en México para enfrentar lo más unidos posible la adversidad
que viene del norte, ganar los corazones de los estadounidenses sin perder los
nuestros, ¿lo podremos lograr en el 2018?
rogelio.rios60@gmail.com