Por ROGELIO RÍOS HERRÁN
Los días de fin de año no son quizá los más propicios para leer
este tipo de documentos, pero decidí revisar la Estrategia Nacional de
Seguridad (NSS por sus siglas en inglés)lanzada por el Presidente Donald Trump
el pasado 18 de Diciembre porque pensé que en estas fechas relajadas podría
entender mejor la visión del mundo que él y su equipo de asesores proponen (ver
en www.whitehouse.gov).
Quería, además, quitarme el mal sabor de boca que me había
dejado el discurso del Presidente Trump ante la Asamblea General de la ONU en
septiembre pasado: combativo, hostil para algunos países cuyos delegados
estaban presentes en la sesión y completamente inapropiado en su tono para la
estatura del máximo foro mundial.
Pero ni el espíritu navideño ni el relajamiento del fin de año
me prepararon para lo que iba a leer: propone la Casa Blanca una estrategia
para el siglo 20, no para el 21. Aspira a un mundo que sólo puede existir en su
imaginación: países soberanos que conviven y comercian entre ellos sin
intermediarios de ninguna especie (organizaciones comerciales o políticas) y
cuya búsqueda individual de sus intereses nacionales les hará encontrar la
armonía universal (una especie de “mano invisible” geopolítica).
La paz se
asegurará mediante la fuerza y la potencia militar que aporte cada nación: si
tú me atacas, te garantizo que te puedo contraatacar y destruir. Un Monopoly,
pero con tanques y misiles.
A ver, tal vez me equivoqué, Vuelvo a leer algunos pasajes, pero
no, la propuesta sigue ahí, intacta, como una “visión hermosa”: “un mundo de
naciones fuertes, soberanas e independientes, cada una de ellas con sus propias
culturas y sueños, avanzando lado a lado en su prosperidad, libertad y paz a lo
largo del año que viene”.
Las amenazas a Estados Unidos provienen de naciones “revisionistas”
del equilibrio de poder como China y Rusia, el terrorismo yihadista es la
principal amenaza de seguridad para los estadounidenses, Corea del Norte e Irán
son dictaduras represivas que odian a Estados Unidos, la inmigración daña a su
economía; de todo ello, la conclusión es que Estados Unidos debe redoblar su
capacidad militar, tanto convencional como nuclear, para nunca perder la “superioridad”
militar sobre sus rivales, reservándose, por supuesto, el derecho de intervenir
militarmente en donde y cuando se consideren amenazados.
¿La ONU? En un par de líneas se menciona en la NSS que debe
reestructurarse para devolverla a su cometido original (el cual no se
específica).
¿Referencias a la globalización y su impacto geopolítico? No se
menciona la palabra “globalización” en todo el documento, mucho menos se
incorpora el concepto a su análisis estratégico.
¿Cambio climático? Tampoco se menciona por su nombre en el
capítulo dedicado a la energía.
Las continuas referencias al reforzamiento de la capacidad
militar estadounidense, a la necesidad de mantener una fuerza armada capaz de
actuar en cualquier momento y en cualquier parte del mundo, además de la
insistencia sobre el terrorismo yihadista y el peligro que representan Corea
del Norte e Irán, adicionalmente al crecimiento militar de China y Rusia, son
los puntales de la visión de la NSS: “estos son desafíos políticos fundamentales
entre quienes favorecen los sistemas represivos y quienes favorecen a las sociedades
libres”, una forma de decir entre buenos y malos.
No suena como una visión para el futuro, sino como una vuelta al
pasado. “America great again”, según la estrategia propuesta, aspira a preservar
un mundo unipolar que sólo brevemente existió a la caída de la Unión Soviética
en 1991, con Estados Unidos como la superpotencia dominante, pero con un toque
de los años 50: blandir amenazas inminentes y letales (antes el comunismo,
ahora el terrorismo islámico)para apropiarse de poderes y facultades extraordinarias
de gobierno, atemorizar a la población y cerrar los más posible el país al
mundo (lo cual llevaría a EU incluso más atrás en el tiempo hasta el
aislacionismo de principios del siglo 20).
¿Dónde están Harvard, Yale y Princeton con sus académicos de
relaciones internacionales? ¿Qué fue de los poderosos “think thanks”
conservadores que producen profundos reportes y estudios estratégicos por
toneladas?
¿Por qué no consultaron en la Casa Blanca a Henry Kissinger, quien,
a sus 90 y pico de años, les hubiera dado (gratis) un par de lecciones sobre
estrategia y geopolítica en la servilleta durante el almuerzo? ¿O a Condoleezza,
Madeleine o -sí- a Hillary?
El documento de la NSS se hubiera beneficiado mucho con su
asistencia y asesoría: no se puede omitir la globalización como concepto en
ningún análisis serio de las relaciones internacionales en el siglo 21; el
sistema internacional ya no gira exclusiva ni pincipalmente en torno a los
estados-nación; sobre el cambio climático no se discute si existe o no -eso ya
está superado- sino cómo va a afectar a cada nación, no se puede ignorar; explique
bien, por favor, ese trabalenguas del “realismo de principios” (“principled
realism) que haría a Hans Morgenthau revolverse en su tumba, etc., hubieran
dicho los académicos con delicioso sarcasmo mientras le regresan al alumno su “paper”
con observaciones para que lo corrija.
Pero es demasiado tarde para eso. La NSS ya es un documento
oficial y será la guía para la seguridad de todo el Gobierno estadounidense en lo interno y lo externo para el 2018, de ahí se derivarán decisiones de vida o
muerte alrededor del mundo.
Se refleja en él una corriente de pensamiento
conservador que peca de reduccionismo, es verdad, y que no incluyó a un
conservadurismo más ilustrado (en la academia, por ejemplo) que hubiera
aportado seguramente una visión más refinada del mundo y de las amenazas a la seguridad
estadounidenses para una discusión de mayor nivel.
Faltaría una cosa: México, ¿cómo queda en la NSS? Se los
comentaré en la próxima columna.
rogelio.rios60@gmail.com
No hay comentarios.:
Publicar un comentario