jueves, agosto 31, 2023

Trump a la mexicana

 


Por Rogelio Ríos Herrán

Les confieso, estimados amigos, que todavía no salgo de mi asombro sobre qué tan poco se comentan en México los apuros legales del ex presidente estadounidense Donald Trump, quien ha recibido en firme cuatro acusaciones criminales: la del pago ilícito a una estrella de cine para adultos; la de su participación en la incitación al Asalto al Capitolio en 2021; la de la retención ilegal de documentos clasificados en su casa en Florida después de dejar la presidencia; y, finalmente, la de maquinación criminal para alterar el resultado de la elección presidencial en el estado de Georgia.

Suma Trump tres causas federales y una estatal. Vendrán más acusaciones que en conjunto podrían sumar una decena de juicios que deberá enfrentar en 2024, a la par que su campaña por volver a la Casa Blanca.

Eso es asombroso en sí mismo. Cuando observo el show de Trump, las acusaciones criminales que acumula, su tendencia a victimizarse y a denunciar una “cacería de brujas” en su contra, se me ocurre que estamos viendo, desde México, un avance de la avalancha judicial que le espera a Andrés Manuel López Obrador cuando termine su mandato el 30 de septiembre del 2024.

No escucho, sin embargo, entre amigos, familiares, conocidos y periodistas algunos comentarios sobre Trump. Casi nadie lo menciona y mucho menos trata de entender las implicaciones de las acusaciones en su contra desde el contexto mexicano.

Para aportar a ese debate, que me parece absolutamente necesario, como mexicano comento lo siguiente:

1)     Cuando parecía que las instituciones políticas y judiciales estadounidenses se quebraban bajo los golpes de Trump, no solamente resistieron el ataque, sino que ahora lo están llamando a cuentas por sus trapacerías. En México, ¿para cuándo con Amlo?

2)     La mejor vía para sentar a Trump en el banquillo de los acusados no fue la del juicio político en el Senado (salió airoso en dos intentos de juicio político), sino la vía judicial. Fueron tres fiscales federales y una fiscal estatal quienes lo investigaron y, tras reunir la evidencia, le fincaron acusaciones formales y firmes. Ahí está marcado el camino contra los gobernantes populistas: la vía judicial. En México, ¿para cuándo con Amlo?

3)     No obstante que Trump impulsó los nombramientos de muchos jueces federales y de magistrados de la Suprema Corte, fueron varios de esos jueces federales, supuestamente trumpistas, quienes desecharon -por falta de evidencia- sus temerarias acusaciones de fraude electoral en la elección del 2020. Su “Gran Mentira” se vino abajo en las Cortes. En México, ¿para cuándo con Amlo?

4)     Cuando parecía en la cúspide de su poder y su magnetismo ante un sector amplio de los votantes estadounidenses; cuando su base de seguidores incondicionales les aseguraba impunidad total a sus actos delictivos, y a pesar de sus altos niveles de aprobación, Trump se tambalea hoy bajo el peso de las acusaciones judiciales, sale retratado con torvo semblante en la foto de la cárcel de Fulton, Georgia como presunto criminal, y perdió su aire de perdonavidas. Ahora, él lucha por no ir a la cárcel: en eso quedó el aura invencible que lo rodeaba. De nuevo pregunto: En México, ¿para cuándo con Amlo?

Hasta aquí algunas ideas para el debate. Quiero recalcar que Andrés Manuel López Obrador no midió, en su infinita soberbia, que los agravios lanzados injustamente a cada juez federal y cada ministro de la Suprema Corte de la Nación pesarán en el ánimo de quienes serán sus juzgadores. Cuando abandone el Palacio Nacional, será la hora de rendir cuentas por sus actos. 

Que no espere Andrés Manuel benevolencia en las sentencias; que no crea que habrá consideraciones para un expresidente. Olvidó el político tabasqueño (de educación cristiana evangélica) un principio milenario: con la vara que midas, serás medido. Está escrito.

Hay más similitudes de las que se perciben a simple vista entre Donald Trump y Andrés Manuel López Obrador, solamente les pido que reflexionen ustedes sobre ello. Mientras más alto el árbol, más fuerte su caída.

@rogeliux

miércoles, agosto 30, 2023

Entre Xóchitl y Beatriz…




Por Rogelio Ríos Herrán 


No alcanza el método estadístico de la encuesta a definir las semejanzas y diferencias cualitativas entre las dos candidatas que contienden por la nominación del Frente Amplio por México en busca de la candidatura a la presidencia de la república. El retrato que de ellas nos da una encuesta es cuantitativo y mide específicamente el reconocimiento que tienen ambos rostros entre la población general; valioso en ese aspecto, pero nada más. 


Ninguna de las personas encuestadas dedicará más de dos segundos a decidir entre Xóchitl Gálvez y Beatriz Paredes con base a si conocen o no sus caras, si las han visto en televisión o redes sociales, si escucharon sus mensajes por radio o en YouTube. Nada más. Es un acto reflejo en el cual no se involucran planes o propuestas de ellas, sus formas de pensar, suubicación en el espectro político. 

 

¿Cómo se desempeñaría Xóchitl, por ejemplo, bajo situaciones de extremo estrés? ¿Tendría Beatriz la entereza y el control emocional necesarios para sobrellevar la carga de ser presidenta de México? ¿En qué medida afectaría a ambas recibir en sus manos una cantidad descomunal de poder como el que se concentra en la Presidencia de México? 

 

Junto con el poder vienen riqueza y privilegios, el manejo de millones de millones de pesos, la incrustación inmediata de familiares, amigos, conocidos, compadres, ahijados y hasta compañeros del kindergarden que solicitan los favores del poderoso caballero o la magnánima dama. 


Junto con el poder vienen los jugosos contratos de obras públicas, los contratistas favoritos, las empresas extranjeras con sus inversiones y sobornos. Llega igualmente una montaña de problemas que atender con decisiones urgentes e inaplazables. 


La política es muy extraña: los precandidatos en campaña viven la luna de miel antes de la boda. Al llegar al poder, sin embargo, se acaba el encanto de ser candidato u opositor y empieza el tormento de gobernar, de obedecer la Constitución y las leyes, de aguantar la crítica aplastante de los medios de comunicación, de cuidarse del fuego amigo más que del enemigo, etcétera. 


Con todo eso en mente, me vuelvo a preguntar: ¿Tienen Xóchitl y Beatriz la madurez emocional, la firmeza de ideas, la solidez de convicciones y la pasión y la ética por el servicio público que se necesita para ser presidenta de México? 


Ninguna encuesta me va a dar esa respuesta. Los sondeos estadísticos sólo me dirán una cosa, muy valiosa, pero sólo una cosa: a quién de ellas reconoce mejor la población. Yo necesito saber más que eso para decidir mi preferencia de voto. Mucho más. 


Si hubiéramos tenido un conocimiento cualitativo previo y a fondo de quienes nos han gobernado recientemente, un conocimiento que no nos dieron las encuestas, seguramente nos habríamos ahorrado “la docena trágica” del siglo 21: los sexenios consecutivos de Enrique Peña Nieto y Andrés Manuel López Obrador, dos de los peores presidentes que ha padecido México, incluyendo en el conteo a Luis Echeverría y José López Portillo, protagonistas ilustres de “la docena trágica” del siglo 20: todos ellos suman 24 años (casi un cuarto de siglo) perdidos para México. 


No nos equivoquemos otra vez, por favor. Evaluemos a Xóchitl Gálvez y a Beatriz Paredes (y también a Claudia Sheinbaum, ¿por qué no?) no sólo con encuestas, sino por su madurez y cualidades personales. Conozcamos a fondo a cada una de ellas antes de apoyarlas. La luna de miel va después de la boda, no antes. No lo olvidemos. 


En la vida y en la política, hechos son amores, no palabras. 

viernes, agosto 25, 2023

¿A dónde se fue el diálogo en México?

 


Por Rogelio Ríos Herrán 


Nunca como en esta época, casi transcurrido el primer cuarto del siglo 21, he notado la ausencia de diálogo en la opinión pública mexicana. No veo puentes para la comunicación, no hay espacios comunes de acuerdos y consensos, no hay ni siquiera apremio por dialogar entre personas afines, no digamos con los contrarios. 


Es una gran pérdida para los mexicanos de las nuevas generaciones. Ellos no se imaginan que en otras épocas se podía convivir, a pesar de las diferencias políticas, en los espacios privados y públicos y que había proyectos políticos que reunían en su entorno a las diversas fuerzas políticas.

 

Algunas grandes figuras políticas de México, más grandes que sus etiquetas ideológicas, tenían la autoridad y el magnetismo personales para sentar a la misma mesa tanto a políticos oficialistas como a opositores. Se negociaban, a regañadientes, desde reformas políticas hasta proyectos de infraestructura. 


Todos los de mi generación recordamos a alguna figura de ese talante. Eran priistas, panistas, perredistas, opositores u oficialistas, pero eso era lo de menos. Lo importante residía en su disposición a dialogar y en su capacidad de lograr acuerdos por sobre las aparentemente insalvables diferencias ideológicas. 


No era, ni de lejos, un mundo perfecto, pero funcionaba en grado suficiente como para mantener la institucionalidad mexicana a flote y a salvo de los extremistas de izquierda o derecha. 


“Discusión o trato en busca de avenencia”, propone la Real Academia Española como definición de diálogo. Otra acepción -mi preferida- es “plática entre dos o más personas que alternativamente manifiestan sus ideas o afectos”. 


Lo más simple es culpar al estilo de liderazgo de Andrés Manuel López Obrador –polarizador y promotor del rencor social- por la semilla de división que sembró entre los mexicanos, y no le faltaría razón a quien lo hiciera. 


Lo más complejo, sin embargo, es reconocer que AMLO no hizo más que explotar al máximo una pulsión que ya existía entre los mexicanos desde mucho tiempo atrás: el desdén por las formas democráticas, la simulación ante la ley, la evasión de las responsabilidades públicas, la tendencia a la corrupción, la deshonestidad en el servicio público, la indiferencia ciudadana ante las cuestiones públicas. 


No, la discordia de México no se inventó en 2018, pero sí la utilizó López Obrador a fondo para afianzar su poder político y el de sus seguidores agrupados en Morena. No hubo engaño: la ausencia del diálogo, la negociación oscura y tramposa, la vituperación a los opositores y los diferentes a las posturas de López Obrador las traía labradas en su escudo de armas. 


La clave del éxito del diálogo -como instrumento de negociación de acuerdos políticos- estriba en saber escuchar a quien está sentado al otro extremo de la mesa. Un buen conversador es, ante todo, un gran y atento escuchador. 


La paciencia de escuchar construye democracias. Sentirse escuchado es sentirse aceptado. Hablar y oír, intercambiar opiniones, respetar las buenas maneras, aceptar la convivencia de las diferencias es lo que se encuentra ausente en México. 


Los políticos oficialistas y los de oposición jamás se sientan en la misma mesa. Se gritan en público, pero no se escuchan en privado. Ante todo, se descalifican mutuamente como interlocutores y con ello descalifican al diálogo como herramienta democrática. 


Es obligación primordial del presidente López Obrador ejercer el diálogo, pero ¿cómo puede AMLO sentarse a dialogar cuando nunca aprendió a hacerlo? Si no sabe escuchar, ni reconocer el valor de la disidencia y las diferencias de opinión, ¿cómo va a respetar, a estas alturas, a quienes son diferentes a él? 


Mientras tanto, la factura política de la ausencia de diálogo en México la pagan, adivinó usted bien, todos los mexicanos. No es una película que podamos ver comiendo palomitas, sino una plaga que nos cayó encima y que no hallamos cómo ahuyentar. 


Finalmente, ¿volverá el diálogo a la política mexicana una vez que López Obrador se retire del poder? Lo dudo, pues si la tendencia a la polarización y a la sordera de los mexicanos ya venía desde mucho antes de él, no se revertirá por su retirada del cargo, ni por un relevo en el poder. Incluso en el caso de una alternancia en la presidencia de la república. 


Los que deben recuperar su capacidad de hablar y escuchar son los mexicanos mismos, primero, y luego sus gobernantes. En sus familias, entre amigos, en las redes sociales, en sus negocios y empresas, en la preparatoria o la universidad, en la cafetería o la cantina, el diálogo se salva, perdón por la redundancia, con el diálogo mismo. Tal como la fe se sostiene con las oraciones diarias. 


Qué ganas de platicar sabroso con los amigos en el café, pero ¿a dónde se fue el diálogo en México? ¿Quién me lo robó? 


@rogeliux 

viernes, agosto 18, 2023

Lagos de Moreno, ¡hasta aquí!

Cartón de Rictus @monerorictus

 Por Rogelio Ríos Herrán

 

No hay palabras suficientes que expliquen la tristeza en las miradas de los jóvenes torturados que se observa en una fotografía que circuló ampliamente en redes sociales. Son miradas de miedo, de profunda desesperanza desde la impotencia de esperar de rodillas y maniatados, a la muerte inminente.

 

Son las miradas de Roberto (20 años), Diego (20 años), Uriel (19 años), Dante (22 años) y Jaime (21 años), todos ellos residentes de Lagos de Moreno, Jalisco, quienes se conocían desde la niñez y pasaban un rato de diversión juntos en su ciudad.

 

Ellos fueron secuestrados y torturados, según los testimonios gráficos en redes sociales, por un cártel de narcotraficantes.

 

La generación de Roberto, Diego, Uriel, Dante y Jaime es la que nació en este siglo. Iban caminando estos muchachos con el nuevo siglo 21, descubriendo sus maravillas tecnológicas y forjándose un futuro entre estudios y oficios, el box y las cervezas entre amigos.

 

El manotazo brutal de los señores de la muerte que deciden quién vive y quién no en México, les cortó de tajo sus planes de vida. En un país sin autoridad ni gobierno, en la tierra de nadie, ellos imponen su brutalidad y gobiernan de facto con la violencia desenfrenada de sus sicarios.

 

Como padre de dos lindas hijas de las edades de los muchachos de Lagos de Moreno, me estremezco tan sólo de pensar que a ellas -y a muchos otros jóvenes mexicanos- les pueda suceder algo similar en un país en el que ya no pueden confiar para vivir en paz.

 

No hablo al aire ni exagero. Al día 15 de agosto, se contabilizaban 163 mil 246 homicidios en México. Con la tendencia actual , el sexenio de AMLO cerraría con una cifra muy cercana a los 200 mil homicidios. 

 

La cifra total de homicidios para el sexenio de Enrique Peña Nieto fue 156 mil 055; para el de Felipe Calderón, 120 mil 463.

 

El promedio diario de homicidios bajo el gobierno de AMLO va en 95 asesinatos, contra 71 durante Peña Nieto y 55 de Felipe Calderón. 

 

Completa el cuadro de horror de López Obrador la cifra de 109 mil 705 desaparecidos en lo que va de su gestión, muchos de ellos presumiblemente muertos. Todas las anteriores son cifras oficiales recopiladas por analistas y columnistas de prestigio.

 

“La violencia es el mayor fracaso del Estado mexicano”, escribe Sergio Sarmiento en su columna “No los oigo” (EL NORTE, 17 de agosto). “Lo peor que podemos hacer es minimizar el problema. Quienquiera que vea las imágenes de los jóvenes secuestrados, golpeados y asesinados de Lagos de Moreno entenderá que esta situación no puede continuar. Excepto el Presidente, que prefiere burlarse”.

 

Por su parte, el periodista Héctor de Mauleón afirma en un tuit que “la tragedia de los jóvenes de Lagos de Moreno carece de adjetivos. Lo deja a uno sin fuerzas, vacío por su nivel de horror, de barbarie, de inhumanidad. ¿Quiénes son estas personas? ¿Hasta dónde seguiremos cayendo en el pozo atroz de la oscuridad?” (@hdemauleon).

 

Hasta aquí, digo yo. Lagos de Moreno debe ser el final de esta apatía de los mexicanos ante la notoria incapacidad del gobierno federal y los gobiernos estatales para siquiera comprender la magnitud de la violencia desbordada en México, no digamos prevenirla ni frenarla.

 

¿Esperará la sociedad mexicana a llegar a los 200 mil homicidios para actuar? ¿No es tiempo ya de poner un alto a la negligencia criminal del gobierno de AMLO y los gobiernos estatales?

 

Para concluir, recuerdo las palabras que Alejandro Martí espetó en 2008 ante el gabinete de seguridad del entonces presidente Felipe Calderón: “Señores, si piensan que la vara es muy alta, que es imposible hacerlo, si no pueden, ¡renuncien! No sigan ocupando las oficinas de gobierno, no sigan recibiendo un sueldo por no hacer nada. Eso es también corrupción”.

 

Es el momento de retirarse del cargo para AMLO, de aceptar que su gobierno fracasó y no puede dar seguridad a los mexicanos, ¿para qué esperar al 30 de septiembre del 2024?

 

Roberto, Diego, Uriel, Dante y Jaime: estamos en deuda con ustedes.

 

@rogeliux

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“Dichoso el humilde estado /del sabio que se retira /de aqueste mundo malvado /y con pobre mesa y casa /en el campo deleitoso /con solo Dios se compasa”.
Fray Luis de León

lunes, agosto 14, 2023

¿Es México irrelevante desde el exterior?

 


Por Rogelio Ríos Herrán  

 

En un viaje turístico reciente a la ciudad de Nueva York, en medio del descubrimiento personal de la Gran Manzana, pude comprobar uno de mis hondos temores con respecto a México y su imagen en el exterior: el riesgo de volvernos irrelevantes como país para el resto del mundo. 


No hubo en los noticieros televisivos que capté en el cuarto del hotel, entre los descansos de las largas caminatas por la urbe, más que una sola nota dedicada a México, repito, una sola nota. ¿Y saben cuál fue? Se trató del ataque y asesinato de dos policías municipales en Nuevo Laredo a manos de criminales, grabado en video y difundido extensamente en la Unión Americana. 


No escuché mencionado el nombre de México o los temas mexicanos entre la infinita cantidad de conversaciones que recogí en restaurantes y cafeterías, el Metro y los Buses, en calles y avenidas, museos, la visita obligada al World Trade Center, etcétera. 


No es posible, pensaba, que esto esté sucediendo. De veras, ¿México, su imagen, el gobierno, la gente y la cultura están ausentes en el interés neoyorquino?

  

En una de las grandes ciudades de los Estados Unidos, ciertamente el símbolo de ese país y una metrópoli de trascendencia mundial, ¿por qué no se habla de México y de su estatus de socio comercial privilegiado y vecino geográfico de los estadounidenses? 


Al salir del territorio mexicano y con la perspectiva que proporciona la distancia física, ¡qué poco peso tiene hoy el nombre de México! ¡Qué pequeños y patéticos se ven tanto el nivel de su debate público como la calidad de sus políticos y gobernantes! 


Ahí vamos los turistas mexicanos con el orgullo de nuestro país a cuestas, pero sólo lo vemos reflejados en las sonrisas de cocineros y meseros de restaurantes que, por lo general, provenían de Puebla y no paraban de chambear con la sonrisa en el rostro sudado.  


¿Quién tiene la culpa de la invisibilidad de México en el exterior? 


La respuesta corta es que el gobierno actual lleva una buena parte de culpa por su inexplicable tendencia al aislamiento de foros y organismos internacionales, a cuya asistencia contínuamente se negó a lo largo de cinco años.  


Además, la proclividad de AMLO a denostar públicamente al gobierno de Estados Unidos, a rehusarse a cumplir las reglas del TMEC, a intervenir constantemente en sus asuntos internos, ha creado una muralla de indiferencia estadounidenses hacia loa asuntos mexicanos. 


La cosa no para ahí. La respuesta larga a la pregunta que me hago abarca a gobiernos anteriores y sus acciones diplomáticas insuficientes y fallidas, pero también a una sociedad mexicana (empresas, ONGs, líderes de la sociedad civil, activistas políticos, etcétera) que no ha sabido conquistar plenamente el interés de los estadounidenses hacia el país vecino ubicado al sur de la frontera.

 

Abarca también a los medios de comunicación mexicanos que no dan peso ni cobertura suficiente a las noticias internacionales ni a la rica afluencia de información generada en Estados Unidos que tiene relación con México. 


Los medios mexicanos se contentan también con el mundillo de los políticos y la politiquería interna, con la “grilla” y las frases diarias de los gobernantes que ocupan el lugar de las noticias sobre hechos. 

 

Es el periodismo de frases, de recoger declaraciones en las conferencias de prensa y llenar con esa paja los espacios informativos. 


Cuando observamos otra clase de periodismo, en otros países, nos damos cuenta de por qué México ha perdido peso internacional y es casi irrelevante en los Estados Unidos.

  

Esos medios foráneos no se detienen en registrar declaraciones de funcionarios y tomarlas tal cual para publicarlas (salvo honrosas excepciones), sino que investigan, analizan datos. exprimen a sus fuentes, acuden a verificar los hechos, interrogan a testigos y víctimas. 


Cualquier cosa que diga un presidente de México, aunque sea la mayor mentira imaginada, es nota de titulares en México. No lo es en el resto del mundo, no lo es en los grandes medios de comunicación internacionales.

  

Por eso, entre otras cosas, nos volvemos invisibles: ¿a quién le importan las declaraciones de políticos mexicanos de dudosa veracidad?

 

No le importan a nadie en Nueva York.

 

@rogeliux  

domingo, agosto 13, 2023

TREN MAYA: el ecocidio de AMLO

  


Por Rogelio Ríos Herrán 

 

Un “Tribunal Ético” internacional, es decir, una Corte de Conciencia como lo es el Tribunal Internacional de los Derechos de la Naturaleza llevó a cabo en marzo visitas y audienciasen la Península de Yucatán para constatar los daños, recopilar testimonios y emitir una sentencia dura: el Tren Maya es un proyecto del Gobierno del presidente López Obrador responsable de los crímenes de ecocidio (daños al medio ambiente) y etnocidio (daños a los pueblos indígenas). 


Así que súmele usted a los títulos internacionales obtenidos por AMLO (por ejemplo, el de persona non grata en Perú), el de responsable de ecocidio y etnocidio en Yucatán, México. 


Como parte de los procedimientos judiciales del Tribunal, que incluyeron la presentación de cargos por parte de un Fiscal de la Tierra, se invitó a las autoridades mexicanas de nivel federal, estatal y municipal a presentar sus oposiciones, pero ninguna de ellas se dignó a comparecer. 


La Sentencia del Tribunal en el Caso Tren Maya (sustentada en la Declaración Universal de los Derechos de la Madre Tierra), dada a conocer recientemente a la opinión pública, no deja lugar a dudas: 

  1. El Tribunal decide reconocer de modo irrefutable la violación a los derechos de la Naturaleza y los derechos bioculturales del Pueblo Maya, que ancestralmente ha sido y continúa siendo, protector y guardián de su territorio, de sus cenotes, cuevas y costas; sus selvas, su biodiversidad y sus cultivos tradicionales, y los seres no humanos que habitan los ecosistemas, todo lo cual configura crímenes de ecocidio y etnocidio.  

  1. El Tribunal responsabiliza al Estado Mexicano por la violación de estos derechos fundamentales de la Naturaleza y del Pueblo Maya (Décimo Tribunal Local por los Derechos de la Naturaleza). 

  2. El Tribunal condena a las autoridades de los Estados Unidos Mexicanos a la suspensión inmediata del megaproyecto Tren Maya en todos sus componentes, así como la desmilitarización de los territorios indígenas.  

  3. El Tribunal Exige al Estado, particularmente al Gobierno Central y al Ejecutivo, a que cese el despojo de las tierras ejidales y en general del territorio, así como el terminar con la persecución, amenazas, hostigamiento e intimidación de las personas defensoras de la naturaleza. 

Los jueces cuidaron muy bien la fundamentación de los cargos contra el Estado Mexicano y el Tren Maya sobre la legislación internacional reflejada en convenios de aplicación universal, de los cuales el Gobierno de México es adherente y que están incorporados al derecho mexicano como leyes supremas. No hay duda, entonces, sobre la jurisdicción del Tribunal. 


Uno de los jueces es Raúl Vera, Obispo de Saltillo y antiguo Obispo Coadjutor de Samuel Ruiz durante la época del levantamiento indígena del EZLN en 1994. Los otros magistrados son Maristella Svampa (Argentina), Yakú Pérez (Ecuador), Francesco Martone (Italia) y Alberto Saldamando (Estados Unidos, chicano-zapoteca). 


Como conclusión a mi escrito, citaré el testimonio de Vilma Esquivel Pat del centro cultural UKúuchil, en Felipe Carrillo Puerto, Q.R.: 

  1. El proyecto ha cambiado totalmente sus vidas, en su familia y en su comunidad. Quienes están en contra del tren son discriminados. El pueblo está dividido por promesas incumplidas. Ha habido despojo de tierras y precarización de las personas que trabajan en la obra. Hablar de la naturaleza es hablar de nuestro pueblo y nuestra espiritualidad.  

  2. En la falsa consulta nos dijeron sólo mentiras, lo que sucede siempre; no se puede confiar en el Estado. El proyecto destruye la selva. No se han calculado los daños que generará en el tejido comunitario la llegada de miles de turistas. Hay violencia generada por la obra. 

Doña Vilma recogió en su testimonio las preocupaciones de quienes resienten en el Sureste mexicano la necia y mal calculada decisión de uno de sus hijos, el tabasqueño López Obrador, sobre una obra que dañará irremediablemente a pueblos y selvas nativos y que ahora ha sido sentenciado como ecocida y etnocida.  


¿Quién detendrá al Tren Maya? La Madre Naturaleza lo hará. 


AMLO: la fatiga del poder

  Por Rogelio Ríos Herrán  Al poco tiempo de empezar las conferencias matutinas (“las mañaneras”) en el arranque del gobierno de López Obra...