miércoles, agosto 30, 2023

Entre Xóchitl y Beatriz…




Por Rogelio Ríos Herrán 


No alcanza el método estadístico de la encuesta a definir las semejanzas y diferencias cualitativas entre las dos candidatas que contienden por la nominación del Frente Amplio por México en busca de la candidatura a la presidencia de la república. El retrato que de ellas nos da una encuesta es cuantitativo y mide específicamente el reconocimiento que tienen ambos rostros entre la población general; valioso en ese aspecto, pero nada más. 


Ninguna de las personas encuestadas dedicará más de dos segundos a decidir entre Xóchitl Gálvez y Beatriz Paredes con base a si conocen o no sus caras, si las han visto en televisión o redes sociales, si escucharon sus mensajes por radio o en YouTube. Nada más. Es un acto reflejo en el cual no se involucran planes o propuestas de ellas, sus formas de pensar, suubicación en el espectro político. 

 

¿Cómo se desempeñaría Xóchitl, por ejemplo, bajo situaciones de extremo estrés? ¿Tendría Beatriz la entereza y el control emocional necesarios para sobrellevar la carga de ser presidenta de México? ¿En qué medida afectaría a ambas recibir en sus manos una cantidad descomunal de poder como el que se concentra en la Presidencia de México? 

 

Junto con el poder vienen riqueza y privilegios, el manejo de millones de millones de pesos, la incrustación inmediata de familiares, amigos, conocidos, compadres, ahijados y hasta compañeros del kindergarden que solicitan los favores del poderoso caballero o la magnánima dama. 


Junto con el poder vienen los jugosos contratos de obras públicas, los contratistas favoritos, las empresas extranjeras con sus inversiones y sobornos. Llega igualmente una montaña de problemas que atender con decisiones urgentes e inaplazables. 


La política es muy extraña: los precandidatos en campaña viven la luna de miel antes de la boda. Al llegar al poder, sin embargo, se acaba el encanto de ser candidato u opositor y empieza el tormento de gobernar, de obedecer la Constitución y las leyes, de aguantar la crítica aplastante de los medios de comunicación, de cuidarse del fuego amigo más que del enemigo, etcétera. 


Con todo eso en mente, me vuelvo a preguntar: ¿Tienen Xóchitl y Beatriz la madurez emocional, la firmeza de ideas, la solidez de convicciones y la pasión y la ética por el servicio público que se necesita para ser presidenta de México? 


Ninguna encuesta me va a dar esa respuesta. Los sondeos estadísticos sólo me dirán una cosa, muy valiosa, pero sólo una cosa: a quién de ellas reconoce mejor la población. Yo necesito saber más que eso para decidir mi preferencia de voto. Mucho más. 


Si hubiéramos tenido un conocimiento cualitativo previo y a fondo de quienes nos han gobernado recientemente, un conocimiento que no nos dieron las encuestas, seguramente nos habríamos ahorrado “la docena trágica” del siglo 21: los sexenios consecutivos de Enrique Peña Nieto y Andrés Manuel López Obrador, dos de los peores presidentes que ha padecido México, incluyendo en el conteo a Luis Echeverría y José López Portillo, protagonistas ilustres de “la docena trágica” del siglo 20: todos ellos suman 24 años (casi un cuarto de siglo) perdidos para México. 


No nos equivoquemos otra vez, por favor. Evaluemos a Xóchitl Gálvez y a Beatriz Paredes (y también a Claudia Sheinbaum, ¿por qué no?) no sólo con encuestas, sino por su madurez y cualidades personales. Conozcamos a fondo a cada una de ellas antes de apoyarlas. La luna de miel va después de la boda, no antes. No lo olvidemos. 


En la vida y en la política, hechos son amores, no palabras. 

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