jueves, febrero 28, 2019

Apodaca coreana



Por Rogelio Ríos Herrán

Fue un día de contrastes y sorpresas el pasado 27 de febrero cuando tuve la oportunidad de hacer un recorrido, junto con amigos coreanos y autoridades municipales y funcionarios del área de prensa y medios del Gobierno del Estado de Nuevo León, por algunas avenidas de Apodaca, N.L., en las cuales se concentra buena parte de los negocios creados por los coreanos establecidos en ese municipio.

De contrastes porque ese mismo día se celebraba, al otro lado del mundo (en Vietnam), el encuentro cumbre entre el Presidente estadounidense Donald Trump y el líder norcoreano Kim Jong-un, en el cual se buscaba llegar a un acuerdo general sobre el desarme nuclear de Corea del Norte por parte de Estados Unidos.

Mis amigos coreanos me comentaban que estaban al pendiente de lo que sucediera en esa cumbre, pues cualquier acuerdo logrado con Corea del Norte para estabilizar la seguridad en Asia Oriental sería de gran beneficio para Corea del Sur.

No sabíamos en ese momento que la reunión cumbre terminaría abruptamente y sin acuerdo alguno, mientras los funcionarios de ambos gobiernos se culpaban mutuamente por el fracaso.

De sorpresas porque fue posible conocer de primera mano lo que tanto había escuchado sobre la comunidad coreana en Apodaca, el municipio de la zona metropolitana más poblado de coreanos: los orientales son emprendedores, luchones, abren sus negocios, se apoyan en su comunidad y mantienen sus vínculos.

Así que mientras la alta política internacional distanciaba a dos líderes de la talla de Trump y Kim, en este lado del mundo, el contacto de coreanos y mexicanos daba mejores resultados.

La creación en diciembre pasado de la Policía Ciudadana Coreana (presidida por los señores Kevin Lee y Rubén Kim), un cuerpo de voluntarios civiles coreanos que busca servir y asistir a sus compatriotas en sus interacciones con las autoridades municipales y estatales, fue el motivo para que agentes en servicio de la Secretaría de Seguridad Pública de Apodaca (bajo las órdenes de su titular Víctor Manuel Navarro) acompañaran a los coreanos a visitar varios negocios de sus compatriotas.
De esa manera los oficiales que nos acompañaban fueron presentados a los dueños de establecimientos y forjaron un vínculo que se suma al lanzamiento de la Policía de Proximidad de Apodaca, un proyecto municipal muy interesante del Alcalde César Garza que busca recuperar la confianza del ciudadano en sus policías.

Fue muy educativo visitar los negocios, pequeños restaurantes, un taller de hojalatería, pintura y mecánica automotriz, un supermercado con artículos coreanos, una estética en donde se hablaba coreano, chino y japonés, un pequeño y acogedor bar que sirve “soju” (licor coreano) y el tradicional platillo Chi Mek (pollo frito y cerveza), una fábrica de gimnasios al aire libre, todos ellos atendidos por sus propietarios y abiertos a coreanos y mexicanos.
La desconfianza se resquebraja, el acercamiento personal destruye los estereotipos y el cruce de manos y miradas entre coreanos y autoridades se hace posible durante una visita personal.

No dudo en hablar por los mexicanos ahí presentes (autoridades y agentes de Apodaca incluidos) al decir que no teníamos una idea clara de lo que había atrás de los letreros en coreano hasta que conocimos a las personas que están detrás de ellos, al pie del cañón en sus negocios.

En las conversaciones con ellos escuché, una y otra vez, su agradecimiento a esta tierra que los ha recibido, su deseo de permanecer en Nuevo León y de integrarse a la sociedad en general. Algunos de ellos ya lo han hecho más a fondo al casarse con mexicanos y vivir aquí con sus familias.

Además, esta visita me dio la oportunidad de ver con mayor claridad que no toda la presencia coreana se reduce a las grandes empresas aquí asentadas (Kia Motors y LG), sino que han llegado también a Nuevo León los comerciantes y empresarios pequeños y medianos que buscan establecerse y prosperar, tal como lo queremos hacer los mexicanos.

Si se da una vuelta por Apodaca, no dude en visitar a cualquiera de estos negocios coreanos, no sienta temor por el idioma o por lo desconocido. Lo recibirán con mucho gusto, se lo aseguro y después seguirá regresando a saborear la deliciosa comida coreana o un buen Chi Mek.

Cuando la alta política internacional falla, la política del acercamiento y proximidad entre ciudadanos y autoridades municipales sí da buenos resultados en Apodaca.
rogelio.rios60@gmail.com




domingo, febrero 10, 2019

Lo que enseña una escuela coreana




Por Rogelio Ríos Herrán

Me llamó poderosamente la atención el comentario de Margarita Jin, durante una conversación que sostuvimos recientemente, al decirme que coreanos y mexicanos sí tienen algo muy fuerte en común: el amor a vivir en familia, a incluir no sólo a padres e hijos, sino abuelos, tíos, primos, etcétera en la vida familiar. Todos tienen su lugar y hay una manera de dirigirse a cada uno de ellos.

Por eso el concepto de “amigo” se dice en idioma coreano de varias maneras dependiendo de a quien le hable uno: a una persona mayor, a alguien de la misma edad o a alguien más joven.

Margarita dirige la Escuela de Coreano en Monterrey, la cual agrupa a más de 100 alumnos de los grados de preescolar desde 4 años, primaria y secundaria, y que visité como parte del interés del Instituto de Política y Economía Corea-México en difundir la cultura coreana. Son hijos de familias de coreanos residentes en el área metropolitana de Monterrey, incluyendo a hijos de matrimonios binacionales: padre coreano-madre mexicana o madre coreana-padre mexicano.

Su objetivo, según me explico la directora Jin, es reforzar cada sábado del ciclo escolar su identidad coreana, su historia, cultura, normas de convivencia, idioma, geografía. Eso es adicional a la educación que los niños coreanos reciben en escuelas mexicanas de lunes a viernes.

La experiencia de asistir a la Escuela (establecida desde 2004), ubicada actualmente en la sede de la Iglesia Coreana de Monterrey gracias a la generosidad de su Pastor, es muy importante para los niños coreanos de padres itinerantes que trabajan fuera de su país para empresas o el gobierno coreano.
La escuela no persigue fines de lucro, sino cumplir su misión de enriquecer el lazo cultural que une a cada coreano, desde su nacimiento, con su Madre Patria. Las maestras que atienden a los niños son voluntarias y una parte de sus recursos provienen del Gobierno coreano, además del esfuerzo local por sostenerla.

Al final, un mejor entendimiento de la identidad cultural propia nos lleva a la mejor comprensión e integración a la cultura del país a donde vayamos a vivir por las razones que sean.

Lo que se hace en la Escuela de Coreano de Monterrey ayuda a los niños coreanos y a sus padres a entender mejor sus raíces y a comprender las semejanzas y diferencias con los mexicanos para que al final se establezca ese puente cultural al que Corea y México aspiran.

No es fácil lograrlo. Los coreanos, me comenta Margarita, tienden a ser más bien conservadores en su mentalidad, les cuesta trabajo confiar de entrada en los demás, debido a las experiencias que han tenido en otras naciones a lo largo de su historia.

Pero una vez otorgada esa confianza, los mexicanos saben que cuentan con socios y amigos leales y para muchos años. Sí, algo así como lo que el “compadre” es para un mexicano.

La educación básica es fundamental para que los niños coreanos echen buenas raíces. Hay un dicho en Corea, me dice la directora Jin, que expresa que lo que se aprende mal a los tres años, ¡dura hasta los 80 años! En México diríamos: “árbol que nace torcido nunca su rama endereza”.

El proyecto de la Escuela necesita dar otros pasos, comenta su directora: conseguir un local propio con un patio escolar y otras áreas de actividades para atender el crecimiento de la comunidad coreana y el aumento de la demanda de educación para los niños coreanos.

Me despedí de Margarita, los niños y niñas coreanos y maestras con la novedad de haber conocido algo insospechado en Monterrey; una Escuela de Coreano que refleja el espíritu de trabajo y perseverancia que caracteriza a los coreanos y que es su aportación a las comunidades a las que llegan fuera de su país.

En Mérida, Yucatán, según me comentó Margarita, hay otra escuela coreana y el Ayuntamiento de la ciudad inauguró en diciembre de 2017 la “Avenida República de Corea” en conjunto con la Asociación de los Descendientes Coreanos de Yucatán, en conmemoración de la primera inmigración de más de 1000 coreanos en 1905 y como reconocimiento local a las raíces que echaron los coreanos en la hermosa capital yucateca. En Monterrey, pregunto, ¿cuándo tendremos una calle con ese nombre?


jueves, febrero 07, 2019

Corea y Guadalupe: encuentro afortunado




Por Rogelio Ríos Herrán

Las coincidencias geográficas y culturales se dan a veces en donde menos se lo espera uno, ¿quién se imaginaría que un grupo de coreanos se sentaría a la mesa de trabajo para intercambiar información y opiniones con los funcionarios del Municipio de Guadalupe, Nuevo León?

Sí, el municipio guadalupense ya ha albergado a empresas y maquiladoras norteamericanas y francesas, como bien recordó en la reunión Erasmo Garza (ex alcalde y asesor del gobierno actual) que sucedió en épocas pasadas; pero, ¿coreanos?

Bueno, pues el 6 de febrero se dio este encuentro en la moderna sede del Palacio Municipal, se intercambiaron propuestas y preguntas y quedó asentado que, luego de casi un par de horas, los funcionarios guadalupenses descubrieron el interés y seriedad de los inversionistas coreanos en su municipio, y, por su parte, los coreanos agrupados en el Instituto de Política y Economía Corea-México, simple y sencillamente, descubrieron a Guadalupe como una gran área de oportunidad.

Yo mismo, presente en la reunión (formo parte del Instituto), residente de toda la vida en Monterrey, me sorprendí de qué poco conocía de Guadalupe más allá del consabido dicho de que es “el dormitorio de Monterrey”.

La Alcaldesa Cristina Díaz, Adrián Fernández (Secretario de Desarrollo Económico), Oliverio Tijerina (Control y Desarrollo Sustentable, Alejandro Espinosa (Finanzas y Tesorería) y Elisa Estrada Treviño (IMPLANI), del área de desarrollo económico, se encargaron de revelarnos una visión de fuerte impulso al desarrollo del municipio, dividido en 6 distritos.

La estrategia del municipio se orienta en principio a lo siguiente: para actualizar el rostro urbano de la ciudad se desarrollarán preferentemente los Distritos Urbanos Centro-Lindavista y Cerro de la Silla Sur, éste último sede del Estadio BBV Bancomer del equipo Rayados de Monterrey y en donde FEMSA (dueña del estadio y el equipo) hará más inversiones, lo cual nos da una buena idea de la importancia de la zona.

Posteriormente, se enfocará la atención al Distrito Norte Oriente, el de mayor superficie disponible para desarrollar en el Municipio.

Siendo la segunda ciudad más poblada de Nuevo León con alrededor de 700 mil habitantes, Guadalupe elaboró su Plan de Desarrollo con miras no sólo a lo largo del trienio, sino para dejar sentadas las bases de lo que podría ser un “boom” económico mediante desarrollos comerciales, habitacionales, de recreación, de hospedaje y en general de una infraestructura adecuada (como, por ejemplo, la creación de un corredor que iría de La Pastora al Parque Fundidora) para recibir a los visitantes del Mundial 2026, cuando el Estadio BBV Bancomer será sede de algunos juegos.
El grupo de coreanos orientó naturalmente sus preguntas a aspectos específicos de estímulos municipales, los planes para el transporte público y la vialidad, los servicios municipales y la seguridad; uno de ellos, Alex Lim (empresario coreano miembro del Instituto), dijo algo que llevó las cosas un paso adelante: México nos ha recibido no sólo para prosperar y hacer negocios, sino para hacer una vida y formar nuestras familias, por eso nos preocupa participar de cerca con los municipios.

Las palabras de Alex me llevaron a reflexionar sobre que los coreanos vienen para quedarse, piensan a largo plazo e invierten para echar raíces, no para abandonar a la menor adversidad. Así lo he sentido hasta ahora en mi trato con ellos.

En este momento se juntan en Guadalupe dos impulsos: uno, el municipal, el de poner en práctica una transformación económica del municipio que es “la casa del Cerro de la Silla”; otro impulso, la enjundia coreana por hacer negocios y prosperar en el municipio (por ejemplo, creando un Distrito Coreano o Korea Town), junto a los guadalupenses y no a costa de ellos.

Es un buen momento del cual pueden resultar cosas interesantes. Yo solamente hice una observación al final que me pareció pertinente: que la visión y la estrategia que proponen los funcionarios guadalupenses (“Mira qué linda es Guadalupe” es uno de sus lemas) se sostenga a través de las futuras administraciones municipales, es decir, que sobreviva la prueba de fuego de los ciclos políticos y los cambios de gobiernos.

Me contestó muy bien Elisa Estrada: “la hicimos muy bien fundamentada y sustentada en estudios y proyecciones para que quien venga después, la aproveche”, ¡eso es hablar como buena guadalupense! 
rogelio.rios60@gmail.com

domingo, febrero 03, 2019

Migrantes: ¡que ruede el balón!






Por Victoria Ríos Infante



Las canchas de futbol en los albergues de atención a población migrante constituyen no sólo espacios para la recreación y el esparcimiento físico, son también espacios terapéuticos. La presencia de un balón de futbol en contextos de crisis es igual de valiosa que la presencia de especialistas en temas de salud física y mental: es el mejor complemento a los anteriores.



Los balones son los juguetes que se quedan con el niño y la niña interior que los adultos llevan dentro. Son bolas de cuero sintético que nos hacen soñar mientras las tenemos cerca. Y, cosa importantísima, no sólo alimentan los sueños y la imaginación de hombres, sino también de muchas mujeres.



“Estoy practicando, tal vez algún día sea una profesional…” Escuché decir en Tijuana a una mujer que cabeceó el balón por más de hora y media. Hombre, tras hombre pasaba para hacerle mancuerna y ella, incansable, seguía dándole vuelta a cada uno. Agachándose e impulsándose con estilo, con técnica, con fuerza. La misma fuerza que seguramente le llevó a salir de Honduras, atravesar todo México y llegar hasta esta ciudad fronteriza. “Esa catracha vale oro”, murmuraba un cúmulo de hombres que se reunían para presenciar la cátedra que la mujer daba con el balón.



En El Barretal (Tijuana, Baja California), un recinto de espectáculos adaptado como albergue temporal de cientos de migrantes hondureños, salvadoreños, guatemaltecos y nicaragüenses, unos jóvenes de la caravana migrante peloteaban la bola y disfrutaban lucirse con los pies, mientras esperan su número para pasar a Estados Unidos a solicitar asilo.



Jon y Noé tenían meses, si no es que años, sin poder jugar futbol como solían hacerlo cuando eran más pequeños. La dura rutina de trabajo, la escuela, no les permitía ya tener espacio para “cascarear”. La charla, que inició con la nostalgia del deporte, trascendió en el estigma que cargan como jóvenes cuando los tachan de criminales y holgazanes; mientras uno era estudiante de agronomía, el otro deseaba iniciar una carrera como ingeniero antes de sumarse a la caravana.



“Lo extrañaba muchísimo, jugar…”, decía un joven migrante, por eso, los balones en El Barretal les llenaban las piernas, el pecho, la cabeza y el corazón de felicidad.



Podrá parecer algo pequeño, pero una cancha o un balón pueden cambiar totalmente la vivencia de un espacio de atención a personas migrantes: “Las canchas de los albergues que he estado, ¡púchica! créame que, para desestresarse, yo allá la pasaba feliz, al principio jugaba todos los días. El torneo de los sábados, ¡púchica! todo mundo lo esperaba con ansias, y me acostumbré a eso” narra Javier sobre su experiencia en La 72 (en Tenosique, Tabasco), en el sur del País, contrastando esa experiencia con la de los albergues de la frontera norte.



“Lo primero que pregunté yo aquí fue: aquí no hay una cancha ni nada, porque es la única forma de poder hacer ejercicio, y a la vez poderse distraer de este camino tan duro y tan largo”, concluyó.



Todo esto lo reflexiono mientras en Tijuana me siento como en casa cuando coreo con la barra de mi equipo Tigres “¡aquí no existen fronteras, vamos a donde sea!”, en un partido de futbol contra Xolos de Tijuana, y festejo el gol de dos migrantes (un francés y un chileno, jugadores de Tigres) que en Monterrey son abrazados sin peros -al menos por la mitad de la ciudad. Mientras las copas de oro nos llenan de alegrías, estos balones —los que se pasean por los incansables pies migrantes— son los balones de la esperanza, son medicina para el cuerpo y el alma.






Victoria es migrante permanente, Licenciada en Estudios Internacionales (Universidad de Guadalajara), estudiante del Doctorado en Ciencias Sociales (ITESM Campus Monterrey). Ha colaborado con organizaciones y redes especializadas en el estudio y atención de la migración.




Amenaza la violencia a las elecciones?

Por Rogelio Ríos Herrán  No recuerdo una Semana Santa reciente, por lo menos en la última década, con tantos eventos violentos como la de e...