domingo, julio 09, 2023

Elección 2024: legalidad vs. realismo

 


Por Rogelio Ríos Herrán

 

No me cabe la menor duda que los arranques anticipados de precampañas en el partido oficial, Morena, y en la alianza opositora, Frente Amplio por México, están fuera de lo que indica la Ley General de Instituciones y Procedimientos Electorales (artículo 226), por lo que percibo una fuerte tensión entre la legalidad dudosa de esos procesos anticipados y los imperativos del realismo político que los animan.

 

La tensión entre legalidad y realismo es tan fuerte que amenaza perturbar severamente las elecciones generales del 2024, en las cuales se renovará al Presidente de la República. Quizá en un grado similar al de 1994, la imagen de un choque de trenes captura bien lo que podría ocurrir en junio próximo.

 

Yo entiendo que el afán del presidente López Obrador por asegurar el control de la sucesión presidencial lo haya empujado a adelantar notoriamente la selección del candidato de Morena, la cual al final le corresponderá a él y solamente a él, pero que necesita revestir, por lo menos, de un barniz de democracia partidista.

 

Después de todo, el desdén por la Constitución, las leyes y el principio de legalidad es parte de la personalidad de AMLO y la mentalidad política de sus seguidores. Si la estrategia lo dicta, ¿qué importa lo que diga la ley?

 

Por el lado del Frente Amplio por México, el adelanto de la selección de candidato presidencial a través de un proceso simulador semejante en su intención al de Morena obedece, claramente, a una mentalidad pragmática: si obedecemos la ley y nos esperamos hasta noviembre para cumplir los tiempos legales, se dicen entre ellos, los morenistas tomarán ventaja y quizá una delantera definitiva. La estrategia demanda a los frontistas acción política inmediata; la estrategia manda sobre la ley.

 

Puestas todas las fuerzas políticas nacionales en ese terreno, es decir, en la ilegalidad, no dejo de protestar por ello como ciudadano, pero al menos espero lo siguiente: que el costo de violar las leyes electorales sea muy muy bajo comparado con el beneficio de las acciones ilegales.

 

En otras palabras: si lo que resulta de los procesos adelantados de selección de candidatos presidenciales para el 2024 es un ejercicio de mejoramiento y avance democrático interno del partido oficialista y del Frente Amplio y da lugar a una elección general segura y estable que garantice la transición pacífica del poder, entonces (y sólo entonces), se vería desde la sociedad con buenos ojos -y cierto relajamiento- el resultado.

 

No hay indicios, sin embargo, de que la “democratización” interna de los partidos políticos y su selección de candidatos vaya a ocurrir ahora o en el futuro próximo. No hay señales de que el presidente López Obrador se rehúse a nombrar él mismo (como todos los presidentes anteriores lo han hecho desde la Revolución Mexicana) a su sucesor; el “dedazo” no ha muerto.

 

En fin, el año electoral presidencial del 2024 podría ser tan peligroso y desequilibrado que lo vivido con angustia en 1994 (año del asesinato de Colosio) lo recordaríamos como un juego de niños. 

 

No sé, lo confieso, cómo se va a resolver la tensión entre la legalidad y el realismo (de alguna manera más suave hay que llamar al cinismo) que desde este 2023 amenaza con liquidar de antemano al año 2024. Lo que mal empieza, mal acaba.

 

No obstante, dejo abierta la posibilidad de que todo funcione bien al final y que los partidos políticos, junto con la sociedad civil, obtengan buenos resultados después de apostar temerariamente a los procesos anticipados e ilegales de precampañas, como si el país fuera nada más de ellos y no de nosotros: les gusta apostar, pero con dinero ajeno.

 

San Judas Tadeo era el santo de la devoción de mi querida abuela materna Mamá Chayito, ella me contaba que nunca le fallaba en sus ruegos. Por si acaso, le pido a San Juditas: ¡no nos desampares!

 

@rogeliux

 

 

miércoles, julio 05, 2023

USA en el año 2050

 


Por Rogelio Ríos Herrán

 

Casi transcurrido el primer cuarto del siglo 21 y con suficiente distancia del final del siglo 20 como para intentar una mirada al futuro de mediano plazo, me pregunto cómo serán los Estados Unidos en el año 2050, a 274 años de su declaración de independencia de Inglaterra.

 

El ejercicio no es ocioso en el aniversario del 4 de julio del 2023. No lo es porque involucra no sólo a la Unión Americana, sino a México y Canadá.

 

Si persisten las tendencias actuales de los tres países de la América del Norte, claramente se puede afirmar que México se quedaría rezagado ante sus socios económicos y en profundo contraste con el desarrollo político e institucional de estadounidenses y canadienses.

 

Dejemos para después el escenario mexicano. Para los Estados Unidos apunto lo siguiente:

 

1)     Si las proyecciones se cumplen, la población llegará a  unos 400 millones de habitantes, dentro de los cuales la población blanca sería de un 46 por ciento, es decir, ya no tendría la mayoría (lo cual ocurrirá desde el año 2042). Las mujeres americanas jóvenes tienden hoy a tener menos hijos, por lo cual la fertilidad se ubicaría debajo de la tasa de reemplazo poblacional. Las poblaciones hispanas y asiáticas casi duplicarán sus porcentajes en el total de población: los hispanos del 17 al 28 por ciento; los asiáticos de 5 a 9 por ciento. Los flujos de migrantes podrían empujar aún más la cifra total hasta los 440 millones de pobladores, según algunas estimaciones.

2)     Entre las 5 primeras economías del mundo en 2050, las proyecciones de analistas disputan si Estados Unidos o China estarán en primer lugar. Los acompañarán India (que ya superó en 2023 a China en número de habitantes), Alemania y Reino Unido, quizá Brasil o Indonesia en un sexto lugar. La última vez que México se colocó entre las 10 primeras economías del mundo fue en el año 2000 (lugar 9 entre 191 países). Nuestro país seguirá viviendo a la sombra de la economía estadounidense.

3)     En vista de la enorme distancia entre las economías de Estados Unidos y México y considerando la imposibilidad crónica de que nuestro país respete los compromisos internacionales, ¿le convendrá a Estados Unidos seguir manteniendo el TMEC con México? ¿Lo reducirá Washington a un acuerdo comercial con Canadá? ¿Se correrá la frontera de la América del Norte hasta el Río Bravo?

4)     En un escenario posible, cuando parecía que se colapsaba por completo el sistema bipartidista de partidos y la polarización política habría llegado a su máximo en la elección presidencial del 2028, la Suprema Corte anula las candidaturas en disputa y obliga a una reestructuración profunda de la política estadounidense. A ese rompimiento le ayuda el relevo generacional de la clase política americana, pues para ese entonces, los Trumps y Biden septuagenarios habrían salidos del escenario político. Surgen entonces nuevos partidos regionales (en los cuatro puntos cardinales)  y más partidos en torno a ejes temáticos (sustentabilidad, políticas de inclusión, el sistema de salud pública, políticas de combate a la desigualdad, combate a la corrupción) o estatales (californianos, texanos, la Costa Este, etcétera), todo lo cual reflejó más fielmente la diversidad estadounidense que el sistema actual de partidos y de hacer política, simple y sencillamente, es incapaz de reconocer -y mucho menos representar- en el Congreso, el Senado y la Casa Blanca. Para el 2050, el techo de cristal se habrá hecho pedazos por el empuje de las mujeres en la política. 

5)     Hablar de la identidad estadounidense en el año 2050 implicará hablar de una identidad multicultural, poliétnica, multilingüe, tecnológica y científicamente sofisticada, montada sobre la IA con naturalidad, cuya voz se escuchará en las redes sociales. Sus múltiples rostros, colores de piel y lenguajes reflejarán el aporte de las olas migratorias que sumarán su acervo humano al poderío de su nación, algo con lo cual China no cuenta.

6)     En fin, no veo a los Estados Unidos en decadencia, sino en transición. No es un proceso ordenado, sino confuso y por momentos caótico, como el terrible episodio del Asalto al Capitolio en 2021. Un nuevo progresivismo, a la par que un nuevo conservadurismo, pugnan por reemplazar a las mentalidades obsoletas en ambos extremos políticos. Buscan también impulsar las nuevas formas de banderas políticas: el cambio climático, el género, la inteligencia artificial, la definición de éxito, riqueza y pobreza, vaya, hasta la definición misma de capitalismo.

 

Todo eso y otras cosas más veo en Estados Unidos en el largo horizonte que se extiende hasta el 2050, a la mitad del siglo. Seguir la huella a tantas transformaciones y cambios no será sencillo, pero sí es fascinante. Los Estados Unidos, en este 4 de julio, nos muestran desde ya un cambio de piel, un rostro que empieza a definir sus rasgos finales.

Feliz Aniversario a los amigos gringos.

 

@rogeliux




AMLO: la fatiga del poder

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