sábado, noviembre 22, 2008

EL 'DEFECTO' PALIN

Por Rogelio Ríos Herrán


Quienes esperaban que la pasada elección presidencial estadounidense predominara el "Efecto Bradley" (la derrota sorpresiva en las urnas del candidato negro que iba adelante en las encuestas), no vieron venir, por el contrario, el "Efecto Palin": la pérdida de votos causada por una candidata cuyo atractivo mediático inicial no pudo ser mantenido por su falta de conocimientos y preparación para abordar los asuntos públicos.


Sufrió la imagen de la mujer estadounidense, menguó la imagen de la mujer en la política, se dañaron las posibilidades de futuras candidaturas a la máxima contienda electoral de la Unión Americana por la actuación poco brillante de Sarah Palin en la campaña presidencial.


No la culpo del todo, sin embargo, ella no es en realidad la causa sino el efecto de un sistema político cuyas campañas electorales han devenido por momentos en simples ventas de candidatos a la opinión pública, en el privilegio de la imagen y el atractivo instantáneo por sobre características como la educación y el buen juicio que son esenciales para el desempeño de un cargo público.


No por nada se preguntaba Al Gore, en su obra The Assault on Reason (The Penguin Press, 2007) por qué el discurso público estadounidense se había vuelto menos centrado y menos razonado.


"El valor inherente o la validez de las propuestas políticas de los candidatos a un cargo de elección popular es ahora extensamente irrelevante comparado con las campañas de anuncios basadas en la imagen que se usan para moldear las percepciones de los votantes", concluye Gore.


Después de todo, no fue Sarah la que pidió ser la compañera de fórmula de John McCain, sino éste último quien la invitó y quien debería detener de inmediato el fuego amigo que sus ex colaboradores de campaña disparan contra la Palin.


Bien hace la Palin en defenderse diciendo que eso es "cruel, es malintencionado, inmaduro, poco profesional, y esos tipos son unos imbéciles".


Pero mejor hubiera sido que de ella misma hubiéramos conocido el valor inherente de sus propuestas políticas, parafraseando a Gore, por sobre la exageración de su imagen de "Hockey Mom", sus frases pegajosas (you betcha!) o sus nulos conocimientos de política internacional exhibidos en las entrevistas televisivas.


Al final, quien nos ilustró de manera excepcionalmente humorística cuál era el fondo sobre la forma de Palin fue Tina Fey con sus ya clásicas parodias para el programa Saturday Night Live.


El humor, afortunadamente, ayudó a evitar una catástrofe política: la llegada de la superficialidad y la ligereza a la Casa Blanca.


Fama querían los estrategas republicanos, y fama obtuvieron, pero a un precio jamás calculado por ellos: el electorado no compró al final a Sarah Palin en cantidades suficientes para que los republicanos derrotaran a los demócratas.


Que la gobernadora de Alaska abrigue ambiciones políticas para los años por venir no debe extrañarnos, pues ya probó las mieles de la mercadotecnia política y sabe que en un mercado electoral como el estadounidense, todo se vende y se compra. Ahora no estuvo en el momento adecuado, pero esperará el suyo.


Los vacíos de liderazgo tienden a llenarse con lo que hay en el mercado de las ideas y los republicanos están ávidos, desde ahora, de volver a dar la pelea en el 2012, tan lejano ahora, pero tan cercano en el reloj político como las elecciones del 2010 en las que estarán en juego 36 gubernaturas.


Al final, fue el "Defecto Palin" una consecuencia no sólo de decisiones de campaña erróneas, sino de algo mucho más general: el cansancio hasta el hartazgo de la sociedad estadounidense con su gobierno republicano y el contexto de crisis que se vive ahora en Estados Unidos. El horno no estaba para bollos como Sarah Palin.

domingo, noviembre 02, 2008

NEGRITUD



POR ROGELIO RÍOS HERRÁN
rogelio.rios60@gmail.com


Se me reveló súbitamente que yo era diferente a los otros y estaba separado del mundo por un vasto velo.
W.E.B DU BOIS



Gane o pierda la elección presidencial, Barack Obama, con su negritud, su edad, origen social y carrera política, habrá cambiado radicalmente la faz de la política estadounidense en un sentido fundamental: el rompimiento del poder elitista y sus cimientos de discriminación por riqueza y raza.


Lo que está a punto de suceder el 4 de noviembre en Estados Unidos, el resquebrajamiento del monopolio anglosajón en el poder sobre el resto de los estadounidenses, con sus instrumentos de discriminación racial y elitismo económico, abrirá la puerta a nuevos escenarios políticos, no completamente armónicos, pero no fatalmente caóticos.


La negritud, cuyo legado histórico de condición sumisa del negro ante el blanco no empezó a romperse sino hasta mediados del siglo 20, es el telón de fondo de esta contienda electoral, el invitado oculto entre líneas en los discursos de campaña, la tinta invisible con la cual se escribe la palabra libertad.


W.E.B. Dubois decía que el problema del siglo 20 era el problema de las líneas de color, de la relación de las razas más oscuras con las más claras.


Para el gran pensador de la negritud del siglo 19, la dualidad de su coterráneo Negro era una sensación peculiar, “una doble conciencia, una forma de verse a uno mismo a través de los ojos de otros, de medir la propia alma a través de los sentidos de un mundo que observa con enojo y lástima” (en The Souls of Black Folk, 1903).


El propio candidato demócrata Obama reconoce la importancia de la raza como factor político y en su libro The Audacity of Hope propone los mecanismos legales e institucionales del sistema político y el camino electoral como la mejor forma de lograr un equilibrio entre los extremos: ni la sumisión convenenciera del negro al blanco ni la oposición radical y armada contra la tiranía blanca.


En ese sentido, coincide con Dubois cuando éste último enfatiza que los negros deben recurrir a todos los métodos civilizados y pacíficos para obtener sus derechos (en una época en que se linchaba con el menor pretexto al negro).


Ninguna contienda electoral menos en Estados Unidos, puede ser civilizada y pacífica por completo, y la negatividad irrumpió con su cauda de polarización en la lucha entre Obama y McCain, pero el apego del candidato demócrata a una actitud controlada y prudente en el debate, aunque desesperante por momentos en vista de la pugnacidad de su oponente, hizo honor no sólo a su formación personal sino a la memoria del pueblo negro en su país.


Puesto que el acceso al poder de los negros en Estados Unidos -disputar la Presidencia con posibilidades reales de ganarla es una muestra- abrió la puerta a la cumbre, la posibilidad de romper los privilegios de la élite es real y concreta.


El virtual secuestro del acceso al poder por los blancos, ricos y poderosos, señalado como una de las lacras de la democracia americana por pensadores como Al Gore, y el uso de las instituciones políticas para servir intereses de grupo y el enriquecimiento personal será puesto a juicio el 4 de noviembre.


La discriminación racial y la marginación social y económica que la sustenta, las menores posibilidades de acceso a la educación o de ejercer plenamente sus derechos como cualquier otro estadounidense, en fin, la conjunción de los problemas de raza y de lucha de clases en una de las peores crisis económicas de Estados Unidos, es lo que ha hecho posible la oportunidad histórica de la llegada de un Negro a la Casa Blanca, siglo y medio después de la abolición de la esclavitud.


La negritud tiene ya su reivindicación al dar Barack Obama una pelea electoral digna, de raciocinio y diálogo de altura a su oponente republicano, sumido ahora en el lodo de la negatividad.


Pero no se detendrá ahí. Verá su prueba de fuego si, al llegar a la Presidencia, Obama es capaz de gobernar no como un Presidente negro, sino como un Presidente de todos los estadounidenses. Seamos testigos de la Historia.


Publicado en El Norte el 30 de octubre de 2008.

jueves, octubre 16, 2008

EL HUMMERÓMETRO



Por Rogelio Ríos Herrán
Que nos perdonen los señores de Transparencia Internacional y su sofisticado Índice de Percepción de la Corrupción (una herramienta estadística sumamente útil para medir la venialidad pública), pero los mexicanos ya tenemos una escala más sencilla y contundente: el Hummerómetro.


El método es muy simple: toma usted un estimado del valor del Hummer H3 a un promedio de 500 mil pesos, agarra lápiz y papel o una calculadora, y se pone a convertir de pesos a valor en Hummers cada ocurrencia de nuestros gobernantes y sindicalistas, de menor a mayor, pues el Hummerómetro así construido tiene aplicación en la vida pública de nuestra sociedad y allende las fronteras, ya lo verá usted.


¿Que Elba Esther Gordillo, inventora honoraria del Hummerómetro, quiere ayudar a la transportación de los líderes de secciones sindicales? Pues ahí van 59 Hummers para aliviar sus fatigas.


¿Que el PAN también tuvo sus desaciertos en el 2006 y fue multado con 38 millones de pesos por la intervención directa del Presidente Vicente Fox a favor del candidato Felipe Calderón? Pues al que ya manejaba Fox en su rancho, con esos recursos bien le pudo haber agregado otros 76 todoterrenos.


¿Que el PRD fue multado con 57 millones de pesos por acciones del 2006 que fueron desde el plantón en Reforma, en la Ciudad de México, hasta la toma de la tribuna del Congreso de la Unión? Fácil, apenas unos 114 Hummers, con los cuales hubieran hecho los perredistas una protesta móvil -un performance- mucho más vistosa por Paseo de la Reforma y con menos molestias para la gente.


¿Que la Biblioteca José Vasconcelos no está abierta al público por las fallas en su construcción a un costo de mil 300 millones de pesos? Pues imagine ver pasar frente a su casa los 2 mil 600 Hummers que se comprarían con ese dinero.


El gasto programado en imagen y difusión de la Presidencia de la República para el 2009, mil 553 millones de pesos: 3 mil 106 Hummers y un Chevy de pilón.


¿Que la Secretaría de Educación Pública no pudo implementar la famosa Enciclomedia y tuvo que pagar mil 654 millones de pesos en indemnizaciones a las empresas proveedoras? Pues convierta esa cantidad y tendrá ¡3 mil 308 Hummers a la puerta! Para los cuales habría que rentar la Macroplaza regiomontana como estacionamiento.


El costo de las elecciones federales de 2009 incluyendo los gastos de los partidos y sus burocracias: 12 mil 800 millones de pesos, para lo cual tendrían que salir de la armadora ¡25 mil 600 H3!, de los cuales, si mejor fueran repartidos entre los 32 estados de la República, tocaría a 800 por entidad, por supuesto, para ser rifados entre los ciudadanos con credencial de elector.


Finalmente, la escala del Hummerómetro alcanza proporciones cósmicas cuando la aplicamos en Estados Unidos: rescatar a los pobrecitos banqueros de Wall Street que perdieron sus apuestas en la economía de casino, 700 mil millones de dólares, equivale a llenar el desierto de Mojave con ¡14 millones de Hummers! de a 50 mil dólares, los cuales, de haber tenido el Congreso estadounidense un poco más de sentido común, hubieran podido servir de hogar, por su amplitud y comodidad, a las personas que perdieron sus casas y que ahora viven en sus carros.


Muy divertido es armar un Hummerómetro si no fuera porque, al igual que lo hace Transparencia Internacional, lo que medimos es la corrupción e incompetencia de los gobiernos de todos niveles y colores políticos que apuestan con dinero ajeno "nuestro dinero" en la política de casino.


Al final, una vez hechas las apuestas, nunca veremos a un político pobre ni a un banquero en la calle.


El Hummer colma las ansias de fetichismo de sindicalistas y políticos mexicanos. El Índice de Percepción de la Corrupción (con México en un sólido lugar 72 en 2008) y este modesto Hummerómetro miden su incapacidad y codicia, pero ¿ya hemos visto todo en la política mexicana o habrá más sorpresas?


Publicado en EL NORTE

16 de Octubre de 2008.

sábado, septiembre 06, 2008

GUERRA ASIMÉTRICA




Por Rogelio Ríos Herrán


¿Por qué un Ejército, con recursos materiales y humanos infinitamente superiores a sus oponentes, no gana de una vez la guerra contra un puñado de sus oponentes?


La respuesta tiene qué ver con lo que Richard A. Clarke llama la "guerra asimétrica" en la cual un pequeño número de terroristas sin sofisticación tecnológica alguna "pueden dar pelea e incluso derrotar a un ejército moderno".


El análisis de Clarke se refiere al terrible error del Ejército estadounidense de no contar con una estrategia de combate adecuada a las condiciones de Iraq cuando invadió ese país en 2003, a la incapacidad de los generales de hacer valer su oposición a la forma en que eran enviados a la guerra y al inadecuado equipamiento de las tropas norteamericanas en el campo de batalla.


Todo ello, en su reciente libro "Your government failed you. Breaking the cycle of national security disasters" (HarperCollins, 2008) en donde hace cuestionamientos profundos a la incapacidad de los militares de plantear la estrategia adecuada en el combate a fuerzas irregulares y elusivas.


Clarke hace referencia al abismo existente entre los objetivos establecidos por los gobiernos civiles y las capacidades militares para cumplirlos, entre la politización de la guerra (el deseo de una guerra rápida y barata de Donald Rumsfeld, entonces Secretario de Defensa) y la realidad del campo de batalla (la necesidad de un número suficiente de tropas y equipo adecuado desde el principio de los combates).


De muchas maneras, agrega el ex funcionario de seguridad nacional, la fuerza militar de Estados Unidos en Iraq en 2003 "estaba inadecuadamente entrenada y equipada para su misión como los americanos habían estado en Vietnam en 1968".


Por tanto, "el liderazgo militar tenía la obligación de decirle al Secretario de Defensa, al Presidente y al Congreso que deberían cambiar hacia una estrategia diferente que no pusiera en tan alto riesgo a las fuerzas de Estados Unidos".


Clarke advierte que las decisiones de estrategia son, a fin de cuentas, decisiones sobre personas de carne y hueso enviadas al combate y que los errores se pagan con la sangre de los soldados y el desprestigio de la institución militar. Ese es el caso, por supuesto, en donde sea que una fuerza militar formal combate a un oponente informal e irregular, ya sea la insurgencia en Iraq, el terrorismo de Al Qaeda o el crimen organizado en países que, como México, despliegan a sus fuerzas militares en labores policiacas.


La asimetría evidente entre un Ejército y una organización criminal parece operar, si se dan las condiciones específicas, a favor de quienes, al encontrarse en inferioridad numérica y tecnológica, acuden a su conocimiento del terreno y de las comunidades locales para confundir al enemigo.


Sin un fundamento doctrinal sólido, sin el liderazgo militar fuerte para equilibrar al liderazgo civil y sus exigencias políticas; sin la estrategia adecuada a las estructura y composición del enemigo, sin el equipo y la labor de inteligencia que lo preceda y respalde, el soldado tiene perdida la batalla en el momento en que pone un pie fuera del cuartel.


Eso fue válido en Vietnam, se mantiene trágicamente vigente en Iraq y, mucho me temo, puede aplicarse en México a la batalla que el Ejército mexicano da al crimen organizado, fuera de los límites que le marca la Constitución y aislado de la coordinación necesaria con las fuerzas policiacas federales.


En ambos ejemplos, los pobres resultados contrastan con la cantidad gigantesca de recursos materiales y humanos desplegados por los gobiernos estadounidense y mexicano. El tiempo se agota, la exigencia social crece y la guerra no se gana, quizá porque las condiciones de una "guerra asimétrica" no son reconocidas como tales.


Miles de muertos en México, casos de abusos terribles de derechos humanos que involucran a militares y el desgaste de la institución militar, además de su sometimiento absoluto al liderazgo civil y sus consideraciones político-electorales, tienen sumido a nuestro país en un Iraq privado que nada le pide al real.


Los militares estadounidenses ya empezaron a levantar sus voces contra los errores de estrategia de sus oficiales superiores y sus dirigentes civiles; en México, ¿cuándo lo harán los oficiales mexicanos?


Publicado en El Norte, 4 septiembre, 2008.

lunes, julio 07, 2008

No retorno



Por Rogelio Ríos


La importancia de la "Directiva de No Retorno" aprobada en el Parlamento Europeo el pasado 18 de junio es de tal magnitud para la política migratoria en la Unión Europea que podemos considerarla, desde ahora, como la fecha histórica en que se consolida el concepto de frontera controlada sobre el de frontera flexible.
Hablamos del inicio del siglo 21 en términos de cuestiones migratorias en Europa, pues los países de la UE harán frente en adelante al problema migratorio ilegal con normas comunes sobre el retorno, la expulsión, el uso de medidas coercitivas, el internamiento temporal y el reingreso de inmigrantes indocumentados.
La adopción de la Directiva careció de unanimidad y fue aprobada en votación dividida: 369 votos a favor, 197 en contra y 106 abstenciones, lo cual habla de que predominó en ella el enfoque conservador (gracias al apoyo del Partido Popular Europeo y las derechas nacionalistas) sobre el progresista (la visión de los socialistas y la izquierda europeas).
En el documento propuesto por la Comisión Europea desde el 2005 para discutir la política migratoria común de la UE, se establecen las normas y procedimientos comunes para el retorno de los nacionales de terceros países que se encuentren ilegalmente en territorio de la Unión.
La Comisión establece que "la acción comunitaria en materia de repatriación sólo dará plenos resultados si se inserta armoniosamente en el contexto de una verdadera gestión del fenómeno migratorio que suponga una consolidación sin ambigüedades de las vías de inmigración regular".
Los objetivos de la Directiva son poner fin a la estancia ilegal a través de un procedimiento justo y transparente; promover de manera prioritaria el principio del retorno voluntario con un plazo de salida establecido, pero si no hay voluntad manifiesta de retorno voluntario, entonces emitir una orden de expulsión; proveer un conjunto mínimo de garantías procesales.
Además, y punto muy importante, limitar el uso de medidas coercitivas supeditándolas al principio de proporcionalidad y con garantías mínimas para el principio del retorno forzado.
El corolario es el establecimiento de una prohibición de reingreso válida para todo el territorio de la Unión Europea, cuyos plazos (puede ser hasta cinco años) y modalidades se fijan según si el inmigrante indocumentado haya aceptado o no el retorno voluntario.
La Red Mediterránea de Derechos del Hombre, en nombre de unas 80 ONGs de 30 países europeos y de la cuenca del Mediterráneo, consideró que la Directiva no garantiza el respeto de los derechos humanos fundamentales y que son inaceptables los plazos de retención de inmigrantes indocumentados, los cuales pueden extenderse hasta 18 meses (El Mundo, 18 de junio).
Otros puntos criticados son que a los menores de edad se les puede repatriar sin la compañía de sus padres; y que no se haya establecido la no repatriación por motivos humanitarios, como en el caso de personas cuyas enfermedades no puedan ser tratadas en sus países de origen.
Michelle Bachelet, Presidenta de Chile, dijo el martes en la reunión de Mercosur en Argentina, "podemos exigirle a la UE un trato justo para los migrantes… nuestros países han sido muy generosos (con los migrantes europeos), no es justo que nuestra gente reciba un trato denigratorio".
En su documento de trabajo, la Comisión Europea reflejó la preocupación por someter la propuesta a un "examen de profundidad" para que resultara conciliable con el Derecho Comunitario, el Derecho Internacional y el Convenio europeo para la protección de los derechos humanos.
Si la Comisión logró o no el equilibrio deseado entre políticas de control y criterios humanitarios, estará por verse en los próximos dos años, durante los cuales la Directiva será incorporada a los sistemas de derecho interno de los países miembros de la UE.
Entre tanto, queda para nuestro asombro latinoamericano el modelo europeo, tanto de deliberación como de adopción de medidas conjuntas en torno a un problema migratorio común, muy lejano de la manera disgregada y casuística en que se maneja la misma problemática entre los países de América Latina y Estados Unidos. Para nosotros, el siglo 21 no ha llegado aún.



Publicado en EL NORTE el 3 de julio de 2008.

martes, mayo 27, 2008

El último león

Por Rogelio Ríos

No hace mucho, el 20 de febrero, que los medios de comunicación mexicanos difundieron en un video a un jubiloso Senador Edward Kennedy cantando "¡Ay, Jalisco, no te rajes!", en un evento partidista en apoyo a Barack Obama, en Laredo, Texas, mostrando la cara alegre, la chispa y el buen espíritu de un extraordinario político estadounidense.
Ahora, las últimas imágenes del Senador por Massachusetts nos lo muestran con semblante relajado, entre familiares que lo acompañan al salir del Hospital General de Massachusetts, en donde estuvo hospitalizado, tras darse a conocer un pronóstico sombrío sobre su salud.
El posible alejamiento de Ted Kennedy de la vida pública, que seguiría al tratamiento de su enfermedad, marca el fin de una larga carrera como legislador (46 años) y señala la pérdida sensible de un negociador nato en el Senado estadounidense.
Para México, la enfermedad del patriarca del clan Kennedy simboliza la baja de un luchador progresista que tenía (entre otras causas como la educación, los derechos civiles y la salud) como prioridad el abordaje del problema migratorio mediante la búsqueda de soluciones sensatas y razonables a la gravedad del mismo.
Mr. Edward era capaz de traspasar las líneas partidistas para lograr acuerdos en el tema migratorio, como lo demostró con la elaboración conjunta entre él, John McCain y otros senadores demócratas y republicanos, de una propuesta de reforma migratoria integral el año pasado.
Apoyó en su momento, y a pesar de su oposición a la guerra de Iraq, la iniciativa "No child left behind" del Presidente George W. Bush, por considerar el apoyo a la educación como una causa justa.
Pero lo que lo ha convertido en una verdadera leyenda viviente es una combinación de factores que sólo un carácter templado en la adversidad de su vida privada y pública pudo manejar adecuadamente.
No sólo es la historia trágica de las muertes de sus hermanos Joseph, John y Robert, ni presidir el clan con el apellido más famoso de la vida estadounidense, ni los tropiezos personales (el accidente en Chappaquiddick, no llegar a la Casa Blanca), sino la posición a la que su edad, experiencia de vida y fogueo público lo ha llevado: es, como bien lo dijo John McCain, "el último león" del Senado de Estados Unidos.
En mayo del 2007, en sus comentarios sobre la reforma migratoria integral ante el Senado, Ted sintetizó sencillamente su visión de la política. "Nuestro plan es un compromiso. Involucra dar y tomar en la mejor tradición del Senado de Estados Unidos. Para cada uno de los que lo elaboramos tiene elementos que apoyamos absolutamente y otros que pensamos que se pueden mejorar. Ninguno cree que ésta es una iniciativa perfecta".
Años atrás, en una presentación en la Universidad de Harvard en 1991, el Senador dio una muestra de coraje personal al reconocer las críticas a su persona que provenían no de la extrema derecha, como usualmente llegaban, sino de sus amigos y conocidos de buena fe que confiaban en él para librar "la buen batalla".
"A ellos les digo", expresó Kennedy, "que reconozco mis propias deficiencias, las fallas en la conducción de mi vida privada. Me doy cuenta que solamente yo soy responsable por ellas y que soy yo quien debe enfrentarlas".
Finalizó diciendo que "creo que cada uno de nosotros, como individuos, debemos luchar no sólo por crear un mundo mejor, sino por mejorar nosotros mismos" (según nota de Alexandra Stanley, New York Times, 27 de octubre de 1991).
De esa madera está hecho "el último león" de una camada de políticos que termina su ciclo en la vida política estadounidense, algunos progresistas o liberales, otros conservadores, pero todos con la inteligencia, el sentido común y la experiencia de vida suficientes para rechazar los extremos ideológicos y para entender la política como la expresión de la negociación eterna, no de la confrontación interminable.
Al viejo luchador, ahora enfrentado a otra "buena batalla" personal contra el cáncer, sólo resta decirle ¡Ay, Ted, no te rajes!, un león pelea hasta el final.


Publicado en El Norte, 22 de mayo de 2008

jueves, mayo 15, 2008

Muertos por miles

Muertos por miles
Por Rogelio Ríos

Contar los muertos por miles, desafortunadamente, no es algo inédito para los chinos, pues a lo largo de la historia milenaria de China, por la mano del hombre o por la de la naturaleza, una y otra vez los episodios trágicos se han presentado.
En la antigüedad, tales episodios fueron un factor de cambio en la escena de ese inmenso país; en el presente, someten a una dura prueba a la capacidad del gobierno chino.
En el año 234 a.c., nos recuerda el historiador René Grousset (en su clásica obra "Histoire de la Chine classique", Marabout, 1942), uno de sus generales le presentó como trofeo de guerra al joven rey Tcheng, de apenas 25 años y quien llegaría a ser el unificador de China, ¡las cabezas cortadas de 100 mil rivales derrotados en el campo de batalla!, una imagen cuya mera evocación es insoportable.
El efecto de estas y otras hazañas de guerra sobre los reinos rivales de Tcheng fue el de atemorizarlos de tal manera que, después de un intento fallido de asesinato del joven rey organizado por ellos mismos, se subordinaron a su mandato.
Logrado tal propósito, Grousset no dudó en calificar la obra unificadora de Tcheng como una que supera incluso a las conquistas de Alejandro Magno, pues en 20 años impuso sobre un país territorialmente disgregado y sobre una sociedad feudal un centralismo lo suficientemente fuerte para durar 21 siglos.
Pero, aun y cuando en la antigüedad las muertes por decenas de miles de personas cumplieran un propósito político específico, no pasaron desapercibidas para la sensibilidad popular china y sí tuvieron efectos en la sociedad y el gobierno chinos para presionar al cambio de una sociedad de guerreros a una de funcionarios.
Los miles de muertos (casi 15 mil y con 60 mil personas aún atrapadas bajo los escombros según nos informa EL NORTE) que dejó el temblor del lunes pasado en la provincia de Sichuan, en China, son una tragedia derivada de las fuerzas de la naturaleza que pone bajo serio cuestionamiento al liderazgo chino y a su capacidad de reacción ante los desastres naturales.
En Asia, recordemos, todo es colosal. La tragedia llega y siega vidas por miles y por cientos de miles, como el tsunami de 2005. Apenas atisbamos la magnitud del desastre humano y natural que dejó el paso del ciclón "Nargis" por Myanmar (con cifras que superan los 100 mil muertos), cuando debemos desviar la mirada a territorio chino.
Colosal es también el autoritarismo de los regímenes políticos asiáticos – el "despotismo oriental" del que hablara Karl Wittfogel- que ante las tragedias naturales responden con un ojo puesto al rescate de su población, y con otro sobre el cuidado de su imagen internacional.
La junta militar de Myanmar, con su actitud cerrada, mezquina e insensible, es una vergüenza internacional y un caso extremo de incompetencia y desdén por las vidas y el sufrimiento de sus propios nacionales.
El gobierno chino, por el contrario, ha reaccionado con prontitud para atender la zona de Sichuan (más de 100 mil policías y soldados han sido movilizados a la zona de desastre), montañosa y de difícil acceso, y a poco tiempo de la Olimpiada no puede darse el lujo de cerrar la información, por más dolorosa que sea, al resto de China y al mundo entero.
Pero, aparte de las acciones oficiales, es inevitable considerar la situación desde el punto de vista del ciudadano chino y preguntarse, como lo harían muchos otros ciudadanos alrededor del mundo, si es sólo en caso de desastre natural cuando recibe atención y asistencia de su gobierno.
El resto del tiempo, las autoridades centrales chinas se encuentran demasiado atareadas en la construcción y difusión del estereotipo de China como la Gran Potencia Mundial del Siglo 21, como para aclarar qué papel jugarán los principios democráticos y las libertades fundamentales de las personas durante el proceso y si las regiones del interior del país se integrarán también a la locomotora del progreso.
No las traerán de un campo de batalla como el general de la antigüedad al rey Tcheng, sino de un campo de desastre, pero los generales chinos le presentarán al líder chino Hu Jintao las miles de muertes que el terrible temblor dejó en Sichuan como una prueba de que el gigante chino -todavía- tiene los pies de barro.

Nahuel, fútbol y políticos: adiós “fair play”

  Por Rogelio Ríos Herrán En México, el fútbol precede a la política en el triste arte de no respetar a los demás contendientes, violar las ...