lunes, mayo 01, 2017

'BAÑO DE PUEBLO'

Niña en zona marginada.
Fuente: Google.com



Por Rogelio Ríos Herrán

Como parte del catálogo del colorido lenguaje político mexicano de otras épocas, darse un “baño de pueblo” implicaba para los candidatos en una contienda electoral recorrer colonias marginadas, zonas rurales paupérrimas, comer y poner buena cara a tacos y tamales que la gente les ofrecía en esas bien orquestadas giras populares.

La expresión se extendía también a funcionarios en el cargo: el Presidente de la República, los gobernadores, incontables alcaldes de ciudades y pueblos, diputados, directores de paraestatales, etcétera, quienes en busca de afianzar sus posiciones políticas presentes y futuras no dudaban en darse un baño de pueblo a la primera oportunidad que tenían, tomándose la foto abrazando a una abuelita y enfundados en sus pantalones de mezclilla.

La cobertura de los medios de comunicación siempre ha sido profusa en esos eventos, pues ofrecen en un solo paquete todo lo necesario para armar la nota: una figura pública relevante, discursos y frases para los titulares, abundantes fotos y videos, y al final la sensación de que se plasmó como noticia un acto relevante del día.

Así persiste hasta nuestros días la escenografía de los baños de pueblo en las campañas electorales y entre funcionarios de gobierno. De haberse concebido de otra manera, de existir realmente un contacto cercano y constante de los funcionarios y representantes con “el pueblo”, no habría necesidad alguna de darse baños ocasionalmente con algo que debería estar siempre presente en las consideraciones de los gobernantes: se gobierna para el pueblo, es decir, para satisfacer el interés público.

Y no habría necesidad alguna de coberturas especiales y grandiosas de los medios de comunicación. La información sobre lo que pasa y atribula a la sociedad provendría directamente de las personas y grupos, no de la mediación ficticia de los gobernantes.

Ahí estaría la verdadera razón de ser de la expresión “baño de pueblo”: dar voz a los que no la tienen para expresar sus posturas y opiniones sobre los asuntos públicos; dar espacio mediático a las voces genuinas de los ciudadanos, a sus anhelos y frustraciones, sin que necesariamente pasen por el filtro de los funcionarios públicos.

Hay un mundo allá afuera, vasto y diversificado, esperando a ser revelado a los ojos de todo México. Zonas urbanas y rurales extensas, cuyos habitantes luchan día a día para ganarse el pan, sostener a sus familias y educar a sus hijos. Muchachos y estudiantes cuyo horizonte de vida está limitado por sus escasos recursos, su entorno físico limitado, su paisaje urbano o rural francamente miserable, pero que en una buena parte mantienen un sólido optimismo sobre su futuro y sus posibilidades.

No leen periódicos, no ven noticieros, tienen un acceso difícil a internet, no pueden comprar caros smartphones ni costosas laptops, pero viven, trabajan y se divierten con mucho entusiasmo. No necesitan darse ningún baño de pueblo: ellos son el pueblo.

Las campañas políticas les pasan de lado, pues carecen de atractivo para ellos, les resultan aburridas y repetitivas. Sospechan que los políticos son rolleros y transas, su politización es mínima ante el imperativo de trabajar y ganarse la vida, y no los seduce realmente ninguna ideología.

Recorro grandes sectores del área metropolitana de Monterrey y me convenzo cada vez más de que no hay puentes, sino grandes abismos entre los políticos que nos gobiernan y la gente de las colonias populares, millones de personas que no sienten que sean esos políticos los que conocen y comprenden sus problemas ni los que irán a resolverlos.

Calles y más calles en mal estado, colonias y más colonias con casas grises de block apenas alegradas aquí o allá con alguna mano de pintura, parques abandonados, pandillas y asaltantes, drogas y alcohol a pasto, polvo y rutas de camiones inseguras, tardadas y caras, en fin, el paisaje de vida de quienes cada día ponen un pie al salir de sus casas para desde ese instante luchar contra las adversidades.


¿Baño de pueblo? Suena a broma cruel. Mejor vivan como el pueblo, a ver si así empiezan a comprender para qué sirve gobernar.

rogelio.rios60@gmail.com

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