martes, diciembre 20, 2016

Un Hyundai en la cochera

Marchistas coreanos salieron a las calles a pedir la destitución de su Presidenta Park.
FUENTE: Google.com



Por Rogelio Ríos Herrán

Casi me voy de espaldas cuando leí las declaraciones del presidente de la Federación de Industrias Coreanas, Huh Chang-soo, al ser citado por legisladores coreanos para explicar la participación de Samsung, Hyundai y otras gigantescas corporaciones en supuestos donativos a dos fundaciones manejadas por Choi Soon-sil, asesora informal y brazo derecho (o la “Rasputina”, como la llaman los medios coreanos) de la recientemente depuesta Presidenta Park Geun-hye por encontrarla la ASamblea Nacional culpable de cargos graves de corrupción.

El esquema utilizado por Choi -por instrucciones de Park- era muy simple y curiosamente familiar para los mexicanos: acudir con los CEOs de las más grandes empresas coreanas para “invitarlos” a dar sus donativos a dos Fundaciones que los utilizarían supuestamente para fines benéficos.

El señor Huh, en representación de los empresarios coreanos, dijo simplemente que “es una realidad de Corea del Sur que si hay un requerimiento del gobierno, para las empresas es muy difícil declinarlo”.

Sí, claro, eso suena muy familiar en México y América Latina, pero lo que me llamó la atención es que a ese razonamiento de que “ni modo, si lo pide el Gobierno hay que hacerlo”, se sumara Chung Mong-koo, el jefe de Hyundai Motor, la empresa hermana de Kia Motors establecida en Monterrey.

Me dieron ganas de ir a devolver mi Sonata a la agencia Hyundai. No puede ser, pensé, que las empresas coreanas de vanguardia, las que han salido a conquistar el mundo con automóviles, celulares, televisiones y electrodomésticos (¿ya contó usted cuántas marcas coreanas usa en su casa o en su familia?), salieran ahora con eso de que cuando su Gobierno les pide algo, aunque sea notoriamente indebido y falto de ética, ellos no tienen otro remedio que aceptarlo.

Pero no lo hice. El Sonata es una maravilla de carro familiar, un sedán confiable y de manejo seguro en ciudad y carretera, y no es cosa de cuestionar los buenos productos coreanos por las malas prácticas empresariales de los presidentes de las compañías que se encuentran al otro lado del Océano Pacífico.

En el escándalo de Park, Choi (la “Rasputina”) y los donativos a Fundaciones equis están involucrados los más grandes corporativos coreanos: Samsung, Hyundai, LG, SK Group, Lotte Group, Hanwha Group, CJ Group y Hanjin Group, cuyos CEOs fueron interrogados por un comité de la Asamblea Nacional coreana el pasado 6 de diciembre con relación al asunto de los "donativos" en un evento transmitido en vivo por televisión a la sociedad coreana.

Pero no obstante las manifestaciones masivas durante varios días en las calles de varias ciudades coreanas y el “impeachment” de Park el 9 de diciembre por cargos graves de corrupción, los sucesos coreanos no merecieron más que una pobrísima cobertura mediática electrónica e impresa en Monterrey y en el resto de México, lo cual no corresponde en absoluto no sólo a la importancia de la inversión coreana en Nuevo León, por mencionar a nuestra comunidad, sino al impacto cultural que ya se siente en Monterrey con la presencia de los coreanos: compartiendo el Uber Pool, leyendo en el Starbucks, comprando jamón en HEB, caminando en el parque con sus niños, con la animada plática de las esposas coreanas en el café mientras sus maridos trabajan (imagen también muy familiar para nosotros), etcétera.

Debería haber sido noticia principal en los noticieros y primeras planas de los periódicos locales, pero lamentablemente no lo fue. Eso, por supuesto, habla más de nosotros que de los coreanos, al no poder levantar los regiomontanos la mirada más allá del Cerro de la Silla ni acabar de entender que no basta con ser una metrópoli industrial, sino que hay que parecerlo como tal con una perspectiva global de nuestra mirada al mundo en cuestiones políticas y sociales, no sólo en los negocios.

Motivos sobran, con la presencia de una enorme planta de KIA (empresa hermana de Hyundai) en Nuevo León y de los coreanos que alegremente enriquecen nuestra diversidad, para interesarnos en sus asuntos nacionales que ahora van ligados a los nuestros como nunca antes porque ¿qué tal si por sus turbulencias políticas en Seúl decidieran los coreanos ya no seguir invirtiendo en México?

No voy a devolver mi Sonata por lo que pasa en Corea del Sur, para nada. Pero no dejo de pensar que los coreanos ya están hasta en la cochera de mi casa y que eso me da el derecho de escribirle un e-mail al señor Chung, dueño de Hyundai, para expresarle respetuosamente mi desacuerdo con sus declaraciones y prácticas que caminan en la delgada línea entre la integridad y la corrupción, y que de pasada se lo comente a sus colegas CEOs: “Me escribió un cliente de Monterrey para decirme que…”

Si no somos globales, entonces ¿qué somos?

rogelio.rios60@gmail.com

viernes, noviembre 11, 2016

México y EU: ¿Hombres o instituciones?

Vista de una cerca en un tramo de la frontera con USA.
FUENTE: Google.com


Por ROGELIO RÍOS HERRÁN

Apenas al conocerse los resultados de la jornada electoral estadounidense del martes 8 de Noviembre con el triunfo sorprendente del candidato republicano Donald Trump sobre la demócrata Hillary Clinton, se abrió en México un interesante debate sobre la relación bilateral con nuestros vecinos del norte que sucintamente puede resumirse en estos términos: ¿Está suficientemente estructurada e institucionalizada la relación bilateral México-Estados Unidos como para soportar cualquier cambio o giro inesperado en las cúpulas de los gobiernos de ambos países?

Es decir, ¿estamos ante una relación sólidamente sustentada por economías entrelazadas y firmes vínculos políticos que datan de décadas atrás y que han superado en otras ocasiones la llegada de administraciones republicanas muy conservadoras a la Casa Blanca?

Por supuesto que, de entrada, es obvio que nuestra vecindad geográfica con Estados Unidos, los lazos históricos, sociales y culturales ya forjados, superan con mucho a cualquier vaivén político, llámese incluso Donald Trump y su propuesta absurda de un muro a lo largo de la frontera con México para evitar la entrada a Estados Unidos de inmigrantes indocumentados mexicanos.

No olvidemos que los condicionamientos que pesan sobre cada Presidente de Estados Unidos lo harán igualmente sobre la gestión de Trump, quien mostrará seguramente una cara distinta a la que le conocemos como candidato.

Buena parte de esos vínculos económicos de los que hablamos corresponden al comercio y a las inversiones de empresas estadounidenses en México, de las cuales las automotrices son el mejor ejemplo, por lo cual desde el mundo corporativo norteamericano saldrá el primer contrapeso a las ansias proteccionistas del nuevo inquilino de la Casa Blanca.

En la época de Ronald Reagan, en los años 80, Washington y México se enfrentaron con visiones contrapuestas en su política hacia América Central, cuando estallaron las revoluciones en Nicaragua y El Salvador. No obstante la dureza de Reagan y con la parte mexicana sosteniendo su posición de apoyo a las fuerza rebeldes que luchaban contra los gobiernos dictatoriales que en Managua y El Salvador eran apoyados por Washington, los vínculos económicos se mantuvieron y el comercio y las inversiones siguieron fluyendo a través de la frontera, incluso cuando no existía todavía el TLCAN.

Un Presidente de Estados Unidos no es omnipotente, como parecen creer muchos mexicanos. No lo es cuando el mundo ha observado un reacomodo de poder en el siglo 21 con el surgimiento de China y Rusia y actores no nacionales e individuos empoderados como entidades con influencia eficaz en los conflictos regionales en donde se enfrentan a los intereses norteamericanos.

Y no lo es tampoco al interior de la Unión Americana. Consistentemente, los enfrentamientos entre el Congreso y el Ejecutivo han llevado a la casi total paralización del Gobierno norteamericano, a disputas acres sobre el presupuesto y nombramientos de funcionarios y magistrados, en fin, a un enfrentamiento feroz y sin concesiones en cada punto, cada política pública y cada área de gobierno en que republicanos y demócratas se enfrentan.

Ha sido tan grande el desgaste político interno en Estados Unidos que ha cobrado por fuerza su cuota en la proyección de su poderío al exterior: Washington no puede “contener” por completo a Moscú y a Beijing (como se creía que lo podía hacer durante la Guerra Fría), el mundo es mucho más complejo que eso con problemas de fondo que superan a la capacidad de acción de cada gobierno en lo individual, no importa qué tan poderoso se considere cada uno de ellos, como es el caso del debate sobre el cambio climático.

Así que la preocupación mexicana sobre la llegada de Trump a la Casa Blanca, siendo genuino el temor que se siente de que una persona completamente inexperta en la administración pública y el gobierno asuma el timón estadounidense, debe considerar también que lo efímero -una administración presidencial de cuatro años- no sustituye a lo permanente: una relación bilateral asentada firmemente sobre intereses económicos y políticos que resisten al día a día de los políticos y sus disparatados dichos y alegatos.


Mucho ruido hará la gran batalla que se viene encima: ¿construirá Trump o no el muro que prometió en la frontera? Con todo, con muro o sin muro, la economía, la migración y el entrelazamiento entre las sociedades mexicana y norteamericana seguirá adelante en su incesante y azaroso avance. No hay marcha atrás en su integración social. 

rogelio.rios60@gmail.com

miércoles, noviembre 09, 2016

EU: nueva Edad Media

Simpatizante demócrata llora la derrota de su candidata.
FUENTE: Google.com



Por Rogelio Ríos Herrán


Si la llegada del candidato republicano Donald Trump a la Presidencia de Estados Unidos inaugura un ciclo de aislacionismo y proteccionismo estadounidense, como ya lo ha vivido ese país en otras épocas, entonces es urgente para los mexicanos estar preparados para ello.

Desde México, como ciudadanos, no debemos perder de vista los factores que de ahora en adelante incidirán con enorme peso en la relación bilateral México-Estados Unidos:
  1. De entrada, la inexperiencia total de Trump en la vida pública plantea la cuestión de su curva de aprendizaje en un puesto que no da margen para ello. No corresponde, por ejemplo, el tamaño de la responsabilidad de manejar el poderío militar estadounidense con el perfil laboral de Trump, con su temperamento e incontinencia verbales mostrada hasta el momento. ¿Que una cosa es lo que se dice como candidato y otra lo que se hace como Presidente? Puede ser, pero el hecho mismo de que exista la duda y se plantee la pregunta nos da ya una idea de la respuesta. La división profunda del Partido Republicano, su rompimiento en diferentes facciones y su falta de una idea precisa de lo que quiere para su país, fuera de su detallada lista de lo que no quiere, no auguran una buena Presidencia para Trump, a pesar de que en el papel cuenta con la mayoría republicana tanto en el Congreso como en el Senado. 
  2. Ni en política interior ni mucho menos en la exterior hay conceptos y propuestas claras de parte de Trump y los republicanos. No nos dieron una visión integral de lo que quieren apoyar en la arena internacional, sólo nos hablan de lo que detestan y quieren echar abajo: sus alianzas estratégicas con Europa, los tratados de libre comercio, la "amenaza terrorista islámica", etc., pero nunca nos dijeron qué quieren poner en su lugar. Quedará en manos de la Unión Europea y sus países miembros seguir llevando la estafeta de las mejores causas de la humanidad: la integración económica y política de las naciones, los derechos humanos de vigencia universal, el cuidado del medio ambiente y de la sustentabilidad del planeta, la solidaridad con los refugiados, inmigrantes y desprotegidos del mundo, la contención de los lados más ásperos de la globalización, pues lo que apoyaron en ese sentido los gobiernos demócratas (como el Acuerdo Climático de París) seguramente será revertido por el nuevo Gobierno republicano.
  3. Desmantelamiento, regresión y ruptura de la política social de los demócratas construida con mucho trabajo y ante la adversidad republicana, son las palabras que vienen a mi mente al conocer el triunfo de Trump. También sorpresa y desencanto con las prácticas políticas de los estadounidenses, sus medios de comunicación, el bajo nivel del debate público y la notoria incapacidad de los actores políticos de poner por delante el interés público en lugar de los intereses partidistas defendidos a mansalva, cueste lo que cueste. ¿Qué fue de aquella democracia ejemplar de pesos y contrapesos citada frecuentemente como un modelo para el resto del mundo?
  4. Los 11 millones de indocumentados mexicanos en la Unión Americana viven desde hoy una pesadilla que se les hizo realidad con el nuevo Presidente republicano que asumirá en enero. No sólo ellos, también los inmigrantes asiáticos, africanos, refugiados de guerra sirios que fueron mejor recibidos en Canadá en que Estados Unidos, todos ellos quedan expuestos ahora al escarnio público, pues no se cuidarán las organizaciones extremistas de callarse y no actuar en público en contra de la “amenaza de los migrantes” que tan convenientemente manejó Trump durante su campaña para atraer votantes. Ni qué decir que quedan sepultadas las posibilidades de una reforma migratoria integral, además de que serán revestidas las acciones que beneficiaban a los “Dreamers” y sus familias, así de triste luce el panorama.
  5. Una nueva Edad Media se cierne sobre Estados Unidos con la llegada de Donald Trump a la Presidencia: muros, fortalezas contra las amenazas externas, nacionalismo a ultranza, exclusión de los que son diferentes, justamente cuando la sociedad norteamericana se ha vuelto diversa y multicultural en su gran variedad demográfica que constituye su fuente de riqueza. Cortar esa fuente, limitarla o anularla no augura nada nuevo. Una nación de más de 300 millones de personas amurallada como ciudad medieval no es bueno para los propios estadounidenses ni para el resto del mundo.
  6. A México se le viene encima un nuevo Presidente de Estados Unidos que durante su campaña electoral se la pasó agrediendo e insultando explícitamente a los mexicanos, a sus migrantes, sin reconocer el gran aporte de la fuerza laboral migrante mexicana a la economía estadounidense, y amenazó con construir -con cargo al Gobierno de México- un gran muro a lo largo de los más de 3 mil kilómetros de la frontera mexicana. ¿Cabe esperar un cambio de actitud y mayor mesura de Trump hacia México ahora que llegue a la Casa Blanca? No podemos atenernos a eso, sino a actuar primero por iniciativa propia: si lo de construir el muro pasará de ser la ocurrencia de un candidato en campaña a convertirse en política de un nuevo Gobierno republicano en funciones, entonces estamos los mexicanos en serios problemas para el futuro inmediato.

Si un consuelo nos enseña la historia es que, tras la Edad Media que cayó como larga noche de odio y exclusión sobre Europa durante siglos, llegó el Renacimiento de la humanidad de la mano de Leonardo da Vinci y las generaciones de renacentistas que recuperaron para el hombre su creatividad y generosidad que yacían dormidas en su interior. Valga esa remembranza para recordar que, haga lo que haga, Trump no será eterno y que en 2020, si no es que antes, será llamado a cuentas por la Historia.

rogelio.rios60@gmail.com

lunes, noviembre 07, 2016

¡Gracias, Mr. Trump!


Donald Trump, candidato republicano a la Presidencia de Estados Unidos.
FUENTE: Google.com


POR ROGELIO RÍOS HERRÁN


Fue divertido mientras duró, Mr Donald Trump, y por un momento, desconcertados, casi todos pensamos que hablaba en serio hasta que nos dimos cuenta que usted era un millonario que se divertía en jugar a la política, un jugador audaz de Black Jack que con 19 pide otra carta en lugar de plantarse.


La partida termina mañana, 8 de Noviembre, y usted se irá a su casa en Manhattan, seguramente riéndose a carcajadas por todo el relajo que hizo y el tiradero que dejó atrás: un Partido Republicano en ruinas, un proceso electoral exhausto y obsoleto, unos medios de comunicación exhibidos como vulnerables e indefensos ante la manipulación y, de postre, a una ciudadanía todavía más harta –si eso es posible- de sus políticos y del lamentable espectáculo en el que se ha convertido la campaña presidencial en Estados Unidos.

De veras, me tuvo al borde de la butaca. Una vez terminada la función, sin embargo, no queda más que despedirlo de la política con un Óscar por su brillante performance como el político que salvará a Estados Unidos del desastre –más imaginario que real- en que sus oponentes lo han sumido.

En el camino, sin proponérselo, dejó usted varios “efectos colaterales” que no estaban en el guión original, pero que con su gran capacidad de improvisación llevó al escenario y por los cuales le quiero expresar mi agradecimiento.

Gracias, Mr. Trump, por revelar a la luz y sin tapujos el viejo vínculo entre la política y los negocios, qué maestría la suya para pasar de un bando privado a otro público, para exhibir las complicidades y alianzas inconfesables que mueven la rueda de la política y el Gobierno norteamericanos.

Sin su ayuda no hubiera sido posible que se manejara abiertamente y en primer plano esta verdad largamente sospechada por el público, pero que nadie se había atrevido a manejar tan desenfadadamente en una campaña presidencial: el apoyo mutuo entre políticos y empresarios, la sustitución del interés público por los intereses  privados, el flujo incesante de dinero privado a la arena pública en apoyo de los candidatos que participan en las campañas presidenciales, las que ahora se cotizan en miles de millones de dólares.

Gracias, Mr Trump, por poner en evidencia la fragilidad de un sistema político tan vulnerable que nos permitió ser testigos de lo que será quizá la peor campaña presidencial en la historia de Estados Unidos, tan inferior en su propuesta de ideas y argumentos como superior fue en insultos, calumnias y guerra de lodo desde las precampañas, especialmente la republicana. No se midieron los participantes, de la mano de Trump todos prefirieron perder el recato y la prudencia con tal de poder aventar sus propias plastas de lodo. ¿Se puede caer más bajo?

Gracias, Mr Trump, por tener a los medios de comunicación de su país y del resto del mundo comiendo de su mano, marchando al paso que les marcaba, repitiendo hasta el infinito cada frase suya, cada propuesta no importa qué tan disparatada e irracional fuera y sin la menor consideración o rigor periodístico que cuestionara la exagerada y obsesiva cobertura y prime time hacia su persona. Ningún medio parece haberse planteado si valía la pena mantener en portada las ocurrencias suyas, si seguirlo como perritos falderos era la mejor decisión editorial, si resaltar la estupidez plana de una campaña de tan bajo nivel no era traicionar a su propia responsabilidad como medios de comunicación ni ir en contra de la ética periodística que debe privilegiar la veracidad y la racionalidad en el manejo de la información que se presenta a la opinión pública. También para ellos es indispensable preguntar: ¿se puede caer más bajo?

Gracias, Mr Trump, porque después del torbellino que armó no me queda más que esperar con ansiedad no el resultado de lo que pasará mañana 8 de noviembre -la victoria de Hillary Clinton-, sino lo que pasará en 2020: ¿de veras aguantarán Estados Unidos y el resto del mundo a otra elección como ésta, a otra candidatura como la suya, a un sistema político que funciona tan mal que la arena pública no es ya más que un foro de lucha libre, de golpes sucios y de tipos rudos que mienten y hacen trampa?

Si no se pone nadie a trabajar el 9 de noviembre en Estados Unidos para reformar a fondo el sistema político, los procesos electorales y a cuestionar a profundidad el papel y el desempeño de los medios de comunicación, entonces la pesadilla que vivimos en 2016 se convertirá en 2020 en una aterradora realidad.

Mientras tanto, ¡gracias, Mr Trump! Casi se la creemos...


rogelio.rios60@gmail.com

martes, septiembre 13, 2016

En salud y enfermedad

Hillary Clinton es conducida a su vehículo tras sentirse indispuesta.
Fuente: Google.com

Por Rogelio Ríos Herrán

No deja de ser irónico para Hillary Clinton, candidata demócrata a la Presidencia de Estados Unidos, que lo que no pudo hacer su contrincante republicano, Donald Trump, lo haya logrado un brote de neumonía al interior de su equipo de campaña que la afectó igualmente a ella hasta hacerla lucir muy mal y prácticamente noquearla en el evento conmemorativo del 15 aniversario del 9/11 en Nueva York.

Con ese apetito que exhiben los medios estadounidenses -el “mainstream” y los alternativos por igual- por aspectos morbosos de las figuras públicas, la atención se enfocó a la salud de Hillary, su fragilidad en un día caluroso en Nueva York, y no en el mensaje del Presidente Barack Obama y su alegato interesante y retador sobre la necesidad de impulsar a la diversidad como el motor que mueva a la sociedad norteamericana.

A 15 años del 9/11, evento trágico en el cual murieron -por cierto- cientos de mexicanos en el World Trade Center neoyorquino, la viabilidad de una sociedad incluyente, más abierta y plenamente consciente de su diversidad étnica y cultural en Estados Unidos es tanto más urgente cuanto necesaria para enfrentar los desafíos globales que bajo diferentes rostros acosan al mundo entero.

¿Que Rusia y Estados Unidos negociaron en esos mismos días al fin una tregua en Siria que entró en vigor el lunes 12 de septiembre y que podría abrir la puerta a un acuerdo general para detener el conflicto y aliviar la situación lamentable de los sirios y su éxodo a Europa? “Never mind”, lo mediáticamente importante es ver si en un video se aprecia o no que Hillary se desvanece al subir a la camioneta del Servicio Secreto.

¿Que la sociedad estadounidense enfrenta un desafío interno de la mayor envergadura al darse cuenta de que aquello que la divide (raza, ingresos y nivel de vida muy disparejos) es más fuerte hoy que aquello que la une (su profundo sentido del patriotismo, su fe inquebrantable en la grandeza de su país)? No importa eso, pongan en la TV y en las “front pages” las imágenes de Hillary (o las de su supuesto "doble" que le descubrieron en las redes sociales) agobiada por el calor, sostenida por dos agentes para no caer, abunden en la cobertura sobre cómo puede afectarle la neumonía, diseñen escenarios en caso de que su enfermedad le impida continuar como candidata, etc.

Por supuesto que los medios son reflejo de la sociedad a la que observan e intentan informar. Si señalamos esa ansiedad mediática por el morbo, por la intrusión en la privacidad de las figuras públicas, por el chisme y lo estrafalario, es porque la sociedad lo pide y lo consume, en su mayor parte, sin chistar y sin darse cuenta de que en toda esa información que recibe no va incluido lo que de veras afecta a sus vidas, los problemas de fondo, las tendencias mundiales que parecen llevarnos al colapso mundial si las ignoramos, en fin, todo aquello que, sin hacer tanto ruido en el día a día de los medios, termina siendo lo que realmente incide en nuestras vidas.

Deberá reanudarse la campaña presidencial en cuanto Hillary Clinton se recupere y volverá entonces a liarse a golpes en el lodo con Donald Trump, quien para su crédito se vio moderado en sus comentarios el día del evento de la neumonía de Hillary.

Hillary, ya recuperada.
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Volverán a su nivel acostumbrado las aguas, sin embargo, y en ellas seguiremos navegando por los mismos barcos mediáticos que nos transportan, pero ojalá que tan sólo por un momento hiciéramos un alto en nuestras vidas y nos planteáramos una cuestión esencial para cada uno de nosotros:

¿Qué quiero percibir del mundo que sea relevante en mi vida, mi comunidad, mi país y para el planeta entero? ¿Qué demando y exijo a aquellos que asumen la noble tarea de informar y que con frecuencia parecen perder el rumbo e ignorar lo importante por atender lo urgente?

Será esa una manera de empezar a cambiar el mundo: comenzando por cambiar el cómo nos informamos sobre él. Todo es del color del cristal con que se mira.


rogelio.rios60@gmail.com








sábado, julio 09, 2016

Dallas, otra vez

Agente de policía de Dallas durante la caza del francotirador.
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Por Rogelio Ríos Herrán

Duele escribir en tono trágico sobre Dallas, la hermosa y dinámica ciudad texana tan querida y cercana para muchos mexicanos.

Algo pega en el corazón cuando nos referimos a una comunidad estadounidense que ha absorbido a hispanos y afroamericanos por igual para integrarlos a una economía urbana que ha dado un lugar privilegiado a Dallas entre las ciudades no sólo de Texas, sino de todo Estados Unidos.

Cinco oficiales de policía asesinados por francotiradores en las calles, después de una protesta contra dos casos de abuso policiaco recientes y varios agentes tras una noche de disparos y terror, nos lleva al triste recuerdo de la tensión e incredulidad que invadió a los texanos aquel Noviembre de 1963, cuando el Presidente John F. Kennedy fue asesinado en el centro de Dallas.

Así reaccionamos ahora: no puede ser, esto no está sucediendo, no otra vez en esta ciudad.

Si el ataque a los policías metropolitanos fue, como dijo inicialmente uno de los sospechosos capturados, en represalia a casos de abuso de autoridad de policías de otras ciudades norteamericanas, eso no justifica, por supuesto, que alguien pretenda tomarse la justicia por mano propia ni es en modo alguno una forma de protestar contra las autoridades.

El problema, sin embargo, va más allá: lo de Dallas, como lo de las otras ciudades en donde han estallado disturbios y enojo contra casos de abusos de policías -el caso de Baltimore- revela una herida profunda en la sociedad estadounidense todavía sin cerrar: la de la sombra del racismo y su cauda de enfrentamientos, división de la sociedad y las conductas violentas.

Descartando que este evento llevado a cabo por francotiradores tenga motivaciones o ligas con el terrorismo, la situación no es menos grave que si la propia Al-Qaeda hubiera perpetrado el asesinato de policías texanos, pues atacar y matar a un policía en Estados Unidos es un delito gravísimo y provoca una respuesta unánime e inmediata de las autoridades y la sociedad: se condena a quien lo hace, aunque sin dejar de criticar a los policías que incurren en abusos y corrupción.

Si a todo ello agregamos el trasfondo de la disponibilidad casi irrestricta de armas y municiones de grueso calibre que permiten a cualquier ciudadano enfrentar a los policías por horas y matarlos y herirlos, entonces veremos que -otra vez, como en los sesentas- la nación americana a la que tanto admiramos y criticamos, parece encontrarse al borde del precipicio de una violencia social que puede llegar a ser incontrolable: no ya sólo “Mississipi burning”, como la película de Alan Parker, sino “USA burning”.

Espero fervientemente que no sea así, el pueblo estadounidense tan variado y trabajador y pacífico en su mayor parte, no se lo merece, como tampoco los mexicanos que en Texas y en toda la Unión Americana viven y trabajan codo a codo con “los gringos” por salir adelante como comunidad, como ciudad y como país.


Dallas: ¡no otra vez!

rogelio.rios60@gmail.com

sábado, junio 25, 2016

Brexit: la falla inglesa

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Por Rogelio Ríos Herrán

Muy poco puede agregarse a lo que ya los analistas en su mayor parte han señalado: lo que presenciamos el jueves 23 de junio en Gran Bretaña, la votación a favor de la salida del Reino Unido de la Unión Europea (UE) en el denominado Brexit, es un gran error histórico de los británicos, un retroceso inconmensurable al siglo 20 cuando, por el contrario, deberían estar mirando hacia adelante en el siglo 21.

El estrecho margen de ganancia del voto ganador, 52 por ciento contra 48 por ciento del voto por permanecer, indica que el sentimiento separatista no es abrumador ni mucho menos predominante en la comunidad británica.

El resultado de ello será una nación profundamente dividida por una cuestión que no debería haberse ni planteado en primer término: una cosa es cuestionar el funcionamiento de la Unión Europea, lleno de imperfecciones, pero otra muy distinta es separarse del proyecto europeo de integración, el más importante proceso político del siglo 20 y un modelo para la integración de las naciones en el futuro inmediato.

El separatismo inglés, al provenir de razones políticas internas y de coyuntura, permeadas de prejuicios y excesos de nacionalismo y xenofobia, seguramente hará más lento el proyecto europeo, pero no lo detendrá de ninguna manera.

Con Gran Bretaña o sin ella, la Unión Europea tendrá que seguir adelante en un proceso que ya es irreversible: la formación de una comunidad de naciones con instituciones y autoridades supranacionales y una economía comunitaria, por llamarla de alguna manera, que no tiene réplica en el resto del mundo.

Los errores se pagan caro. Los grandes errores, se pagan más caro aún. La estrechez de miras de los políticos ingleses impulsores de la separación, su manera de manipular a la opinión pública azuzando temores xenofóbicos y nacionalistas, apelando a un concepto de soberanía nacional ya caduco en el caso europeo, regresará al Reino Unido a una senda que ya había transitado, la de una idea de soberanía y orgullo nacional obsoleta que parece más bien del siglo 19, no de la época actual.

Se abre ahora un periodo incierto para los ingleses en el que deberán tramitar su salida de la UE mediante una negociación que podría extenderse hasta a dos años, si es que antes las veleidades de la política interna inglesa no hacen dar marcha atrás a una decisión absurda como la del 23 de junio. 

A lo largo de ese plazo veremos el efecto de la separación inglesa a nivel global, el impacto en los mercados, el castigo internacional al Reino Unido y al final el asentamiento de las aguas globales después de pasada la tormenta.

Para los ingleses, será la vuelta a un país que ya habían supuestamente dejado atrás. Su tormentosa relación con el “Continente” los ha llevado ahora a dar un paso en la dirección equivocada, uno que satisface y beneficia nada más a sus políticos de extrema derecha que brincan de gusto por la victoria pírrica que han logrado aun a costa del atraso de su país ante las corrientes de vanguardia de la historia.


Uno no puede menos que preguntarse: ¿En dónde estás, Winston Churchill?

rogelio.rios60@gmail.com 

miércoles, mayo 25, 2016

Elecciones sin fin

FUENTE: Google.com
Por Rogelio Ríos Herrán

La cercanía de la jornada electoral en México, en donde el próximo 5 de junio se definirán 12 gubernaturas, y la precampaña electoral de demócratas y republicanos en Estados Unidos para definir a los candidatos que contenderán en noviembre por la Presidencia estadounidense, nos pinta nada menos que como un país de elecciones.

No bien termina un ciclo electoral cuando se viene otro encima para renovar a gobernadores, alcaldes o legisladores.

Las maquinarias electorales no descansan jamás en México. Si a ello sumamos las campañas presidenciales o legislativas estadounidenses que nos interesan a los mexicanos, entonces el panorama se completa: los ciudadanos vivimos para votar, ésa es la razón de ser en nuestra democracia, según los políticos y las autoridades electorales que administran miles de millones de pesos de presupuesto para organizar las elecciones.

Que los mexicanos seamos principalmente votantes en nuestro sistema político y que difícilmente traspasamos el umbral hacia una ciudadanía plenamente activa y participativa en la formulación de las políticas públicas y en las decisiones de gobierno es una realidad apabullante y desmotivadora.

Nos quieren en las urnas y ya. “Votas y te vas”, diríamos parafraseando a Vicente Fox, situación que por lo demás se da, aunque en niveles diferentes, en democracias maduras como la de Estados Unidos o las europeas: más allá del voto el día de las elecciones, pocos son los que se involucran, como ciudadanos, en la política de manera activa, casi todos vuelven a la rutina ordinaria de sus días, al trabajo y a la familia.

Al acudir a votar ejercemos un derecho fundamental como ciudadanos, pero a la vez los votos depositados en la urna dan vida e impulso al aparato electoral y a los presupuestos multimillonarios que manejan y que año con año, lejos de disminuir, se renuevan e incrementan con cada nuevo ciclo electoral.

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En México y en Estados Unidos, aspirar a puestos electorales importantes requiere de quien lo haga que asegure un soporte financiero sustancial del orden de los miles de millones de pesos o de dólares, para ser competitivo en la arena electoral, un candidato “pobre” no tiene posibilidad alguna.

Por estas razones me entusiasman las jornadas electorales, pero no dejo de tener en cuenta en algún rincón de mi conciencia que, a la vez que ejerzo mi derecho ciudadano, sirvo de justificación a la danza de los millones que desatan y administran candidatos y autoridades electorales en un gasto efímero y vano que seguramente sería más útil y provechoso si aplicara a solucionar los problemas de quienes viven en la pobreza o son vulnerables en la sociedad.

Son los costos de tener una democracia, es verdad, siempre se paga un precio. Y pagamos con ello nuestra pasividad como ciudadanos, de nuestra apatía típicamente mexicana de no dar un paso más allá de las urnas, de limitarnos a hacer lo que le conviene más al sistema político en su conjunto: tener ciudadanos así de pasivos y auto limitados.

Mi generalización es injusta, lo reconozco, en vista del crecimiento reciente del activismo ciudadano, de organizaciones no gubernamentales y personajes que al levantar la voz y con su liderazgo nos inspiran y motivan a sacudir la modorra cívica.

Pero, en términos cuantitativos, siguen siendo una parte minoritaria de la sociedad frente a la gran masa que persiste en sus hábitos tradicionales de escasa o nula participación cívica.

Pongamos un grano de sal a nuestro entusiasmo electoral por los candidatos en México o en Estados Unidos: si no avanzamos más allá del voto, sólo les estamos entregando un poder desmedido y sin contrapesos para que hagan lo que quieran con él.

No es una fatalidad que no se pueda revertir, sin embargo, para encauzar los ciudadanos al sistema político hacia donde nos sea verdaderamente útil, no hacia donde los políticos quieran, es decir, hacia su propia con conveniencia desapegada de los intereses, anhelos, temores y deseos de la sociedad.


Podemos empezar a hacerlo este próximo 5 de junio.

rogelio.rios60@gmail.com

lunes, febrero 15, 2016

En lengua tzotzil



El Papa admira un tocado indígena en Chiapas.
Fuente: Google.com


Por Rogelio Ríos Herrán

Justo cuando me enteraba de que en Canadá el recién llegado Primer Ministro Justin Trudeau promueve una política de reconciliación con los pueblos nativos o indígenas canadienses hasta el punto en que les pidió perdón públicamente en nombre de su Gobierno, veo por televisión la llegada del Papa Francisco a Chiapas el 15 de febrero.

Nuestro hermoso estado chiapaneco es la cuna de culturas y lenguas indígenas ancestrales, que habitaban estas tierras mucho antes de la llegada de los conquistadores españoles, por ello la mera presencia del Pontífice ahí es un gesto que tendrá repercusiones en el mapa religioso y político de Chiapas y del resto del país.

La misa celebrada por Francisco, en San Cristóbal Las Casas, incluyó las lecturas de las escrituras y el evangelio en lenguas indígenas (tzotzil y tzeltal) por parte de párrocos, diáconos y misioneras de las regiones chiapanecas.

Como escuchar el canto de los pájaros, la fluidez y belleza de las lenguas nativas llenaron el aire y nos hicieron recordar a quienes, aunque suman millones de mexicanos en todo México, parece que no existieran para el resto de la sociedad mexicana, que no tuvieran voz propia y que, como muchos aún piensan, que no tuvieran ni siquiera capacidad de razonamiento.

Tomó nota el Papa seguramente, al igual que todos nosotros, de que una vida social y política plena e integrada de los indígenas a la sociedad mexicana no existe, lo cual es una realidad penosa para México y uno de nuestros asuntos pendientes como Nación.

El espacio que dio a los indígenas en la liturgia el Papa Francisco me parece que lleva un mensaje de inclusión y una llamada a sacar del olvido a quienes luchan por ser reconocidos como parte de una unidad religiosa y como miembros de un México con plenos derechos.

Cada indicador social y económico que utilicemos nos arroja luz sobre la exclusión de los indígenas de la corriente central de la vida pública de México. Ni siquiera ocupan un lugar clave en los debates o prioridades nacionales, se habla más de otros temas que de los pueblos indígenas; en particular, de Chiapas sólo queda el recuerdo de la rebelión zapatista.

Que el Papa haya incluido a Chiapas y el encuentro con sus pueblos indígenas en San Cristóbal y Tuxtla Gutiérrez es un signo de que para él, como misionero de la Iglesia católica, la lucha por la evangelización nativa es una de sus grandes batallas pastorales.

Por nuestra parte, bien podría este gesto papal servirnos a los mexicanos para retomar una de las batallas pendientes de la sociedad mexicana: ¿cómo integrar a la sociedad a los aproximadamente 11 millones de indígenas mexicanos? ¿Cómo saldar nuestra deuda histórica de explotación y exclusión hacia ellos?

En la misa del Papa.
Fuente: Google.com
No dejo de notar la profunda devoción indígena, su vuelco a la fe católica o evangélica en Chiapas y el sentido de unidad y pertenencia que ellas les proporciona. Con una devoción similar y la actitud de entrega completa a una causa justa, la sociedad mexicana haría maravillas y quizá viviríamos en un país muy distinto, mucho mejor que el actual.


Bajo el hermoso cielo intensamente azul de los Altos de Chiapas, este encuentro del Papa con los tzotziles y tzeltales en la liturgia y en reuniones directas nos remueve en lo más profundo de la conciencia nacional: una vez que se marche el Papa, ¿volverán los indígenas al olvido social o esta vez las cosas cambiarán para bien?

Trudeau y el Papa Francisco nos pusieron una buena muestra.

rogelio.rios60@gmail.com

miércoles, febrero 03, 2016

¿Hillary o Donald?

Por ROGELIO RÍOS HERRÁN

Dada las repercusiones que tiene una elección presidencial sobre México en una amplísima variedad de sectores del gobierno y la sociedad, en verdad que nos gustaría a muchos mexicanos tener la posibilidad de influir en ellas como votantes.

Con el arranque de las elecciones primarias el 1 de Febrero en el estado de Iowa en la que simpatizantes demócratas y republicanos acudieron a apoyar a sus candidatos preferidos, y en vista de la intensidad de la batalla electoral, cuánto quisiéramos en México poder dar nuestro apoyo o castigo a Hillary Clinton o Bernie Sanders por el lado demócrata, o a Ted Cruz, Donald Trump, Marco Rubio o Jeb Bush por el lado republicano.

De las decisiones que alguno de ellos tome, si resulta ganador en el proceso electoral y una vez instalado en la Casa Blanca, dependerá en buena medida el avance o retroceso en nuestra economía, comercio exterior, petróleo, finanzas, etcétera.

Así que lejos de ser unos observadores desinteresados o simplemente curiosos por asomarnos a la batalla electoral que está en marcha en Estados Unidos, nuestro interés debe ser más bien equivalente al del ciudadano estadounidense común: ¿en qué medida me va a afectar, debemos pensar en México, directamente en mi bolsillo que sea Hillary la próxima Presidenta estadounidense o bien Ted Cruz o Donald Trump?

Viendo así las cosas, claramente nos damos cuenta de que somos altamente vulnerables a los procesos electorales en nuestro vecino del norte y que más nos valdría estar bien informados sobre el mismo y sobre las posturas, aciertos y desatinos de cada candidato.

La volatilidad de los mercados financieros alrededor del mundo, los “crashes” constantes en las principales bolsas de valores, la caída de los precios del petróleo, los atentados terroristas, el conflicto inacabable en Siria y en Medio Oriente, todo ello se suma a la incertidumbre en el terreno de la política y de la seguridad mundiales.

Las economías nacionales no están, de ninguna manera, exentas de sufrir los efectos de la inseguridad. Los vaivenes financieros en México por factores que parecerían tan alejados de nosotros como lo está China demuestran, por si hiciera falta hacerlo, que la economía va de la mano de la política y que, por definición, un evento como el proceso electoral en Estados Unidos para el relevo de su Presidente tiene un carácter universal por sus amplias repercusiones más allá de las fronteras norteamericanas.

Así que si a usted le simpatiza Hillary Clinton o más bien se inclina por tipos duros como Donald Trump o Ted Cruz, siga con atención no sólo sus discursos y ataques contra otros candidatos, sino qué proponen en concreto, cuáles problemas consideran como más importantes en este momento, qué visión de estadistas tienen (si la tienen) y cuáles son sus programas para llevarla a cabo.

Es decir, hay que quitarles a cada uno de ellos la envoltura para ver qué tan bueno es el contenido del candidato o si, como suele suceder, comprobar que no hay nada más allá de la envoltura.

Fuente: Google.com
Estados Unidos, el país con el que más negociamos y comerciamos, con el que compartimos 3 mil kilómetros de frontera, al cual queremos y odiamos por igual, es todavía muy poco estudiado y analizado a fondo por los mexicanos.

Por eso sucede que nos sorprendemos de sus procesos electorales y candidatos estrambóticos, por ejemplo, cuando deberíamos conocerlos ya al dedillo. Nunca es tarde para empezar a hacerlo, sin embargo, y más cuando, de aquí a Noviembre, se pone en juego nada menos que la Presidencia norteamericana: ¡qué lástima que no podemos votar en estas elecciones!

rogelio.rios60@gmail.com


Nahuel, fútbol y políticos: adiós “fair play”

  Por Rogelio Ríos Herrán En México, el fútbol precede a la política en el triste arte de no respetar a los demás contendientes, violar las ...