lunes, febrero 15, 2016

En lengua tzotzil



El Papa admira un tocado indígena en Chiapas.
Fuente: Google.com


Por Rogelio Ríos Herrán

Justo cuando me enteraba de que en Canadá el recién llegado Primer Ministro Justin Trudeau promueve una política de reconciliación con los pueblos nativos o indígenas canadienses hasta el punto en que les pidió perdón públicamente en nombre de su Gobierno, veo por televisión la llegada del Papa Francisco a Chiapas el 15 de febrero.

Nuestro hermoso estado chiapaneco es la cuna de culturas y lenguas indígenas ancestrales, que habitaban estas tierras mucho antes de la llegada de los conquistadores españoles, por ello la mera presencia del Pontífice ahí es un gesto que tendrá repercusiones en el mapa religioso y político de Chiapas y del resto del país.

La misa celebrada por Francisco, en San Cristóbal Las Casas, incluyó las lecturas de las escrituras y el evangelio en lenguas indígenas (tzotzil y tzeltal) por parte de párrocos, diáconos y misioneras de las regiones chiapanecas.

Como escuchar el canto de los pájaros, la fluidez y belleza de las lenguas nativas llenaron el aire y nos hicieron recordar a quienes, aunque suman millones de mexicanos en todo México, parece que no existieran para el resto de la sociedad mexicana, que no tuvieran voz propia y que, como muchos aún piensan, que no tuvieran ni siquiera capacidad de razonamiento.

Tomó nota el Papa seguramente, al igual que todos nosotros, de que una vida social y política plena e integrada de los indígenas a la sociedad mexicana no existe, lo cual es una realidad penosa para México y uno de nuestros asuntos pendientes como Nación.

El espacio que dio a los indígenas en la liturgia el Papa Francisco me parece que lleva un mensaje de inclusión y una llamada a sacar del olvido a quienes luchan por ser reconocidos como parte de una unidad religiosa y como miembros de un México con plenos derechos.

Cada indicador social y económico que utilicemos nos arroja luz sobre la exclusión de los indígenas de la corriente central de la vida pública de México. Ni siquiera ocupan un lugar clave en los debates o prioridades nacionales, se habla más de otros temas que de los pueblos indígenas; en particular, de Chiapas sólo queda el recuerdo de la rebelión zapatista.

Que el Papa haya incluido a Chiapas y el encuentro con sus pueblos indígenas en San Cristóbal y Tuxtla Gutiérrez es un signo de que para él, como misionero de la Iglesia católica, la lucha por la evangelización nativa es una de sus grandes batallas pastorales.

Por nuestra parte, bien podría este gesto papal servirnos a los mexicanos para retomar una de las batallas pendientes de la sociedad mexicana: ¿cómo integrar a la sociedad a los aproximadamente 11 millones de indígenas mexicanos? ¿Cómo saldar nuestra deuda histórica de explotación y exclusión hacia ellos?

En la misa del Papa.
Fuente: Google.com
No dejo de notar la profunda devoción indígena, su vuelco a la fe católica o evangélica en Chiapas y el sentido de unidad y pertenencia que ellas les proporciona. Con una devoción similar y la actitud de entrega completa a una causa justa, la sociedad mexicana haría maravillas y quizá viviríamos en un país muy distinto, mucho mejor que el actual.


Bajo el hermoso cielo intensamente azul de los Altos de Chiapas, este encuentro del Papa con los tzotziles y tzeltales en la liturgia y en reuniones directas nos remueve en lo más profundo de la conciencia nacional: una vez que se marche el Papa, ¿volverán los indígenas al olvido social o esta vez las cosas cambiarán para bien?

Trudeau y el Papa Francisco nos pusieron una buena muestra.

rogelio.rios60@gmail.com

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