sábado, septiembre 06, 2008

GUERRA ASIMÉTRICA




Por Rogelio Ríos Herrán


¿Por qué un Ejército, con recursos materiales y humanos infinitamente superiores a sus oponentes, no gana de una vez la guerra contra un puñado de sus oponentes?


La respuesta tiene qué ver con lo que Richard A. Clarke llama la "guerra asimétrica" en la cual un pequeño número de terroristas sin sofisticación tecnológica alguna "pueden dar pelea e incluso derrotar a un ejército moderno".


El análisis de Clarke se refiere al terrible error del Ejército estadounidense de no contar con una estrategia de combate adecuada a las condiciones de Iraq cuando invadió ese país en 2003, a la incapacidad de los generales de hacer valer su oposición a la forma en que eran enviados a la guerra y al inadecuado equipamiento de las tropas norteamericanas en el campo de batalla.


Todo ello, en su reciente libro "Your government failed you. Breaking the cycle of national security disasters" (HarperCollins, 2008) en donde hace cuestionamientos profundos a la incapacidad de los militares de plantear la estrategia adecuada en el combate a fuerzas irregulares y elusivas.


Clarke hace referencia al abismo existente entre los objetivos establecidos por los gobiernos civiles y las capacidades militares para cumplirlos, entre la politización de la guerra (el deseo de una guerra rápida y barata de Donald Rumsfeld, entonces Secretario de Defensa) y la realidad del campo de batalla (la necesidad de un número suficiente de tropas y equipo adecuado desde el principio de los combates).


De muchas maneras, agrega el ex funcionario de seguridad nacional, la fuerza militar de Estados Unidos en Iraq en 2003 "estaba inadecuadamente entrenada y equipada para su misión como los americanos habían estado en Vietnam en 1968".


Por tanto, "el liderazgo militar tenía la obligación de decirle al Secretario de Defensa, al Presidente y al Congreso que deberían cambiar hacia una estrategia diferente que no pusiera en tan alto riesgo a las fuerzas de Estados Unidos".


Clarke advierte que las decisiones de estrategia son, a fin de cuentas, decisiones sobre personas de carne y hueso enviadas al combate y que los errores se pagan con la sangre de los soldados y el desprestigio de la institución militar. Ese es el caso, por supuesto, en donde sea que una fuerza militar formal combate a un oponente informal e irregular, ya sea la insurgencia en Iraq, el terrorismo de Al Qaeda o el crimen organizado en países que, como México, despliegan a sus fuerzas militares en labores policiacas.


La asimetría evidente entre un Ejército y una organización criminal parece operar, si se dan las condiciones específicas, a favor de quienes, al encontrarse en inferioridad numérica y tecnológica, acuden a su conocimiento del terreno y de las comunidades locales para confundir al enemigo.


Sin un fundamento doctrinal sólido, sin el liderazgo militar fuerte para equilibrar al liderazgo civil y sus exigencias políticas; sin la estrategia adecuada a las estructura y composición del enemigo, sin el equipo y la labor de inteligencia que lo preceda y respalde, el soldado tiene perdida la batalla en el momento en que pone un pie fuera del cuartel.


Eso fue válido en Vietnam, se mantiene trágicamente vigente en Iraq y, mucho me temo, puede aplicarse en México a la batalla que el Ejército mexicano da al crimen organizado, fuera de los límites que le marca la Constitución y aislado de la coordinación necesaria con las fuerzas policiacas federales.


En ambos ejemplos, los pobres resultados contrastan con la cantidad gigantesca de recursos materiales y humanos desplegados por los gobiernos estadounidense y mexicano. El tiempo se agota, la exigencia social crece y la guerra no se gana, quizá porque las condiciones de una "guerra asimétrica" no son reconocidas como tales.


Miles de muertos en México, casos de abusos terribles de derechos humanos que involucran a militares y el desgaste de la institución militar, además de su sometimiento absoluto al liderazgo civil y sus consideraciones político-electorales, tienen sumido a nuestro país en un Iraq privado que nada le pide al real.


Los militares estadounidenses ya empezaron a levantar sus voces contra los errores de estrategia de sus oficiales superiores y sus dirigentes civiles; en México, ¿cuándo lo harán los oficiales mexicanos?


Publicado en El Norte, 4 septiembre, 2008.

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