lunes, julio 25, 2022

Los internacionalistas del Colmex




Por Rogelio Ríos Herrán 


No tiene sustento alguno la crítica injusta que expresó el presidente López Obrador en una conferencia matutina reciente (22 de julio) sobre que los internacionalistas egresados del Centro de Estudios Internacionales (CEI) de El Colegio de México (Colmex) no defienden el interés nacional, sino los intereses de empresas de Estados Unidos y Canadá en el contexto del Tmec. Los puso en el limbo de ser nada menos que “traidores a la Patria”, una de sus etiquetas favoritas.

 

No valdría la pena dedicarle atención a este exabrupto mañanero excepto por un par de cosas: si eso pensaba de los internacionalistas formados en esa institución, ¿por qué no se los dijo tal cual cuando visitó las instalaciones del Colmex en octubre del 2020 en la conmemoración del 80 aniversario de la fundación de la institución?  


Era ése el momento preciso para lanzar la crítica en un recinto ideal para el despliegue del pensamiento crítico y el debate de altura e intercambiar argumentos con los directamente señalados. 

Por otra parte, lo obvio es que su actual Secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, es egresado de la séptima generación de la Licenciatura en Relaciones Internacionales del CEI (la misma generación a la que pertenezco). 

 

Entonces, ¿el desafortunado comentario presidencial se lanzó en el contexto de la carrera por la candidatura presidencial de Morena en 2024, dentro de la cual Marcelo es uno de los aspirantes? ¿No midió el Presidente el tamaño del agravio que dirigió a toda la comunidad de internacionalistas del Colegio? 


En eso me detengo: no se fijó AMLO en una sola persona para lanzar su dardo, sino que lo extendió a la comunidad de internacionalistas; incluso si lo hubiera personalizado con nombre y apellido, los “colmecas” expresarían en cualquier caso su solidaridad con Marcelo sencillamente porque es una solidaridad hacia la institución. ¿Habrá experimentado, alguna vez en su vida, López Obrador una experiencia similar de pertenencia a una comunidad crítica? 


Puedo tener, en lo personal, todas las diferencias y coincidencias del mundo con Ebrard, pero no aceptaré que a él o a cualquier otro, por ser egresado del CEI e internacionalista, se la califique de esa manera y, por extensión, se degrade sin fundamento al CEI y a El Colegio de México y sus egresados.

 

Desde 1960, el CEI empezó a forjar internacionalistas mexicanos que a lo largo de seis décadas han aportado su esfuerzo, capacidad y talento a muchas actividades: el Servicio Exterior Mexicano, la academia, el periodismo, los negocios, la participación en la política y la sociedad civil. Fue la visión de Daniel Cosío Villegas, entre otros, la que sembró la semilla de los estudios internacionales enfocados a apoyar la integración de México en la arena internacional. 


Desde entonces, muchas generaciones de internacionalistas de elevada capacidad y profesionalismo se han formado en las aulas del Colegio y de las universidades públicas y privadas de mayor prestigio en México: UNAM, ITESM, Universidad Anáhuac, Universidad de las Américas, Universidad de Guadalajara, mis queridas UDEM y UANL en Monterrey, y otras que se me escapan. 


Todas esas instituciones seguirán, junto con el CEI del Colmex, educando a más y más internacionalistas, pues son profesionistas necesarios en el mundo contemporáneo. Son quizá una cristalización del viejo anhelo del “mexicano universal” de Alfonso Reyes y otros pensadores, quienes no querían ver a su patria encerrada y obnubilada por una visión corta de sus gobernantes, tan corta que no alcanza a divisar y comprender la complejidad de los asuntos mundiales. 


No va a hacer mella en ellas un comentario impulsivo del mandatario en turno, creo que peores cosas han visto pasar esas instituciones educativas. Deja un mal sabor de boca, sin embargo, lo dicho en el momento y en el lugar equivocados (la conferencia matutina): ¿por qué no dijo el presidente lo que pensaba de los internacionalistas cuando visitó El Colegio de México y estuvo sentado enfrente de la Biblioteca Daniel Cosío Villegas firmando el libro de visitantes distinguidos? Tal vez no quiso escuchar las respuestas.    


Si la nobleza obliga, la arrogancia delata. 

 

  

¿Quién quiere ser funcionario?


 

Por Rogelio Ríos Herrán  

 

Desde hace años, observo en México, a todos niveles de gobierno, una degradación del servicio público: las instituciones y autoridades no funcionan bien; los funcionarios o empleados no hacen bien su trabajo ni tienen vocación de servicio. 


Hay excepciones, por supuesto, muchas de ellas notables. En la perspectiva general, sin embargo, los servicios que recibimos de los gobiernos y la calidad humana de los funcionarios y burócratas andan por los suelos y siguen a la baja, no se ve cómo revertirla. 


A partir del 2018, con la llegada al poder del proyecto de la Cuarta Transformación y sus cuadros de gobierno, el problema se ha agravado a tal punto que raya en lo patético.  


Desde que se supo el resultado de las elecciones presidenciales en julio de ese año y se anunció a López Obrador como el futuro presidente de la República, empezó en muchos niveles federales del gobierno una gran fuga de empleados y funcionarios, quienes presentían, por su experiencia y trayectoria, el desastre que se venía como una tormenta. 


Tal como ellos lo presentían, salió mucho talento y experiencia de las agencias del gobierno federal y entró en su lugar, en general y con excepciones, una multitud sin preparación ni experiencia, pero ávida de aprovechar lo que los mexicanos llamamos “el hueso”, es decir, conseguir una chamba en el gobierno con algún familiar, amigo o conocido que nos eche la mano, y tirarse, literalmente, a la hamaca y dedicarse a cobrar religiosamente cada quincena sin preocuparse por su rendimiento laboral. 


Del nivel federal cundió muy pronto la misma práctica en los gobiernos de los estados ganados por Morena, el partido oficial, y en las alcaldías de las ciudades a las que llegaron gobiernos municipales de la Cuatro T. 


Aunque nunca tuvimos en el pasado una maravilla de gobiernos federales, estatales y municipales, sabíamos que por lo menos algunas áreas de gobierno funcionaban bien, que podías hacer un trámite sencillo sin tantas complicaciones (como, por ejemplo, sacar el pasaporte o la licencia de conducir), que el camión de la basura pasaría cada semana por tu calle, que siempre tendrías agua potable en tu casa. 


Bueno, pues de esa regularidad (mediocre, sí, pero regularidad al fin) pasamos a un escenario que considero en un peldaño más debajo de lo regular, es decir, en el nivel pésimo.  Me refiero no solamente a los gobiernos morenistas, sino a los de todos los partidos y colores, quizá sea como una especie de epidemia que empieza con un partido político e infecta a los demás. 


El problema con todo esto es que provoca un efecto nocivo: las personas con vocación de servicio público y con preparación profesional y solidez moral, no tienen a dónde ir ni cómo poner en práctica su vocación, ¿qué puede ofrecerles hoy el servicio público? Con este panorama, ¿quién quiere ser funcionario de gobernantes pésimos? 


En México, la carrera universitaria de Administración Pública ha ganado lugar y prestigio en las universidades públicas y privadas, y ya se cuenta con maestrías y doctorados de excelencia. Un cuerpo de investigadores y autores mexicanos han logrado colocar a nuestro país como un referente latinoamericano en el área de los estudios de la función pública. 


Existe un abismo entre el conocimiento de la Administración Pública y su alto nivel académico y, por otra parte, el bajo perfil de los funcionarios y el pésimo desempeño de las instituciones y agencias de gobierno: la toma de decisiones sobre políticas públicas, bajo la Cuarta Transformación, llega a niveles absurdos y demenciales alejados por completo de la racionalidad científica y el estudio de datos y evidencias. 


Por esas razones me hago la pregunta: ¿Quién quiere hoy ser un buen funcionario público? Muchos lo quieren, pero no hay lugar para ellos en los niveles de gobierno repletos de buscadores del “hueso”. 

 

En el gobierno de la Cuarta Transformación, ni están todos los que son, ni son todos los que están. No todo es negro panorama: podemos cambiar el estado de las cosas en el 2024 con nuestros votos. No lo olvidemos.    



 

jueves, julio 14, 2022

Francia, el mediador mundial



 

Por Rogelio Ríos Herrán

 

No es sencillo escribir cualquier cosa sobre Francia sin quedarse casi exclusivamente en París, como si ahí terminara esa nación. La Ciudad Luz nos roba la atención, se instala en el corazón tanto de quien ha tenido la oportunidad de visitarla como de quien anhela hacerlo, por lo cual olvidamos con frecuencia al resto de los franceses y el peso de su país en el mundo actual.

 

A 233 años de la Toma de la Bastilla, los franceses celebran hoy esa gesta que marcó el arranque de la Revolución Francesa, suceso que con sus luces y sombras marcó indeleblemente a la América Latina. Su ejemplo de liberación, la ruptura de las cadenas de la monarquía, el torrente de ideas libertarias de los pensadores y activistas franceses hicieron nido entre los hispanoamericanos.

 

Tan sólo con eso tenemos una deuda con Francia. De cara al primer cuarto del siglo 21, hay que preguntarse, sin embargo, qué significa la nación francesa en estos convulsos días y en este revuelto mundo.

 

Mi respuesta a esa interrogante es personal por completo, no esperen frialdad analítica cuando pienso en Francia. Tomé cursos en la Alianza Francesa, leo su prensa y escucho la RFI, disfruto su literatura extensa e inabarcable, sus vinos y quesos, el sabor de una buena conversación con franceses, en fin, me uno desde Monterrey a su fiesta nacional.

 

Una vez hecho esto, recupero la vena del análisis. La perspectiva francesa de la política internacional es un contrapeso indispensable a la perspectiva anglosajona que predomina en los medios de comunicación y círculos académicos.

 

Cuando insisten en usar “mundialización” en vez de “globalización”, por ejemplo, los franceses reafirman su afán de autonomía intelectual y política. No por ello dejan de pertenecer a esfuerzos comunitarios como la Unión Europea, de hecho, fueron ellos y los alemanes quienes iniciaron esa gran aventura de integración entre naciones.

 

Al leer Le Fígaro o el prestigiado Le Monde, ya no se diga Liberación, se nota un criterio de selección y manejo de la información distinto al de otras naciones occidentales; no mejor o peor, pero sí único, como los buenos vinos galos.

 

El perfil característicamente independiente de los franceses en política internacional, incluso en el marco de la Unión Europea, no es solamente un legado del legendario General De Gaulle y su postura distante frente a Estados Unidos, sino algo intrínseco al poderío francés proveniente de su pasado imperial.

 

No me extiendo más, baste saber que fue el Presidente Macrón uno de los líderes occidentales con quienes Vladimir Putin, pocos días después del inicio de su agresión a Ucrania, se entrevistó en Moscú. No fue un gesto menor, pues puso en relieve el papel mediador y de contrapeso del gobierno francés en los asuntos internacionales.

 

Larga vida a la República Francesa. Ojalá desde México apreciáramos en todo lo que vale el papel de Francia en la política internacional y nos acercáramos más a ellos: a París, por supuesto, pero también a sus regiones, ciudades y puertos que guardan similitudes con muchas ciudades mexicanas.

 

Muchos rostros tiene Francia: la joven, la vieja, la cultura y la política. Siempre será un faro para los latinoamericanos.

 

¡Vive la France!








 

AMLO: la fatiga del poder

  Por Rogelio Ríos Herrán  Al poco tiempo de empezar las conferencias matutinas (“las mañaneras”) en el arranque del gobierno de López Obra...