lunes, julio 25, 2022

¿Quién quiere ser funcionario?


 

Por Rogelio Ríos Herrán  

 

Desde hace años, observo en México, a todos niveles de gobierno, una degradación del servicio público: las instituciones y autoridades no funcionan bien; los funcionarios o empleados no hacen bien su trabajo ni tienen vocación de servicio. 


Hay excepciones, por supuesto, muchas de ellas notables. En la perspectiva general, sin embargo, los servicios que recibimos de los gobiernos y la calidad humana de los funcionarios y burócratas andan por los suelos y siguen a la baja, no se ve cómo revertirla. 


A partir del 2018, con la llegada al poder del proyecto de la Cuarta Transformación y sus cuadros de gobierno, el problema se ha agravado a tal punto que raya en lo patético.  


Desde que se supo el resultado de las elecciones presidenciales en julio de ese año y se anunció a López Obrador como el futuro presidente de la República, empezó en muchos niveles federales del gobierno una gran fuga de empleados y funcionarios, quienes presentían, por su experiencia y trayectoria, el desastre que se venía como una tormenta. 


Tal como ellos lo presentían, salió mucho talento y experiencia de las agencias del gobierno federal y entró en su lugar, en general y con excepciones, una multitud sin preparación ni experiencia, pero ávida de aprovechar lo que los mexicanos llamamos “el hueso”, es decir, conseguir una chamba en el gobierno con algún familiar, amigo o conocido que nos eche la mano, y tirarse, literalmente, a la hamaca y dedicarse a cobrar religiosamente cada quincena sin preocuparse por su rendimiento laboral. 


Del nivel federal cundió muy pronto la misma práctica en los gobiernos de los estados ganados por Morena, el partido oficial, y en las alcaldías de las ciudades a las que llegaron gobiernos municipales de la Cuatro T. 


Aunque nunca tuvimos en el pasado una maravilla de gobiernos federales, estatales y municipales, sabíamos que por lo menos algunas áreas de gobierno funcionaban bien, que podías hacer un trámite sencillo sin tantas complicaciones (como, por ejemplo, sacar el pasaporte o la licencia de conducir), que el camión de la basura pasaría cada semana por tu calle, que siempre tendrías agua potable en tu casa. 


Bueno, pues de esa regularidad (mediocre, sí, pero regularidad al fin) pasamos a un escenario que considero en un peldaño más debajo de lo regular, es decir, en el nivel pésimo.  Me refiero no solamente a los gobiernos morenistas, sino a los de todos los partidos y colores, quizá sea como una especie de epidemia que empieza con un partido político e infecta a los demás. 


El problema con todo esto es que provoca un efecto nocivo: las personas con vocación de servicio público y con preparación profesional y solidez moral, no tienen a dónde ir ni cómo poner en práctica su vocación, ¿qué puede ofrecerles hoy el servicio público? Con este panorama, ¿quién quiere ser funcionario de gobernantes pésimos? 


En México, la carrera universitaria de Administración Pública ha ganado lugar y prestigio en las universidades públicas y privadas, y ya se cuenta con maestrías y doctorados de excelencia. Un cuerpo de investigadores y autores mexicanos han logrado colocar a nuestro país como un referente latinoamericano en el área de los estudios de la función pública. 


Existe un abismo entre el conocimiento de la Administración Pública y su alto nivel académico y, por otra parte, el bajo perfil de los funcionarios y el pésimo desempeño de las instituciones y agencias de gobierno: la toma de decisiones sobre políticas públicas, bajo la Cuarta Transformación, llega a niveles absurdos y demenciales alejados por completo de la racionalidad científica y el estudio de datos y evidencias. 


Por esas razones me hago la pregunta: ¿Quién quiere hoy ser un buen funcionario público? Muchos lo quieren, pero no hay lugar para ellos en los niveles de gobierno repletos de buscadores del “hueso”. 

 

En el gobierno de la Cuarta Transformación, ni están todos los que son, ni son todos los que están. No todo es negro panorama: podemos cambiar el estado de las cosas en el 2024 con nuestros votos. No lo olvidemos.    



 

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