domingo, mayo 27, 2018

Es Chile, no Venezuela




Por Rogelio Ríos Herrán

No importa a cuál candidato presidencial apoyemos ni por cuál partido nos inclinemos, cada vez que escucho la comparación entre México y Venezuela pienso que, si de comparar se trata, es más preciso compararnos con Chile.

México encaja mejor, como economía y como régimen político, con la realidad chilena que con la venezolana: ambas son economías con modernos sectores industriales, comerciales y financieros, mano de obra calificada, presencia fuerte de inversión extranjera, tratados de libre comercio que llegan a casi todo el mundo. La comparación es con Chile, no con Venezuela.

Además, ambos poseen un sistema político con instituciones fuertes, elecciones regulares y transición pacífica del poder; un cuerpo legislativo y Poder Judicial sólido y los dos países mantienen una actitud mucho más abierta que cerrada ante el mundo externo, la migración, el turismo, etcétera.

Por otro lado, tanto en México como en Chile se sigue teniendo un fuerte problema con la inequitativa distribución del ingreso y con el acceso a la educación.

Sus gobiernos enfrentan regularmente protestas y desafíos de sectores sindicales, como el magisterial. Sus economías padecen igualmente las adversidades que provienen de depender en buena medida de la exportación de materias primas (petróleo en México, cobre en Chile).

Finalmente, ambos regímenes políticos han aguantado una de las pruebas más duras para cualquier sistema político: la alternancia en la Presidencia de la República y el cambio completo de gobiernos de manera pacífica.

La diferencia: Chile ha virado del socialismo a los gobiernos conservadores, vuelta al socialismo y vuelta al conservadurismo, sin problema alguno, no ha desaparecido la nación chilena ni se ha hundido en la crisis económica ni en la desesperación política.

México, en el año 2000, vivió ya el cambio en la Presidencia del Partido Revolucionario Institucional al opositor Partido Acción Nacional, después de más de siete décadas de gobiernos priistas. No se acabó el país ni desaparecieron los mexicanos del mapa. En muchos aspectos, como en el manejo de la política económica del Gobierno, hubo más continuidad que cambio.

Ahora que en México se abre la posibilidad de que esa alternancia alcance el segundo escalón, el posible paso a un gobierno de izquierda (un asunto pendiente desde la recordada elección presidencial de 1988 que la izquierda perdió por la “caída del sistema” alegada desde el gobierno) ha desatado una intensa discusión sobre que el posible triunfo de Andrés Manuel López Obrador y su partido Morena (Movimiento de Regeneración Nacional) llevaría a México a vivir una nueva Venezuela (hiperinflación, gobierno autoritario, represión a la oposición, populismo desbocado, etcétera).

Veo con interés esta discusión pública y mi primera reacción, reitero, es que la comparación no es con Venezuela, sino con Chile: la llegada de Michelle Bachelet, profesionista graduada de la Universidad de Chile, militante del Partido Socialista de Chile, sobreviviente de la dictadura pinochetista, le dio un giro a la política gubernamental hacia las cuestiones sociales, es verdad, pero no acabó con su país. No expropió, no encarceló, no fue autoritaria.

“Hay lazos doctrinarios de López Obrador con el chavismo”, alegan muchos comentaristas mexicanos, pero sin mostrar evidencia contundente hasta el momento. En el alegato referido no se toma en cuenta que, a diferencia de Venezuela, la de México es una economía mucho más diversificada, globalizada en el exterior mediante tratados comerciales e inversiones, una red económica que difícilmente puede romper un nuevo gobierno en el caso de que se lo propusiera.

Con Chile, en cambio, la comparación me parece más exacta. ¿Cómo pudo Bachelet, una socialista, ganar la Presidencia chilena y gobernar si no fue mediante la negociación y el apego a las reglas del sistema político?

Vale decir, si gana la elección presidencial, ¿cómo podría gobernar López Obrador si no es mediante la negociación con el Legislativo, el respeto al Judicial y las demás fuerzas políticas de gran peso y, precisamente, con el apego a las reglas políticas?

Romper por completo un sistema político es impensable, el costo tan elevado anula la opción. Ganar en las urnas no implica recibir poderes extraordinarios, sino un mandato limitado que se debe ejercer estrictamente bajo las reglas del juego institucional.

Si de comparar se trata, me convence más el ejemplo de Bachelet que el de Hugo Chávez o Nicolás Maduro. Me parece que Chile y México, socios comerciales y pueblos fraternos, llevan un rumbo más parecido que el de México-Venezuela.

Lamento profundamente la situación actual en Venezuela. No puedo imaginar la vida diaria de los venezolanos, los menos favorecidos, los más pobres, sumidos en una economía en bancarrota y con un sistema político que sólo sirve a los intereses del gobierno en turno. Espero que los venezolanos encuentren una salida, que no pierdan la esperanza.

Pero no veo cómo podría México llegar a una situación como la venezolana sin que los mexicanos lo impidan antes de caer en ese nivel crítico.

En el fondo, decir que México va a ser otro Venezuela (una experiencia de fracaso) en lugar de otro Chile (una experiencia de éxito) es subestimar gravemente a los mexicanos y su capacidad de poner un alto a cualquier gobernante, incluso López Obrador si fuera el caso, que pierda el rumbo.

Mexicanos, chilenos y venezolanos llevan su propio rumbo y viven su destino. Nos podemos ayudar unos a otros en momentos de necesidad, pero nunca compararnos con excesiva simpleza. Cada quien su rumbo.

rogelio.rios60@gmail.com

jueves, mayo 24, 2018

Crisis nuclear en plena campaña






Por ROGELIO RÍOS HERRÁN

No deja de resultar irónico que justo cuando se acaba de celebrar el segundo debate presidencial en Tijuana, sobre el tema de la posición de México en el mundo, y cuando siguen frescas las críticas a todos los candidatos por la insuficiencia y cortedad de sus comentarios sobre ese tema, la relación entre Corea del Norte y Estados Unidos entra en una nueva etapa crítica.

El Presidente Donald Trump envió (hoy 24 de mayo) una carta a su homólogo norcoreano Kim Jong-un, en la cual le avisa su decisión de cancelar la reunión entre ambos programada inicialmente el 12 de junio en Singapur, aduciendo la “hostilidad abierta” de los norcoreanos en torno a funcionarios del gobierno estadounidense y previendo graves consecuencias.

No hace falta decir que tal decisión hace retroceder la situación entre Corea del Norte y Estados Unidos al estado de amenaza de crisis nuclear en que se encontraba antes de que se abriera un breve periodo de “reconciliación” entre ambos países, auspiciado por los esfuerzos diplomáticos de Corea del Sur.

Todo eso sucede justo cuando éste y otros problemas agudos de la agenda global fueron prácticamente ignorados por los candidatos presidenciales el pasado 20 de mayo. Ni una palabra sobre la crisis en Corea del Norte, el peligro de la reanudación del armamentismo nuclear, la necesidad de tomar postura ante esta amenaza grave a la paz internacional. Nada.

Parece como si México fuera ajeno o, peor aún, inmune a todo lo que pasa en otras partes del mundo como en la lejana Península de Corea. Es como si nuestros antecedentes como nación pacifista y activamente involucrada en la lucha por el desarme nuclear en décadas anteriores no hubieran sucedido nunca.

Es más, ni quién se acuerde ya de mencionar a Alfonso García Robles, honrado con un Premio Nobel de la Paz en 1982 por su participación en la elaboración y difusión del tratado de Tlatelolco, en el cual se pugnaba por la no proliferación de armas nucleares en América Latina.

El punto fundamental para México es el de pronunciarse y actuar en contra de las armas nucleares y, en general, del uso de la energía nuclear para propósitos militares en la Península de Corea.

Si bien Corea del Norte tiene derecho, como cualquiera otra nación, al desarrollo de la energía nuclear para usos pacíficos que beneficien a su pueblo, la sospecha de que posee un avanzado programa de armamento nuclear -o incluso un arsenal nuclear- plantea una situación a la cual los mexicanos no podemos permanecer ajenos.

Cruzarnos de brazos e ignorar lo que sucede fuera de nuestras fronteras es un grave error. Limitarnos a discutir sobre la migración y la seguridad fronteriza, como lo hicieron los candidatos presidenciales en el debate del domingo pasado, y agotar con eso la agenda internacional de México es una omisión imperdonable.

No podría ser más inoportuna la crisis nuclear en la Península de Corea: nos pesca en pleno proceso electoral mexicano, con un gobierno saliente debilitado y enfocado a los problemas internos y a la relación con Estados Unidos y con los partidos políticos y los candidatos independientes exhibiendo indiferencia hacia los problemas mundiales.

No es tarde, sin embargo, para reaccionar y plantear una postura activa ante la crisis nuclear coreana: rechazar el uso de la energía nuclear para propósitos militares en cualquier parte del mundo, solicitar la intervención urgente del Secretario General de la ONU como mediador entre Pionyang y Washington y mantener una postura independiente en la arena internacional.

Hoy es la crisis nuclear en Corea del norte, mañana podría ser en Siria o en alguna otra parte del Medio Oriente, ¿qué estamos esperando los mexicanos para pronunciarnos? ¿A qué pasen las elecciones? Eso sería pecar de ingenuidad.

rogelio.rios60@gmail.com







domingo, mayo 20, 2018

Tijuana decide hoy




Por ROGELIO RÍOS HERRÁN

Por dos razones será en el debate de hoy en Tijuana en donde se defina el rumbo de esta elección presidencial: por la importancia de esta pujante ciudad fronteriza y porque se abordarán los temas que involucran a la posición internacional de México.

¿Han estado alguna vez en Tijuana? Si es así entenderán de lo que les hablo: es el ideal de la ciudad mexicana fronteriza del norte: intensa actividad comercial, industrial, agrícola, un flujo incesante de migrantes que van de paso o que se quedan; y, como cereza en el pastel, la convivencia perfecta con la economía y cultura de Estados Unidos, sin muros físicos ni culturales, todo fluye en inglés o en español, de éste o del otro lado de la frontera.

Tijuana no es simplemente “la puerta a México”, sino la ciudad de la frontera norte que ha generado la nueva cultura fronteriza con su lenguaje propio que nos permite saber con absoluta certeza que la convivencia entre mexicanos y estadounidenses es posible, necesaria y benéfica para todos, no importa lo que suceda en Washington, D.C.

¿A qué van los candidatos presidenciales a Tijuana? Es verdad que a debatir entre ellos en la sede de la Universidad Autónoma de Baja California sobre comercio exterior e inversión, combate al crimen trasnacional y derechos de los migrantes. Pero, sin saberlo quizá, van a algo más trascendental: a mostrarnos quién tiene madera de gobernante.

Basta ver los casos de fronteras peligrosas, en donde la convivencia lleva a las naciones al borde la guerra (Corea del Sur y Corea del Norte) o a tragedias humanitarias (israelíes y palestinos en Gaza) para darnos cuenta de lo valioso que se ha logrado en Tijuana: la convivencia armónica, no exenta de problemas, pero abrumadoramente pacífica.

Eso nos han enseñado los tijuanenses, a vivir con los estadounidenses, a entendernos con ellos, a compartir lenguaje y cultura, hacer negocios, etcétera. La vida diaria de Tijuana (como la de Ciudad Juárez, Nuevo Laredo, Reynosa, etc) es la prueba de que sí se puede convivir y construir una comunidad binacional.

Así lo sentí cuando visité la frontera tijuanense hace años. El cruce con mayor tráfico en el mundo, el de Tijuana-San Ysidro, me impresionó porque me dio la certeza de que no hay barreras que detengan a ningún pueblo cuando fluye hacia un lado u otro de la frontera animado por las oportunidades de trabajo y por los beneficios mutuos para estadounidenses y mexicanos.

A lo que van hoy los candidatos presidenciales a Tijuana es a definir qué lugar ocupa México en el mundo, cómo va a enfrentar los problemas económicos globales, con qué fortalezas cuenta para hacerlo, cuáles son sus puntos débiles. ¿Habrá o no un nuevo TLCAN? ¿Desaparecerá la mediana y pequeña industria mexicanas ante el avasallamiento de las grandes empresas? ¿Nos asumiremos abiertamente como un país de migrantes y de migraciones nativas y externas o seguiremos en la negación?

Yo quiero que los candidatos hablen sobre eso, no sobre ataques personales o las invasiones brutales a la privacidad de Andrés Manuel López Obrador con referencia a su estado de salud, es increíble qué tan bajo se puede caer en una campaña electoral cuando los contrincantes no argumentan y solamente atacan a la persona, no a sus ideas.

¿Quieren rebatir al Peje? Se pueden enfocar, por ejemplo, a debatir con altura sobre esto: “La inestabilidad de la economía mundial nos obliga a repensar nuestra política económica con miras a fortalecer el mercado interno. Una economía nacional fuerte puede aportar mayor estabilidad y mitigar los efectos de la volatilidad global” (en Pejenomics).

¿No queremos acaso una economía nacional fuerte? ¿Hacia dónde es el cambio que se necesita? AMLO propone su Pejenomics con ideas de altura y diagnósticos precisos sobre los problemas económicos, desde hace mucho tiempo no veía yo una propuesta tan completa, objetiva e interesante sobre la economía mexicana.

José Antonio Meade, un hombre muy preparado, puede seguramente debatir sobre eso, lanzar sus propias propuestas económicas. Ricardo Anaya y Jaime Rodríguez igualmente deberán entrarle a la batalla de argumentos, no quedarse en el pantano de los ataques personales.

Tijuana los observa, señores candidatos. No se trata de “pegarle” al Peje, sino de discutir propuestas. México entero está al pendiente de ustedes. Aprendan de los tijuanenses, hablen directo, claro, sin rodeos desde la ciudad que nos abre los ojos al potencial de los mexicanos: Tijuana es la frontera, sí, pero al mejor México posible. Hoy sabremos hacia dónde vamos. Tijuana decide hoy.

rogelio.rios60@gmail.com




viernes, mayo 11, 2018

Mundo de halcones


Por ROGELIO RÍOS HERRÁN 

Vive el mundo en el presente una especie de apertura de la temporada de caza: los cazadores sueltan a sus halcones en busca de las presas, las palomas buscan refugio. 

Ya hemos vivido anteriormente ciclos como estos y la experiencia nos dice que terminan muy mal: los rusos en Afganistán, los estadounidenses en Irak, los sauditas en Yemen, la crisis en Siria. 

Al final, los saldos son similares: víctimas en abundancia, poblaciones civiles desplazadas, migraciones internacionales forzadas, poblaciones arrasadas por las guerras y magras o nulas ganancias estratégicas para los involucrados. 

Nadie sale de esos conflictos más poderoso o mejor posicionado que antes, sus ganancias son ilusorias. Gana solamente la industria de las armas y la guerra, obtienen sus utilidades únicamente aquellos para quienes un mundo encendido por la guerra es el mejor negocio posible. 

¿Qué pensar y qué hacer ante el vuelo libre de los halcones? Como observador mexicano veo dos cosas esenciales para una respuesta inmediata. 

La primera, es elevar la voz y denunciar este clima de guerra como algo inaceptable. El desdén de las potencias por la Organización de las Naciones Unidas (ONU), a la que han reducido a un papel casi irrelevante en el mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales (su razón de ser y objetivo prioritario de su existencia) es inadmisible.  

Tanto en Siria como en las crisis de Corea del Norte y en los conflictos africanos, son los arreglos entre potencias (dentro de las cuales influye la línea dura de halcones pro-guerra) los que predominan por sobre el papel de la ONU.  

Desplazar a la diplomacia multilateral para dar paso a las acciones unilaterales de las grandes potencias es un golpe a todo el sistema de Naciones Unidas creado al fin de la Segunda Guerra Mundial. 

No queda más que hacerles saber a esos guerreros que los mexicanos rechazamos las políticas de poder y guerra que nos proponen las potencias. 
  
Nuestro apoyo a las Naciones Unidas y al sistema de solución pacífica de controversias debe sonar claro y fuerte, desde nuestra sociedad y desde nuestro gobierno. 

En segundo término, es preciso incorporar en nuestro día a día una visión más amplia del mundo que nos rodea, pues nada de lo que sucede en la arena internacional es ajeno a nuestra existencia por más lejano o desconectado que parezca un conflicto para los mexicanos. 

Lo más preocupante en México hoy es nuestro evidente desinterés en los asuntos mundiales y el escaso peso que México, como gobierno y sociedad, tiene en la escena internacional, en la cual navegamos a la deriva de los rumbos que marcan los países más poderosos y los halcones que hoy los gobiernan. 

Inmersos los mexicanos en las campañas electorales, apáticos ante lo que pasa en el resto del mundo, parecemos -gobierno y sociedad- más como el avestruz que entierra la cabeza ante el peligro que la paloma que eleva su vuelo y su dignidad ante la presencia de un depredador. 

Dejar hacer y dejar pasar a los halcones no nos hará ningún bien como nación. Elevar la vista y tomar conciencia de lo que sucede afuera de nuestras fronteras es el primer paso para nuestra única defensa: recurrir al derecho internacional y defender a la ONU y al sistema multilateral ante el avasallamiento de las grandes potencias y su unilateralismo. 

No hay tal cosa como un México en paz en un mundo en guerra. Tenemos que enfrentar a los halcones. 

rogelio.rios60@gmail.com 

Nahuel, fútbol y políticos: adiós “fair play”

  Por Rogelio Ríos Herrán En México, el fútbol precede a la política en el triste arte de no respetar a los demás contendientes, violar las ...