domingo, noviembre 02, 2008

NEGRITUD



POR ROGELIO RÍOS HERRÁN
rogelio.rios60@gmail.com


Se me reveló súbitamente que yo era diferente a los otros y estaba separado del mundo por un vasto velo.
W.E.B DU BOIS



Gane o pierda la elección presidencial, Barack Obama, con su negritud, su edad, origen social y carrera política, habrá cambiado radicalmente la faz de la política estadounidense en un sentido fundamental: el rompimiento del poder elitista y sus cimientos de discriminación por riqueza y raza.


Lo que está a punto de suceder el 4 de noviembre en Estados Unidos, el resquebrajamiento del monopolio anglosajón en el poder sobre el resto de los estadounidenses, con sus instrumentos de discriminación racial y elitismo económico, abrirá la puerta a nuevos escenarios políticos, no completamente armónicos, pero no fatalmente caóticos.


La negritud, cuyo legado histórico de condición sumisa del negro ante el blanco no empezó a romperse sino hasta mediados del siglo 20, es el telón de fondo de esta contienda electoral, el invitado oculto entre líneas en los discursos de campaña, la tinta invisible con la cual se escribe la palabra libertad.


W.E.B. Dubois decía que el problema del siglo 20 era el problema de las líneas de color, de la relación de las razas más oscuras con las más claras.


Para el gran pensador de la negritud del siglo 19, la dualidad de su coterráneo Negro era una sensación peculiar, “una doble conciencia, una forma de verse a uno mismo a través de los ojos de otros, de medir la propia alma a través de los sentidos de un mundo que observa con enojo y lástima” (en The Souls of Black Folk, 1903).


El propio candidato demócrata Obama reconoce la importancia de la raza como factor político y en su libro The Audacity of Hope propone los mecanismos legales e institucionales del sistema político y el camino electoral como la mejor forma de lograr un equilibrio entre los extremos: ni la sumisión convenenciera del negro al blanco ni la oposición radical y armada contra la tiranía blanca.


En ese sentido, coincide con Dubois cuando éste último enfatiza que los negros deben recurrir a todos los métodos civilizados y pacíficos para obtener sus derechos (en una época en que se linchaba con el menor pretexto al negro).


Ninguna contienda electoral menos en Estados Unidos, puede ser civilizada y pacífica por completo, y la negatividad irrumpió con su cauda de polarización en la lucha entre Obama y McCain, pero el apego del candidato demócrata a una actitud controlada y prudente en el debate, aunque desesperante por momentos en vista de la pugnacidad de su oponente, hizo honor no sólo a su formación personal sino a la memoria del pueblo negro en su país.


Puesto que el acceso al poder de los negros en Estados Unidos -disputar la Presidencia con posibilidades reales de ganarla es una muestra- abrió la puerta a la cumbre, la posibilidad de romper los privilegios de la élite es real y concreta.


El virtual secuestro del acceso al poder por los blancos, ricos y poderosos, señalado como una de las lacras de la democracia americana por pensadores como Al Gore, y el uso de las instituciones políticas para servir intereses de grupo y el enriquecimiento personal será puesto a juicio el 4 de noviembre.


La discriminación racial y la marginación social y económica que la sustenta, las menores posibilidades de acceso a la educación o de ejercer plenamente sus derechos como cualquier otro estadounidense, en fin, la conjunción de los problemas de raza y de lucha de clases en una de las peores crisis económicas de Estados Unidos, es lo que ha hecho posible la oportunidad histórica de la llegada de un Negro a la Casa Blanca, siglo y medio después de la abolición de la esclavitud.


La negritud tiene ya su reivindicación al dar Barack Obama una pelea electoral digna, de raciocinio y diálogo de altura a su oponente republicano, sumido ahora en el lodo de la negatividad.


Pero no se detendrá ahí. Verá su prueba de fuego si, al llegar a la Presidencia, Obama es capaz de gobernar no como un Presidente negro, sino como un Presidente de todos los estadounidenses. Seamos testigos de la Historia.


Publicado en El Norte el 30 de octubre de 2008.

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