Por ROGELIO RÍOS HERRÁN
Muy interesante resultó, sin duda, ver el debate de
los candidatos presidenciales la noche del 22 de abril para observar cómo se
comportaba cada uno frente a las cámaras y alternando con sus contendientes.
Si de algo sirven los debates es para confirmar o
corregir las impresiones que sobre la personalidad de cada candidato tienen los
ciudadanos. No quedó en el evento mucho espacio para comunicar propuestas, no
se vio mucho detalle ni sustancia en lo propuesto, pero sí pudimos ver cómo lo
proponían, lo defendían y atacaban a sus oponentes.
Nada qué ver, por supuesto, lo del 22 de abril con
otras ocasiones memorables: la intensidad de Diego Fernández de Cevallos en
1994 (con la cual subió 14 puntos porcentuales en las preferencias de voto en
una noche) o la audacia de Vicente Fox en el 2000 (cuando llamó “La Vestida”, “mandilón”
y “mariquita” a Francisco Labastida) no han podido ser superadas en ningún
debate posterior.
Con eso en mente, lo del domingo en la noche, está
claro, no alcanzó grandes alturas de protagonismo. Todos los candidatos
quedaron a deber, en particular el puntero en las encuestas, Andrés Manuel
López Obrador, quien se vio opacado, por momentos, ante Ricardo Anaya, Jaime
Rodríguez y José Antonio Meade.
Que el puntero en las encuestas se muestre a la
defensiva, no conteste todos los señalamientos y se vea en general distraído y
un poco distante, no fue la mejor estrategia, pues si bien lo protege del
desgaste, por otro lado lo exhibe como evasivo ante la opinión pública, lo cual
tiene su costo.
Me llamó mucho la atención que siendo el del domingo
el cuarto debate presidencial en el que participa AMLO (uno en 2006, pues no
asistió al primer debate; dos más en 2012), no fue suficientemente preparado a
la contienda y no dominó a sus oponentes, todos ellos participantes por primera
vez en un debate de ese nivel.
Es decir, no se vio en López Obrador las tablas y el
oficio que un “veterano de los debates” como él hubiera muy bien sacado a
relucir, lo peor de todo al negarse varias veces a tomar la palabra para
rebatir señalamientos de sus oponentes.
Ante esa actitud pudieron hacer más protagonismo
Ricardo Anaya y Jaime Rodríguez “El Bronco” al adueñarse de la escena, como
dirían en el teatro, e imponer su presencia y sus palabras ante las de
Margarita Zavala (nerviosa y dubitativa) y José Antonio Meade, inteligente pero
con poco “punch” mediático.
La política rara vez da segundas oportunidades, no
digamos terceras. Cada elección presidencial es única, pues el contexto político
del México de hoy no es el mismo del 2012 o el 2006. La curva de aprendizaje,
cuando la hay, es corta y dolorosa en las lides políticas y muchas carreras
políticas se terminan siquiera antes de empezar.
No sé qué tanto afecte la actuación de cada candidato
en el debate su posición en las encuestas de intención de voto, las cuales, por
otro lado, no son el único indicador de la fuerza o debilidad de un candidato.
Lo que sí sé es que las primeras impresiones que uno
causa a los demás son las que permanecen en sus mentes. La gente de mi edad (57
años) ha visto a AMLO como candidato en 2006 y 2012, pero para muchos votantes
jóvenes, o votantes por vez primera, el Peje del domingo pasado es el único que
han conocido.
Apostar a que esos jóvenes votantes no se lleven una
buena impresión de López Obrador y dejar que el joven Anaya le robe cámara
entre los menores de 35 años es arriesgado, sumamente arriesgado aunque vaya
muy arriba en las encuestas. Un novato le movió el tapete al veterano en la
cancha de los debates, es como si a Messi -con toda su experiencia- lo opacara
un jugador novicio que apenas debuta en la Champions.
Faltan dos debates más, es verdad, habrá oportunidad
para que cada candidato ajuste su estrategia, corrija fallas y afile sus fortalezas.
Pero, de nueva cuenta, nadie olvide (ni los que van arriba ni los que van abajo
en las encuestas) que la política rara vez da segundas oportunidades y que en
la cancha cualquier cosa puede pasar: estamos en México, con eso se dice todo.
rogelio.rios60@gmail.com
1 comentario:
Rogelio, excelente análisis, pues no queda otra mas que se preparen mejor para los próximos debates.
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