domingo, enero 02, 2011

¡Hey, Dilma!



Por Rogelio Ríos
Entregó el 1 de enero Lula la Presidencia de Brasil a la sucesora Dilma Rousseff, de su misma filiación política, con el gran activo que significa el posicionamiento actual de Brasil en la arena internacional, con una aceptación de la figura presidencial que rebasa el 80 por ciento, es decir, por las nubes, y con una Copa Mundial (2014)  y unos Juegos Olímpicos (2016) en el horizonte.
¿Se puede pedir más para la sucesora? Sí, por supuesto, algo que va a necesitar a raudales, y que constituye el único don de la política que es imposible heredar: el carisma.
Lula no podrá legar la atracción carismática que lo convirtió, en los últimos ocho años, en un líder latinoamericano y de proyección mundial, al punto de hacerlo perder el piso por momentos.
Dilma, la fiel ex funcionaria lulista y ahora primera mujer presidenta de Brasil, tendrá que procurarse sus propios métodos de seducción de masas, y ahí se verá, ya sin el cobijo de su mentor en la Presidencia del coloso sudamericano, si ella tiene realmente la madera del líder que una convulsionada sociedad brasileña reclama.
No será la polémica relación de Brasil con Irán y el vínculo Lula-Ahmmadinejad la que le sirva de apoyo para reconstruir el distanciamiento entre Lula y Barack Obama, entre Brasil y Estados Unidos, que por un error grave de cálculo estratégico el viejo militante del Partido de los Trabajadores cambió en el camino: oro por espejitos, es decir, lo más con los estadounidenses por lo menos con el liderazgo iraní, uno de los más detestados sobre la faz de la tierra.
Por eso, el lamento de Lula de que Washington “no tiene una visión más optimista para América Latina porque siempre prevaleció una visión de imperio”, suena bastante a destiempo (como si Bush fuera todavía el inquilino de la Casa Blanca), y como si el gran líder sudamericano y su staff no hubieran sabido leer los signos de cambio en Estados Unidos y las oportunidades abiertas a ciertos países para estrechar lazos con el “imperio”.
Por ejemplo, sobre el Canciller de Lula, Celso Amorim (“el mejor canciller del mundo en 2009, según la revista Foreign Policy), el gran posicionador de Brasil en foros internacionales, se expresó recientemente Michael Shifter (del think tank Diálogo Interamericano en Washington) diciendo que “fue menos exitoso en profundizar las relaciones con Estados Unidos, particularmente en los primeros dos años de la administración de Obama, por diferencias sobre el programa nuclear iraní”.
Eso, y el hecho de que Río de Janeiro le arrebatara a Chicago -la ciudad adoptiva de Obama- la sede de los Juegos Olímpicos de 2016, acabó por enfriar la relación bilateral que más le conviene a los brasileños.
No será seguramente la perspectiva de celebrar dos eventos deportivos de gran renombre como lo son una Olimpiada y una Copa del Mundo, con apenas unos años de diferencia, lo que más ayude a Dilma a mantener el liderazgo internacional de su país y una posible reelección. Suena paradójico, pero ese tipo de eventos conllevan riesgos muy elevados para las sociedades receptoras.
México ya vivió una experiencia similar con los Juegos Olímpicos de 1968 (celebrados apenas dos semanas después de la peor masacre estudiantil en nuestro país) y la Copa Mundial de 1970, grandes distractores para las sociedades, pero también grandes escaparates para que el mundo observe no sólo el fasto de las ceremonias, sino las miserias y carencias  de sus anfitriones.
Las tensiones sociales en Brasil en ciudades y campos, los altos índices de criminalidad en ciudades como Río de Janeiro, la desigualdad del ingreso y las presiones que un crecimiento acelerado y sostenido provocan en sociedades emergentes y con grandes porciones de sus poblaciones en situación de pobreza extrema y marginalidad, al llevar a unos muy rápido hacia arriba en la escala social y dejar atrás a millones de personas, no se alivian con samba y futbol.
Lo vemos en México, lo vemos en Brasil: cuando la fiesta termina, y se vacía la última de las botellas, la crudísima realidad sigue ahí, intacta, amenazante, llena de pobreza y narcotráfico.
Así que ¡hey, Dilma!, despierta, despabílate: ya no estarán más Lula y su carisma contigo, eres tú sola de ahora en adelante con un gran pueblo en tus manos.

No hay comentarios.:

AMLO: la fatiga del poder

  Por Rogelio Ríos Herrán  Al poco tiempo de empezar las conferencias matutinas (“las mañaneras”) en el arranque del gobierno de López Obra...