lunes, enero 01, 2024

EZLN: extraviado en su ‘Caracol’



Por Rogelio Ríos Herrán 

A treinta años del levantamiento armado del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZNL) en Chiapas, mi percepción de los hechos y postura personal ante el movimiento zapatista ha dado un giro inesperado – por opuesto- para mí.  

Hoy, veo al movimiento extraviado en su laberinto (o “Caracol”) y sumergido en un discurso regresivo y excluyente del resto de México. 

Apoyador entusiasta en 1994, simpatizante de un movimiento disruptivo y desafiante del rancio sistema político mexicano de entonces, yo no pude ver en ese momento con claridad las contradicciones profundas que envolvían a los rebeldes zapatistas: ¿por qué un movimiento armado ilusoriamente llamado de “Liberación Nacional”? ¿No había una ruta política para los zapatistas en la cual tuvieran mayores posibilidades de transformar la política estatal y nacional? ¿Cuál creían ellos que era la legitimidad de su rebelión armada? 

La fascinación que produjeron los zapatistas con la toma temporal de San Cristóbal Las Casas y la batalla del mercado de Ocosingo contra el Ejército Nacional fue profunda tanto en la opinión pública nacional como en la europea. 

¿Quién que se considerara progresista o de izquierda podría no simpatizar, en 1994, con los indígenas que rechazaban violentamente al Estado mexicano (al cual declararon explícitamente la guerra), al capitalismo y su vena colonialista de los pueblos indígenas y extractora de sus riquezas naturales? 

Su discurso anticapitalista, crítico del sistema político y reivindicador del autogobierno y los usos y costumbres, encajó perfectamente bien con amplios sectores de la izquierda mexicana, francesa y española, por ejemplo, y entre quienes hoy denominaríamos como antiglobalistas. 

En armonía con la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (entre México, Estados Unidos y Canadá) ese mismo día del levantamiento armado (1 de enero de 1994), los zapatistas entregaron -envuelta en un moño- una causa por la cual pelear a los jóvenes y adultos críticos del salinismo y a quienes desconfiaban de las negociaciones comerciales con Estados Unidos. 

Todo ese entusiasmo por apoyar a los zapatistas impidió en su momento conocer más sobre ellos. Su irrupción en la política mexicana y en el escenario mundial fue tan sorpresiva que no hubo un respiro que nos permitiera saber sobre sus motivaciones ideológicas, los resortes internos, la lucha por el poder entre los grupos y etnias nativas y el papel protagónico del Subcomandante Marcos. 

No vimos –me incluyo- los muertos durante la fase armada de la rebelión. Decenas de jóvenes indígenas mal armados, por un lado, que no tenían posibilidades de sobrevivir en combate contra soldados entrenados, fueron sacrificados por la causa.  

Por otro lado, aunque las cifras oficiales siempre aparecen subestimadas, hubo por lo menos una decena de bajas entre soldados y oficiales del gobierno. 

Es decir, hubo muertos entre mexicanos, ya sea rebeldes o militares. ¿Era realmente necesario e ineludible que eso pasara? ¿No había otro sendero? 

En la Primera Declaración de la Selva Lacandona (1993) afirmaron los zapatistas ser “los herederos de los verdaderos forjadores de la nacionalidad mexicana, los desposeídos somos millones y llamamos a todos nuestros hermanos a que se sumen a este llamado como el único camino para no morir de hambre ante la ambición insaciable de una dictadura de más de 70 años encabezada de una camarilla de traidores que representan a los grupos más conservadores y vendepatrias” (ver texto completo en enlacezapatista.ezln.org.mx). 

Una de las instrucciones dadas a los combatientes indígenas del EZLN era “avanzar hacia la capital del país venciendo al ejército federal mexicano, protegiendo en su avance liberador a la población”, y al releer ese texto, después de tantos años, me pregunto no en qué estaban pensando los zapatistas, sino en qué estaba pensando yo que no aprecié lo absurdo del discurso, por irreal y utópico. 

Como “Caracol” denominaron posteriormente los zapatistas al territorio y la organización política que adoptaron basada en los usos y costumbres. El concepto es sugerente: una concha dura que los protege del amenazante mundo externo, como a los moluscos; a la vez que los protege, sin embargo, esa misma concha los aísla, es decir, excluye al mundo exterior (a la sociedad mexicana en primer término) de la interacción con ellos.  

El texto de la “Invitación al Treinta Aniversario de la Declaración de la Guerra contra el Olvido” (firmada por el Subcomandante Moisés en diciembre de 2023) refleja, tres décadas después, el efecto de la persistencia del alejamiento del mundo externo:   

  1. “La celebración será entre los días 30 y 31 de diciembre del 2023 y 1 y 2 de enero del 2024. Los invitados podrán llegar desde el día 29 de diciembre, no antes.” 

  2. “La celebración central del 30 aniversario será en el Caracol ‘Resistencia y Rebeldía: un Nuevo Horizonte’, fundado hace tres años en el poblado Dolores Hidalgo fundado en tierra recuperada.” 

  3. “Se recomiendo traer algo para poner entre el suelo y su maltrecha anatomía para dormir. Acá, además de digno, el suelo es duro.” 

  4. “Habrá servicio de internet por fichas para que avisen a sus familiares que llegaron bien. Habrá puestos no especializados de venta de alimentos (o sea que no hay puestos de comida vegana ni vegetariana). Ahí lo vean... las personas con régimen alimenticio y medicación especiales traigan lo necesario.” 

  5. “Les recordamos que en los territorios zapatistas está prohibido el consumo, comercio, trasiego y siembra de drogas. Igualmente está prohibido el consumo de alcohol en cualquiera de sus formas”. 

  6. “La celebración es de y para los pueblos zapatistas. Se exige respeto a nuestros usos y costumbres, a nuestros modos y tiempos, a nuestra lucha.” 

¿Es neta? Cualquier parecido con la invitación a un “rave” o a una reunión en las playas nudistas de Huatulco es mera coincidencia, excepto que no hay alcohol y drogas, esos males de la civilización occidental. 

Desde su “monopolio” explícito de la reivindicación de las causas indígenas en Chiapas, los zapatistas celebran los 30 años de su levantamiento armado en su Caracol físico y metafórico que los mantiene fijos en su propio tiempo, no en el del resto de México.

Le han dado los zapatistas guerra verbal sin cuartel a AMLO y su Cuarta Transformación, es cierto y se les reconoce como críticos, pero me pregunto: ¿cuándo van a salir de su encierro? 

¿Cuándo van a dejar el Caracol por una liebre?  

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