lunes, enero 09, 2023

Lula: la izquierda de mano dura

 



Por Rogelio Ríos Herrán


Entre el domingo 1 de enero, día de su inauguración como presidente de Brasil, y el siguiente domingo 8, el flamante mandatario Lula da Silva pasó de un discurso de “reconstrucción” y “conciliación” de la sociedad brasileña a invocar poderes de emergencia y denominar como “fascistas” a quienes participaron en el asalto a los poderes federales en Brasilia, la capital nacional brasileña.

 

El disturbio en la Plaza de los Tres Poderes, realizado por simpatizantes del ex presidente Jair Bolsonaro, quien sólo a regañadientes aceptó el resultado de la elección presidencial y partió a Estados Unidos antes de la toma de posesión de su sucesor, nos recordó a todos en México el asalto al Capitolio de Estados Unidos el 6 de enero del 2021.

 

Reprobables y absurdos, ambos asaltos eran predecibles en el seno de sociedades extremadamente polarizadas por las actitudes y discursos de sus actores políticos, y por esto me refiero a todos los actores políticos.

 

Lula y Bolsonaro, de manera similar a Biden y Trump, conspiracionistas y negacionistas, demócratas y republicanos, izquierdistas y “fascistas” (o “conservadores” y “liberales”, según López Obrador en México), todos juegan a una peligrosa contienda política en sus países en la cual los ciudadanos somos rehenes: los peones en el tablero del ajedrez político.

 

Nuestro papel en esta obra de teatro (una tragicomedia) es callar y obedecer, como pedían los virreyes de la Nueva España a sus súbditos. El mismo aparato del Estado, las mismas fuerzas armadas y los mismos tribunales y magistrados sirven a uno y otro bando según se alternan en el poder en Brasil, Estados Unidos o México. Envuelto en la neblina del populismo el interés público se diluye para quedar en manos de intereses personales (los caudillos), de grupo o de facción.

 

Así se explica que Lula da Silva adopte un feroz discurso político intimidante que contradice su propio discurso conciliatorio de una semana antes, que la Suprema Corte brasileña suspenda por 90 días al gobernador de Brasilia, y que invoque un estado de emergencia en la forma de la “intervención federal” en Brasilia, bajo la cual, adivinó usted bien, el presidente gobernará de facto y sin mediaciones ni contrapesos.

 

Iniciando su tercer ciclo en la presidencia de Brasil, yo no esperaba realmente un cambio en la manera de gobernar de Lula da Silva en sus anteriores gestiones y me preocupaba el profundo cuestionamiento a su integridad personal que arrastra bajo la acusación de recibir sobornos, la cual lo llevó a la cárcel. No sólo eso, sino su participación en la ya legendaria Operación Java Lato (acusado de corrupción pasiva y lavado de dinero; su sentencia fue anulada por fallas técnicas en el debido proceso, no se resolvió el fondo del asunto), el esquema de financiamiento ilícito de su partido (el Partido de los Trabajadores), sus funcionarios y legisladores federales puesto en evidencia años atrás.

 

Por supuesto que tomé nota de la amplia popularidad que la figura de Lula da Silva sigue teniendo en México y otros países de América Latina. Lula es un símbolo, para muchas personas, de la resistencia de la izquierda latinoamericana a persecuciones y embates de la derecha y los conservadores. A duras penas ganó la elección presidencial en un sistema electoral bajo cuestionamientos, pero es él un presidente legítimo.

 

Los asaltantes de la Plaza de los Tres Poderes llevaban semanas acampando a las afueras de los palacios federales. Se prepararon pacientemente y anunciaron sus intenciones de tomar los edificios de gobierno; me pregunto, ¿no hubo entre los funcionarios y partidarios de Lula alguien que tendiera puentes hacia la oposición bolsonarista, cuyos extremos más radicales tocaban los tambores de guerra? 

 

Parece que faltó mucho trabajo político de la izquierda brasileña estrenada en el poder o quizá simplemente lo que faltó fue la voluntad de reconciliarse con los alborotados. A los fracasos recientes de Boric en el referéndum constitucional (Chile), Castillo y su intento de disolver el congreso (Perú), se suma ahora el asalto en Brasilia como eventos que condicionan y limitan la capacidad de gobierno de sus dirigentes. Por lo pronto, Lula muestra ya su mano dura en Brasil a las primeras de cambio, como decimos en México.

 

¿Qué pasará en Brasil en las semanas que vienen? Lo que suceda en ese vasto y hermoso país lo observaré con mucha atención desde México. Desde acá, gracias al presidente López Obrador, conocemos bien el discurso de odio que divide a la sociedad y nos resulta familiar que se usen términos como “conservadores” (“fascistas”, los llama Lula) y conspiraciones de “poderes fácticos” y la “derecha” que intentan siempre, por todos los medios posibles, corromper y mancillar a la cándida izquierda: el Lobo que quiere devorar a Caperucita.

 

Observar ese juego podría ser divertido si no fuera porque, lejos de ser inofensivo, a todos (brasileños, chilenos, peruanos y mexicanos) se nos va la vida y el patrimonio en ello, junto con las posibilidades de legar un mejor país a nuestros hijos y nietos.

 

Por lo pronto, si usted es joven y no conoció al Lula de antes, le toca ver ahora su mano dura como último recurso ante la incapacidad de negociar en términos políticos con los bolsonaristas. Vienen días difíciles para los brasileños.

 

Rogelio.rios60@gmail.com

 

 

 

 

 

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