sábado, marzo 21, 2020

Virus o votos

Metro en CDMX. Fuente: Google.com


Por Rogelio Rìos Herràn

¿Quièn iba a pensar, hace apenas unas semanas, que el gran factor que podrìa inclinar el voto hacia tal o cual candidato, tanto en México como en Estados Unidos, serìa las respuestas de ambos gobiernos a la pandemia del coronavirus?

Nadie, seguramente. Se hablaba de otras cosas: la situación de la economía, un nivel razonablemente bueno de seguridad pública, endurecer las posturas contra los migrantes, ser tolerante y abrirse a las demandas de las protestas sociales de mujeres y feministas, la aceptación o negación del cambio climático, etcétera.

Pero no se hablaba del coronavirus ni de la posibilidad de que escalara a las dimensiones planetarias que hoy observamos en la forma de una pandemia que amenaza a tantos seres humanos.

El caso es que a los presidentes Donald Trump (quien ya librò un juicio político) y Andrès Manuel Lòpez Obrador les han llovido críticas por su manejo de la crisis sanitaria. Se les percibe obstinados en negar la gravedad de la pandemia, lentos en ordenar a sus funcionarios y determinar las acciones de sus gobiernos y, en general, se les acusa de una ejecución muy pobre de sus acciones en el terreno de los hechos.

Los contextos internos de Mêxico y Estados Unidos son diferentes, por supuesto, pero si nos enfocamos en los estilos de liderazgo de ambos mandatarios podremos descubrir algunas similitudes.

La principal es la desmedida centralización de las decisiones que toman, sumado a la pobreza de la información que procesan, a pesar de contar con abundante documentación y acceso irrestricto, si lo quisieran, a los expertos en cada tema.

Es decir, les gusta decidir por sì solos, aferrados a su instinto. Y parecen despreciar las montañas de información sòlida a su alcance que les ayudarían a comprender mejor las cosas y decidir de manera más efectiva.

Calle en NYC. Fuente: Google.com

La Casa Blanca y el Palacio Nacional son hogares de dos inquilinos que desconfían hasta de sus sombras, ven conspiraciones y complots por todas partes y creen conocer a sus adversarios políticos porque siguen aquel refrán que dice: “el león cree que todos son de su condición”.

Anotemos, sin embargo, que ambos empiezan a distanciarse en su capacidad de rectificar, aunque sea en grado mínimo, cuando se dan cuenta de los errores que han cometido.

El Presidente Trump decidió, finalmente, declarar el viernes 13 de marzo una emergencia nacional en Estados Unidos, abrir un fondo de 50 mil millones de dólares para disposición inmediata en gastos sanitarios y rodearse en ese evento de empresarios dispuestos a apoyar a su gobierno contra la pandemia.

El Presidente mexicano Lòpez Obrador, por su parte, es fecha (hasta el momento de escribir esta columna) que no declara la emergencia nacional en México, declaró que no habrá estìmulos fiscales a la economía y solamente mantendrà los apoyos a adultos mayores y otros beneficiarios de programas sociales.

No sólo eso, su vocero en cuestiones de salud, el subsecretario Hugo Lòpez, se niega a avanzar a la siguiente fase de la difusión del virus (la fase del contagio comunitario) y se quedó estacionado en la fase uno (los contagiados que viajaron al exterior), aunque admite a regañadientes algunas medidas correspondientes a la fase segunda: cancelación de eventos masivos deportivos y de entretenimiento, cancelación de clases, etcétera.

De hecho, ha sido desde la sociedad mexicana, los padres de familia, los empresarios y deportistas, de donde han surgido las iniciativas de suspensión de actividades, llamados al “home office” y cierre de establecimientos con asistencia masiva sin esperar a que el gobierno federal reaccionara.

La cereza en el pastel fueron las fotografías del Presidente Lòpez Obrador besando niños y abrazando a personas en Ometepec, Guerrero, un día después de que su gobierno había pedido a la población mantener una “sana distancia social” para evitar los contagios. No pudo ser más incongruente.

El costo político para el Presidente Lòpez Obrador se reflejarà en las urnas durante este año y en el 2021. Para el Presidente Trump, el calendario electoral es más apretado: la elección presidencial es en noviembre; casi no tiene margen de acción.

Ambos mandatarios se juegan todo su capital político contra el coronavirus, ¡quièn lo hubiera pensado! Virus o votos.

rogelio.rios60@gmail.com


Puente en NYC. Fuente: Google.com



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