domingo, marzo 29, 2020

Adiòs, Embajador

Embajador Sergio Gonzàlez Gàlvez.
Fuente: Google.com


Por Rogelio Rìos Herràn

Justo en el momento en que el Servicio Exterior Mexicano se enfrenta a un desafío inèdito para México y es la primera trinchera en la asistencia a los mexicanos en el exterior contra el coronavirus, falleció el 27 de marzo, por complicaciones de salud uno de sus personajes más queridos: Sergio Gonzàlez Gàlvez (1934-2020), Embajador Emèrito desde 1998.

Ese mismo día, el Secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, dijo que lamentaba “profundamente el deceso del Embajador Emèrito… Maestro, compañero y amigo. Gran mexicano, siempre leal a las causas de nuestro país y un mundo mejor. Hasta pronto, Sergio!”, y con esas palabras Ebrard expresaba el duelo de muchos diplomáticos mexicanos.

La Asociación del Servicio Exterior Mexicano la calificò como una “irreparable pérdida”.

Quienes trabajaron con él en sus misiones diplomáticas y tuvieron oportunidad de tratarlo personalmente, dan testimonio de un hombre grande en su sencillez, maestro por sus conocimientos y su ejemplo de vida, formador de muchos internacionalistas.

No habrìa espacio suficiente para describir su trayectoria profesional, pero diremos que Gonzàlez Gàlvez estudió Derecho en la Universidad Autònoma de Nuevo Leòn (UANL) e hizo estudios de posgrado en Derecho Norteamericano y Derecho Internacional en la Universidad de Georgetown. Recibiò el Doctorado Honoris Causa por la UANL.

Ingresò por examen de oposición al Servicio Exterior Mexicano en 1960 en donde desempeñò diversos cargos hasta recibir el título de embajador en 1975. Representò a México en tal calidad frente a Brasil, Japòn (en dos ocasiones), y como embajador concurrente en Corea del Sur y Vietnam.

En su momento, fue colaborador de Alfonso Garcìa Robles (Premio Nobel de la Paz 1982 junto con Alva Myrdal) en la elaboración del Tratado de Tlatelolco (1967), el cual proscribió el uso de armas nucleares en Amèrica Latina. Recibiò condecoraciones, entre otros países, de Japòn, Alemania, Francia, Italia y Gran Bretaña. Participò activamente en la diplomacia multilateral representando a México en la Conferencia de Desarme en Ginebra (establecida en 1979).

Fue tambièn catedrático en la UNAM, la Universidad Autònoma del Estado de México, la Universidad Anàhuac, la Escuela Superior de Guerra, El Colegio de la Defensa y la Universidad de las Naciones Unidas en Tokio, de la cual llegò a ser profesor emèrito.

Se dio tiempo Don Sergio, igualmente, de escribir artículos de opinión para el periódico mexicano La Jornada, en los cuales se reflejaban la rigurosidad del jurista y el olfato político del analista.

En una columna titulada “La amenaza nuclear sobre el mundo se agudiza”, escrita días antes de su muerte, nos advertìa el Embajador lo siguiente:

“Estimamos que sigue siendo posible lograr un mundo libre de armas nucleares, siempre y cuando unifiquemos esfuerzos y ejerzamos una legìtima presión sobre los nueve estados nucleares y otra docena de países con esa ambición que también estiman, equivocadamente, que poseer esas armas es señal de hegemonía”.

Agregò que “debemos endurecer nuestra actitud como parte de nuestro deber de proteger a la humanidad en su conjunto del uso deliberado o accidental de esas armas”.

Se refleja en sus palabras el tono de “la vieja escuela” de diplomáticos mexicanos, aquellos como Alfonso Garcìa Robles,  Jorge Castañeda y Àlvarez de la Rosa, Manuel Tello Macìas y Francisco Cuevas Cancino, que resumieron su oficio en una sola frase: el derecho es la defensa del débil (se la leì a Castañeda en uno de sus esplèndidos escritos), aplicable a las personas y a las naciones.

“El novelista sabe”, escribió una vez Carlos Fuentes, “que su arte consiste en darle verdad a la ficción. El político, a veces, ofrece la ficción como verdad. El diplomático está obligado a presentar lo que sus ojos ven y su pensamiento analiza, consciente de que sus informes -sus papeles- le trascienden a fin de orientar políticas de Estado” (en su introducción al libro de Juan Josè Bremer, “El Fin de la Guerra Frìa y el Salvaje Mundo Nuevo”, México: Taurus, 2006).

No pudo describir Fuentes mejor el perfil de quienes desempeñan una labor diplomàtica que otro novelista, Josè Marìa Pèrez Gay, describiera como “la difícil costumbre de estar lejos”, novela del mismo nombre en la que narra magistralmente los trabajos del personaje Juliàn Arvide en sus labores consulares.

Estar lejos de la Patria, como lo estuvo Don Sergio, trascender la propia persona para ser útil a las decisiones de Estado, ejercer “legìtima presión” y “endurecer nuestra actitud” en los foros internacionales con la única arma del derecho, son los rasgos que subrayo como personal homenaje a Gonzàlez Gàlvez.

No dudo que el Embajador Emèrito hubiera firmado él mismo las palabras de Alfonso Reyes, el diplomático:

“¿Què me arroja, què me impele a esta vida que tiene tanto de vagabunda? ¿Què fuerza, què sed me lleva y trae en el torbellino de esta gitanería dorada de la diplomacia? Yo era hombre de libros, hombre para estudio recogido, hombre para el retraimiento de las musas bibliotecarias. Pero el mundo no se estaba quieto: se oían gritos en la calle ¡y mal haya el que cierra sus puertas cuando alguien, afuera, llora o rìe! ¡Mal haya el que pueda vivir contento o cómodo siquiera cuando al lado sufren los suyos! Mi país necesitaba de todos, hasta del más humilde discípulo de las letras”.

Descanse en paz, Embajador Sergio Gonzàlez Gàlvez.


Una de sus últimas conferencias magistrales la dio Sergio Gonzàlez Gàlvez en la Universidad del Mar, en Huatulco, Veracruz, invitado por el Rector Modesto Seara Vàzquez, cuando en noviembre del 2018 fue invitado a disertar sobre “México y las Naciones Unidas”, en este link a YouTube se puede encontrar el video:




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