Por Rogelio Rìos Herràn
“En la manera de agarrar el taco, se conoce al que es tragòn”,
dice la sabiduría popular.
Pues bien, en la manera de resolver un problema se conoce al
que es eficiente o inepto, lo cual se aplica de maravilla al ámbito del
gobierno y la administración pública en México: nuestros gobernantes, de todos
los signos y colores, son expertos en crear problemas en donde no los había y
luego proponer soluciones que no arreglan nada, sino por el contrario complican
más las cosas.
Llevo décadas de escuchar problemas políticos, sociales y
económicos de México que en lo esencial no ha variado: se necesita una reforma
fiscal, aumentar la recaudación, reducir el sector informal de la economía, se
dice hoy, pero es algo que he escuchado desde el sexenio de Luis Echeverrìa en
los años 70s.
La burocracia es corrupta y onerosa, se dice con todo candor
en la nueva administración morenista (aquello de “empujar al elefante”), es
preciso hacer una simplificación administrativa, que no haya tanto trámite, que
el ciudadano no tenga que hacer largas filas, etcétera; eso mismo lo he
escuchado en cada nueva administración.
El abasto de medicinas será garantizado, los servicios del
IMSS se recuperaràn a niveles superiores, los mexicanos no pasaràn ya un
viacrucis cada vez que van a consulta médica o a tratamientos, repiten una y
otra vez las autoridades de salud, pero una vez que se apagan las càmaras y
micrófonos ante los cuales dan declaraciones, la dura realidad del desabasto y
la desatención médica a la población sigue firme, sin retroceder un milímetro.
Lo mismo se ha dicho sexenio tras sexenio, igualmente con las mismas palabras,
pero nada cambia en concreto.
Los homicidios, robos, secuestros, asaltos y la violencia en
general alcanzan niveles históricos, ponen contra la pared al Gobierno federal
y no hay -o no es visible- una estrategia de seguridad que por lo menos alivie
la emergencia que se vive.
Presidente tras Presidente, se dan estos picos de violencia
desbordada, los cuales bajan más por un efecto inercial que por las acciones de
gobierno. De la Guerra contra el Narco a los “Abrazos, no Balazos”, hay
diferencias de enfoque, pero los resultados son los mismos, es decir, ninguno.
Igualmente, elección tras elección, los ciudadanos acudimos
llenos de indignación a votar no a favor de fulanito, sino en contra de
menganito, y así nos va. Nuestra indignación se traduce en decisiones
emocionales perfectamente manipuladas por candidatos astutos y versados en las
artes de prometer sin medida, los cuales una vez instalados en el poder
descubren que han llegado a su nivel de incompetencia.
Podrìa seguir, pero creo que el punto está planteado: no culpo
tanto a los políticos por repetir las mismas promesas electorales, sino a los
ciudadanos por creer en ellos.
No culpo solamente a los gobernantes ineptos porque no saben
ni agarrar el taco, mucho menos comérselo, sino a todos los que simplemente
vemos de lejos esa escena, nos reìmos, nos lamentamos y nos dedicamos a otra
cosa.
No sè si la presente ola de protesta social en México, desde
los feminicidios hasta el desabasto de medicinas, alcance para romper el
cìrculo vicioso entre gobernantes y ciudadanos que nos atenaza desde hace
décadas, pero sì creo que está llegando a niveles explosivos que se saldrán de
control si no son atendidos los reclamos.
No hay de otra: hay que enseñar a nuestros gobernantes a
agarrar el taco para que no se les atragante.
Si no, seguiremos cantando aquella canción del inolvidable
Josè Alfredo: “nada me han enseñado los años, siempre caigo en los mismos
errores…”
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