El propio escritor norteamericano Robert Penn Warren, autor de “All
the King’s Men” (1946), reconoció en alguna entrevista que la suya no era una
novela política, sino una historia personal narrada en el contexto de un líder
político tocado por el populismo y la corrupción.
Me acerqué a esa obra porque buen número de reseñas
la señalaban como una de las grandes novelas contemporáneas de un escritor norteamericano
(a quien yo no conocía), ganador del premio Pulitzer de Ficción en los años 40s por su
narrativa y galardonado por sus poemas.
De una manera que me recordó el “libre albedrío” postulado
por John Steinbeck en su novela “East of Eden”, la tensión de Penn Warren entre
la fuerza de los acontecimientos y la voluntad de los hombres por labrar ellos
mismos sus caminos, imponer sus voluntades y obtener lo que desean en la
política y en la vida privada le da un giro extraordinario a su narración.
Yo esperaba tal vez una “novela política” que me
ayudara a entender lo que está pasando hoy en la escena política
estadounidense, sus protagonistas y sus motivaciones, pero obtuve un premio
doble: un escenario político magistralmente dibujado y tan vigente hoy como en los
años 30 (época en que se sitúa la narración), cruzado por la corrupción, el
egoísmo y las traiciones; además, la oportunidad de conocer a un narrador
fantástico (un García Márquez anglosajón), de rico lenguaje y sintaxis desbordante, que construye y desarrolla
párrafos memorables, giros del lenguaje, oraciones que denotan lo más profundo
y lo más banal a continuación uno de lo otro. Sí, como un plus, con acento sureño.
No le contaré la trama ni el perfil de los personajes,
no quiero ahorrarle, estimado lector, el placer de leer esta novela que
seguramente le deslumbrará como lo hizo conmigo. No por nada Penn Warren es uno
de los escritores más reconocidos en la literatura norteamericana, y además uno
de los que resaltan por su manejo del lenguaje: si usted creía que ya ha visto
todo lo que se puede hacer con el idioma inglés, espérese a leer “All the King’s
Men”.
Mi vieja edición de bolsillo (paperback) casi se me
deshace entre las manos de tanto doblarla, llevarla en la bolsa trasera del
pantalón, traerla en el piso de la camioneta, ponerle tazas de café encima, en
fin, todo lo que un libro sufre cuando uno simplemente no puede dejar de leerlo.
¿Ahora sé más del espíritu que impulsa a los políticos
estadounidenses, de sus motivaciones profundas? Es probable que sí, pero estoy
mucho más contento con el descubrimiento de un autor que no conocía y, llevado
de la mano de Penn Warren, de las riquísimas posibilidades del manejo del
idioma inglés para contar una historia, dibujar a los personajes y hacerme
reflexionar sobre el azar y el destino.
“… for any place in wich you may flee will now be like
the place from wich you have fled, and you might as well go back, after all, to
the place where you belong, for nothing was your fault or anybody’s fault, for
things are always as they are. And you can go back in good spirits, for you
will have learned two very great truths. First, that you cannot lose what you
have never had. Second, that you are never guilty of a crime you did not commit…”
Robert Penn Warren. “All the King’s Men”. New York:
Bantan Books, 1980, 438 pp.
About the author (1905-1989): Born in Kentucky, educated
at Vanderbilt University, The University of California, and Yale University, a
Rhodes Scholar at Oxford, Robert Penn Warren made his literary debut as a
member of the “Fugitive” group of young Southern poets. Since then he has taken
his place as one of America’s most multi-faceted leading men of letters. As
editor of The Southern Review, he deeply influenced the development of Southern
writing. As critic, teacher and anthologist, he has played an important role in
American higher education. Above all, however, his name will endure as a poet
and a novelist whose works have been accorded a rare combination of critical
and popular recognition. He has been awarded both the Pulitzer Prize for
Fiction and the Bollingen Prize for poetry, to name but two highlights of a career
graced with honors.
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