jueves, diciembre 06, 2018

¡Monterrey está enojado!




Por Rogelio Ríos Herrán


Tras la anulación por el Tribunal Electoral Federal de la elección ordinaria para Presidente Municipal de la ciudad de Monterrey (alegando razones de fallas en el resguardo de las boletas electorales), todos los candidatos participantes que se alistan para una nueva jornada electoral extraordinaria el 23 de diciembre, quedaron en desventaja.

Me refiero a todos, sin excepción, aunque en mayor medida afecta al ganador Felipe de Jesús Cantú, propuesto por el Partido Acción Nacional (PAN). Quedan en esa situación los candidatos porque la anulación de la elección (más de medio millón de votos cancelados) causó enojo y desasosiego entre los ciudadanos regiomontanos que acudieron puntualmente a las urnas el 1 de julio pasado.

“¿De qué sirvió nuestro voto?”, “¿por qué no respetaron el trabajo de los ciudadanos que participaron en las casillas?”, “¿por qué las elecciones no se resuelven en las urnas, sino en los tribunales?”, me comentaban amigos y vecinos míos en Monterrey. Ninguno quedó satisfecho con las respuestas y la actuación de las autoridades judiciales electorales.

No es poca cosa lo que ocurrió en la Sultana del Norte. Parece mentira que en una ciudad tan importante, desarrollada y dinámica no haya podido darse un proceso electoral fluido y certero a nivel municipal. ¿Fue culpa de los ciudadanos y funcionarios de casillas? ¿O lo que presenciamos fue una intervención de las instancias judiciales que fue, por decir lo menos, insensible e indiferente ante la ciudadanía?

Con un presupuesto que en 2017 superó los 5 mil 200 millones de pesos y al menos 7 mil empleados en la administración central, el Municipio de Monterrey es, digamos, la joya de la corona para cualquier político que aspire a la Gubernatura de Nuevo León.

El desempeño bueno o malo en la alcaldía regiomontana definirá el futuro político de cualquier alcalde, siendo el caso más reciente el de Margarita Arellanes, la alcaldesa panista que prácticamente terminó su carrera pública al concluir su gestión entre cuestionamientos.

Así que la apuesta por ganar Monterrey se elevó al doble: al riesgo que se deriva de una posible mala gestión municipal se agrega ahora el enojo de los regiomontanos por la anulación de sus votos y la repetición de la jornada electoral.

Duele a los regiomontanos que se hallan perdido los millones de pesos gastados en organizar la elección ordinaria, además del dineral que se va a gastar en la extraordinaria (alrededor de 50 millones de pesos, según la Comisión Estatal Electoral): ¿no se pudo aprovechar mejor ese dinero para, por ejemplo, tapar de una vez todos los baches de las calles y avenidas regiomontanas?

Cada diciembre llegan también, adicionalmente, las campañas antialcohólicas que los municipios de Monterrey y la zona metropolitana implementan para, según ellos, evitar accidentes y tragedias a los conductores, si bien los ciudadanos las perciben, con justa razón, como una fuente de extorsiones y mordidas, un verdadero asalto a campo abierto.

Si juntamos lo electoral, las antialcohólicas, los aumentos desmedidos que proyecta el Gobierno estatal en el pago de derechos a los automovilistas y los incrementos que vienen al impuesto predial municipal tendremos una tormenta perfecta: el grito de “¡Feliz Navidad!” se ahogará en los bolsillos de los regiomontanos.

De veras, ¿ésta es la mejor ciudad que podemos tener? ¿Ni siquiera una elección municipal es creíble? La respuesta estará en las urnas el 23 de diciembre, pero ¿quién va a andar pensando en elecciones en vísperas de Nochebuena?

Sí, hay mucho enojo en Monterrey, ¿no lo perciben los políticos?  


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