viernes, agosto 31, 2018

'La prensa libre no es el enemigo'



Por Rogelio Ríos Herrán


No es un debate lejano ni mucho menos ajeno al ejercicio del periodismo en México el que se despliega en Estados Unidos entre el Presidente Donald Trump, su staff de comunicación en la Casa Blanca y los medios de comunicación estadounidenses.

El pasado 15 de agosto se publicaron en cientos de periódicos de todos tamaños, colores y sabores en la Unión Americana, a petición del diario The Boston Globe, editoriales en contra de las declaraciones del Presidente Trump sobre que los medios difunden “fake news” (noticias falsas) y los periodistas son nada menos que “enemigos del pueblo”.

Es increíble que un mandatario estadounidense no sólo pensara, sino que dijera públicamente tal cosa. La respuesta no se hizo esperar en forma solidaria entre medios y periodistas norteamericanos: una defensa fraternal, sólida y firme de la libertad de prensa como elemento fundamental para la democracia.

Fue tan elocuente la respuesta de los periodistas a la crítica de su Presidente y su equipo de la Casa Blanca que no dejó duda alguna de que la libertad de prensa, de criticar y señalar, de revelar la corrupción y la incompetencia, son tareas periodísticas que no serán frenadas por ningún político, aunque sea el Presidente de Estados Unidos: no alcanza su poder a poner freno al periodismo libre.

No es ajena al periodismo mexicano esta lucha por la libertad de expresar, criticar y señalar. No se escuchan tal vez públicamente críticas de los gobernantes a los periodistas en el mismo tono que hizo Trump, pero eso no quiere decir que no existan y que no se intente por cualquier forma posible influir o censurar la información que aparece en los medios.

No es un día de campo hacer periodismo en México. Me refiero a los reporteros, editores y dueños de los medios que se atreven a tomar distancia del poder para ejercer sus críticas, pues sufren las represalias a sus actos de muchas sutiles -y no tan sutiles- maneras.

No importa si es un gobierno municipal, estatal o el federal. No se trata de que gobierne tal o cual partido de tal o cual ideología, si es de derecha, de centro o de izquierda. Cualquiera de ellos querrá siempre controlar lo más posible a los periodistas, influir en las notas que se publican, frenar los reportajes que revelen corrupción o incompetencia. Sucede aquí, en Estados Unidos y en China. Es el pan de cada día del oficio.

En el editorial publicado por el New York Times (“La prensa libre te necesita”) en apoyo al Boston Globe se menciona algo muy cierto: “Estos ataques a la prensa son particularmente amenazantes para los periodistas en naciones con un estado de derecho menos seguro y para las publicaciones más pequeñas en Estados Unidos, de por sí golpeadas por la crisis económica de la industria (editorial). Sin embargo, los periodistas de esas publicaciones continúan haciendo el trabajo duro de hacer las preguntas y contar las historias que de otra manera nunca se escucharían”.

La prueba de fuego para el nuevo Gobierno nacional que se instalará en México a partir del 1 de diciembre será la de su actitud ante la tarea periodística de cuestionar, revelar y criticar la actuación pública de los gobernantes.

Que sea un gobierno proclamado de izquierda no es, por ese solo hecho, garantía alguna de que se respetará la libertad de prensa. No se da eso por sentado. Se tiene que demostrar en el día a día, en la transparencia y la rendición de cuentas, pero sobre todo en el convencimiento íntimo – no de dientes para afuera- en Andrés Manuel López Obrador, su equipo de gobierno y círculo cercano de que ‘los periodistas no son el enemigo’.

No son el enemigo, tampoco el amigo. Sólo déjenlos trabajar libremente: es todo lo que piden.

  


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