miércoles, agosto 01, 2018

A un mes...




Por ROGELIO RÍOS HERRÁN


A un mes de la jornada electoral del 1 de julio, tal vez el saldo más notorio sea que las divisiones entre los mexicanos respecto a sus preferidos y preferencias políticas no se han superado.

No importa qué tanto llamen Morena y AMLO a reconciliarse, a la unidad de objetivos y a participar en una causa común, la respuesta de la sociedad mexicana es la misma de siempre: los ganadores celebran y se burlan de los perdedores; los derrotados no dan, ni darán, su brazo a torcer.

Hablar de “ganar” y “perder” es una buena parte del problema. Como si fuera un partido de futbol, el ganador festeja frente a la tribuna con cantos a sus seguidores y “cortes de manga” a los vencidos.

Para todo propósito práctico, ganadores y vencidos dan por terminada la participación ciudadana el 1 de julio. Ya votaron, ya nos dieron el poder, muchas gracias, se pueden retirar a sus casas y nosotros nos encargamos de ahora en adelante.

Nos ganaron esta vez, piensan los demás, pero ya tendremos la revancha en la próxima elección. Se desaparecen de la arena pública no sólo los candidatos derrotados, sino los millones de votantes que los apoyaron.

Ese sentimiento de confrontación, de sorna (“ya les ganamos, ¡supérenlo!”) y de repliegue de tantos mexicanos es más que evidente en las redes sociales.

A la menor crítica al proceso de transición, a las propuestas de funcionarios (como la polémica en torno a Manuel Bartlett) o al ritmo frenético de una transición apresurada, se vuelcan los insultos y epítetos de seguidores y simpatizantes morenistas contra quienes osaron levantar sus voces de desacuerdo, como en los casos de Manuel Clouthier y Gael García.

La noción de la democracia queda reducida a lo electoral: ya votaron, ya “decidieron”, tenemos carta blanca para hacer lo que queramos. Los ciudadanos se van a sus casas hasta que se les requiera en la próxima elección.

No debe ser así. La crítica y la disidencia no se acabaron el 1 de julio, los votos no se sufragaron para apagar voces, sino para elevarlas.

La calidad de las personas y de las organizaciones políticas se mide por su aceptación de la crítica, por la tolerancia a la diversidad de opiniones. En una palabra: por el respeto a la democracia misma al no limitarla a los votos en una urna, sino entenderla como una forma de convivencia social -la más elevada- entre los mexicanos.
A un mes, falta mucho camino por recorrer.
rogelio.rios60@gmail.com




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