Por Rogelio Ríos Herrán
No sé cómo suavizarlo, pero el gobierno nacional de México no tiene la solidez institucional, la eficacia operativa ni el tipo de liderazgo requerido para enfrentar no sólo al nuevo inquilino de la Casa Blanca, sino a los grandes desafíos del siglo: migración, seguridad, corrupción y cambio climático, por citar algunos solamente.
Cuando escuchaba el discurso de toma de posesión del Presidente DC Donald Trump (DC por Delincuente Convicto), quien va por su segundo ciclo de gobierno, me imaginaba las reacciones en algunas capitales mundiales.
En París, leve inquietud francesa; en Kiev, pánico ucraniano; en Beijing, sonrisas y burlas en privado; y en Moscú, Putin probablemente se entretuvo más con el sombrero misterioso de Melania Trump que con las aburridas peroratas de Donald, su más fiel seguidor.
¿Y en el Palacio Nacional de la CDMX? La reacción, me atrevo a imaginar, fue de confusión al escuchar las acciones en contra de México, y de parálisis: ¡Ah caray, sí se atrevió Trump! ¿Y ahora, qué hacemos? ¡Andrés Manueeel!
No hay solidez institucional por el desmantelamiento de los órganos de la Administración Pública Federal iniciada desde 2018, e intensificada en el nuevo gobierno morenista con la “reforma judicial” en curso.
No hay eficacia en la operación gubernamental por el recorte brutal de los cuadros administrativos más experimentados, la pérdida del conocimiento acumulado del diseño y manejo de políticas públicas y, finalmente, por la imposición de funcionarios y empleados públicos improvisados, por decir lo menos, en reemplazo de los que se fueron.
Finalmente, la ausencia de López Obrador en la presidencia de la república (con minúsculas, por favor, señor editor) y su reemplazo por la señora Sheinbaum, quien carece del carisma y la presencia de Andrés Manuel, derivó en un modo de liderazgo de tono menor al que se requiere en la conducción de una presidencia bien plantada en el mundo.
Por ejemplo, los llamados de los políticos morenistas a la “unidad nacional” en torno a Sheinbaum ante “las amenazas” del nuevo presidente norteamericano están fuera de tiempo, además de sonar falsos.
¿Cómo puede Sheinbaum convocar a las fuerzas opositoras y la sociedad mexicana a la “unidad nacional” cuando López Obrador y ella misma desdeñaron constantemente a la oposición, además de negarse al diálogo sobre los temas políticos del país?
¿La “unidad nacional” se invoca a conveniencia del gobernante morenista en turno cuando la lumbre le está llegando a los aparejos?
Sin solidez de instituciones, ante la ineficacia gubernamental y bajo liderazgo presidencial, ¿qué podemos esperar los ciudadanos mexicanos de nuestro gobierno nacional ante las decisiones del Presidente DC Trump que nos afectan directamente?
¿Cuál es la capacidad de respuesta de México?
En momentos como el que estamos viviendo es cuando la “asimetría” o disparidad entre México y Estados Unidos se revela en su máximo punto: las decisiones se toman en Washington, estén o no estén preparados los mexicanos.
Fieles a la tradición nacional, a los gobernantes mexicanos las crisis con Estados Unidos los suelen agarrar desprevenidos, por más que se anuncien las intenciones de “los gringos” con mucha anticipación.
El gobierno nacional morenista no es la excepción a esa regla: un gobierno institucionalmente débil, endeudado, ineficaz y cuyo liderazgo no alcanza para enfrentar los desafíos externos, no puede hacer otra cosa que reaccionar -a como mejor pueda- en cada caso que se le presente.
Ni modo, “es lo que hay, marchantita”, como diría el abarrotero en su tienda. Con estos bueyes hay que arar.
Mejor nos entretenemos con el sombrero de Melania Trump.
Rogelio.rios60@gmail.com
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