viernes, diciembre 22, 2023

La Navidad se cuela por las rendijas

 


Por Rogelio Ríos Herrán 

No hace mucho tiempo, un buen amigo neoyorquino me dijo que prefería enfocarse a su vida privada como escudo ante lo que él percibía como el deterioro casi irreversible de la política y la vida pública en su país. 

Eso sucedió cuando Donald Trump y su corte de seguidores fanáticos y funcionarios ineptos se convirtió en presidente de los Estados Unidos (2017), una jornada trágica para ese país. 

No culpo a Michael, mi amigo, de su decisión de evitar que el odio y la hostilidad que se vivía en la vida pública invadiera su espacio privado y lo destruyera al quemar sus relaciones afectivas, familiares y amistosas en la hoguera de las ideologías. 

Al contrario, su ejemplo de resiliencia ante la violencia política del discurso y los hechos me ha servido de inspiración para construir mi escudo personal ante la estulticia y agresividad del debate público en México. 

Si lo de Trump en Estados Unidos me pareció inconcebible, hoy me pregunto cómo fue posible que en México llegáramos a una situación similar de división irreversible entre actores y fuerzas políticas. 

No es culpa en México de un sólo hombre, como no lo fue en 2018 en los Estados Unidos. Más bien, hay fuerzas subyacentes, corrientes subterráneas de intolerancia, pensamiento totalitario, actitudes autoritarias y avidez de poder que solamente esperan mostrarse a quien sepa destapar las alcantarillas, necesariamente un personaje populista.  

Señalar a López Obrador como responsable único de la destrucción del diálogo público en México es tentador, pero inexacto. Si floreció su causa, si su discurso binario sedujo a tanta gente, si muchos viejos seguidores prefieren no ver hoy su corrupción e ineptitud es porque en la sociedad mexicana están sembradas las semillas de la discordia. 

No puede cultivarse nada bueno ni esperar frutos maduros en una tierra árida. Los vientos de la ira la revuelven, el agua sucia del rencor social y político la convierte en fango, en fin, no crece la hierba de nuevo en donde los populistas plantan sus pies. 

Si lo mejor que pueden dar la sociedad estadounidense y la mexicana son Trump y López Obrador como gobernantes, además de quienes los rodean y apoyan, entonces, son esas sociedades las que están en problemas: ¿Quién empoderó al Comendador? Fuenteovejuna, señor. 

No nos extrañe, entonces, que el mal aire del odio y las divisiones políticas llegue hasta las familias y los hogares de los mexicanos y, literalmente, se meta hasta las cocinas. Lo mismo ha sucedido en Estados Unidos y, ahí como acá, no veo la salida inmediata a esta terrible situación. 

Lo que está en riesgo en México, así lo pienso de buena fe, es que los mexicanos perdamos la vida democrática (imperfecta, pero democracia al fin) a la que estábamos acostumbrados si se mantienen las tendencias actuales.  

Cada día, en cada parte de México, mueren de forma violenta mujeres y hombres, niños y adultos, asesinados por las manos de criminales y, ante ello, los gobernantes ni se inmutan. 

En lo que se recordará como el sexenio con mayor número de homicidios en la historia contemporánea de México (con una cifra cercana a los 200 mil homicidios bajo el gobierno de López Obrador), ¿cómo pueden sobrevivir la democracia y los derechos humanos? ¿Qué mexicano piensa realmente que su país es todavía un lugar digno para vivir? 

El escudo de Michael me sirvió a mí también para poner dique al odio y la intolerancia públicos. Por las rendijas de mis puertas y ventanas, sin embargo, se coló felizmente la Navidad del 2023 como un alivio en el alma y un motivo de reflexión. 

La mente me advierte, sin embargo, que siga en guardia, que no hay soluciones inmediatas ni mágicas a los problemas de México, que la inseguridad acecha en cada calle y me obliga a vivir con el Jesús en la boca. 

El corazón, por su parte, optimista incurable, me da un abrazo y me dice que maneje bien el escudo, pero que deje pasar la amistad, el amor, la comprensión, tolerancia y cariño de la familia, los amigos, los vecinos o los desconocidos que saludamos al paso en cafés y en las calles. 

Así que venga la Navidad no sólo por las rendijas, sino por la puerta principal. Nos podrán robar los malos gobernantes las posibilidades de un país mejor, pero jamás la esperanza de creer en México y defenderlo de quienes hacen botín de él. 

Navidad en las montañas, escribió el maestro Ignacio Manuel Altamirano. Navidad por las rendijas, agrego de mi parte: déjela entrar a su casa. 

¡Feliz Navidad! 

Rogelio.rios60@gmail.com

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