Por ROGELIO RÍOS HERRÁN
El tercer y último encuentro entre candidatos antes de
la jornada electoral del 1 de julio -y antes de que empiece el Mundial Rusia
2018- se realiza el 12 de junio en la ciudad de Mérida, Yucatán, la majestuosa capital
del Sureste Mexicano y sede del Gran Museo del Mundo Maya que albergará el
evento.
El tema a debatir girará en torno a la economía y el
desarrollo: crecimiento económico, pobreza y desigualdad; educación, ciencia y
tecnología; desarrollo sustentable y cambio climático.
Tal vez sea en el área de la economía en donde las
propuestas de los candidatos muestran menores divergencias. Es decir, nadie plantea
seriamente más allá de la retórica electoral abandonar la economía de libre
mercado ni que México se retracte de sus compromisos, tratados y obligaciones
internacionales, deudas, contratos petroleros, etcétera.
No hay una propuesta de cambio radical, ni siquiera
del candidato de Morena que sería el más ubicado al extremo izquierdo, no así
sus asesores económicos más corridos al centro del espectro político.
La discusión actual en la campaña electoral entre una
propuesta económica “nacionalista” (vuelta a los setentas, como señalan muchos)
y las propuestas “aperturistas” (apego al actual modelo neoliberal de economía
abierta) tiene más de retórica que de sustancia.
Desde hace años quedó zanjada en México lo que en un
libro muy popular de los años 80 (escrito por Carlos Tello y Rolando Cordera,
1981) se denominó “La Disputa por la Nación”: el vuelco de México hacia la
economía abierta se estableció con firmeza, la adopción del neoliberalismo (y
la derrota de los economistas nacionalistas), más que una ocurrencia mexicana, fue
una tendencia mundial que se aterrizó entre nosotros y en el resto de América Latina.
Argentina, por ejemplo, acaba de firmar un acuerdo con
el Fondo Monetario Internacional para llevar a cabo un “ajuste estructural” en
ese país a cambio de un crédito salvador de 50 mil millones de dólares. Es una
película que ya vimos en México desde la década de los 80s: crecimiento de la
deuda y el déficit públicos, fuga de capitales, devaluación de la moneda y la
llegada de la Caballería en la figura del FMI.
No hay, por el momento, otro camino económico para
México y América Latina a nivel internacional que el de seguir integrados a la
globalización económica, jugar con las reglas internacionales y los actores
poderosos de la arena global (países, organizaciones e individuos).
Difícilmente, y sólo a un costo tan grande que
resultaría impagable, puede un gobernante mexicano desafiar el statu quo y proponer
el tránsito hacia otro tipo de modelo económico, cualquiera que sea.
La camisa de fuerza del modelo neoliberal y el sistema
económico global se lo impedirían y castigarían fuertemente a su país
comprometiendo por completo su legitimidad política interna. Es decir, le
costaría el puesto.
“En vista de los terribles problemas de desigualdad e
injusticia social que siguen plagando el continente”, escribe Sarah Babb, “todo
parece indicar que las políticas económicas se sitúan más allá del alcance de
las instituciones democráticas, que las decisiones de política económica se
alejan cada vez más de las casillas electorales y se concentran en manos de los
expertos”.
Agrega la socióloga estadounidense que “algunos
problemas políticos -como corrupción, drogas y el enjuiciamiento de los abusos
de los derechos humanos- están sujetos a la discusión popular y a la contienda
electoral”.
“Sin embargo”, concluye su argumentación, “el centro
de los problemas que pertenecen a la política económica puede aislarse
progresivamente de la discusión popular y discutirse solamente entre los
formuladores de políticas formados en el extranjero, las élites económicas y la
comunidad financiera internacional” (en su libro “Proyecto: México. Los
economistas del nacionalismo al neoliberalismo”. México: FCE, 2003, p.306).
Así que no esperemos grandes revelaciones sorpresivas
en Mérida respecto a la política económica, tal vez solamente escaramuzas
menores sobre tal o cual punto de sus propuestas económicas.
Todas ellas y los candidatos que las formulan deberán
enfrentar, gane quien gane el 1 de julio, la realidad económica de hoy: en
materia económica, predomina la globalización, no el nacionalismo.
rogelio.rios60@gmail.com
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