sábado, diciembre 28, 2024

México sin cultura de paz

La diferencia entre violencia y paz vive una época de confusión en la sociedad mexicana, a tal punto que en la percepción popular la paz se reduce a una visión insuficiente de “ausencia de violencia”. 

Por Rogelio Ríos Herrán  

Una de las cosas más nocivas que yo sentí en México durante el año que casi termina fue percibir a la violencia, no a la paz, como algo inevitable y normal, omnipresente en las vidas cotidianas de los mexicanos. 

Cuando al pensamiento y sensibilidad de millones de personas las domina el temor a la inseguridad, la amenaza a las vidas y patrimonios, la inutilidad de las fuerzas del orden y la ausencia de la vigencia de los derechos humanos, es imposible imaginar no sólo cómo sería vivir sin violencia, sino cómo vivir en una cultura de paz.  

La diferencia entre violencia y paz vive una época de confusión en la sociedad mexicana, a tal punto que en la percepción popular la paz se reduce a una visión insuficiente de “ausencia de violencia”. 

El primer paso rumbo a la paz es, por supuesto, suspender o erradicar la violencia en pueblos y ciudades mexicanas, pero eso equivale a pensar en la paz como una tregua. 

Las treguas, lo sabemos, se rompen incesantemente cuando no se sustentan en la construcción de una cultura de paz duradera y fundamentada en los derechos humanos. 

La UNESCO (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura) y juristas del derecho internacional, han contribuido durante décadas a la construcción del concepto de la “cultura de paz”, dándole sustento en resoluciones de la ONU vinculatorias para los Estados miembros, México entre ellos. 

En una síntesis apretada, citaré algunos puntos doctrinales relevantes: 

+ “La paz no es más que la realización de los derechos humanos. Que haya justicia significa que se respeten, que se realicen los derechos humanos” (Nicolás López Calera). 

+ “El derecho a la paz es un derecho autónomo que no puede entenderse únicamente en el sentido tradicional, es decir, en el derecho a vivir en paz en un mundo sin guerras, ni amenazas de guerra sino también como un derecho que engloba a todos los demás derechos humanos, pues todas las cuestiones que impiden la realización del derecho a la paz, inciden directamente en el ejercicio y disfrute de los derechos humanos... en suma, sin el reconocimiento a los derechos humanos no puede haber paz” (Jaime Del Arenal). 

+ “¿Cómo se puede convertir en una realidad viva y perdurable la cultura de paz? En nuestro mundo interactivo, todo es cuestión de realizar una labor infatigable de sensibilización, movilización, educación, prevención, información en todos los planos de nuestra sociedad y en todos los países”. (UNESDOC Biblioteca DigitalLa UNESCO y la Cultura de Paz”, 1999). 

+ “La elaboración y la adopción de una cultura de paz requieren una plena participación de todos. A los ciudadanos les incumbe organizarse y responsabilizarse. Los países deben cooperar entre sí, las organizaciones internacionales han de coordinar estrechamente sus distintas actividades, y las poblaciones tienen que participar plenamente en el desarrollo de su sociedad” (UNESDOC Biblioteca Digital, “La UNESCO y la Cultura de Paz”,1999). 

+ “Los pueblos de nuestro planeta tienen el derecho sagrado a la paz... proteger el derecho de los pueblos a la paz y fomentar su realización es una obligación fundamental de todo Estado” (Declaración sobre el derecho de los pueblos a la paz”, Asamblea General de la ONU, 1984). 

Con base en los conceptos citados, yo percibo en la sociedad mexicana el predominio de la visión negativa sobre la paz (“¡paren la violencia!”), pero no veo su complemento indispensable: la violencia se detiene o elimina sólo con la construcción de una cultura de paz. 

Decir que “la violencia es normal” y pedir al gobierno “el combate a la violencia”, como hacen muchos mexicanos, es el reflejo de una grave carencia en la ciudadanía mexicana al no entender la paz como la construcción de una cultura de los derechos humanos, sino como un mero cese al fuego entre narcotraficantes y las fuerzas armadas mexicanas. 

Pensar que un gobernante de mano dura, un presidente todopoderoso, que se decidiera a combatir la violencia en México a costa de sacrificar o violar los derechos humanos y las libertades políticas sería la solución a nuestros problemas, es un error grave. 

La paz es “un derecho sagrado de los pueblos”, no la concesión graciosa de un gobernante.  

La “cultura de paz” se construye desde la sociedad mexicana, no nos va a caer del cielo. 

Si renunciamos los mexicanos a la cultura de paz, junto con ella renunciamos al desarrollo de nuestro pueblo, al Estado de Derecho, a vivir en democracia y a nuestros derechos humanos. 

La violencia destruye a México cada día, cada hora, desde sus cimientos. 

¿Nos quedaremos cruzados de brazos los mexicanos? 

Fuentes: 

Citas de Jaime del Arenal y Nicolás López Calero en: Virginia Arango Durling. “Paz Social y Cultura de Paz”. Panamá: Ediciones Panamá Viejo, 2007. 

https://corteidh.or.cr/tablas/30445.pdf

UNESDOC Biblioteca Digital. “La UNESCO y la cultura de paz”, 1999. 

  

 

 

 

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