Por Rogelio Rìos Herràn
No importa el color, nombre o ideología del Presidente
en turno o del Gobierno dominante del momento, como periodista siempre dirigirè
mi crítica a quien abuse del poder y ponga en riesgo a la democracia mexicana.
Por eso, antes de siquiera discutir sobre los detalles
y la pertinencia de las medidas anunciadas el 22 de abril por el Presidente
Lòpez Obrador para “reactivar” la economía, lastimada severamente por la
pandemia del coronavirus, quiero señalar el enorme riesgo que corren en este momento
las instituciones políticas mexicanas.
Al gobernar por decreto -como la vía para imponer sus
decisiones sobre la sociedad- el Presidente Lòpez Obrador desdeña lo que
hubiera sido la vía adecuada para alcanzar un gran acuerdo nacional de
reactivación económica: por ejemplo, la deliberación de una propuesta suya de
ley en el seno del Congreso de la Unión y su posterior revisión por el Senado
de la República.
Si al Congreso lo domina su propio
partido, Morena, por mayoría absoluta con sus aliados, ¿què tenía que perder el
Presidente con sus operadores morenistas Mario Delgado (coordinador de los diputados)
y Ricardo Monreal (coordinador de los senadores)?
Al excluir por completo al Poder Legislativo, al cual
sólo convocò el Presidente recientemente para discutir su propuesta de Ley de
Amnistìa (al impedir Ricardo Monreal que se incluyera en la agenda la discusión
de un plan económico), Lòpez Obrador perdió la oportunidad de lograr un
acuerdo incluyente que reflejara la diversidad social, política y económica de
México.
Al ignorar las reiteradas peticiones de apoyos
fiscales y económicos para todos los sectores de la economía y los programas
propuestos por organismos empresariales, además de las convocatorias a un pacto
nacional, el Presidente restò legitimidad a su propia -a su única- propuesta y
se aventurò a transitar en el terreno del autoritarismo.
¿O cómo interpretar -que no sea como autoritario y
excluyente- un Decreto en el cual se plasmaron únicamente los programas
sociales y proyectos de infraestructura promovidos desde la Presidencia de la
República, los cuales van en contra de opiniones autorizadas de expertos en
México y en el exterior que plantean la conveniencia de su suspensiòn?
No voy a ir al extremo de calificar la acción de Lòpez
Obrador como un “golpe de Estado”, pero sì creo que dio un golpe de autoridad
excesivo, no representativo de la diversidad política mexicana, y moral y
legalmente rebatible.
Gobernar por decreto es entregarse a los brazos de la
tentaciòn autoritaria. Utilizar a la emergencia sanitaria como pretexto y
justificación de sus acciones es èticamente reprobable o, para utilizar su
propia jerga, lo podría dejar “moralmente derrotado” ante la sociedad mexicana.
No sè cuándo empezó el aislamiento del Presidente
Lòpez Obrador de las voces y opiniones que, idealmente, deben fluir a la cabeza
del Poder Ejecutivo desde todo el abanico político e ideológico de Mêxico.
No sè en què momento se agudizò su distanciamiento de
los actores políticos y las fuerzas sociales que él califica, sin fundamento,
como los “adversarios” a su proyecto de nación.
Lo que sì sè es que el Congreso de la Unión y los Senadores
de la República han dejado que sea el Ejecutivo el que tome, bajo su particular
y exclusivo criterio, las decisiones trascendentales que México necesita para
superar la actual crisis sanitaria y económica.
El abandono del liderazgo del Congreso de la Unión
frente al avasallamiento presidencial equivale a dar la espalda a la sociedad
mexicana, a dejarla a merced de una dirigencia presidencial errática, piramidal
y excluyente. Se equipara a una traición al pueblo de México y a sì mismo, al
no defender la autonomía del Legislativo.
¿Què quiere hacer el Presidente Lòpez Obrador? ¿Gobernar
de espaldas con un Congreso de la Unión que es rehén de la mayoría legislativa
de Morena? ¿Imponer a toda costa y por encima de la sociedad mexicana su
proyecto de nación? ¿Hacia dónde quiere llevar a Mêxico?
En lugar de Benito Juárez, ¿serà recordado como otro
Dìaz Ordaz, el modelo clásico de un Presidente mexicano cerrado, obstinado y
paranoico?
Tengo otras preguntas además de los reclamos al
Presidente: ¿En dónde está el Poder Legislativo? ¿Por què nos ha abandonado?
¿Còmo ha permitido la mayoría morenista que el Presidente ponga en
práctica, bajo el pretexto de la pandemia, el gobierno por decreto?
¿En dónde están los Senadores de la República? ¿Por
què han abandonado a los estados que representan? ¿No es a ellos, en lugar del
Presidente, a los que deben rendir cuentas de su falta de coraje y arrojo para
oponerse a las decisiones presidenciales?
Sobre la pertinencia de las medidas anunciadas en el
Decreto podrán expresarse con mejor autoridad los especialistas en
administración pública y economía.
A mì, lo que me asombra y hiere como ciudadano es el
triste papel del Poder Legislativo en México (prisionero de la política partidista)
al no asumir la iniciativa para proponer un plan de reactivación económica
surgido de su seno, no de una oficina en Palacio Nacional.
Què sensación de abandono y carencia de liderazgo nos
dejan los legisladores a los ciudadanos, no quisieron contener al Presidente y
prefirieron enterrar sus cabezas en la arena como una obediente mayoría subordinada.
Pasa ahora la estafeta a la sociedad civil: no hay en
Mèxico, hoy, una institución política que la represente dignamente y la
defienda ante el desbordamiento del poder presidencial.
Empieza una nueva era, sì, pero de indignaciòn y
resistencia pacífica ciudadana: contra la tentación autoritaria, hay que
restaurar la institucionalidad perdida a golpes de decretos.
Lo reitero: No importa el color, nombre o ideología del
Presidente en turno o del Gobierno dominante del momento, como periodista siempre
dirigirè mi crítica a quien abuse del poder y ponga en riesgo a la democracia
mexicana.
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