jueves, mayo 30, 2024

AMLO: contestar los insultos

 

Por Rogelio Ríos Herrán 
Una persona con integridad moral, apegada a principios como el respeto y la tolerancia, y con fuerza de carácter, escuchará estoico los insultos que otra persona, por el motivo que sea, le diga, pero no le contestará con insultos. 
Ése es, digamos, el límite ético reconocido. Claro, nobleza obliga. 
¿Qué pasa, sin embargo, cuando es un gobernante el que insulta a los ciudadanos y, al hacerlo, trasgrede no sólo la ética del servidor público sino la moral propia? 
¿Cómo permanecer estoicos ante las andanadas verbales injuriosas del presidente López Obrador dirigidas contra ciudadanos, activistas y periodistas?  
El insulto más reciente de AMLO fue llamar “traidores a la Patria” a los mexicanos que asistieron, en su derecho legítimo de protesta y con un comportamiento intachable, a la concentración del 19 de mayo de “la marea rosa” en favor de los candidatos de oposición (en particular Xóchitl Gálvez) en el Zócalo de la CDMX y muchas ciudades en el interior. 
Nada más desafortunado para López Obrador que utilizar, de manera equivocada, la acusación de un delito que en el Código Penal Federal se atribuye a quienes auxilian o colaboran con gobiernos extranjeros en insurrecciones armadas (ver artículos 123 y 124). 
Nada tiene eso qué ver con asistir a una reunión ciudadana pacífica, legítima y celebrada en un espacio público abierto a todos los mexicanos, no sólo a los morenistas, como es el Zócalo capitalino. 
Lo de “traidor a la Patria” es parte de un extenso vocabulario de diatribas de AMLO en contra de todos aquellos ciudadanos que no “lo siguen”, como él dice, y del cual le doy apenas unas muestras:  
“Achichincle, aprendiz de carterista, blanquito, canallín, chachalaca, espurio, fichita, fifí, gacetillero vendido, huachicolero, lambiscones, machuchón, maiceado, malandro, matraquero, me da risa, monarca de moronga azul, ñoño, payaso de las cachetadas, piltrafa moral, pirrurris, ponzoñoso, ratero, riquín, señoritingo, sepulcro blanqueado, tapadera, vulgar, zopilote...”. 
La recolección de insultos de López Obrador es obra de Gabriel Zaid (“AMLO poeta”, Letras Libres, 25/06/2018 www.letraslibres.com) quien atinadamente señaló que “las personas que insultan suelen tener un repertorio limitado y repetitivo. No AMLO. Es un artista del insulto, del desprecio, de la descalificación.” 
Vemos así que lo de “traidores a la Patria” es una más de las etiquetas de su catálogo.  
No es leve ni superficial la acusación, no se trata solamente de un temperamento incontrolable, en este caso, equivale a la acusación de un delito grave en contra de cualquier ciudadano. 
¿Qué hacer, entonces, frente a los insultos de López Obrador? 
No sugiero ponerse al tú por tú en una competencia de insultos, por más tentador que es mentarle la madre a AMLO, como muchas personas ya lo hacen libremente en las redes sociales. 
La diferencia de poder entre el presidente y el ciudadano, el inmenso abismo de recursos, policías y fiscales que tiene a la mano López Obrador, la desventaja del pleito, ponen en situación vulnerable a quien responda los insultos presidenciales con insultos personales. 
Además, insultar, aunque sea en defensa propia, habla mal de quien lo hace, pero bien de quien lo ignora. Insultar es rebajarse al nivel del otro y caer por completo en el discurso de odio y violencia del presidente de la república. 
Bien merecida, para muchos, tiene AMLO cada mentada de madre que recibe a gritos en la plaza pública y cada día se oyen más gritos. 
No le concedamos al presidente López Obrador el gozo de hacernos caer en sus redes de odio y atraparnos en el terreno que él quiere: convertirse en el centro de nuestra total atención y voluntad. 
Perder nosotros los estribos respondiendo con una mentada de madre, como he escuchado gritar enojados a algunos amigos, es perder lo más valioso que tenemos, aquello que nos permite ser estoicos ante la furia de un gobernante: la dignidad propia. 
“No se puede contener... AMLO es un poeta del insulto” expresa Zaid. “Arrastrado por la inspiración, seguirá insultando, aunque su incontinencia tenga costos políticos”. 
Sigamos, entonces, un viejo consejo de nuestros padres: no caer en la provocación, pero seguir criticando y marchando en las calles con la frente en alto. 

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