lunes, mayo 20, 2024

Tercer Debate: dos certezas

 


Por Rogelio Ríos Herrán 

Desde los primeros minutos del tercer debate presidencial sentí la fatiga del espectador que ha visto muchas veces la misma película y se aprendió los diálogos de memoria.  

La sobreexposición de los tres candidatos presidenciales provoca cansancio en quienes los siguen en sus campañas, al punto que el ciudadano tiene que hacer un gran esfuerzo para concentrarse en sus desempeños y discursos. 

No resultó en vano, sin embargo, atender el tercer debate presidencial, pues disipó algunas dudas que yo tenía y me dejó con dos certezas. 

La duda sobre Jorge Álvarez Máynez quedó aclarada: su papel como el candidato hombre y joven en contraposición a dos mujeres que lo superan en edad y experiencia es, simplemente, ayudar a la sobrevivencia de Movimiento Ciudadano como partido político. No me detendré en esto. 

Las dos certezas que se quedaron en mi mente después del evento me ayudarán a definir el camino hacia adelante para la democracia mexicana. 

Primera certeza: Xóchitl Gálvez tuvo su mejor desempeño contra los debates anteriores, al consolidar su candidatura con una propuesta de políticas públicas y formación de gobierno que se conecta bien con la pluralidad del panorama social y político mexicano. 

Entre otras cosas, estableció la necesidad de dialogar y concertar acuerdos con el mayor número de fuerzas y actores políticos en el país -incluyendo al Movimiento de Regeneración Nacional- para formar un gobierno de coalición.

Además, señaló que impulsaría la desmilitarización de la administración pública y regresaría a las Fuerzas Armadas a sus tareas de seguridad nacional, una de las políticas clave del gobierno de López Obrador. 

Mencionó a grupos vulnerables, a buscadoras de personas desaparecidas, a millones de mexicanos sin acceso a servicios de salud y al incremento de la extrema pobreza, con lo cual “rebasó por la izquierda” a su contendiente morenista. 

Finalmente, lanzó acusaciones de corrupción muy puntuales al gobierno de AMLO y a la persona de Claudia Sheinbaum, así como reveló que hay una investigación en curso en contra de Mario Delgado, presidente de Morena, solicitada por el Congreso de Estados Unidos al Departamento de Justicia de ese país. 

Ninguna de sus acusaciones fue contestada por la candidata contrincante. 

Durante su desempeño, Xóchitl Gálvez desplegó sus emociones y una mayor elocuencia en su discurso, como no lo hizo en debates anteriores. Se podía sentir el enojo en sus palabras ante el desastre creado por el actual gobierno, mismo enojo que seguramente compartieron millones de espectadores del debate y que ninguno otro de los candidatos mostró. 

Segunda certeza: algo pasa con Claudia Sheinbaum y su equipo de campaña que no logran que la candidata morenista despliegue siquiera un poco de empatía, una pizca de sensibilidad que permita saber si percibe realmente los problemas de México.  

Lo más grave es que su insensibilidad se empata con su incondicional apoyo a Andrés Manuel López Obrador en cuanto a cómo concibe la gobernanza y estilo de liderazgo. 

Sheinbaum hizo suyos dos rasgos de AMLO que trató sin éxito de ocultar en su persona: el primero, la visión de un presidencialismo avasallador de la división de poderes con el rechazo, por ejemplo, a la posibilidad de formar un gobierno de coalición y respetar a los diputados de proporcionalidad como reflejo del papel de las minorías políticas, por no hablar de los organismos autónomos y el Poder Judicial.  

En segundo término, mostró el rasgo atemorizante de manifestar abiertamente el tipo de liderazgo que se considera moralmente superior a cualquier otro actor o fuerza política y se apropia del monopolio de la verdad y la democracia: ¡ellos -y sólo ellos- son los demócratas de este país!  

En esto, Claudia no sólo sigue fielmente a su mentor AMLO, sino que lo rebasa por el carril del radicalismo. 

Finalmente, no contestar en detalle las acusaciones de su contrincante Xóchitl sobre la corrupción del gobierno morenista y la suya propia, deja a Claudia en el papel de descalificar al mensajero en lugar de defender su integridad, como lo haría cualquier otra persona de honor en su lugar. 

Ni a ella ni a su equipo de campaña parece haberle importado que la estrategia de negar y evadir las acusaciones en su contra como “provocaciones” o “palabrería” provoca más daños que beneficios. 

En conclusión, Xóchitl tuvo el mejor desempeño respecto a los debates anteriores, Claudia no varó su actitud evasiva y tuvo su peor actuación de todos los debates. Jorge cumplió con su papel. 

No habrá más debates presidenciales y se acercan los cierres de campañas electorales para los candidatos presidenciales. 

El contraste entre Xóchitl Gálvez y Claudia Sheinbaum, entre sus personas y las visiones de país que ellas representan ha quedado claramente definido tras el tercer debate. 

Ahora, queda en manos de los ciudadanos tomar las decisiones de voto para el tipo de país que quieren en los años por venir: retomar la senda de la transición democrática o avanzar por la de la destrucción de la democracia y el surgimiento del autoritarismo. 

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