sábado, febrero 11, 2023

Ildefonso levanta la mano al 2024


Por Rogelio Ríos Herrán 

Desde hace años, décadas ya, la orientación de mi voto en todo tipo de elecciones, desde presidente hasta diputado, se decide por el perfil de los candidatos, su trayectoria profesional y académica, capacidad de liderazgo y cualidades personales que exhiban comprensión de los problemas e imaginación y decisión para resolverlos.

 

Ese criterio lo aplico por encima del partido político en que militen las personas aspirantes, para mí eso es lo de menos. Primero la persona y su propuesta, después su partido. Primero el voto por el candidato idóneo para una alcaldía, gubernatura o presidencia, diputación o senaduría; después, mucho después, el partido en que milita.

 

Por tal razón mis idas a las urnas son un carnaval de siglas y colores azules, tricolores, verdes, naranjas, etcétera. Cruzo boletas al por mayor y por diferentes candidatos, vale decir distintos partidos. ¿Incongruencia? No, desde mi personal punto de vista; más bien, emito mi preferencia por la capacidad de una persona para gobernar, independientemente de su filiación política. 

 

Disminuyo al mínimo la militancia partidista; aumento al máximo el liderazgo y capacidad de una persona.

 

Digo todo esto (y me disculpo por la extensa introducción) porque me dio gusto saber el 10 de febrero que el nuevoleonés Ildefonso Guajardo ha decidido buscar la candidatura presidencial para la elección del 2024 en México, después de meses de deliberaciones y vacilación de su parte.

 

No me extenderé sobre su preparación como economista, larga trayectoria en el servicio público y experiencia legislativa como diputado federal, eso es de sobra conocido. Lo que deseo destacar es que el simple anuncio de su intención de pelear la candidatura de la alianza Va por México es, me parece, una forma de elevar la calidad del debate de los problemas de México cuando Ildefonso lo sustenta en un conocimiento profundo del país.

 

Perfiles como el suyo merecen la ponderación de la opinión pública, no su descalificación fulminante por el sentido de tal o cual voto (sobre la “militarización”, por ejemplo, como le reclaman muchos tuiteros) que en la brega del Congreso emite un diputado. 

 

En vista de la guerra de propaganda política, ataques, insultos y bajezas que se aproxima en el terreno electoral hasta el 2024, el antídoto al populismo y sus candidatos irracionales e ineptos es lo opuesto: candidatos bien preparados, conocedores y sabedores de la administración pública y los avatares de lo que algunos llaman hoy la “política real”, la de los trancazos en la calle, las negociaciones inconfesables y otras cosas más, pero que por encima de eso han mantenido su preparación y experiencia como un estandarte.

 

No, no quiero más Mesías populistas ni seguidores incondicionales (90 por ciento lealtad, 10 por ciento preparación, dice la fórmula presidencial); no quiero más candidatos opositores que parecen un espejo de los oficialistas y que, como muchos toreros, no supieron retirarse a tiempo. Lo que como ciudadano aspiro a tener, cuando llegue a la urna a votar, es una oferta de muy buenos candidatos en la boleta electoral.


No quiero decidir por “el menos peor”, sino tronarme los dedos ante la dificultad de elegir entre puros buenos candidatos, gente preparada y que es capaz de poner el interés público por encima de intereses personales, de partido o de grupos en el poder. En una palabra, quiero elegir entre candidatos que no vayan a sustituir una mafia por otra una vez que lleguen al poder.

 

Aquí entra la candidatura de Ildefonso Guajardo en mi radar, como otras más de gente preparada para gobernar que espero se lance al ruedo de la “política real” a ensuciarse los zapatos, como se dice, por México.

 

Gracias por subirse al ring, Ildefonso. Como los buenos boxeadores, hay que saber elegir las peleas. Buena fortuna.

 

Rogelio.rios60@gmail.com


 

 

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